Conversación
con
Rodrigo Pareja
Aquí la presencia y una memoria, esa memoria que algunos denostan porque piensan que el tema, en este caso la pasión por el tango en Medellín, es una presencia de hace tres años. Don Rodrigo hace parte de esa memoria, de esa actitud suya, de esa vivencia como periodista, como difusor, como cultor y hombre de mundo. Con él la memoria de Medellín tanguero permanece y perdura en sus palabras. ante el avasallamiento del olvido y del relegamiento generacional de aquéllos, recién llegados que piensan que internacionalizar la ciudad es vestirla de tango sin haberlo vivido ni sentirlo. Desconocernos de esa manera, es empobrecernos espiritualmente y ser más provincianos creyendo que así estamos inscritos en las triquiñuelas de un mundo global.
En Rodrigo Pareja se da la posibilidad de vivir el tango en diversos momentos: la noche y la ciudad, los los cafés y la grata manera de contarnos como ese vacío de la ciudad, su historia, permanece en personas como él que han sabido referenciar la música del sur.
Sensible y vital, nonchalance y tanguero de ley, como unos pocos, Don Rodrigo nos da su conocimiento, su énfasis en el tema que se encuentra en la memoria de aquellos que nos antecedieron y están vigentes. Son lo nuestro.
En esta conversación hay de todo, de esa ciudad que se esfuma ante nuestros ojos y que solo la memoria de los mayores instala.
Medellín, mayo 10/2009
Sensible y vital, nonchalance y tanguero de ley, como unos pocos, Don Rodrigo nos da su conocimiento, su énfasis en el tema que se encuentra en la memoria de aquellos que nos antecedieron y están vigentes. Son lo nuestro.
En esta conversación hay de todo, de esa ciudad que se esfuma ante nuestros ojos y que solo la memoria de los mayores instala.
Medellín, mayo 10/2009
VÍCTOR BUSTAMANTE: En el argot tanguero se refieren a algunas personas como tangueros de ley. ¿A quiénes puede considerarse así en Medellín y por qué?
RODRIGO PAREJA: La expresión “de ley” se utiliza sobre todo en los metales, plata de ley, oro de ley, para significar su grado de alta pureza. Por extensión se aplica a los tangueros, para hacer constar que no son aparecidos o de media petaca. Lo mismo podría decirse de “soneros” de ley o “salseros” de ley, cuando se quiera hacer notar el conocimiento y la valía, dentro del género, de alguien en particular. Aquí en Medellín, como en toda actividad y para salirnos de la expresión “de ley”, los hay buenos, menos buenos y regulares. Para mí un tanguero “de ley”, es aquel que posee un vasto conocimiento sobre la materia, que se ha preocupado por leer, por estudiar, por analizar, por comparar, aquel que es capaz de identificar de oído a casi todas las orquestas y cantores que le pongan, en fin, un tanguero de cuerpo y alma, y no solo aquel que por el solo hecho de identificarse como “gardeliano a morir” y tararear El día que me quieras, ya se cree con derecho a dictar cátedra. Aunque para esto último, ni yo ni nadie está capacitado. Yo suelo afirmar gráficamente que si la historia del tango pudiera condensarse en los cinco dedos de la mano, aquí apenas conocemos lo que reúne el meñique. La prueba de lo que le digo es que todavía estamos descubriendo temas grabados hace más de sesenta o setenta años. Es que se han grabado más de cincuenta mil tangos, tan solo en la Argentina, de los noventa mil que estaban registrados hasta el 2006 en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores – SADAYC -- y creo que aquí en Colombia nadie tiene siquiera la mitad, cualquiera sea el formato en que los posea. Con decirle que Carlos Gardel grabó 517 tangos y aquí no pasan de 30 o 40 los que se difunden y conocen, aún por aquellos que, en casi una blasfema, afirman ser tangueros y gardelianos.
Entre los personajes de respeto en materia tanguera, llámelos “de ley” o conocedores e investigadores, hay que citar a Luciano Londoño, Rodrigo Agudelo Salinas, Jorge Iván Arango, Javier Velásquez Parra, quien ahora reside en Australia; Hernán Marulanda Lotero, Walter Correa, Jesús Vallejo Mejía, Reinaldo Spitaletta y el ya desaparecido Juancho Uribe, aquel que surtía los pianos del gran Guayaquil, y modestia aparte mi persona, sobre todo a partir del momento en que comencé a hacer diariamente un programa denominado Buenas Noches Tango, en 1993, del cual se alcanzaron a hacer 2.116 ediciones, el cual me exigía documentarme debidamente sobre cada tema, músico, poeta o cantor, para no incurrir en inexactitudes, mentiras o engaños a los oyentes, como era común en otros tiempos. Ahora ya nadie puede venir a engrupir y a inventar fantochadas.
Una nota aparte merecen los coleccionistas, pues sin ellos se habría perdido irremediablemente la historia del tango. ¿Qué tal que en la década de los ’60, cuando la nueva ola casi sepultó al tango, los coleccionistas hubieran decidido destruir o salir de lo que tenían? Gracias a ellos, a su dedicación, su amor por el tango y su perseverancia, es que el tango sobrevivió y sobrevivirá, a pesar de sus malquerientes y sepultureros gratuitos que lo entierran día de por medio.
VB: ¿Ha escrito usted mucho sobre tango?
RP: Algo he hecho pero no tanto como quisiera. En materia de difusión de tango, creo que es más importante lo realizado con el programa “Buenas Noches Tango”, pues 2.166 ediciones de una hora de duración tienen su trascendencia y exigen esfuerzo, dedicación, e investigación. Hice también en el 2001 una compilación de 302 tangos, titulada “Late un corazón”, para la empresa Hombre Nuevo Editores, de la que puede resaltarse que al menos 250 de ellos jamás habían aparecido en cancioneros publicados aquí. El libro incluye unas síntesis biográficas de algunos de los más importantes letristas y, además, un vocabulario con las palabras lunfardas contenidas en los tangos seleccionados, el cual fue elaborado por el conocedor del tema Luciano Londoño López.
VB: ¿La fama de Medellín tanguero es verdad o no y a qué se debe ese gusto por los tangos?
RP: La fama de Medellín como ciudad tanguera es absolutamente merecida, aunque en la actualidad otras ciudades del mundo tengan una mayor actividad artística, aunque decir mayor es un auto engaño, ya que actividad, lo que se dice actividad tanguera, aquí no existe. Aparte de una charla ocasional sobre cualquier cantor, director de orquesta o autor, y lo ya sabido, trillado, manoseado y repetido que se relaciona con el aniversario anual de la muerte de Gardel, no hay nada trascendente en la materia. Pero ello no obsta para que Medellín continúe siendo reconocida como una ciudad tanguera y de tangueros.
Ahora, ¿por qué se afianzó el tango aquí? Mi teoría es más sencilla y menos docta de la que han esgrimido casi siempre algunos, eruditos o no. Ellos le meten sicología, sociología y antropología al asunto, para descifrar, según su leal saber y entender, comportamientos, maneras y modos de ser del antioqueño. Y hablan de su espíritu emprendedor, de su gusto por la aventura, la mezclan con la inmigración que le permitió a los paisas desparramarse por el país en plan de colonizadores, y obvio, tienen que agregarle la nostalgia por el terruño, el desamor, el olvido, la aventura, en fin, una serie de calidades, cualidades, taras, defectos y situaciones y circunstancias que son comunes a todos los seres. Con el perdón de ellos y de muchos otros, mi teoría es más simple: el marrano se cría con lo que le arroja el amo a la porqueriza, y aquí, gracias a Dios, los amos discográficos de entonces, vale decir los que grababan en el exterior la música que consumía el continente, sellos Decca, RCA Víctor, Columbia y Brunswik, entre otros, dieron en la flor de incorporar en cada cara de un disco sencillo, un tango. Al reverso, un bolero, un bambuco o una canción mejicana. Así entró el tango y así comenzó a conocerse en Medellín. Gracias a Dios, a esas casas disqueras no les dio por incorporar en cada grabación un pasillo ecuatoriano o una ranchera porque hoy estaríamos jodidos e ignorantes en materia tanguera.
Que la muerte trágica de Gardel aquí en Medellín contribuyó a afianzar el amor y el gusto por tango, es algo que no admite discusión. Pero más que eso, sirvió para engrandecer el mito, para hacer de Medellín y Gardel algo indisoluble, para que Medellín fuera conocida y reconocida en el mundo hispano parlante por ese hecho trágico; para formar una yunta inseparable, y por último, para hacerle creer a muchos que Carlos Gardel es lo único que vale y pesa en el tango, cuando eso no es cierto. El tango, su historia, sus autores, sus cantores, sus músicos y directores de orquesta, en su conjunto, son más que Gardel.
A propósito, y a manera de anécdota, le cuento que en ninguno de los grandes cafés tangueros de Guayaquil había en el piano (o traganíquel) un disco de Gardel. Solamente a comienzos de diciembre ponían el tango Un año más, de Joaquín Barreiro y Antonio Casciani, el cual quitaban a mediados de enero. Cosa rara, tratándose dizque del mejor y más popular cantor de tangos. Y que no me tomen a mal los gardelianos, pero esa es la verdad.
VB: En cuanto a Gardel se habla más de la muerte aquí en Medellín pero poco sobre su estadía en la ciudad. ¿Qué sabe usted de esto?
RP: Es apenas normal que así sea, por cuanto su trágica desaparición hizo que lo demás, por ejemplo su presentación aquí, fuera apenas anecdótica y sin importancia frente a la magnitud de lo ocurrido. Gardel llegó a Medellín el 10 de junio de 1935 procedente de Cartagena y antes había estado en Barranquilla. Se alojó en el Hotel Europa, situado donde ahora está el edificio Coltejer. Los días 11, 12 y 13 de junio actúa en el Circo España y el día 14 viaja a Bogotá para debutar esa noche en el Teatro Real. Eso es lo que se sabe verdaderamente de la presencia de Gardel en la capital antioqueña, a la cual regresaría de paso para Cali en la tarde del 24 de junio de ese mismo año, para morir espantosamente e iniciar su etapa de inmortalidad.
VB: Háblenos del Medellín tanguero que le ha tocado vivir cuando era periodista.
RP: No solo cuando era, porque sigo siendo periodista y por lo tanto el Medellín tanguero lo he vivido como niño, adolescente y mayor. Y aunque parezca raro utilizar la palabra niño, lo hago porque fue a los 12 años de edad cuando por primera vez escuché un tango y desde entonces me fascinó esa música y me marcó para siempre. Era diciembre de 1951 y por primera vez trabajé en una emisora, llevado por mi padre, quien en las vacaciones escolares me encontraba acomodo como control de sonido en Radio Nutibara, cuando esta emisora estaba situada en la calle Colombia entre Bolívar y Carabobo, en el edificio Ismael Correa, en un tercer piso. Pues bien, en esa época, entre programa y programa – lo habitual era que duraran media hora – se acostumbraba llenar los pequeños espacios para ajustar los treinta o los sesenta minutos con exactitud, con lo que se llamaba un “puente”, es decir, una cortina musical que se dejaba hasta completar la media hora o la hora exacta. El primer día que ejercí como control estaba de turno como locutor Hernando Gallego, “el mono” Gallego, un hombre del que me enteré después era también enfermo por el tango. Y en su turno era el que escogía la música para esos “puentes” musicales que eran frecuentes. Y el primero que me tocó poner, elegido por Gallego, fue el tango Mala Junta, de la orquesta de Osvaldo Pugliese. Me llamó la atención posiblemente la sonora carcajada que los músicos de Pugliese lanzan al comenzar la ejecución de ese inmortal tema instrumental de los maestros Julio de Caro y Pedro Laurenz. Y le cuento además que el primer tema argentino cantado que escuché, también por cuenta del “Mono” Gallego, fue el vals Cabeza de Novia, de Alberto Echagüe con Juan D’ Arienzo.
De manera, pues, que desde niño, a los escasos 12 años, escuché y gusté del tango y de la música argentina.
VB: ¿Cómo era esa bohemia, alrededor de qué lugares de la ciudad, de qué bares, de que amigos, dónde vivía?
RP: No podía hablarse de una vida bohemia, sobre todo en los primeros años de adolescencia y juventud. Si bien desde los 15 o 16 años comencé a darle al “escabio”, como dicen unos o al “estaño”, como dicen otros, era más bien en los fines de semana que junto con los amigos nos dedicábamos a ello. ¿Cuáles lugares de la ciudad? Inicialmente, y creo que esa fue la constante de todos los tangueros, en el café del barrio, y si no lo había, en el más cercano a la barriada. Allí donde todos comenzamos a soñar y a pensar en las muchachitas vecinas, a acariciar sueños, a pasar los primeros malos ratos que deja el licor, en ese familiar y entrañable establecimiento donde el dueño que nos conocía era cómplice y amigo, y que nos permitía de vez en cuando, hasta el lujo de poner en su traganíquel, en ese entonces de 24 selecciones, el primer disco de pasta, de 78 rpm, que adquiríamos en los almacenes La Cita o La Guitarra, en el barrio Guayaquil, para darnos el gusto de dejarlo casi blanco de tanto hacerlo sonar, a moneda de cinco centavos cada vez. Yo creo que ese fue el comienzo de la mayoría de tangueros. Con el tiempo fuimos extendiendo nuestro campo de acción musical a barrios vecinos o más lejanos y fuimos conociendo uno a uno los establecimientos donde se molía tango y en los cuales, en cada incursión, nos topábamos con la sorpresa de un tema nuevo o con el tema ansiado que no estaba en otro sitio. En mi caso, por ejemplo, aunque nací en el barrio Manrique desde comienzos del 50 me afinqué en Las Palmas, y por eso fueron familiares para mí los barrios Gerona, La Toma, El Camellón y Enciso, principalmente.
Grosso modo, podría recordarle cafés que fueron entrañables a raíz del tango: El Machete, El Cachafáz, El Verde Mar, La Danza de la Fortuna y el Mar del Plata, en Gerona; El Barcelona, El Torrente y El Copa de Oro, en La Toma; El Viejo París, en Enciso, sin contar el Alaska, El Mar del Plata y El remolino y todos los otros de la 45, en Manrique; el de “Carraca” en Villa Hermosa; uno especialísimo que quedaba al frente de la iglesia de El Calvario, en Campo Valdez, cuyo nombre no recuerdo, y todos los de Envigado, Itagüí y Bello, que fueron materia de visita y de buenos tragos en años posteriores.
VB: ¿En qué momento se volvió tanguero y por qué?
RP: Ya le conté cómo y por qué me gustó el tango desde la primera vez que oí uno de ellos, Mala Junta, interpretado por la orquesta de Osvaldo Pugliese. Sabía en consecuencia, por mi trabajo esporádico en Radio Nutibara, a cual hora pasaban el programa de tangos, y siempre que regresaba de la Bolivariana, donde estudiaba, antes de hacer las tareas lo sintonizaba. Y en mi avidez por oír más tangos cuando ese espacio se acababa, movía el dial para buscar otros, y así fue como encontré los programas tangueros de La Voz del Triunfo y de Ondas Tropicales, emisoras ya desaparecidas. Así que antes de los deberes diarios con la Bolivariana, mi deber conmigo mismo era escucharme esos tres programas. ¿Cuando me volví tanguero? Creo que desde el primer día que escuché Mala Junta. Gracias a Dios el “puente” musical que eligió el “Mono” Gallego no fue una ranchera o un porro.
VB: ¿Asistió a los radio teatros? ¿Cómo era el ambiente allí?
RP: En radio teatros y en teatros de la ciudad y de Bogotá, donde trabajé varios años, tuve la oportunidad de ver a muchos intérpretes. Una lista somera, con temor de que se me olviden algunos, Libertad Lamarque, Charlo, Agustín Irusta, Horacio Deval, Raul Angeló, Alberto Marino, Oscar Larroca, Julio Martel, Alberto Castillo, Andrés Falgás, Alberto Podestá, Juan Carlos Godoy, Jorge Rolando, Abel Córdoba, Armando Moreno, Juan Carlos Jordán, Pepe Aguirre, Osvaldo Ramos y Alberto Echagüe y orquestas como la de Miguel Caló, Alfredo de Angelis, Héctor Varela, Mariano Mores, Los Solistas de D’ Arienzo y la de Osvaldo Pugliese. Esta última junto con la de Varela fueron las que más me impactaron, sin desconocer desde luego la calidad de las otras. Además, y en esto abarco otra gran cantidad de músicos y cantores, a casi todos los que llegaron a Medellín en esos primeros e irrepetibles festivales del tango. Lo de ahora es un remedo de aquello.
Hablando de radio teatros, valdría la pena anotar que una de las más grandes voces que ha dado el tango, Alberto Marino, pasó por Medellín sin pena ni gloria. Recién había dejado la orquesta de Troilo y era considerado un cantorazo en la Argentina, pero vino aquí y no pasó nada con él. No se explica uno cómo pudo ocurrir algo semejante con quien, hablando coloquialmente, como cantor de tango le daba mitad de partido a muchos de los que por aquí resultaron ídolos de la noche a la mañana.
VB: ¿Vivió la bohemia de Guayaquil? ¿Cómo era? ¿En qué lugares se pasaba bien? ¿Cómo era el ambiente y los amigos que iban por allí? ¿Los tangos y cantantes que se escuchaban?
RP: Tanguero que no haya vivido a Guayaquil es como un “típico” montañero” sin fríjoles ni chicharrón. Lástima que los jóvenes que ahora incursionan por el tango y les atrae esta música no tengan sino la referencia del añorado Guayaquil, Pero haberlo vivido resulta una experiencia que vale toda la plata del mundo.
Guayaquil era como el nos plus ultra del tango, el gran bufé que se nos servía luego de un periplo a base de excelentes pasabocas por cualquiera de los barrios tangueros: Manrique, Aranjuez, Campo Valdez, La Toma, Gerona, Las Palmas o Enciso, para citar algunos, correrías que indefectiblemente terminaban en Guayaco. Líneas atrás mencioné algunos cafés que eran de obligada visita en esos periplos musicales tangueros, en los cuales, hablando figuradamente, degustábamos los “aperitivos" que nos permitían después “cenar” opíparamente en Guayaquil.
De ese inolvidable sector recuerdo, aunque se me pueden escapar algunos, los cafés El Rey del Tango, Los Tangos, La Luneta – el café de las nueve puertas – situado en San Juan entre Bolívar y Carabobo, acera del norte; y al frente, el Rodríguez Peña, La Gayola y el San Jorge; y una cuadra más arriba, siempre por San Juan, El Hansen, La Costa y el San Diego, y en Niquitao, el Viejo San Diego, de don Brígido. Lugares y personajes entrañables en este Medellín tanguero, como Juancho Uribe, el gran surtidor de música de los mejores cafés, quien a veces le cambiaba los títulos a los temas como para que nadie más los pudiera conseguir si llegaban a preguntar por ellos con ese título cambiado que él les ponía.
Guayaquil era el sitio obligado de tertulia, donde todos posábamos de conocedores, quien más quien menos; donde se apostaba a identificar cantantes y orquestas; donde se iba en busca de la selección inhallable en otro sitio; donde al calor de unos buenos tragos y en medio de la “melodía”, como le decíamos genéricamente al tango, hacíamos amigos que solo era posible ver allí cada semana, donde cada cierto tiempo surgí a un tema nuevo que traía Juancho Uribe y que por algún tiempo era el éxito del lugar o el más perseguido. Hay que anotar que quienes surtían los pianos o traganíqueles se esmeraban por llevar permanentemente novedades, aunque a casi todos se les olvidaron grandes figuras del tango que no tuvieron el honor de estar y barrer en Guayaquil con la misma persistencia que se les dio a otros: por ejemplo, de Osvaldo Pugliese y su orquesta pocos temas se escuchaban allí; lo mismo que de Carlos Di Sarli y del mismísimo Aníbal Troilo, para no citar sino tres de los grandes que no fueron tan populares en Guayaquil como Juan D’ Arienzo; Ricardo Tanturi, Francisco Canaro, Francisco Lomuto, Miguel Caló y Alfredo de Angelis, por ejemplo. Y entre los cantores, no se escuchaban voces tan grandes e importantes como las de Jorge Durán, Floreal Ruiz, Tito Reyes y Roberto Goyeneche. Hacían “capote”, como dicen los argentinos, Enrique Campos, Horacio Lagos, los cantores de D’ Arienzo, Ernesto Famá, Ángel Vargas, Armando Moreno, Jorge Omar, Fernando Díaz y otros.
En la mejor época de Guayaquil, cuando no había tanta inseguridad, los cafés cerraban sus puertas unas veces a las tres y otras a las cuatro de la mañana. Pero volvían a abrirlas a las seis. Muchos fuimos los que salíamos al cierre, botella en mano, para sentarnos en la acera, escanciar su contenido y esperar a que volvieran a abrir a las seis para clavarnos de nuevo en una mesa junto al piano. La policía se limitaba a vigilar de lejos a estos noctívagos alicorados que sólo esperaban de nuevo su música.
VB: Dentro de ese ambiente tanguero se afirma que Larroca, Armando Moreno y Pepe Aguirre eran importantes en Medellín. ¿Qué otros cantantes y orquestas tenían tanta aceptación?
RP: Los que usted menciona en su pregunta eran populares, como también lo eran Julio Martel, Charlo, Agustín Magaldi, Carlos Roldán, Eduardo Adrián, Carlos Dante, Enrique Campos, Alberto Echagüe, Armando Laborde, Jorge Ortíz, Andrés Falgás, Alberto Podestá, Raúl Iriarte, Raúl Berón, Argentino Ledesma y otros. Entre las orquestas, sobresalían las de Francisco Canaro, Miguel Caló, Juan D’ Arienzo, Rodolfo Biagi, Alfredo de Angelis y Enrique Rodríguez.
En general todos los nombres que acabamos de mencionar debían su popularidad a los programadores de las empresas discográficas, quienes por egoísmo, por desconocimiento o por comercialización – aunque esto último es muy relativo – saturaron a los amantes del tango con sus grabaciones. Y sobre la comercialización o mercadeo, vuelvo a mi tesis: el marrano se cría con lo que le echa el amo a la porqueriza. A fines de los años 50’, cuando comenzaron a imprimirse aquí las marcas Odeón, RCA Víctor y Columbia, principalmente, a los tangueros se les hartó a punta de Canaro, Caló, D’ Arienzo, De Angelis, Rodríguez y Biagi, y muy poco o casi nada del resto, excepto Ángel Vargas. Hasta Troilo, Di Sarli y Pugliese, entre los más conocidos, sólo eran suministrados en avaras dosis a los tangueros. Y ni hablar de Alfredo Gobbi, Joaquín Do Reyes, Fulvio Salamanca, José Basso, Francisco Rotundo, Manuel Buzón, José García, Enrique Alesio, Jorge Caldara y tantos más. Aunque justo es reconocer que después de muchos años estos últimos fueron llegando al mercado, pero ya el oído y el público estaban muy mal acostumbrados.
VB: ¿Qué tangos y compositores colombianos le llaman la atención?
RP: En concreto no es que me llamen la atención, pero indudablemente el más importante de todos ellos y el que mayor trascendencia tuvo con sus tangos fue el antioqueño Libardo Parra Toro, más conocido como Tartarín Moreira, a quien Agustín Magaldi le grabó sus temas Son de campanas y En la calle; Hugo del Carril, “Malditos celos” y varios intérpretes más, entre ellos Alberto Podestá, “Amargura”. De Tartarín hay que mencionar también “Es mejor que no vuelvas”, del cual apenas se conoce la versión llevada al disco por el Dueto de Antaño, letra que según el erudito Luciano Londoño, es la mejor de Tartarín. Otros autores colombianos a quienes cantantes reconocidos les grabaron sus creaciones, fueron José Barros, el de Viejo Carrusel, de Carlos Dante; Abel de J. Salazar, el autor de Cruel incertidumbre, grabado por Pepe Aguirre; Alfonso García, autor de Cuesta abajo, totalmente distinto al de Gardel, grabado por Ricardo Herrera con la orquesta de Enrique Rodríguez, y Eduardo Carrasquilla Mallarino, el autor de El Brujo, primer tango de un colombiano llevado al disco, esta vez por Carlos Gardel.
VB: Usted afirma lo siguiente: “Pugliese, porque en mi concepto es el que marca la gran renovación del tango – que no su deformación – después de lo aportado por Julio de Caro. No piensa que la música evoluciona o ¿es un purista del tango?
RP: Yo me considero un tanguero tradicionalista y defiendo el tango de verdad, no el que aparenta y quiere ser tango sin serlo. Yo no lo llamo tango, ni lo acepto, ni lo escucho, ni lo defiendo, ese esperpento que llaman tango electrónico; o lo que canta un tal Melingo. Si estos deformadores creen que hacen tango, allá ellos, lo mismo que Bajo Fondo y otros grupos del mismo corte. La música, como todo en la vida, evoluciona. Pero no por eso alguien puede venir ahora, dizque por evolucionador y modernista, a tocar de distinta manera la Serenata de Shubert, o los valses de Staruss, o la quinta sinfonía de Bethoven. Eso se escribió hace más de doscientos años y ahí está y ahí seguirá para eterna memoria. El hombre también evoluciona, pero que tal si al crecer en lugar de caminar derecho comenzará a reptar; y si en lugar de hablar coordinadamente regresara a emitir sonidos guturales. Esa no sería evolución sino deformación, y eso es lo que algunos dementes y mesiánicos creen que pueden hacer con el tango. Si por lo anterior me tildan de troglodita, cavernario y retrógrado, vale, lo acepto plenamente, pero a esta edad no voy a martirizar el oído escuchando “huevonadas”.
VB: En la encuesta sobre la antología personal del tango, usted decía… “POR ESO TE QUIERO, tal vez el menos difundido entre el grueso público de los cinco tangos que he seleccionado. Pero lo he hecho porque en la práctica es el más fiel retrato de mi vida, es como una especie de autobiografía. Sus versos pertenecen al popular poeta Reinaldo Yiso y la música es de Carlos Dante, quien interpreta las dos versiones que se conocen del tema. Usted dice que esa letra es “el más fiel retrato de mi vida”. ¿Por qué le da tanta importancia a las letras de tango, son en realidad un reflejo de la vida cotidiana?
RP: Hablemos primero del tema que usted menciona en su pregunta: si yo me hubiera propuesto plasmar mi vida en una canción, la contenida en esos versos de Reinaldo Yiso y música de Carlos Dante habrían sido la mejor síntesis. Como no tengo esa capacidad, aprovecho la inspiración de los otros y la hago mía. Lo que narra y describe ese tango es mi vida resumida.
Ahora, el tango es la más exacta visión de cuanto puede acontecer a cualquier ser humano, solo que contado de la manera más bella posible. Con la más supina ignorancia, algunos se atreven a decir que el tango es un caso de policía, pero son aquellos que desconocen del todo la poesía que hay en su letra, sin negar que hay algunas que narran o se refieren a situaciones truculentas o trágicas, como también están plasmadas en muchas otras canciones de distinto género, rancheras, pasillos, música guasca y hasta en la ópera.
Pero en el tango usted encuentra temas dedicados a la madre, al padre, a los hermanos, la abuela, a la fiesta, al campo, a las flores, a la novia, la amante, la esposa, el cabaret, el café, el barrio, la guerra, la iglesia, el dinero, las prostitutas, los amanerados, el fútbol y otros deportes, los políticos, los oportunistas, los envalentonados, los cobardes, los ricos, los pobres, el juego, la hípica, el casino, sin contar aquellos testimoniales que realzan personajes de la historia, el deporte, las artes y habría un largo etc. para terminar este punto. Las situaciones de cualquier índole y en todos los campos que vive y enfrenta el ser humano, tienen a la mano un tango que las describe y evoca de la mejor manera. Distinto es que otros géneros de música popular no hayan podido alcanzar la grandeza y majestuosidad del tango en esa tarea de plasmar en bellas metáforas y en música acorde con ellas, el discurrir diario del hombre.
VB: De qué tangos nos puede decir que tienen buena música pero no buena letra y lo contrario, como si hubieran resultado un intento fallido del autor o autores.
RP: Difícil respuesta porque todo resulta subjetivo, y lo que para unos puede ser bueno para otros no lo es tanto. Pero vale la pena citar el tango Recuerdo, de Osvaldo Pugliese, considerado por muchos estudiosos y conocedores como digno de estar en los primeros lugares de cualquier antología referida a temas instrumentales. Dicen, sin embargo, que Eduardo Moreno, al ponerle letra a la música de Pugliese, no estuvo a la altura del genial pianista. Pero esos son juicios y conceptos que pueden compartirse o no. Ahora, si me pregunta a mí por letras malas, yo le pondría en primer lugar y fuera de concurso la de Sangre maleva.
VB: ¿Ha sido coleccionista de tangos? Háblenos de su discoteca personal.
RP: Si por coleccionista se entiende aquel que hace hasta lo imposible por conseguir un disco de pasta, lo pule y brilla todos los días y se ufana de ello, no soy coleccionista. Como dice el doctor Jesús Vallejo Mejía, a mí también me interesa más el contenido que la forma. Un ejemplo: Mercedes Simone jamás grabó el tango El Adiós, pero yo poseo una versión suya interpretando en vivo ese tango en el año 1935. Según la teoría de algunos, como eso no está en pasta no vale la pena. Yo pienso distinto y disfruto el tema. Me definiría más bien como “seleccionista”, si cabe el término. Creo tener unas ocho o nueve mil versiones de música argentina y todos los días procuro, sin hacer de la tarea una obligación ni una obsesión, acrecentar ese número mediante la búsqueda y el intercambio con buenos amigos. Pero a estas alturas de la vida pensar en buscar o mantener un disco de pasta o un L.P. como gran cosa, no es mi oficio. Para eso inventaron el CD y muy buena parte del tango se encuentra ya en este formato.
VB: Desde los años 50’ se dio una relación entre el tango y el fútbol con la llegada de jugadores argentinos. ¿Qué nos puede hablar de eso?
RP: Obvio que algo pudo influir la llegada de jugadores argentinos, sobre todo en la época que usted menciona, cuando todavía el tango estaba en pleno furor en Buenos Aires. Algunos jugadores trajeron algún material y les continuaban enviando desde Argentina lo que iba saliendo. Hubo una imbricación mayor, seguramente, cuando Los Caballeros del Tango, un conjunto aceptable, vino a Medellín y tuvo una larga temporada, la que aprovechó para lanzar un tema en honor del Nacional y su campeonato alcanzado en 1954. Otros jugadores argentinos tuvieron programas de tangos en emisoras locales – Oscar Contreras Rossi, por ejemplo – y uno más, José Manuel Moreno “El Charro Moreno” era el yerno del cantante Alberto Echagüe, por lo que podría mencionarse que con él también hubo algo de fomento y conocimiento del tango. Aunque es justo decir que Echagüe no lo podía ver ni en pintura y alguna vez en Buenos Aires lo persiguió para cobrarle los malos tratos que le daba a su hija.
VB: ¿Qué aspecto del tango de ahora le interesa en cuanto a cantantes, orquestas, composiciones?
RP: El ahora que usted incluye en su pregunta no sé si se refiera al año 2009. Si es así, ignoro que pasa hoy en Buenos Aires. Conozco y escucho, sin embargo, a figuras de los últimos años, por ejemplo, entre cantores, Ariel Ardit, Brian Chambuleyron, Daniel Aste, Walter Laborde y Enrique Lear, entre muchos más. En cancionistas, Valeria Lima, Ana Medrano, Sandra Luna y Marcela Bublik. A propósito de mujeres intérpretes, valga un apunte sobre Nelly Omar y sus 97 años, quien acaba de presentarse en el Luna Park con arrollador éxito porque todavía canta y lo hace supremamente bien. Finalmente, entre las orquestas del momento, podrían estar la Sans Souci, la Color Tango, la de Juan Migliore y Los Reyes del tango.