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domingo, 22 de enero de 2023
sábado, 14 de enero de 2023
Café Alaska / Gustavo Rojas/ 2023
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Gustavo Rojas |
El Café
Alaska
Víctor
Bustamante
Para Gustavo Rojas
Cuando
cae la tarde por el Parque de Bolívar y Junín queda recostada junto a los
pintores en su esquina, lo cierto es que la sobriedad estorba a los caminantes
ya que un trago abrevaría el alma.
Es enero
y en esta tempestad una copa de ron desgarraría la sobriedad de estas
vacaciones.
Apaciguados
y curiosos caminamos por la calle Ecuador en busca de una huida del Centro
hacia los arrabales de Manrique
La
tarde es algo fría y surge como una amenaza de lluvia, como una necesidad de
irnos al Alaska porque el tango llama,
A lo largo de las horas cuando la tarde se convierte en noche entre las calles grises el parque queda silencioso y allá los muros rojos de la catedral escuchan sus mismas oraciones mientras los curiosos no miran a los ojos el trasegar de los transeúntes ni a los autos veloces y ocupados.
En
este atardecer desciende la noche sobre los rostros de los desconocidos
Y
nosotros, Jaime y Patricia, Marcos y Xiomara.
Huimos
para festejar los últimos días de vacaciones.
Sí,
en dos taxis huimos hacia las colinas ya masacradas por las calles entre el
trágico tráfico hasta que en la 79 con la 45, avistamos en plena esquina de
Manrique, el segundo piso del Alaska, nunca con el frío del polo sino con la calidez
de esa música del sur.
El limpio
saludo de Gustavo con su sonrisa siempre a flor de tango mientras lleva el ron
y los licores y las cervezas a los ilustres bebedores.
No
hay nadie más ilustre que un bebedor nocturno y sobre todo cuando está
solitario
Mientras
en las otras mesas tranquilos y sosegados maduran y prosiguen los frutos de las
conversaciones alrededor de esa fogata que es el tango con sus soleadas camaraderías
y su fuelle que arrastra lo que llamamos un sentimiento.
Café
Alaska con sus balcones para mirar cómo se derrite el sol allá tras las
montañas, o en el amparo de las noches con las goteras de luces allá en el Centro,
así como la curva de la ciudad perdida en la bruma
Café
Alaska refugio donde el tango devuelve amores perdidos y queridos y mientras
huimos de la faz de los muertos que llevamos a cada lugar en la memoria de una
valija de fuego que abre nada menos que los alcoholes de enero.
Café
Alaska donde restañamos el alma que se alegra cuando repetimos, nací en ese
barrio tan lindo, o Larroca apuñala con su voz y con sus malevos como Cruz Medina.
Aquí
entre billares y música con el prodigio y cilicio del tango caminamos por el
silencio de jardines devastados,
Cuando
lo que hemos sido pasa por las aceras del frente bajo el follaje de luces que
iluminan las calles mordidas por las horas que poco a poco quedan vacías,
y
así, otros bebedores nocturnos beben sus helados oros en vasos de cerveza
mientras su aliento se refugia en el fuego de un cigarro.
Y las
manos navegan en las diversas edades de pasos escanciados en la marea de las
horas que se refugian cuando los evocamos.
Así
como en algunas noches frías regresan los besos robados junto a los deseos
quemados en tantos labios inútiles.
Sorprendidos
como santos desolados paseamos a lo largo de las lejanas estancias y certeras
leyendas interiores que hemos habitado y bebido y vivido.
Y mientras conversamos y compartimos licores y reímos alrededor de la mesa y en el salón las soledades con sus agujas nos despiertan para susurrarnos nuestros iconostasios, donde Goyeneche son su voz recia canta sobre el trazo de esa misma noche que nos resistimos a que avance y que solo se detiene cuando hayamos bebido la penúltima gota de licor.
Hermosos y únicos prosiguen los bebedores de tango, nocturnos y sentenciosos, buscando desangrar las copas con otras definiciones a esas vidas, a veces radiantes que habitan en esos territorios escindidos y en lo oscuro, solo superados por la compañía de Gardel que nunca imaginó como una ciudad lejana apresaría el tango para paliar sus murmullos interiores.
Atónitos, sabemos que cada tango escancia y redefine la vida en sus tempestades interiores.
No basta
mover la mirada a ninguna parte,
En
esas letras de tangos morimos con esas historias sorteando la realidad gris
porque ellas son aún más grises.
Solo
escuchándolas acercan a cierta calma pasajera mientras la vida es tejida por
algunas Penélopes sin rostro que con sus manos enjugan aquellos rostros amados.
Oraciones, maitines, ruegos, salmos reconvienen y recobran la memoria de los visitantes nocturnos que también son un forastero entre los forasteros, lejos de los acechos y ripios del glamour de los que se escudan en que la vida es bella mientras no caen en cuenta de la negra destrucción de enero.
Desfondados bajo el acezante paso de la música huimos de los días derribados que resbalan por los muros y pisotean los transeúntes en las calles.
Ah, como tan solitario acaba el bebedor de tangos mientras los vientos de la noche pasean sus lágrimas sobre los muros rojos con anuncios de nuestra tragedia cotidiana.
Vagabundos con las sienes plateadas, jugadores de billar apresados en el azar de una jugada,
Aquí
no encontraremos una mujer sola, ya que el tango es tan triste como así de
tristes son los tangueros que se piensan inmortales en una melodía de tres
minutos.
Cuando
llega un silencio entre las palabras de los otros inclinamos la cabeza para apaciguar
el lento trago de ron y es que sabemos de lo oscuro que es el inútil olvido que
trepa como las yedras.
Entonces, conmovidos y cuasi serenos sabemos que nuestro ocaso está definido por esa mezcla de violines y las manos que caminan sobre el teclado de un piano,
En la viola que exige la ruta y en la voz del cantor, pero antes en el autor de ese tango, que nos lleva para decir como en ese azar, se le ha arrancado un ritmo a la música que se guarda en los instrumentos y a las palabras de esas historias que narran lo que vivimos.
Qué dura y solitaria es la tristeza de los hombres en la noche de los hombres.
En
estas horas se llenan los ojos de plegarias no correspondidas del que piensa
y mira el escaso horizonte
con
el polvo de los caminos
con
el oro que destila la luna suave que desfila hacia otra noche
o por los arrabales donde no brillas con las cenizas humeantes de sus pasos.
Entonces,
Sabemos
que ya no hay otros caminos
que la
noche y el tango son inconmensurables.
Enero 15 del 2023
martes, 10 de enero de 2023
El viejo almacén / 1985
Hernán Caro, José Luis Idárraga, Jorge Eliécer Campuzano
Hernán Caro, José Luis Idárraga, Jorge Eliécer Campuzano. |
Hernán Caro, José Luis Idárraga,
Jorge Eliécer Campuzano, en la trasmisión del programa "Entre tangos y
deportes"
Que gran narrador y mejor
persona. Don Hernán Caro la biblia del tango, Una hora en Buenos Aires, quizá
el mejor programa tanguero de la radio antioqueña.
Los domingos cogía mi
transistor y me iba a las canchas, las Martes, por las mañanas a ver fútbol y a
escuchar el programa Entre tangos y deporte. ¡Qué buen programa! Se transmitía
en La Voz del Río Grande ( 910 A M) de Todelar,que antes era Radio Sinfonía y
quedaba en Sucre con Maracaibo; al ser La Voz de Río Grande estuvo en la
Carrera 70 y luego Todelar adquirió sede en la Calle San Juan, al frente de
Makro, donde funciona actualmente.
Foto compartida por Beatriz
Eugenia Caro Ángel en el grupo Fotos Antiguas de Envigado.