sábado, 2 de febrero de 2008

Cioran y el Tango.


Cioran y el Tango


En una entrevista que le realizó Benjamin Ivry en 1989, Cioran confesó: "Soy un gran aficionado al tango. Es una auténtica debilidad. Asistí a un espectáculo de tango argentino en París, pero me parece que el tango ha degenerado. En el entreacto, envié una nota al director en la que le pedía que fuera un poco más melancólico. Ahora el espíritu ya no es el mismo. El espíritu lánguido se ha vuelto más dinámico. Es mi debilidad por la América latina. Antaño era más profundo y más íntimo. Mi única, mi última gran pasión era el tango argentino".

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Después de la caminata solíamos subir a su modesto departamento. Cioran tenía allí otros motivos de éxtasis: el diálogo, siempre vivo, inteligente, Mozart, a quien consideraba el “hombre más completo, el más frívolo, el más profundo, que permaneció tan puro en la alegría como en la desolación extrema”, Borges, que para él era “el último de los delicados”, y el tango. La música de Buenos Aires había entrado en su vida de forma tardía. La conocía, desde luego, pero no el contenido de las letras. Una de esas tardes le traduje “Naranjo en flor” y se quedó pasmado. Leyendo la letra, Cioran había concluido que el tango aportaba la prueba irrefutable de que el espíritu humano, sea cual fuere su cultura, se interroga sobre las mismas cosas y llega a conclusiones similares. Para Cioran, la frase de “Naranjo en flor” que dice “primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamientos” podría haber sido escrita por un budista. No sin cierta incredulidad pero con mucha emoción Cioran decía que si no le hubiesen dicho que era un tango habría situado su origen en algún gran maestro budista de siglos pasados.

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E.M.Cioran encontraba en la música (y desde ella) nuevas formas de buscar la belleza y ampliar el conocimiento. En "Silogismos de la amargura", le dedica frases como ésta: "Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: ése fue el comienzo de desastres maravillosos".

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Son muy pocas palabras, pero el concepto, para quienes amamos la música, trae consigo mucho más que una metáfora acertada. ¿Quién no vivió desastres maravillosos una noche de ésas en las que sólo cabe una canción? Cioran amaba el tango. Alguna vez dijo que "Naranjo en flor" era un tratado filosófico por eso de "Primero hay que saber sufrir,/ después amar, después partir/ y al fin andar sin pensamiento". Es que un hombre tan apasionado desde las ideas, desde el pensamiento, no podía quedar inmune después de conocer la melancolía ciudadana del dos por cuatro. Más aún en alguien que de muy joven se estableció lejos de su tierra natal, en París, y renunció a su lengua para expresarse en francés. Tuvo un desarraigo que el tango describe desde sus notas y que no necesita traducción.


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‑El tango es de las pocas músicas que todavía me resulta tolerable. La defino como la más extraordinaria mixtura entre metafísica y burdel. Los despojados del amor se convierten inmediatamente en filósofos, el tango resuelve y engloba esta perturbación mágica de los amantes desdichados. Es impertinente tratar de definirlo. Lo fundamental es escucharlo. Sentir que en esta Edad de Oro del artista inconcluso, del personaje fracasado, somos varios quienes necesitamos rechazar la vana manía interpretativa de nuestro tiempo, entregándonos al placer de una música o de un texto... Reitero que todo intento por interpretar una obra la desvirtúa y que la academia es culpable de nuestro distanciamiento del éxtasis. Personalmente he tenido mala suerte con los críticos, muchos se han ensañado con mi obra, en el peor de los casos para elogiarla.