viernes, 23 de julio de 2010

DISTANCIA BRUJA





Noticia:
A Elkin Mesa lo leíamos en Cromos, luego tengo la certeza que estuvo cerca al grupo Nadaísta. Además en su larga vida periodística realizó unos programas arriesgados sobre educación sexual en la tele. Después pareció que se hubiera retirado de los medios, su habita natural. Alguna vez alguien me indicó que se había dedicado a sus negocios particulares. Pero por ese correo de las brujas, y debido al maestro Luciano Londoño, hemos recibido un tango de la autoria de Elkin Mesa, Inicialmente era la duda si era Elkin Mesa. Y a una consulta resultó cierto. Y No es para menos, alégrarnos que él no sólo sea compositor de tangos sino de otros temas que más tarde indagaremos.
Por supuesto que esta nota también abarca a su esposa, Eliana, la cantante que tan presente estuvo en la década del 70 en la escena musical del país.
La música del tango, “Distancia Bruja, es debida a Víctor Manuel García, Manoello, otro de los grandes compositores nuestros.
Lo único raro es que en esta época de tantas comunicaciones, aquellas personas que nos acompañaron en su quehacer artístico, de repente sepamos que mantengan su pulso creativo, y lleguen así, de sorpresa.
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DISTANCIA BRUJA

Letra Elkin Mesa
Música Víctor Manuel García.


La distancia es un silencio
Que se nos pega en la piel
Cuando vemos imposible
De cerca o en horizonte
Aquello que otros ganaron
Eso que ahora disfrutan
Sin reparos ni ansiedad.


Distancia también es miedo
A no triunfar en el cielo
En el cielo de la tierra
De libertad y esperanzas
O en el cielo que nos pintan
Para el viaje sin maletas
Al hueco espacio estelar.


Distancia, quien eres tu?
Por qué cierras los caminos
En la tierra, sin piedad
Perversa y de zancadillas
Vestida como una bruja
Traicionera y de maldiciones
Estoy gritando que mueras
Perdida en la oscuridad
Estoy gritando que mueras
Perdida en la oscuridad.


Bruja, distancia maldita bruja
Mi anhelo perdió su aliento
Ya no lo siento en mi piel,
He perdido hasta mi sombra
Distancia, maldita bruja
Yo quiero mi libertad,
Vida entera hasta el final.


Distancia, quien eres tu?
Por que cierras los caminos
Aquí en la tierra, sin piedad
Perversa y de zancadillas
Vestida como una bruja
Traicionera y de maldiciones
Estoy gritando que mueras
Perdida en la oscuridad.
Estoy gritando que mueras
Perdida en la oscuridad.
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sábado, 17 de julio de 2010

Gardel-Mozart ¿Plagio o coincidencia?



Gardel-Mozart

¿Plagio o coincidencia?


POR UNA CABEZA
Un Tango de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera, 1935


TERIG TUCCI RECUERDA COMO CARLOS GARDEL COMPUSO
UNO DE SUS TANGOS MAS FAMOSOS:
“POR UNA CABEZA”

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Suena el teléfono a las tres de la mañana. Medio dormido levanto el receptor y oigo la voz de Gardel que me dice con evidente satisfacción:
-Che viejo, acabo de encontrar una melodía macanuda para el tango “ Por una cabeza”.
Y procedió a cantármela ipso facto. No sé si sería porque todavía no me había despertado del todo, que al oír por teléfono el fruto de su inspiración, ni la melodía ni la letra me hicieron mucha impresión; y así se lo dije. Algo amoscado Gardel me contestó con su fina ironía: —Mira, Beethoven, vos te quedás con tus corcheas y semifusas; pero no te metas conmigo en asuntos de “matungos”
Me causó gracia la comparación beethoveniana y comprendí que nadie como él —carrerista empedernido y dueño de un dispendioso stud— podía hablar con más autoridad de temas hípicos; nadie como él podía conocer la emoción del jugador de ver a su caballo llegar victorioso al disco, ni sentir desaliento de verlo flaquear en el momento mismo en que un supremo esfuerzo lo hubiese colocado en la categoría de ganador. Como dicen los versos de su tango:
“Por una cabeza
de un noble potrillo
que justo en la raya
afloja al llegar . . .”
Tal vez el producto de una “fija” conferida sigilosamente al oído, que fracasa en la raya. Sí, creo que Gardel tenia razón. Yo me quedo con mis corcheas. Además, yo sabía que, lo mismo que otras canciones que nos parecen triviales al principio, el genio de Gardel ennoblecería este tango hípico y lo elevaría a una altura insospechada.


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Aclaración histórica:

Esta es la historia oficial de quien estuvo cerca de Gardel, Terig Tucci, y en la cual tenemos en cuenta Gardel que le dijo, acabo de encontrar una melodía macanuda para el tango “Por una cabeza”. Lo que nos da la idea de que Gardel no la compuso y él era conciente de lo que hacía.

Apenas ahora por medio de un correo, enviado por el escritor Orlando Ramírez, parece que en Internet no se puede esconder nada. Escuchamos la melodía de una composición de Mozart, Rondo para violín y orquesta k 373, y notamos que el genial austriaco había compuesto la música hacia mas de doscientos años.
De tal mana es necesario corregir este error histórica al plagio de Gardel.


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POR UNA CABEZA


Un Tango con música de Wolfgang Amadeus Mozart (1775) y letra de Alfredo Le Pera, (1935)
Cantado por Carlos Gardel

Por una cabeza de un noble potrillo
que justo en la raya afloja al llegar
y que al regresar parece decir:
no olvides, hermano,
vos sabes, no hay que jugar...

Por una cabeza, metejon de un dia,
de aquella coqueta y risueña mujer
que al jurar sonriendo,
el amor que esta mintiendo
quema en una hoguera todo mi querer.

Por una cabeza
todas las locuras
su boca que besa
borra la tristeza,
calma la amargura.

Por una cabeza
si ella me olvida
que importa perderme,
mil veces la vida
para que vivir...

Cuantos desengaños, por una cabeza,
yo jure mil veces no vuelvo a insistir
pero si un mirar me hiere al pasar,
su boca de fuego, otra vez, quiero besar.

Basta de carreras, se acabo la timba,
un final reñido yo no vuelvo a ver,
pero si algun pingo llega a ser fija el domingo,
yo me juego entero, que le voy a hacer.

lunes, 5 de julio de 2010

Tango, corridas y falsas apariencias


Tango, corridas y falsas apariencias
Sergio De La Torre

Sé muy bien que el tango y la tauromaquia son dos cosas distintas, por su cometido y naturaleza. El uno es música para bailar o desahogarse, y la otra es morbo, con sabor a sangre, que alimenta los peores instintos. Aquél se dirige a eso que cada uno de nosotros es o cree ser: el “hombre-masa” prefigurado por Ortega hace ya un siglo, perdido en la gran ciudad, rumiando su fracaso.

Al evocarlo, el tango le muestra su impotencia, lo sitúa y de paso lo enriquece, mientras las corridas lo degradan despertando el salvaje que lleva dormido.

Lo digo así, con cierta facundia que no puedo evitar, para anticiparme a la objeción que veo venir por equiparar ambos espectáculos. Sólo intento decir que siendo tan disímiles tienen algo en común, asociado a la cantidad. Comparados con quienes los cultivan y frecuentan – al uno o al otro, o a ambos, que es lo más corriente – quienes los repudiamos o, sin repudiarlos, ellos nos dejan indiferentes, somos muchos más. Pero callados y discretos, al paso que los aficionados se alborotan fácil. Es lo esperable: el que disfruta generalmente lo manifiesta con gestos y ruidos, lo que compensa el número al añadirle un peso adicional al conglomerado.

De donde se colige que si Medellín parece tan tanguera no es porque de veras lo sea sino porque los amantes del tango se hacen sentir, celebrándolo, mientras los demás, que no solemos oírlo (no de manera voluntaria, al menos), pasamos desapercibidos, por tratarse al fin y al cabo de algo que si bien no nos arrebata, tampoco nos molesta. Es la eterna historia de las minorías activas y las mayorías pasivas: siempre prevalecerán las primeras, en la política, la fanfarria, la universidad, o cualquier otra área de la existencia colectiva.

Ocurre lo propio con los taurófilos que, cuando hay corrida, se congregan en la Macarena, se hacen notar y luego festejan en bares y tabernas la muerte del toro y el triunfo del torero, en un combate desigual en el que se enfrentan dos bestias, cuadrúpeda una, bípeda la otra, con clara ventaja para la última por estar armada, mientras que el toro no dispone sino de su orgullo y la inocencia. Los no taurófilos, en cambio, nos quedamos en casa, ajenos al feo lance donde se calibra no el coraje del hombre sino su bellaquería y cobardía infinitas. Y al hablar del hombre me refiero no solo al torero sino a la turba patética de los espectadores que lo acolitan desde la cómoda y segura barrera.

En la música corriente cada género responde a una idiosincrasia y a una región. Circunstancias de tiempo y lugar – ambientales, geográficas, etnológicas y sociales – son las que determinan su génesis y florecimiento. La música nuestra, que desde siempre nos conmueve, es un fenómeno cultural que se incuba y madura con el tiempo. Mal podría haber entonces música andina en el litoral Caribe, ni salsa en la fría altiplanicie. El tango es rioplatense, o porteño, si se quiere. Dondequiera se hallen sus ancestros y así la palabra tango tenga raíces o fonemas del más extraño origen (se habla incluso del África negra) pelechó en Buenos Aires y desde allí se propagó. Lo único que lo emparenta con Medellín es que aquí, y por pura casualidad, murió Gardel, en sonado accidente que nos estremeció a todos, argentinos y colombianos. Antes de dicha tragedia Medellín no era reputado como centro y menos como “Meca” del tango. Se le conocía y disfrutaba tanto como al bolero cubano o la ranchera mejicana, mas ello no da para blasonar tanto y asumirlo como propio. No teníamos aquí una tradición tanguera como, en rigor de verdad, tampoco la había en la misma Argentina, donde el género era de reciente aparición. Pero los paisas somos muy dados a la hipérbole. Aquí se dio la muerte, repentina y dramática, de Carlos Gardel, galán que atraía a las señoras y que no pocos varones oían con deleite, razón por la cual decidimos adoptarlo como hijo, o como padre (según la devoción que cada adepto experimente por su ícono) de una sentimentalidad foránea que se aposentó entre nosotros y que ya está feneciendo por agotada, desfasada y anacrónica.

Ni el tango es de aquí ni la cumbia es de Buenos Aires. Son productos culturales de cada nación. Al momento de partir Gardel y en la década siguiente Medellín todavía era una ciudad provinciana y recoleta y no el infierno que se volvió después, lleno de desplazados y refugiados de nuestras violencias sucesivas. Infierno donde siempre florecen el lupanar, la vagancia y el lumpen, que son el caldo de cultivo de este ritmo triste. Como el Buenos Aires de antaño, plagado de inmigrantes sin amparo, a la búsqueda desesperada de un futuro y de un destino que los esquivaba.

La argentinidad nos sedujo siempre a nosotros, como al resto de los latinoamericanos, e incluso a españoles ilustrados como Ortega. A fuer de “rastacueros” siempre quisimos parecernos a los argentinos. Pero, habiendo allá tantas cosas buenas e interesantes (la literatura y el buen hablar, los vinos, el psicoanálisis y el churrasco) ¿por qué tenemos que envidiarles precisamente el tango y el futbol?

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El Mundo, Medellin, julio 4, 2010