jueves, 27 de diciembre de 2012

Carlos Alberto, El Morocho del Tango


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Carlos Alberto, 
El Morocho del Tango

Víctor Bustamante

Días de diciembre, 13, estoy con el poeta Carlos Mario  y Antonio Vásquez, vamos hacia El Málaga en plena noche, son las 8, recalamos en sus mesas y algo hablamos del destino de los hombres de letras, de los libros, de Medellín y,  por supuesto, a apurar unos rones porque el licor aligera el alma y las palabras. Comienzan a cantar un tango y digo, me gusta esa versión, es Cambalache.
No es de la rocola, añade Carlos Mario. Y de inmediato saco la cámara fotográfica y me voy directo a quien la canta. De ninguna manera puedo dejar que ese chorro de voz, se me pierda en esta noche. Siguen otros tangos populares, del gran Larroca, de Pepe Aguirre. El cantante del cual aún no sé su nombre, pero se mueve, va a las mesas, se enfrenta a la cámara. Hasta que entre tragos lo busco cuando termina de cantar.
Con una gentileza a prueba de desconocidos. Lo invito a conversar algunas palabras y él accede.

Este es el Medellín que queremos, un Medellín que encontramos sin buscar como una grata sorpresa en sus noches. Un Medellín que está ahí y cada que lo buscamos nos sorprende como esta noche con el talento y talante de Carlos Alberto.
Como siempre El Málaga en ese ambiente propicio para conversar y escuchar música, y la ciudad sirve de marco para la sorpresa de saber que Carlos Alberto con su voz, los matices al cantar nos entrega una versión de esos tangos que hace gratos.
Esta conversación, producto del azar, pero que esperamos ampliarla, por una razón de peso: Carlos Alberto debe tener muchas cosas para contar sobre Medellín, sobre el tango, sobre su trasegar en este campo de la música.







miércoles, 19 de diciembre de 2012

Francisco Duque: Tangos de Navidad

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Francisco Duque: Tangos de Navidad

Víctor Bustamante

El pasado 15 de diciembre la Asociación Gardeliana de Colombia, organizó su despedida de este año con una conferencia del Dr Francisco Duque sobre un tema que, creo, pocos sabíamos: Tangos de Navidad. De una manera amena, como él lo dice en su presentación, se refirió a la evolución del concepto de ese suceso, y como a través de la historia se fue formando hasta cristalizarse en lo que es hoy en día.

Siempre había asociado la música tropical a las festividades de diciembre, pero ahora sabemos que el tango también ha dado su valioso aporte.

Ovidio Barreiro luego culminó ésta reunión con su atildada voz, su dominio de la escena musical y,  por supuesto, el Homero Manzi se lució con la fina atención.

Esperamos que los tangueros tengan un resto de año lleno de muchas bellas expectativas y que el otro año brillen los eventos que vendrán.

 

EL TÍO NEFTALÍ de Rubén López Rodrigué



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EL TÍO NEFTALÍ

Rubén López Rodrigué

A diferencia de los escritores que evocan que en su casa los padres tenían una inmensa biblioteca que casi los rodeaba, en mi hogar paterno no había un solo libro, excepto los que pedían en la escuela y fue en ellos donde hice mis primeras lecturas de Rafael Pombo y otros autores. Por fortuna tuve en el tío Neftalí ~un hombre elegante al que llamaban Malenkov por su parecido con el primer ministro ruso~ una figura de identificación puesto que era un buen lector, un inventor de narraciones orales que parecían ciencia-ficción, como viajes al espacio y al interior del cuerpo humano.
En mi infancia vivíamos en Santa Rosa de Cabal, pero mi tío, como mis padres, era antioqueño, oriundo de Sonsón. Casi siempre la noche del sábado, día de mercado, me iba en busca de mi padre al café Isla de Capri, donde palpitaba el piano Wurlitzer, en el que predominaba el tango, como si el siglo musical estuviese latiendo con rapidez en su pecho tragamonedas. A veces él contrataba músicos que llegaban encuellados por sus guitarras (me acuerdo de un par de desaliñados al que, parodiando al trío mejicano, llamaba El Dueto Miseria) para que cantaran boleros que les solicitaba. No me marchaba de allí hasta que no me diera un peso, no obstante tener asegurada una pony malta y a pesar de la tristeza de verlo como en un guiñol manipulado por el trago, fumando como siempre, gritando «¡Viva el partido liberal!», diciendo «Yo soy millonario», derrochando el dinero que en ocasiones ganaba a manos llenas gracias a su saber especializado sobre ganadería, sobre toros en lidia con la vida del ruedo ~herencia del abuelo~, en enorme generosidad con sus amigotes.
Como no teníamos tocadiscos debía irme a la húmeda casa, a orillas del río San Eugenio, del padrino Ernesto (más pobre que nosotros con su numerosa familia) si quería escuchar a Juan Arvizu, Carlos Gardel, Los Panchos, Johnny Albino y su Trío San Juan. Mi padrino no ocultaba su preferencia por El puñal sevillano y Farolito y no porque lo dijera sino por las tantas veces que los ponía. De esta última canción sacó el nombre para ponérselo a su chandoso. Yo me sentaba de pantalones cortos en una silla de cuero de baqueta, bien cerca del tocadiscos, y en algunos discos de acetato veía circular en la redonda etiqueta la imagen de un perrito de orejas caídas y pelaje blanco, con ganas de meter la oscura luna del hocico en el parlante de una victrola, en apariencia enternecido por la música. Miraba al perro de la casa disquera RCA Víctor y luego al chandoso que me miraba con unos ojos como puñales, reflejando un brillo ansioso de mandarme con mi música a otro rancho. Y los comparaba. El perro de la RCA Víctor no tenía nada que ver por su aseo con el pulguiento que me pelaba los colmillos y lanzaba un gruñido, y cuyas mechas eran de un blanco amarillento, no se sabía si por ser ese su color natural o por lo sucio que se mantenía. El perro de la RCA Víctor era calmoso y simpático, bien distinto del despelucado maloliente que no salía de sus rabietas cada vez que yo iba.
A diferencia de mi padre y el abuelo, el tío Neftalí jamás bebía. Propietario de un almacén de discos (aunque en estricto sentido no somos dueños de nada) cuya especialidad eran los tangos ~cuando eran de acetato negro y 78 r.p.m.~, a los clientes les cantaba con su voz melodiosa fragmentos de canciones para inducirlos a comprar el lenitivo para los pesares. Siempre impecable, de vestido en tonos grises, un tanto regordete, de níveo corazón y blancura de cisne, si las ventas no estaban muy buenas salía con los zapatos bien lustrados y un amplio maletín de cuero repleto de discos en busca de la clientela.
Decía que mi tío era antioqueño. Es notable la afinidad entre antioqueños y bonaerenses y la simpatía entre ellos por cuanto comparten un gusto común: el fútbol y el tango. En Medellín, ciudad donde murió Gardel, en otra época existió mayor fiebre por el tango que en los mismos arrabales de Buenos Aires. Y ni se diga de los miles de jugadores argentinos que han militado en clubes colombianos de fútbol.
Otro elemento de la cultura tanguera, además de los argentinismos, los términos de la hípica y del folclor, más los provincianismos del Río de La Plata, es el lunfardo, un dialecto de la ciudad que surge en el bajo mundo como una creación original de la gente común y que con los años se cuela en todos los estratos sociales. En nuestro medio antioqueño muchas de esas palabras llegaron para quedarse, en el llamado parlache, y se hicieron coloquiales y corrientes, aunque varíe un poco su significado. En efecto, la palabra «bacán» (Tu presencia de bacana puso calor en mi nido, dice Gardel en Mano a mano) significa en lunfardo una persona rica, acomodada, mientras que en nuestro lenguaje popular tiene el sentido de una persona solidaria, acogedora y amable. Y enriquecieron nuestro idioma palabras como «arrastre» (influencia de una persona sobre otra), «arrugado » (bandoneón, apocado, acobardado), «bacán» (hombre adinerado, que mantiene a una mujer), «balconear» (mirar sin participar en lo visto), «bandearse» (pasarse, cruzarse de una parte a otra)… Esas palabras llegaban a nuestra casa, a mis diez años, de una cantina de enfrente, en el barrio Yira~Yira de Santa Rosa.
Cierta vez, departiendo en Makos, del parque de Bolívar, con el psiquiatra-psicoanalista Alberto Restrepo Soto, mientras tomábamos un café ~que para nosotros los colombianos es una bebida que significa tanto como el mate para los argentinos~ con croissant de pollo, hablamos del orgullo europeo de los argentinos y de su simpatía por Medellín donde había un amor exacerbado por el gemido del bandoneón. Me hizo referencia a un comentario que le hice una semana antes, tomando un capuchino en el mismo lugar, en el sentido de que en nuestra cultura antioqueña existe un matriarcado. Ahora me pregunto: ¿ocurrirá lo mismo en Buenos Aires, si tenemos en cuenta que compartimos unos ideales y unas problemáticas comunes como la violencia en las barriadas? ¿También en esa gran ciudad existirá, como aquí, una fijación a la madre? Aunque al tango no le es ajeno ningún tema, refleja marcadamente la ausencia de la mujer, el desengaño de ella: Si aquella boca mentía el amor que me ofrecía, por aquellos ojos brujos yo habría dado siempre más, entona Gardel en Cuesta abajo, con letra de su compositor Alfredo Lepera.
Medellín ~denominada «La ciudad de la eterna primavera»~ le rinde culto al tango y la magia de su sonido, a ese producto que florece en ambas orillas del Río de La Plata (Buenos Aires y Montevideo), a esa música que brotó un tanto desesperada en la ciudad y en la que también se inscriben el vals, la milonga y el candombe. El bandoneón, símbolo de la expresión tanguera ~si bien ha sido desplazado de la mayoría de emisoras por géneros musicales como la salsa y el vallenato~ continúa gimiendo con su nostalgia en bares de barrios tangueros como Manrique (donde mensualmente se hacía una tango~vía), Antioquia, Colón, Aranjuez, Buenos Aires, y en municipios colindantes como Envigado, Bello e Itagüí. Todavía se oyen a los reyes del fox como la orquesta típica de Enrique Rodríguez y las interpretaciones de Armando Moreno. Y ni hablar de todos los artistas del tango proveniente del país del sur que nos visitaron, secundados por compositores que tenían su anclaje cultural en la campiña argentina, y de las academias de baile de tango que existen en nuestra ciudad y perpetúan esa expresión sensual y complicada ~y por momentos vulgar~ de unos movimientos que en buena parte provienen de los fandangos de los negros.
El tango nació en los suburbios de Buenos Aires, tuvo su gestación popular en la retorta de los emigrantes europeos, los trovadores criollos, y hacia 1917 le dio cabida a las letras que lo hicieron famoso en la voz de Gardel y llegó primero a París antes que al centro de esa ciudad y le dio la vuelta al mundo antes de coronarse en la capital bonaerense como un pensamiento triste que se podía bailar, según la expresión de Santos Discépolo (el autor de «Cambalache»: Siglo veinte, cambalache, problemático y febril); como esa ráfaga, esa diablura que los atareados años desafía, según un poema de Borges; como unas rimas para la memoria colectiva con su sabor agridulce, con la alegre tristeza de su compañía.
En mis tiempos de vida bohemia en Medellín, de vez en cuando visitaba el bar Homero Manzi, pero frecuentaba Bolero Bar, que tuvo en Alfredo Lamas su cantor para celebrar el Martes del Tango. De nacionalidad argentina, fue un digno representante del tango y su pesimismo trágico como el cine de Ingmar Bergman. Con dos décadas viviendo en el país, vocalizaba sus canciones con pista y sin el bandoneón que esconde nuestra vida en un teclado. En la tibieza de una noche en que parpadeaban las estrellas y cuando el ojo gigante miraba hacia abajo, el tanguista Lamas, exaltado en la barra por el aliento de la inspiración, se concentró en componer Canción a mi soledad:

Qué linda es la soledad
aunque se vista de gris
aunque mis noches de insomnio
las pase pensando en ti
aunque esta sea la causa
más grande de mi sufrir




miércoles, 12 de diciembre de 2012

Gustavo Escobar Vélez

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Gustavo Escobar Vélez


Víctor Bustamante

Dueño de una voz inconfundible, Gustavo, no solo es un director de programas de radio sino que también es un cronista destacado, y así mismo un investigador del acontecer musical de la ciudad, director de programas de televisión. Ese dominio de los medios lo ha llevado a destacar el propósito fundamental de su quehacer: no dejar que la memoria actual tan banalizada por los medios y los sucesos rápidos dejen olvidar la música que él ha encontrado y que nos comparte en cada uno de los programas que ha creado y dirigido.
Gustavo forma parte de esa serie de personas que han hecho historia en la radio de la ciudad. Nombres como Hernán Restrepo Duque, Benjamín Castro, Hernán Caro, para solo mencionar algunos, que han marcado como, él, un hito en dicha actividad.

En esta conversación Gustavo nos enseña lo que es ser una persona apasionada por la radio, sus orígenes, los logros obtenidos, así como las investigaciones que realiza.

Hay un poeta y compositor, a quien él admira, como es Tartarin Moreira, a quien lleva cerca muy cerca, acaso por su espíritu de bohemio y de ser un creador de letras y pertenecer a esa tradición de poetas de Medellín, que como otros también estuvieron cerca de la música, León Zafir es uno de ellos.

También Gustavo ha sido el creador de uno de los eventos máximos en el Festival de Tango de la ciudad y es el Encuentro con los coleccionistas de discos, los cuales nos enseñan el sabor de convertirse en uno de esos personajes para los cuales esos tesoros musicales deben de ser guardados de una manera celosa, así como comparten versiones y discos que de otra manera nunca los hubiéramos podido escuchar.

En este presente trabajo al lado de Gustavo no solo nos cuenta algo de su memoria en la ciudad y sobre la música, sino que hemos compartido con él una edición de su programa donde es previsible el orden, la música que lleva, y los admiradores de sus programas que llegan con la sorpresa de algún cumplido y de hacerle un reconocimiento mediante unas palabras amistosas o un dato curioso.

Para Gustavo un saludo y nuestra admiración por la persistencia en su labor para que la memoria musical de la ciudad continúe tan presente.



sábado, 8 de diciembre de 2012

Día Internacional del Tango: Queremos tanto a José “Chepe” Rúa

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Día Internacional del Tango:


Queremos tanto a José “Chepe” Rúa

Víctor Bustamante

Nada más meritorio en este próximo Día Internacional del Tango que darle un reconocimiento a José “Chepe” Rúa por su aporte, significativo a la presencia y pertinencia del tango en Medellín. Ya que en él se resuman y resume nada menos que esa trayectoria de ser desde hace mucho tiempo un tanguero que ha estado en el desarrollo del tango en  la ciudad, cualquier tema, ya sea los bares de Guayaquil, la música que se ha escuchado, los películas que se han presentado, la relación futbol y tango, el matiz de las diversas orquestas, los cantores y su evolución, se han convertido para sus contertulios en un tesoro que Chepe destila y destella en su conversación.
Nadie como el para haber vivido esa ciudad tanguera desde hace tanto tiempo, lo cual lo convierte en un archivo insuperable, así hallamos leído y escuchado desde nuestro encierro todos los tangos posibles.
En Chepe está la vida, la presencia la evolución del tango en la ciudad. Conversar con él es saber como esa ciudad desde 1940 la conserva fresca en su memoria, ya que desfilan de una manera vivida: personas, amigos, viajes, bohemia, su aporte al Club de Amigos del Tango, y al periodismo en algunos programas de radio. También hay una faceta de Chepe y es la de cantor de tangos, junto a su inquebrantable amistad con rl Gordo Aníbal a quien acompañó en los sucesivos ires y venires de fundar, a través del plano de la ciudad, diversos lugares para que la presencia del tango se mantuviera firme.
Memoria y pasión, argumentos y saber tanguero es la ocasión para decirle a Chepe que nos quedamos abrumados ante esa ciudad, Medellín, que él como pocos ha vívido y mantenido presente. Conversar con él, es conservar un viaje perpetuo al origen del tango, a constatar como la memoria, su memoria, nos devuelve esa ciudad de los bares, de los cines, de su infancia, de su juventud ahora irreconocible ante los avances entre comillas de cada generación que intenta desconocer los aportes musicales de quienes nos preceden desconociendo la evolución y cara presencia musical en la ciudad.
Lo anterior es cierto, ni el amado rock, ni los boleros hermosos, ni la salsa brava menos el reggaetón con sus letras adolescentes, han logrado que la memoria del tango en la ciudad se haya desplazado, aun se mantiene fuerte en los encuentros con los amigo, en las milongas, lo cual ha permitido crear una red de lugares donde el tango es notorio.
Pero ahora Chepe nos entrega su memoria, su sensibilidad; la presencia suya en este acontecer del tango. Por esa razón desde este rincón de la ciudad de Medellín y en medio de las  autopistas del ciber espacio consideramos que Chepe en este Día Internacional del Tango merece nuestro reconocimiento y nuestra amistad.


miércoles, 5 de diciembre de 2012

Javier Ocampo

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Javier Ocampo

Víctor Bustamante

Javier Ocampo es esencialmente un hombre de tango, su fervor por Homero Manzi lo ha llevado a mantener la memoria de uno de los grandes poeta argentinos,  ya que  en la corporación cultural que lleva su nombre, el de Homero Manzi, su amistad con su hijo Acho ha establecido uno de los lugares más gratos donde se respira y se vive el tango en la ciudad.
El Centro de Medellín es necesario para el tango con este lugar. En cada velada nos sorprende el encuentro de personas crans, la calidez de los amantes de este aire argentino tan presente en la ciudad.
Alguna vez Jaime Jaramillo Panesso había escrito un hermoso texto sobre este lugar y, en efecto, ahora que lo grabamos, observamos como hay un embrujo en los sinzontes que cantan  en el segundo piso y hay uno de ellos que es tanguero.
Javier es la amabilidad en persona. Nunca lo he visto discutiendo o imponiendo puntos de vista sino que él aa sucumbido a esa serie de personas que son indispensables en un quehacer, ene ste caso el tango, y antes de desunir cohesiona todo este tipo de personas que acuden a su encuentro en cada una de sus milongas.
En esta conversación, que es un homenaje a su carácter, Javier nos cuenta parte de su historia. Es muy difícil que en tan poco tiempo se desplegué todo un quehacer, pero cuando la escuchamos es notorio todo ese trasegar por la ciudad, desde sus mas diferentes territorio, el Centro, Guayaquil, Manrique, donde cada uno de sus negocios, ya se Puente Alsina, Tango Bar, o el Homero Manzi le hayan dejado una huella y a nosotros la presencia actual, ya que en él y otra serie de personas muy valiosas han mantenido a flote la cercanía con el tango, también la amistad y no dejar que Medellín haya quedado como una ciudad donde el tango esa apenas una fachada donde Gardel murió.
Ahora que ha desaparecido Guayaquil como lugar del arrabal citadino, mejor del suburbio de Medellín, el tango se aparta de una condición: ser una manera de sentir y vivir la pasión del desalojo de lo atrabiliario porque se le ha dado un nuevo status, la búsqueda y el reconocimiento de una cercanía más vital y más calmada donde hay personas consagradas a esta melodía, donde es posible vivir un sitio como el Homero Manzi en las noches de Medellín, al cual se suma Adiós muchachos, La payanca, El Málaga que resistieron el embate ante el abandono de políticas culturales sobre el Centro de las diversas administraciones.
Cierto, Javier Ocampo ha mantenido la presencia de un lugar como el Homero Manzi, y hay una cofradía de amigos que persisten en esas hermosas veladas. Por eso ahora ya es el tiempo de reconocer su presencia, y su papel preponderante de mantener el pulso vital del tango en la ciudad.


domingo, 2 de diciembre de 2012

Jorge Guillermo en el Homero Manzi

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Jorge Guillermo en el Homero Manzi

 Víctor Bustamante

Hace algunos pocos años vi en este sitio, el Homero Manzi,  a Jorge Guillermo, cantaba unos tangos de Larroca, los más conocidos, y me llamó la atención la sonoridad de su voz. Luego, por intermedio de algunos conocidos suyos  quise entrevistarlo, pero parece que él viaja con frecuencia   y no fue posible. Pero ahora en esta tarde de noviembre, la sorpresa de la programación es saber que él canta aquí unos tangos.

y en efecto, aquí en este video con esas luces tenues, él está de cuerpo entero con su arte , y esa voz intacta y tan sonora, dándonos unos tangos desconocidos e imprimiéndoles su carácter. Y esta apuesta ea valiosa, porque esos tangos que no conocía, algunos de ellos, entregan esa presencia de saber que es necesario escucharlos de nuevo. O sea, Jorge Guillermo nos da su visión de esas melodías y eso lo hace valioso, porque hay tangos que ya tienen su presencia, y es necesario buscar y enseñar otros que están ahí, por que son de un peso especifico notable.

A Jorge Guillermo le deseamos que continúe con esa buena estrella de permanecer en el canto y obre todo que nos regale esos tangos que tan bien suenan en su voz. Pero también está su guitarra, que o acompaña, lejos de las pistas porque cuando el cantante toca su guitarra esta es una extensión de él mismo, ya que le puede dar su tono, su compañía. Así Jorge Guillermo.

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