domingo, 3 de mayo de 2009

Conversación con Jesús Vallejo Mejía


Conversación
con
Jesús Vallejo Mejía

En esta conversación con el doctor Jesús Vallejo Mejía está toda la sapiencia del tanguero. Desde sus inicios nos cuenta su afición por el tango, su sensibilidad para distinguir las mejores versiones. El Medellín tanguero yace en el fondo, no como algo difuso, donde es presencia el mundo cultural con los visitantes, los teatros, la delectación del melómano, su finura, la llegada de los discos y la radio que definen esa educación sentimental en la música y crea el camino para el coleccionista quien desea poseer su música pero buscada con la maestría de que sea algo personal y conseguida con gusto. Para ello se sirve de la onda corta que entonces abría el mundo a otros sonidos, a otras músicas.
Aquí es posible la vocación de verse entre sus discos, clasificándolos para devolverlos a la vida, también la sensibilidad para decirnos que tangos tienen esa influencia de los diversos compositores de la llamada música clásica, que no es más que el oído del experto, de quien busca la relación entre las diversas músicas del mundo para comprobar y decirnos que esta posee una interrelación secreta que da pie a la extraña creación en otros ámbitos.
Pasión y lucidez. Sabiduría y generosidad es una manera en que el doctor Vallejo Mejía nos abre su corazón tanguero para decirnos, he vivido esto y los comparto con ustedes. Cuando digo generosidad, es porque, en sus palabras, hay una lección de tango, su presencia.
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Víctor Bustamante: ¿Cuándo descubrió el tango?
Jesús Vallejo Mejía: Mi acercamiento al tango comienza en 1956, al inicio de mi adolescencia.
De niño poco sabía del asunto. Lo de la muerte de Gardel, los avatares de Libertad Lamarque, algo de Hugo del Carril, y pare de contar.
Creo que los primeros tangos que identifiqué como tales a través de la radio fueron Solo, de Juan Legido con Los Churumbeles de España, y un tema futbolero de Carlos Valdez con Los Caballeros del Tango, no recuerdo si Nacional, Medellín o los dos. De todas maneras, ninguno de ellos resultaba digno de despertar una pasión.
En la discoteca familiar había unos discos viejos de los sellos Brunswyck, Víctor y Columbia que contenían unos pocos tangos que no llamaron mi atención. Tal vez había algo de Pilar Arcos y Juan Pulido. Como anécdota interesante le cuento que un disco Columbia ofrecía por una cara Tomo y Obligo y, por la otra, Canto por no llorar, dizque interpretados por Carlos Gardel con la orquesta de Don Alberto. Más tarde supe que no se trataba de Gardel, sino de Spaventa. Por consiguiente, lo que por primera vez creí que era el Morocho resultó ser una falsificación. Al verdadero Gardel lo conocí por los programas que hacía Antonio Henao Gaviria cada 24 de junio. Probablemente el primer tema que escuché en su voz fue Mi Buenos Aires Querido, que me fascinó. Todavía lo oigo con deleite y admiración. Tengo la idea de que su tema inicial se inspira en un estudio de Chopin.
Cuando tenía 13 años tenía la costumbre de oír por la noche un programa humorístico que se llamaba El Tremendo Juez y su Tremenda Corte. Lo transmitía la emisora Nueva Granada y acá lo pasaban a través de La Voz de Medellín. Lo amenizaban con la presencia de algún cantante famoso. Así fue como conocí a Charlo, que por esas calendas andaba de gira por nuestro país. Su tarjeta de presentación era Ave de Paso, un tema musicalmente bellísimo aunque con una letra no exenta de cursilería. Me encantó, lo mismo que Tiempos Viejos, Olvido, Oro y Plata, Tango en Colombia y otros más. Llegué pues por lo alto al tango, iniciado por Charlo.
A partir de ahí les fui poniendo cuidado a los tangos que pasaban por la radio. Algunos de corte sensiblero, como Mariposa Nocturna, de Roldán con Canaro, o Noches de Hungría, de Moreno con Rodríguez, que era un fox que sonaba como tango, me entraban fácilmente. Había otros que a esa edad me costaba trabajo digerir, como Andate con la Otra, de Amanda Duval con el cuarteto de Enrique Mora, que sonaba noche y día pero no era apto para menores.
En 1957 vino Julio Martel para actuar en los programas que patrocinaba Coltejer en La Voz de Antioquia. Lo anunciaban con un trozo de De Igual a Igual que me sonaba raro. Tiempo después aprendí a apreciarlo y fue en cierta época uno de de mis cantantes favoritos.
Haciendo memoria, pienso que el primer cantante de tangos que escuché en vivo y en directo fue Alberto Podestá, que tal vez vino al mismo programa en 1959.Recuerdo que debutó con Los Mareados y Alma de Bohemio.
Quizás el primer disco de tangos que compré fue el de Alfredo de Angelis que contenía Mano a Mano, por Dante, y Jirón Porteño, por Martel. Era un Odeón de 45 RPM prensado por Codiscos que encontré en Sears en Cali. A partir de ahí, compraba casi todo lo que salía al mercado y en no mucho tiempo ya era un coleccionista.
La oferta en ese momento provenía de Odeón, que había pasado de Tropical a Codiscos, Sonolux, que difundía sus propias grabaciones y las de los sellos Pampa y TK, y Columbia, que lo prensaba Tropical en Barranquilla. El repertorio más atractivo era el de Odeón, que contaba con Gardel, Corsini, Héctor Palacios, Charlo, Canaro, De Angelis, Caló, Rodríguez, Laurenz, Firpo, etc.
Como estaban cerradas las importaciones de discos, los RCA Víctor eran rarezas que había qué desenterrar en La Cita, La Guitarra, Lalinde y algunos "chuzos" de Guayaquil, en dónde pude conseguir grabaciones de Magaldi, Alberto Gómez, Hugo del Carril y Libertad Lamarque. Algunos discos venían de USA, los de sello morado. Otros eran traídos de Chile y unos pocos procedían de Argentina. Dentro de esos saldos se conseguían también discos Odeón prensados en Chile, con los que me hice a lo que en su momento eran unas rarezas de Gardel.
En uno de los pocos discos argentinos que quedaban conocí a Aníbal Troilo. Por un lado estaba Qué me van a hablar de amor, por Floreal Ruiz, y por el otro, Buen Amigo, instrumental. A decir verdad, no lo entendí. Años después entré en la onda troiliana y en ella creo que seguiré hasta el final.
El repertorio Víctor sólo vino a difundirse cuando Sonolux adquirió los derechos de prensaje a fines de la década del 50, pero ya Odeón le había cobrado enorme ventaja, la que recuperó con D´Arienzo.
A éste lo conocí a través de un disco que me trajo de Los Ángeles mi hermano mayor, nada menos que con El Nene del Abasto y Pampa en el reverso. Confieso que me gustó más el tema instrumental. Al otro hay qué aprender a digerirlo. Ahora recuerdo con qué gracia lo cantaba Echagüe en los festivales que vinieron años más tarde.
Había un puesto de libros y revistas en Palacé entre Ayacucho y Colombia dónde vendían revistas argentinas-Ahí compraba Grandes Valores del Tango, El Alma que Canta y Cantando, lo que me dio oportunidad de conocer las orquestas, los cantantes y los temas vigentes en Buenos Aires.
Pienso que la primera orquesta típica que me tocó conocer fue la de Miguel Caló, que se presentó tal vez en 1963 en el Teatro Junín. Después vino De Angelis, que tuvo unas actuaciones triunfales. Yo lo vi en el Coliseo Cubierto. Curiosamente, aunque Rodríguez vino varias veces, nunca asistí a sus presentaciones. En realidad, no era muy de mi gusto.
Por esos años uno podía escuchar tangos todo el día en la radio. Algunas veces que estuve enfermo pasaba de una emisora a la otra y siempre había algo para oír. Recuerdo especialmente un programa que pasaban por la noche en Ecos de la Montaña: Una voz argentina en la noche. Nunca me lo perdía.
En unas vacaciones me puse a explorar la onda corta y me encontré con un programa que pasaba todos los días a las 11 de la mañana Radio Barquisimeto para evocar a Gardel. Ahí tuve oportunidad de conocer muchos temas que Codiscos aún no había editado. Llevo más de medio siglo oyendo a Gardel y nunca deja de gustarme. Por supuesto que ya no tengo por él la devoción mítica de mis primeros años con el tango, pero soy de los que creen que cada día canta mejor. Cada que lo escucho le encuentro algún matiz novedoso.
Mi adolescencia y mi juventud fueron muy difíciles. No guardo buenos recuerdos suyos y sí muchos motivos de arrepentimiento. El tango fue para mí un compañero, casi diría que mi único confidente. Tengo con él un vínculo afectivo muy hondo. Es parte de mi vida.
Como venía contándole, el tango comenzó a interesarme en 1956 y ya en el año siguiente era un tanguero consumado.
En esa época la afición por el tango era cosa de gente mayor o de las clases populares. No era bien visto que un jovencito de clase alta fuese tanguero. Yo era por ese entonces una rara avis. Mis compañeros de generación tenían otros intereses musicales. La distinción de géneros era más o menos así: clásico, ópera, zarzuela, lírico, brillante, jazz, internacional (francés, italiano y norteamericano),español, bolero, ranchero, antiguo (temas de los años 20 y 30),colombiano (bambucos, pasillos y música del interior),caliente (porros, paseos, cumbias, gaitas y el fugaz merecumbé),ecuatoriano y peruano, tango, antillano y “guasca”. El tango competía en la radio y los discos con esos géneros y, como le digo, se lo consideraba como música de cantina, salvo el orquestado y algunos clásicos. Al orquestado se lo ubicaba dentro de la música brillante, pero hay què entender que ahí no se catalogaban los instrumentales de las orquestas típicas, sino los estilizados de corte europeo o norteamericano, como los de Emil Coleman.
Las preferencias de mis contemporáneos se inclinaban más por los boleros, las rancheras y la mùsica colombiana del interior. A algunos que considerábamos sofisticados los atraían el jazz y las canciones norteamericanas. Pero el rock todavía estaba en pañales y sólo en los sesenta logró la enorme aceptación que todavía mantiene. Mi hermano mayor pudo haber sido uno de los primeros en traer discos de rock. Recuerdo la novedad que representó en ese momento el disco de Bill Haley y sus Comets.
Pero mi gusto por el tango era excluyente y no quería saber de otra música, salvo la ranchera, que se imponía a través el cine mexicano. Vi muchas películas de Jorge Negrete, Pedro Infante, Luis Aguilar, Tony Aguilar o Miguel Aceves. No podía uno escapar a ese influjo.
En la segunda mitad de la década del cincuenta el cine argentino prácticamente había desaparecido de las carteleras, aunque de cuando en cuando el Teatro Junín y los teatros de barrio presentaban películas de Libertad Lamarque y Hugo del Carril. Me impactó muchísimo Libertad en Ayúdame a Vivir. Todavía resuena en mis oídos esta queja: “..Con mis caricias creí llegarte al alma y tu instinto brutal pensaba en otra...” Esa cosas de Schiamarella son tremendas. Considere esta: “...Se me ha escapado del alma la cercanía de Dios, sin embargo no estoy triste porque siempre me parece que estamos juntos los dos...”
A Gardel lo vi por primera vez en el Teatro Caracas, que quedaba frente al Parque de Bolívar. No recuerdo en qué año fue. Pudo haber sido en 1960 o algo después. Lo que ahí se exhibió fue una copia muy deficiente de Melodía de Arrabal. Pero se trataba de Gardel y punto.
En ese mismo local vi otra mala copia de Alma de Bandoneón, en dónde fuera de Libertad Lamarque cantaban Charlo y Ernesto Famá. El tema de Charlo era Horizontes y no me llamó la atención. Pero lo de Famá era Cambalache y la suya es la versión que más me gusta de ese famoso tango.
El programa Radiolente, de Hernán Restrepo Duque, y las notas de prensa de Carlos Serna estimulaban a los tangueros. Lo de Hernán Caro apareció más tarde, en los años sesenta.
Es mucho lo que la música popular le debe al malogrado Hernán Restrepo Duque. Era un verdadero estudioso. Además, decía las cosas con un entusiasmo que contagiaba a sus oyentes.
Los radioteatros de la Voz de Antioquia y La Voz de Medellín ofrecían espectáculos musicales muy atractivos. Yo frecuentaba más el primero, en el que fuera de Podestá vi también a Larroca y Antonio Tormo. Ahí tuve oportunidad de conocer al eximio Joaquín Mora, que era un conversador amenísimo. Admiraba mucho a Fiorentino, que con el tiempo llegó a ser uno de mis cantantes predilectos.
Mi afición por la música clásica vino después, en mis años de estudiante universitario. Mi papá tenía una buena colección de álbumes de 78 RPM que yo disfrutaba un poco de contrabando cuando me encerraba a estudiar en su biblioteca. Me apasionaron la Cuarta Sinfonía de Brahms y la Quinta de Tchaicowsky. Tal vez en las versiones RCA Víctor de Fritz Reiner. Me las sabía de memoria. El primer disco clásico que compré fue la versión que publicó Codiscos de los conciertos para violín de Mendelsohn y Bruch. También me los sabía de memoria y podía silbarlos. El primero me sigue fascinando. No más ayer, a la hora de almuerzo, puse a sonar una excelente versión de David Oistrakh que me llegó con la revista Diapasón.
Yo era cantor de baño, pero una modesta fama hizo que también cantara en reuniones de amigos. Creo que los primeros tangos que aprendí fueron Adiós Muchachos, Caminito, Madreselvas, Silencio y El Adiós. Entonando por ahí algo de Remembranzas le escuché decir a una damisela: “Ese muchacho tiene buena voz”. Lo mismo me dijo Alfredo Sadel cuando me oyó tararear algo a la salida de una presentación suya en el Pablo Tobón Uribe. Y cuando Hèctor Palacios le pidió al público que lo siguiera en La Vieja Serenata, me pasó el micrófono, pero no quise exhibirme y callé. Creo que le gustó mi entonación de “...Mujer, mujer, no te olvides de aquél que fue y te cantó en noches de luna llena bajo tu reja su amor, y al escuchar del trovero la dulce queja galana, abriéndose la ventana un muchas gracias se oyó...”
Esos pobres sueños da cantor ya fenecieron, puesto que la gola se fue y la fama quedó en puro cuento.
Como soy torpe de movimientos, no aprendí a tocar ni a bailar. La música se me queda en el alma y para mí es más de media vida.
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VB: ¿Cuál es el Medellín que asocia al tango, lugares: amigos, bohemia?
JVM: Pienso que la vinculación del tango con Medellín va mucho más allá de lo que insinúa la pregunta, que hace referencia a lugares, bohemia, cafés, etc.
Por supuesto que en Medellín ha habido lugares tangueros. Puede hablarse de los barrios ,como Manrique, Aranjuez, La Amèrica, etc. O de los bares de Guayaquil, como los que quedaban al lado del Teatro Balkanes, los del centro o los barrios.
Pero el escenario del tango es la cultura de la ciudad y específicamente la de las clases medias.
Al contrario de lo que pretende Manuel Mejía Vallejo en Aire de Tango, que lo sitúa en el nivel del lumpen, pienso que los nichos de la afición tanguera estuvieron a lo largo de muchos años en niveles sociales algo más elevados, a partir de la clase obrera, los artesanos, los empleados medios. Es interesante recordar que los peores sitios del viejo Guayaquil, como el Tìbiri Tábara o El Perro Negro, no eran tangueros sino lo que hoy se llamaría salseros o cultores de la música antillana. En otras palabras, los aficionados a Daniel Santos y sus congéneres creo que eran de nivel social inferior a los seguidores de Gardel y las orquestas típicas. Tampoco creo que hubiera coincidencia entre los tangueros y los aficionados a la música guasca, salvo que se considere dentro de aquéllos a los que les gusta La Cama Vacía o El Caballero Gaucho.
Quizás la razón estriba en que en el tango hay cierto grado de dificultad tanto literaria como musical que exige un mejor nivel de educación que el de más bajo pueblo.
Debo precisar que en las últimas décadas, como es natural, los gustos musicales han experimentado cambios no sólo radicales, sino paradójicos. Como observé en la respuesta a la primera pregunta, en los años cincuenta el gusto por la música norteamericana era propio de la sofisticación de la clase alta. Hoy, en cambio, son los muchachos de las barriadas los que arrebatan los discos de rock que ofrece Eliécer en su famoso Hit Musical. Y el tango, por su parte, ha ascendido en la escala social. Muchos profesionales consideran que es de buen tono conocer a Manzi y a Discèpolo, o escuchar a Piazzolla. Por su parte, las academias de bailarines se nutren de aficionados que tienen cierto poder adquisitivo.
Volviendo al tema, entre los años cincuenta y los setenta en Medellín se respiraba tango. Los festivales que se iniciaron a partir del magno evento de 1968,en el que tuvimos la suerte de ver a Troilo, eran multitudinarios. Los argentinos no podían creer lo que veían, pues en su propio país les era imposible atraer a tanta gente. Recuerdo que cuando en 1982 fui a saludar a Rivero en El Viejo Almacén y le contè que lo había visto en Medellín en1968,se emocionó y llamó a Baffa diciéndole: “Che, nos vio en Medellín con el Gordo”.
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VB: ¿Se considera un tangófilo de discos solamente o posee su buena biblioteca sobre el tema?
JVM: Realmente yo padezco tanto de la manía de coleccionar discos como la de los libros.
Por razones de espacio he liquidado varias discotecas y bibliotecas. No todas han quedado en las mejores manos ni he cosechado agradecimientos por mis donativos. Rara vez las he convertido en plata y ,en tales casos, siempre he creído haber hecho malos negocios
.Habida consideración de los recursos técnicos con que ahora contamos para almacenar la información musical, estoy en la tarea de pasar a CD y luego a discos duros lo que me queda de discos de vinilo y cassettes.
Creo tener una buena colección que incluye todo Gardel, todo Corsini, todo Troilo y muchas cosas más. No es fuerte en grabaciones de los años 10,20 y 30.Mejora con las de los años 40 y 50,aunque con muchos vacíos en esta última, así como en las de los años 60.Me interesa poco lo de las últimas décadas, pero tengo amigos que me han nutrido de lo que ello consideran lo más interesante.
Mi colección les debe mucho a amigos como Jaime González Posada, Leonardo Nieto, Luis Arango (q.e.p.d.),Luciano Londoño, Jorge Arango u Oscar Gaviria. En materia de libros sobre tango, me he quedado con lo básico y reconozco que mi colección es muy elemental.
Ya es difícil hablar de rarezas en las colecciones, por la oferta tan copiosa que hay en CD y MP3.Los que pueden ufanarse de tenerlas son los coleccionistas de discos originales de 78 RPM. Por ejemplo, Jaime González Posada tenía la mayor parte de su célebre colección de Gardel en este medio. Pero a mí me interesa el contenido, no la forma.
Se me quedó dentro del tintero el nombre de Hernán Montoya, un coleccionista de raca mandaca que me ha facilitado muchas grabaciones recientes que consigue con amigos que viajan a la Argentina. Claro que él también se ha beneficiado de mis préstamos y creo que estamos los dos a mano.
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VB: La otra vez decía: “Hace unos años grabé cinco cassetes con lo que consideraba los cien mejores tangos cantados y no estoy seguro de haber acertado en la selección. Si la fuera a hacer hoy, probablemente haría muchos cambios. Al fin y al cabo los gustos musicales son muy subjetivos y dependen en buena medida de estados de ánimo, vivencias, recuerdos y, en general, inquietudes que van evolucionando con los años”
Aunque esto es cierto, ¿no piensa que también hay una infidelidad con los otros cantantes o tangos que uno desecha, pero que después de ese estado de ánimo vuelve a ellos? ¿Con quién le ha pasado, que una vez que haya un tango y lo deseche y al tiempo regrese a escucharlo? ¿Cuál tango es el primero y si después lo cambió?
JVM: Es cierto que los gustos personales son muy cambiantes y muestran tanto evoluciones como, si se quiere, involuciones.
Como a la mayor parte de los tangueros de mi generación, el tango nos llegó y se nos quedó a través de la oferta discográfica y radiofónica de los años cincuenta. Ya le he mencionado algo de eso al responderle la primera pregunta. Comenzamos con Gardel, Magaldi, Charlo, Irusta, Alberto Gómez, Alberto Castillo, Héctor Palacios o Pepe Aguirre, entre los cantores solistas, o con las orquestas de Canaro, De Angelis, Caló, Biagi, Rodríguez, Laurenz o Varela. Este entró pisando duro con las grabaciones que hizo para Columbia en esos años.
Con ese bagaje, me costó algún esfuerzo entender a Troilo y sus cantores, sobre todo Rivero. Pero tiempo después, con la maduración de mi gusto musical, se convirtieron en mis favoritos. Algo parecido me sucedió con Fresedo y con Pugliese. Con Di Sarli y Salamanca hubo amor a primera vista. No así con D´Arienzo, del que me gustan algunos de sus temas instrumentales y lo que hizo con Valdez, pero lo encuentro bastante brusco.
En cuanto a los temas, me resulta difícil evocar sus vaivenes a lo largo de más de medio siglo de trato con el tango. Hubo cosas que me gustaron mucho en su momento, pero más tarde perdí interés en ellas. En cambio, hay temas recurrentes. Puedo hablarle de temas que repito cuando los oigo en el carro, que es ahora mi lugar para escuchar tangos. Si pongo a Gardel, no puedo dejar de repetir la audición de Culpas Ajenas, Gimiendo, Enfundá la Mandolina, Padrino Pelado, Lechuza, Pan, Pordioseros, Misterio, Siga el Corso o los de su última hornada. Me impactan muchísimo Recordando y Dos Vidas que grabó Irusta en Nueva York en 1940.La Viajera Perdida, de Rivero con Troilo, así como María o ninguna, de Rufino también con Troilo, hacen que devuelva el disco. Igual me sucede con Sosiego en la Noche, sea que lo cante Hugo del Carril o Fiorentino con Troilo. Y de Hugo me agarran Canciòn Desesperada, Uno y Bettinoti.
Con Berón tuve reticencias al principio. Pero Palomita Mía y Luna vencieron mis escrúpulos. Son dos obras maestras. Tengo qué cerrar aquí evocando a Julio Martel: Mirá viejito, pa´que te voy a contar.
Un cantante con el que tuve muchas dificultades al principio y después ingresó definitivamente a la lista de mis favoritos es Adolfo Rivas, exquisito vocalista de Osmar Maderna y luego de la Orquesta Símbolo que mantuvo en vigencia durante varios años el legado de ese eximio pianista y compositor,"madrugado bien temprano",como reza el título de una composición que Osvaldo Pugliese dedicó a quienes como Troilo o Maderna el Ángel de la Muerte se llevó cuando tenían todavía muchísimo que aportar en beneficio de la buena música.
Algo parecido
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VB: ¿Por qué le fascinan los tangos arrabaleros, carcelarios y prostibularios ¿Porque la vida está escrita e inscrita allí o por el deseo de vivir esas historias?
JVM: Creo que las dos alternativas que usted propone al formular la pregunta son válidas y no se excluyen entre sí.
Hace tiempos leí en L´Express un reportaje del célebre filósofo Cioran, conocido por su pesimismo. Coincidencialmente participo de sus dos gustos musicales: Juan Sebastián Bach, a quien en este momento estoy escuchando a través de una interpretación de Glenn Gould y del que Cioran alababa su sublimidad cercana a lo celestial, y los tangos argentinos, diría uno que ferozmente anclados en la vida.
Recuerde a Cátulo Castillo cuando habla de "El hondo bajo fondo donde el barro se subleva".Esos humildes letristas de tango, al decir de Ernesto Sábato, han hecho metafísica sin saberlo. Se aproximan, a menudo sin mayor destreza literaria e incurriendo en inevitables ripios que hacen las delicias de sus detractores, a los estratos abisales de la existencia humana con intensidad y lucidez admirables. En esos estratos abisales está la huella del dolor. Recuerde lo de Caruso, un letrista muy denigrado que hizo obras imperecederas:".Sabe que es condición de varón el sufrir..."
Ese dolor profundo e incurable se condensa y es más lacerante en las prostitutas, los presos y los indigentes, esos marginados que constituyen la escoria de la sociedad.
Los letristas de tango suelen acercarse a ellos con sentimientos de piedad y conmiseración para prestarles su voz. Y ésta casi siempre es dura, áspera, hiriente. Hay confesiones escritas en tono y con términos dignos de Shakespeare:"...Un viento de locura atravesó mi mente; deshecho de amargura yo me quise vengar...".O este otro:"...Dicen que dicen que desde entonces y ardiendo de odio su corazón, el taura manso buscó a la paica por cielo y tierra como hice yo...".
Le sugiero que preste atención a Canción de Cuna, que habla de esa que era casi una niña "que por su hijito loca quedó" y "En el sendero del triste hospicio...cantaba con débil voz la tierna frase de madrecita que a su hijo dice todo su amor...". Agréguele el final de Lechuza, que "Pálido, triste y maltrecho un andrajo parecía..."y "...Cayó al pie del balcón manoteando el corazón...", o la angustia de esa Galleguita, "...Sentada triste y solita en un rincón del Pigalle..."¡Cómo no verla y condolerse de su tristeza infinita!
En una excelente antología de poesía francesa el compilador habla, por supuesto, de los ripios en que hasta los grandes versificadores incurren, para destacar que lo que interesa son las "pepitas", esos versos que aún aislados de las composiciones de que hacen parte valen por sí mismos tanto como el oro. En las letras de tango hay mucha basura, pero esas pepitas son un venero inagotable.
Acostumbro decir que no sé si alguna frase lapidaria la tomé de la Biblia o de algún tango que escucho mientras leo aquélla.
Pienso que ese fondo metafísico ha desaparecido en los letristas de las últimas décadas, salvedad hecha de Eladia Blásquez, que con "el Miedo de Vivir" y "Sin Piel" ha elevado el género a las más elevadas cumbres. Alguno escribió hace poco que esos letristas se habían nutrido del anarquismo de fines del siglo XIX y principios del XX. Es posible y bien convendría profundizar esta hipótesis. Piense en José González Castillo, que promovió una universidad popular, o en la cercanía de los hermanos Discépolo con el teatro de Pirandello.
Hace un tiempo mencionaron en la prensa que el tango predilecto de García Lorca era "A la luz de un candil".Su letra es horrible, diría uno que modelo de expresionismo:"...Las pruebas de la infamia las traigo en la maleta: las trenzas de mi china y el corazón de él...".Se cuenta que en España algún cantante llevaba una maleta que abría en el momento culminante de la obra. Ignoro qué exhibía. Lo cierto es que su patetismo es tremendo.
Carlos di Sarli, que para el repertorio cantable prefería temas románticos que dirigía con toda su finura, incluyó en sus presentaciones unos pocos tangos que se salían de ese molde de exquisitez, como "A la luz de un candil",que lo grabó con Jorge Durán y después con Mario Pomar, y "Del Barrio de las Latas",con este último. Creo no exagerar si le digo que la versión de Durán es uno de los momentos estelares del tango argentino.
"Del Barrio de las Latas" da fe de una afirmación de Borges que leí en un texto que no he podido recuperar, según la cuál el tango nos ofrece una Comedia Humana en tono menor.
Ese personaje de Beltrán, que "...Del barrio de las latas se vino pa´ Corrientes con un par de alpargatas y pilchas indecentes...", es digno de las mejores escenas de la picaresca."...Tal vez algún descuido que el mozo aprovechó..." hizo la fortuna que le permitió después mostrarse por Boedo,"estribando unas polainas que dan mucho dique al pantalón..."
Aún en las almas más torvas refulgen destellos de la chispa divina que anida en el interior del hombre.
Eso lo ve usted en Mauriac y en tangos duros como "Gimiendo".En éste,"Negros barrotes de la cárcel borraban para el mundo el escracho de un matón".Pues bien, éste le cuenta al carcelero con pelos y señales cómo fue el duelo que lo llevó a estar entre rejas y le pide que transmita la carta en que a la causante de sus desdichas le reitera que la quiere con palabras en que implora y ofrece el perdón.
El mismo tema pasional, con ribetes de tragedia griega, se plantea en Amigazo:"...Yo, que en el secreto estaba, puse fin a mi venganza cuando vi al cantor aquél que a los labios de la infiel como abrojo se prendió; los celos sentí, tantié mi facón y ahí mismo ,a lo gaucho, le abrí el corazón...".Pero el remedio de nada sirvió:"...Desde entonces mi alma está errabunda, atada a la coyunda de aquel doliente amor..."
La pasión humana entraña misterios insondables que sólo la gran literatura y la tradición religiosa logran penetrar tangencialmente. El racionalismo que ha urdido, según Borges, la triste mitología de nuestro tiempo, es incapaz de ofrecernos alguna versión creíble acerca de esa materia oscura que campea en nuestro interior. Suelo decirles a mis discípulos de Filosofía del Derecho que olviden el paradigma del adulto dotado de razón y suficientemente informado que decide con autonomía moral sobre sus propios fines, como base de la construcción de los derechos, y lean más bien a Shakespeare o a Pascal. Llegarían a lo mismo si se interesasen en los tangos argentinos.
Pasando al otro aspecto de su pregunta, traigo a colación la anécdota de Gardel con Celedonio cuando éste le llevó la letra de mano a Mano. Cuentan que le preguntó, con la picardía que lo caracterizaba, si esa historia de la mina bacana le había ocurrido a su tío, pues parecía imposible que diera testimonio de alguna experiencia personal de quién todavía era un mozalbete.
Debo decir entonces que esas cosas trágicas que narran los tangos no me han sucedido a mí. El amor me llegó al término de una juventud poco edificante, pero llegó para quedarse, hasta que la muerte nos separe. Mi esposa es un don del cielo y le debo muchísimo más que lo que ella a mí. No estamos mano a mano, porque es muchísimo mejor que yo. Mi suegro me la entregó como una muchacha buena y así ha resultado ser.
Como en el caso de Borges, para mí el tango narra "... el recuerdo imposible de haber muerto peleando en una esquina del suburbio...".
Aclaro que aunque no me hallo muy conforme con mi vida, no me habría gustado cambiarla por las de los personajes de esos tangos dramáticos. Pero estoy cierto de que mi trato con ellos me ha aportado dosis de comprensión de la miseria humana que de otro modo tal vez no habría podido obtener.
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VB: ¿Se puede hablar de un tango sofisticado, de salón y otro de la calle. Nos podría ampliar estos conceptos?
JVM: El tango es un fenómeno cultural complejo que exhibe múltiples facetas.
Las dos que usted señala en su pregunta son reales. Hay un tango sofisticado o de salón y otro netamente popular.
Si quiere averiguar por la diferencia, compare a Fresedo con D´Arienzo.
Estas dos vertientes aparecen ya a fines de la década del 10, que es cuando cobra forma el tango canción.
Observe el repertorio primigenio de Gardel. Ahí encontrará tangos duros, como Mi Noche Triste, Flor de Fango, Pobre Paica, De vuelta al bulín o Ivette, pero también, El Pañuelito y, pocos años después, Muñequita, Tesorito o esta auténtica joya, injustamente ignorada: Una Pena.
Lo mismo se da en el aspecto musical. Al lado de temas rompedores como El Entrerriano, Rodríguez Peña o Derecho Viejo, van apareciendo tangos melódicos como Ojos Negros.
Este último es una muestra de lo discutible que es el tema del progreso en el arte. Igual que las pinturas de la Cueva de Altamira, este tango casi prehistórico muestra todo lo que en materia de elegancia puede lograr el género. Ahí está la matriz de lo que después hizo ese delicado melodista que fue Enrique Delfino o lo del último Gardel, que es grandioso, por no hablar de lo de Mores, Maciel, Dames o Troilo.
Maciel, como Joaquín Mora, era negro. A los dos les debemos algunas de las páginas más exquisitas del tango.
Le sugiero que escuche con cuidado la versión de La Viajera Perdida que hizo Rivero con Troilo. Aunque hoy la letra suene demodé, el tema es precioso, la música no podría resultar más exquisita y la interpretación, sublime. De Troilo se encomia, como es natural, su virtuosismo con el bandoneón, pero hay un aspecto que poco se señala: su elegancia en el manejo de las cuerdas. No sé si fue él quien introdujo el cello en la orquesta típica, pero el modo como lo emplea es ejemplar. Fíjese en el dúo que hace con Rivero cuando éste en Mi Noche Triste entona el verso de la lámpara del cuarto. Sólo es comparable con el que años después hizo Rufino con el violín de Francini en Melodía Oriental.
Pero el tango no puede refinarse de tal manera que pierda su sabor popular. Los europeos tienen el defecto de edulcorarlo hasta el punto de privarlo del aire canyengue. Sin éste, deja de ser tango y se convierte en otra cosa que no tiene el mismo gusto. Aún vestido de etiqueta, como Gardel, debe conservar su acento orillero.
Cuesta trabajo lograr ese equilibrio. A Canaro se debe un esfuerzo que ha merecido toda suerte de críticas: el tango sinfónico. Hay que verlo en algunas de sus actuaciones cinematográficas: dirigiendo su orquesta se sentía un Toscanini. Pero hay había algo de petulancia.
Posiblemente el secreto que Troilo dijo que Di Sarli se llevó consigo a la tumba sea el de ese equilibrio. El refinamiento de sus orquestaciones y la delicadeza de sus melodías se enmarcaban dentro de un compás nítidamente orillero. Cuando se escuchan esos contrastes disarlianos se experimenta el tránsito hacia otra dimensión. Lo suyo apunta hacia un mundo de profundidades indescifrables.
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VB: ¿Cuál de ellos prima en Medellín según su análisis?
JVM: El gusto medellinense por el tango se ha centrado principalmente en lo que estuvo vigente en la década del 40 del siglo pasado, aunque en ciertos sectores lo que prevalece hoy es lo de Piazzolla, junto con el último Goyeneche y Adriana Varela.
Como en materia de gustos se dice que no hay disputas, me abstendré de censurarlo o encomiarlo.
Me limito a registrar el hecho de que nuestra afición no hubiese estado acompasada con la evolución que transcurría en Buenos Aires. De ese modo, figuras que allá habían perdido toda vigencia, aquí eran idolatradas, y los triunfadores en la capital argentina corrían en Medellín el riesgo del fracaso.
Le menciono dos ejemplos. En 1955 Alberto Marino estaba en su apogeo. Era en ese momento una de las voces supremas del tango. Pasó por aquí camino de Nueva York, en medio de la indiferencia de los tangueros, mientras aclamábamos a Andrés Falgás, cuya hora en Buenos Aires ya había pasado. Años después me tocó presenciar la muy lánguida afluencia de público para escuchar a esa gloria que fue Osvaldo Pugliese. Creo que la mitad del Teatro Pablo Tobón Uribe quedó vacía.
Es interesante observar que el tango que se quiere en Medellín es el que se escuchaba en otras épocas en las emisoras, el que se oía en los buses cuando pasaban cerca de las cantinas o el que entonaban madres y domésticas para acompañar sus oficios. Es un gusto que se asocia a recuerdos de infancia y juventud.
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VB: ¿Vivió el Medellín de Guayaquil tanguero donde se decía que había tangueros de ley? ¿Nos puede hacer referencia a sus bares y cafés, a las personas?
JVM: A decir verdad, no fui muy guayaquilero.
Los tangos los oía en casa y las farras remataban más bien en Envigado, con música de cuerdas y mucho Ortiz Tirado, Valente y Cáceres, Peronet e Izurieta y lo que acá suele denominarse música antigua. Me encantaba beber con pasillos ecuatorianos. Es difícil encontrar aires más bohemios.
También había la inevitable recalada en los refugium pecatórum, que no eran propiamente lugares tangueros, si bien una madama famosa, la Pintuco, se lucía cantando Madre.
Lo que hoy se llama rockolas y antes pianos era una institución en Guayaquil. Eran famosos los que surtía Juancho Uribe, que les cambiaba los títulos a los discos para que no le copiaran el repertorio. Ahí Yira, Yira se llamaba, por ejemplo, Cuando estén secas las pilas o algo semejante.
Los cafés de barrio tenían su encanto,como el Percal en Manrique, pero no puedo decir que fuera un visitante muy asiduo de ellos.
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VB: A propósito de lo anterior uno de los cantantes de esos temas, Oscar Larroca es poco mencionado en las antologías, ¿a que se debe si tiene una voz hermosa? Otros eran Armando Moreno y Pepe Aguirre que nos pede decir de ellos.
JVM: A Oscar Larroca lo vi por primera vez en La Voz de Antioquia, tal vez en 1960.Lo volví a ver en varios festivales de tango. Precisamente, cuando empezaba uno de ellos tuvo que devolverse para Buenos Aires a causa de la enfermedad que lo llevó a la tumba. Después vi a su hijo, que tenía buena presencia y buena voz, pero carecía de la recia personalidad de su progenitor.
Pocos cantantes han gozado de la popularidad y el aprecio de los medellinenses como Larroca. Recuerdo que en eventos multitudinarios como los que se realizaban en el Coliseo Cubierto se oía el rumor del público que seguía con devoción casi religiosa sus canciones como Sangre Maleva o Volvamos a Empezar. Era un gigante. Su versión de Triste Destino producía un impacto enorme. Pero como cantor solista no logró proyectar una imagen propia, diferenciada de la del gran vocalista que fue de Alfredo de Angelis, y en Buenos Aires era uno entre muchos.
Armando Moreno también tuvo un éxito descomunal entre nosotros, del todo incomprensible para los argentinos que lo veían como uno de los del montón. Fue uno de los primeros cantantes de tango que aprendí a distinguir, porque acá se lo escuchaba a todas horas. Noches de Hungría y Mis Harapos son de las piezas más populares que ha habido entre nosotros. Recuerdo que en sus presentaciones, cuando trataba de variar su repertorio, el público lo obligaba a volver a esos temas y a Se va el tren o Tengo Mil Novias, que acá se difundió en disco por el Chato Flores y no por Moreno.
Dentro de los primeros discos que adquirí estaban Maruska, Jugando a los Novios y Diarios, Revistas Señor. Después me hice a Un Tropezón, editado por Tropical en Barranquilla cuando tenía la franquicia de Odeón. Creo que su reverso era Noches de Hungría.
Pero mi entusiasmo por Moreno se enfrió de tanto oírlo. Era un buen cantante que seguía, como Mario Pomar, la línea de Charlo. Pero no lo tengo dentro de mis favoritos.
Cuando me llegó el tango en 1956 era inevitable toparse con Pepe Aguirre, que me gustaba mucho por ese entonces. Creo que uno de los primeros temas que aprendí a cantar fue Pensando en ti. Naufragio, Hojas de calendario, Jornalero, Mañana zarpa un barco, Frivolidad, La Colegiala, Muñeca de loza, Payaso, entre otros, fueron temas que también me sedujeron. Compraba todo lo que salía de él en 78 RPM. Recuerdo una rara Contestación a Mano a mano que no tuvo mucha difusión y desafortunadamente no conservé.
Después no me gustó más, pues creo que mi gusto musical fue mejorando con la audición de los cantores de Troilo. Pero lo vi en el Coliseo, cuando trajeron a Maida y creo que a Jorge Ortiz.Ya estaba acabado y se le olvidaban las letras de las canciones, pero era muy simpático y el público lo adoraba. Se quedó aquí y, según decires, terminó sus días de huésped en un lenocinio.
En Chile lo recuerdan como cantor nacional. Figura en las antologías de música chilena como uno de los artistas más destacados de los años cuarenta.
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VB: ¿Nos podría hacer una antología de tangos populares en el sentido del gusto de las personas, de esos que son para sentarse en la mesa de un café, a beber?
JVM: Supongo que la pregunta se refiere a los temas que gustan aquí e invitan a la gente a beber con ellos.
Como hace muchos años que no ando con borrachos ya no sé qué es lo que aflora a sus voces destempladas cuando la bebida los lleva a la etapa de los cantos, previa a aquélla en que tropiezan con la autoridad y más o menos acompasada con la de las efusiones sentimentales, los recuerdos de la madre, las declaraciones de amistad y lo que un amigo llamaba la denigración del clero y los políticos.
En mis años de parranda y copetín los triunfadores eran los temas de Magaldi, como Mis delirios, Disfrazado, Nieve, Levanta la frente o Mañana es mentira. Dentro de mis modestos éxitos como cantor aficionado estaba Dios te salve m´hijo. Todavía hoy vibro de emoción al escucharlo, aunque algunos amigos lo consideran demasiado populachero.
Acá hicieron un concurso radial por los lados del año sesenta y Magaldi le ganó en popularidad a Gardel. Ignoro si hoy se lo sigue escuchando como entonces, porque le perdí la pista a la radio y no frecuento los bares.
Por supuesto que los grandes temas de Gardel siguen animando a los cantores aficionados. Yo coseché uno que otro aplauso con Tomo y Obligo, Golondrinas, Adiós Muchachos o Madreselvas. Pienso que El día que me quieras es hoy prácticamente un himno.
Cambalache, Yira Yira y Esta noche me emborracho seguramente mantienen su vigencia entre los bebedores, lo mismo que Sentimiento Gaucho.
Y todavía te quiero era otro tema pegajoso, lo mismo que, años después, Lejos de ti.
Sólo tangencialmente le he mencionado a Irusta, uno de los cantores más queridos por el público antioqueño. No era raro que al llegar a cualquier pueblo los traganíqueles le dejaran oír a todo timbal Polvo de los caminos. Es seguro que buena parte de las utilidades de Sonolux vinieran de ahí.
Cuando yo estaba joven Sur era un tema exclusivo para los buenos conocedores. Yo lo cantaba en las reuniones, junto con su reverso, La última curda. Sospecho que en los últimos años ha logrado una mayor difusión, la cual está de sobra merecida pues es uno de los puntales del tango. Equivale a otro himno.
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VB: La otra vez cuando lo de la antología de tango, hablaba de que le gustaba la música clásica. A propósito de esa aseveración hay piezas de tango que son como composiciones clásicas.
JVM: Recuerdo que a uno de mis profesores le llamaba la atención que Beethoven y Gardel fueran en ese momento mis grandes preferidos. Según le comenté, llegué a la música clásica en mis años de estudiante universitario y también respecto de ella mis gustos han ido evolucionando con el paso del tiempo. Soy un buen coleccionista y en realidad es la música que más escucho cuando estoy en casa. Como le dije atrás, en los últimos tiempos mis preferencias se han orientado hacia Juan Sebastián Bach, sin perjuicio de mi admiración por Beethoven.
Hay muchas discusiones sobre lo que diferencia lo clásico de lo popular. Pero definitivamente el asunto no radica en la calidad. El maestro Harold Martina, que es un regio intérprete de Beethoven, también es aficionado a los tangos, aunque ignoro en qué medida. Lo cierto es que alguna vez me dijo que él seguía la tesis de Rossini: sólo hay dos clases de música, la buena y la mala. Según ello, en materia de tango no escasea la buena música.
Tal vez el criterio decisivo esté en la elaboración técnica y la complejidad que muestra el género clásico o culto respecto del popular. Éste es mucho más simple y fácil de interpretar. Para explicarlo puedo mencionarle dos anécdotas, una de Piazzolla y otra de Francini. Cuenta Piazzolla que cuando conoció a Artur Rubinstein en los años 40 en Buenos Aires quedó impresionado con la facilidad con que de una podía acometer la ejecución de un tema popular que a otro músico le habría costado algún esfuerzo para asimilarlo. Si uno es experto en Chopin, cualquier tema está a su alcance. La misma impresión le produjo a Francini, que era el violinista más reputado del tango, la audición de un concierto de Ruggiero Ricci. Ahí se dio cuenta de que estaba en pañales.
Pero el jazz y el rock ponen en duda este criterio, pues en los útltimos tiempos los músicos que los cultivan son de profunda formación académica y ponen sus avanzados recursos técnicos al servicio de dichos géneros. Algo gusto del jazz y nada del rock, pero en ellos hay mucha música. Me di cuenta del tema una vez que le di a escuchar a un amigo que tiene muy buena formación musical uno de mis tangos instrumentales preferidos. Él, un excelente conocedor del jazz, lo encontró pobre, y tenía razón desde su punto de vista.
Con Piazzolla también fracasa la distinción. En Londres y nueva York sus discos se encuentran en la sección de clásicos y no en la de música popular. Un gran violinista europeo cuyo nombre adora se me escapa dijo en un reportaje que Piazzolla era como Schubert, un maestro de las formas pequeñas. A Schubert se lo admira más por sus canciones que por sus sinfonías, sus cuartetos o sus sonatas, siendo todo ello de primera calidad.
Hay un ejercicio interesante acerca de la interacción de la música culta y la popular. Grandes compositores clásicos se han inspirado en temas populares. El caso es obvio en los de la escuela nacionalista, pero también se da en Haydn, Mozart o Beethoven. Pero también los clásicos han servido de inspiración a los músicos populares-
Se dice, por ejemplo, que Firpo compuso El Amanecer inspirándose en la Sinfonía Pastoral. Y si le pone cuidado a Una Lágrima Tuya, va a encontrar que su tema inicial es prácticamente el mismo de una de las sonatas para violín y piano de Brahms. Un compás de Claveles Blancos- "´Se durmió besando el sueño aquel..."-me sonaba conocido, hasta que lo encontré en la Sinfonía Italiana de Mendelssohn.
El asunto es indiscutible cuando se piensa en la Ópera. Ésta se ha nutrido hasta la saciedad de los temas populares, pero éstos, a su vez, han sufrido el influjo de aquélla. Si escucha Talán, Talán por Gardel, piense en la queja de Rigoletto contra los cortesanos que han corrompido a su hija. Por lo demás, las historias de las dos muchachas son similares, salvo en que la hija de don Juan se pierde de vista en una voiturée. Y en Una lágrima-"Cuando rodó cual gota cristalina sobre su faz la lágrima de amor..."-también suena patente Verdi.
Hace años encontré en una pieza de Milhaud sobre temas brasileños nada menos que los primeros compases de La Criolla, que fue un éxito del repertorio campero de Carlos Gardel.
Me dice usted que hay tangos que le parecen clásicos.
El asunto ofrece tela para cortar. Hace años tuve un disco que hoy me duele no haber conservado con unas Variaciones sobre un tema de tango, creo que de Gianneo, si la memoria no me falla. Cuando lo tuve no me llamó la atención y por eso lo dejé ir. Ignoro si ha habido otros esfuerzos de compositores argentinos por elevar el tango hasta ese nivel. Ahora, lo que se ha hecho, por ejemplo, en materia de tango sinfónico puede ser meritorio, pero le confieso que poco me convence.
Hay otros esfuerzos tal vez más bien logrados para transcribir tangos a formas más simples, como el cuarteto o el quinteto de cuerdas, o para piano solo. Lo que más me ha convencido al respecto es lo que hizo Orlando Trípodi.
De todas maneras, muchas melodías de tango son dignas de servir de base para la composición de piezas clásicas.
Otro aspecto de la cuestión es la presencia del tango en obras del siglo XX, como La Historia del Soldado de Stravinsky o La Ópera de los Diez Centavos de Kurt Weill.
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VB: Cuando se refiere a un extraordinario vocalista de Troilo, que sólo hizo con él dos grabaciones que son históricas, Carlos Olmedo. Su Recordándote no tiene nada que envidiarle al de Gardel. No es el deseo del eximio coleccionista decir si no lo conocen búsquenlo que yo sé quién es, pero yo me les adelante.
JVM: Como suele manifestarse en las respuestas a las demandas sobre ciertos tópicos que incluyen afirmaciones, diré que se trata de una apreciación personal suya. Lo importante no es descrestar a los demás, sino decirles que hay intérpretes o temas poco conocidos y que son muy dignos de considerarse. Es el caso de Olmedo, que tenía condiciones para ser otro Rivero. No sé por qué duró tan poco con Troilo. Compuso De Puro Curda y tal vez este tango refleje sus prácticas personales en materia de bebida. Troilo no daba buenos ejemplos en esa materia, pero quizás Olmedo lo sobraba doblando el codo. Pero nada me consta al respecto.
Ahora, en materia de voces poco conocidas le recomiendo que le preste atención a Rodolfo Galé. Su versión de Eras como la flor con José Basso es para llevar a la isla desierta. Si me pide diez temas imprescindibles, sin duda mencionaré este.
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VB: ¿Qué nos puede destacar sobre tangos colombianos?
JVM: Le acabo de mencionar unos temas imprescindibles. Le diré ahora que todos los tangos colombianos son absolutamente prescindibles, irrelevantes. Sólo se salva uno, que se escribió en Argentina en los veinte. Se trata de El Brujo, de Eduardo Carrasquilla Mallarino, que grabó Gardel en el sistema acústico.
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VB: ¿Qué escritores siempre asocia al tango y por qué?
JVM: No suelo asociar el tango con determinados escritores, salvo en el caso de Borges, que se ocupó de él desde distintas perspectivas, a menudo críticas, o el de Sábato, que atrás mencioné por el enjundioso estudio que hizo acerca del género. Pero debo confesar que la literatura contemporánea, incluyendo la latinoamericana y la colombiana, no es mi fuerte. Para disculpar mi ignorancia, acudo al gracejo de Borges cuando le preguntaron su opinión sobre el Boom latinoamericano y dijo que apenas se estaba actualizando en la literatura anglosajona del siglo XIII.
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VB: Por que no ha vuelto a escribir sobre tango. A veces pienso que por ahí tiene sus textos y notas guardadas?
JVM: En realidad no he vuelto a escribir sobre nada. Hay dos razones.
La primera en el tiempo tiene qué ver con mi regreso de Chile. Yo aspiraba a escribir de nuevo sobre distintos tópicos, como lo venía haciendo a lo largo de muchos años. Pero cuando uno es dado a la polémica y carece de apoyos, los enemigos se juntan para silenciarlo. A ningún medio le pareció interesante mi bagaje de escritor público y si alguno pensó en invitarme a que colaborara con mi pluma, no puso en ello el menor empeño. Me quedé entonces con los crespos hechos.
La segunda razón emana de la primera. Voy camino del anonimato, me siento arrojado a la gehena, soy como el naipe marcado del tango, que cuando es junado tiene qué rajar, o como oveja guacha que no tiene un perro que por ella vele, como la moza recién enviudada de los versos del Viejo Pancho, pero a decir verdad le he cobrado gusto al rincón de mi abandono y he perdido todo interés en la figuración pública.
Si me he esmerado en dar respuesta a sus preguntas, es por la bondad que puso de manifiesto para conmigo. Pero, créame, igual que al personaje de Suena Guitarra Querida, ya nada del mundo me halaga. Mi decepción frente a la vida pública es total y creo que incurable.
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VB: En su estadía en Chile qué tipo de tango vivió lejos de los avatares de la diplomacia. ¿Se puede hablar de un Santiago tanguero?
JVM: Como cosa rara, le diré que yo me fui para Chile a trabajar y no a divertirme. Como le manifesté al Presidente, ignoro si lo que hice fue bueno, regular o malo, pero en todo caso me esmeré en cumplir con el deber de representar a un país severamente cuestionado en el exterior y vapuleado por la mala fama. Cumplí rigurosamente y más allá de lo estipulado con la carga de deberes protocolarios que el oficio me imponía y lo hice con la mejor buena voluntad. Eso significa que no tuve mucho tiempo, salvedad hecha de las licencias que los reglamentos permiten, para darme gusto.
Chile fue en otra época un país bastante tanguero. Pero en Santiago queda poca huella de ese pasado. Vi en la calle Guardia Vieja que hay un sitio de tango, pero soy poco dado ya a trasnocharme, salvo que el oficio me lo exija. En los almacenes de discos la sección de tango es más bien reducida. Hay una gente que pública música para coleccionistas bajo el sello Oeme, pero no los pude localizar. Me dicen que en Valparaíso todavía hay buenos aficionados e incluso se presentan espectáculos con orquestas locales.
Tuve eso sí la fortuna de asistir a un concierto de despedida de su actividad artística que presentó Mariano Mores, con muy buena concurrencia, en el Teatro Municipal de Santiago
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VB: ¿Cuál es en la actualidad su Medellín tanguero o prefiere estar en su casa, en su sala de música, ordenando y buscando su música diaria lejos de los amigos?
JVM: La segunda parte de la pregunta da en el blanco. Mi actividad como aficionado se desarrolla básicamente en el seno del hogar. Tengo pocos amigos y apenas los veo. Asisto sólo a los eventos indispensables. No trasnocho y hace más de cuarenta años que no pruebo una sola gota de licor, a Dios gracias. Como le dije en una respuesta anterior, escucho los tangos en el carro y los gozo mucho. Poco sé entonces del Medellín tanguero de hoy.
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VB: ¿Nos puede hacer un paralelo entre el tango y los temas de derecho que usted maneja o son dos mundos independientes, Uno el de la responsabilidad y la seriedad, el derecho y el otro el de la evasión y el descanso, el tango?
JVM: Los seres humanos somos unidades complejas. Nuestra personalidad se pone de manifiesto en cada uno de sus componentes, así éstos parezcan ser contradictorios entre sí. Lo que hacemos influye en todos esos aspectos y no es posible diferenciar como si fuesen compartimientos estancos lo laboral, lo doméstico, lo lúdico, lo religioso, etc.
Tomo con seriedad mis aficiones. Fuera del deleite que me producen, me conectan con el mundo y me dan la oportunidad de aprender muchas cosas, unas de utilidad inmediata y otras aparentemente innecesarias pero que uno no sabe en qué momento le puedan servir de algo.
En cuanto a lo que constituye mi trabajo, siempre lo he tomado deportivamente, con entusiasmo, con gusto. De hecho, hoy mi mayor actividad se centra en lo académico, que me produce muy poco dinero pero me enriquece intelectualmente y mantiene vivas mis neuronas.
Como le dije atrás, mi afición por el tango me ha aportado un conocimiento del alma humana que de otro modo tal vez no habría alcanzado. Y creo que ese conocimiento me ha permitido comprender nuestra miseria y condolerme con ella. Me ha dado pie, además, para ejercer mi sentido del humor. Una buena cita tanguera en el momento oportuno puede limar alguna aspereza. Y si tengo qué poner algún ejemplo en clase, el recuerdo de los tangos, que fácilmente no se olvida, suele venir en mi auxilio.
Hace poco, para explicarles a mis estudiantes el influjo de la pasión en el obrar humano, me vino a la mente el calabrés de A Contramano que defiende su honor con el palo de los tallarines. Creo que la ilustración me resultó bien lograda.
Recuerdo a propósito de ello al finado jurista Alfonso Ortiz Rodríguez, que alguna vez me dijo que aunque ya no oía tangos como en su juventud, continuaba citándolos en sus cátedras.
Podría elaborarse un buen catálogo de frases lapidarias extraídas de las letras de los tangos. Sería muy divertido.
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VB: Me da la impresión que debe poseer su buena colección de tangos. ¿Cómo la ha ido completando?
JVM: Creo haber contestado ya en repuesta a las primeras preguntas. Dispongo, efectivamente, de una muy buena colección de música argentina que he venido reuniendo a lo largo de más de medio siglo. Pero esa colección ha tenido muchos cambios y no tengo mayor cosa de los discos originales. La razón de ello estriba en las evoluciones técnicas.
Comencé la colección con discos de 78 y 45 RPM, pero los temas fueron saliendo en LP y ya no se justificaba conservar aquéllos.
A principios de los años 70 apareció el cassette y durante mucho tiempo fui un grabador compulsivo. Pasé los discos simples que no habían salido en LP a cassette. Después hice lo mismo con muchos LP que ocupaban demasiado espacio.
A partir de 1982 apareció el CD y poco a poco el repertorio viejo se fue publicando en este medio. Inicialmente se creía que iba a desaparecer, pero el retorno de la afición por el tango ha dado lugar a que se multipliquen las reediciones de temas antiguos.
A principios de esta década comencé a pasar mis viejos discos y cassettes al formato del CD mediante el uso de quemadores. Algo he avanzado, aunque me queda mucho por hacer.
En Chile, por los deberes del oficio, tuve que aprender a manejar el computador. He adquirido en relación a éste algunas destrezas, como la famosa bajada, y tengo mucho material almacenado en discos duros.
Debo reiterar mi gratitud con los coleccionistas amigos que muy generosamente me han ayudado a completar mi colección. Callaré eso sí el nombre de un personaje muy conocido que se quedó con unos discos que le presté, como el Lp de Borges, Piazzolla y Rivero, que apenas pude recuperar con un cassette que compré en Buenos Aires en 1982.
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VB: ¿Cómo siente el tango en la actualidad?
JVM: Esta pregunta da para un ensayo, pero no quiero fatigarlo más ni abrumar a los lectores de su página de tango con un análisis detallado de la cuestión.
Le diré, para comenzar, que a quienes hemos llevado el tango en el alma casi a todo lo largo de la vida, la resurrección que hemos visto en los últimos lustros es algo que debe de alegrarnos. Nos queda, en efecto, la satisfacción de no habernos equivocado en nuestros gustos y la de compartirlos con otros. Esa satisfacción se produce debido a nuestro espíritu gregario, que se nutre del reconocimiento de los demás y necesita comunicarse con ellos.
Esa resurrección es un fenómeno cultural muy interesante, pero no me atrevo a aventurar hipótesis acerca de sus causas ni de sus proyecciones. La moda del tango no es hoy lo avasalladora que fue en la década del veinte del siglo pasado, pero impresiona el interés que suscita en la juventud. La navegación por internet permite llegar a muchos sitios tangueros en todo el mundo. Tengo algunos discos con tangos muy bien interpretados por músicos europeos que han asimilado a la perfección la técnica de los argentinos y los ejecutan como si se hubiesen formado en San Telmo.
Acá hay un buen ambiente. Lo que he oído en lo que a cantores y ejecutantes se refiere me parece digno de consideración.
Da la impresión que lo que más atrae es el baile, a juzgar por la cantidad de sitios que hay para ello. Diré, de paso, que yo no pude aprender a bailar ni siquiera el bolero. Soy negado para la danza. La música no me llega hasta los pies.
Toda esta demanda de tango genera, desde luego, la oferta llamada a satisfacerla. Cabe, entonces, examinar dicha oferta.
Aquí las cosas no son tan halagüeñas. Hay buenos cantantes, buenas orquestas, buenos bandoneonístas, pero las nuevas creaciones compiten en situación de clara desventaja con las clásicas. Si usted me preguntara acerca de algún tango de los de las últimas décadas que me hubiese llamado la atención, creo que no podría ir más allá de Balada para un loco, Sin piel o El corazón al sur, que ya son oldies, como dice el argot musical norteamericano. Y si bien los intérpretes son impecables desde el punto de vista de la técnica musical, les falta personalidad, son poco creativos ,reproducen mal que bien los moldes clásicos.
Los intentos de fusión, como el tango-rock y otros por el estilo, son difíciles de asimilar para quienes hemos formado nuestro gusto de la mano de los clásicos del género.
No soy de los que piensan que todo tiempo pasado fue mejor. Como dice una canción de la Rinaldi, eso sólo lo puede decir quien no fue mujer ni trabajador. Pero, en materia de gustos, hay que afirmar como en los campos: Al burro, con lo que lo crían...Y yo me hice en tangos....
Hay una hipótesis interesante según la cual el tango es hechura de los hijos de los inmigrantes, lo cual explica los sentimientos tan matizados que lo penetran, y los intérpretes actuales ya no tienen esa misma sensibilidad.
Como dicen los italianos, si non é vero, é ben trovato.
Cierto es ,en efecto, que esa lágrima en la garganta que tenían Gardel y los grandes cantores del pasado, hace tiempos que fue enjugada vaya uno a saber por qué o por quién. Y sin esa lágrima, el tango cantado pierde su sabor.
Las orquestas clásicas tuvieron que abrir sus propios espacios y necesitaban identidad. Sus directores e integrantes sabían que estaban haciendo algo nuevo, muy propio de ellos, en lo que tenían qué verter toda su sensibilidad.
Ya le dije, por ejemplo, que Canaro se sentía un Toscanini. No llegaba a tanto, es verdad, pero su anhelo lo puso en la primera fila de los músicos de tango.
Hace años comencé una selección con El Entrerriano interpretado por la orquesta de Canaro, porque se trata tal vez del primer tango con identidad propia y porque Canaro, con todos sus defectos, es el tango. Ahí había una personalidad, como en Troilo, D´Arienzo, Fresedo, Di Sarli, De Caro, Varela, Salamanca, Salgán, etc.
Esa personalidad propia es lo que echo de menos en los intérpretes actuales. Piense, por ejemplo, en Leopoldo Federico. Es un excelente bandoneonísta, su orquesta es impecable, pero usted no la identifica de buenas a primeras. En cambio, si escucha a Biagi, a Caló, a Gobbi o a Pontier, ahí mismo sabe de quién se trata.
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Foto cortesía de El Espectador

12 comentarios:

  1. Jesus Vallejo ha hecho de su vida un camino sembrado por la cultura musical y en especial del tango. Esta es una entrevista aplazada por tanta carga judicial profesional y política, otros de sus compromisos vitales. Viéndolo en vivo, con sus sarcasmos y buen gusto en su pinta doctoral, nos da la cátedra que hubiéramos querido filmar. Jesús Vallejo Mejía es además un contertulio que hace honor a la amistad, con quien es muy barato y ecológico brindar.

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  2. Luciano Londoño Lópezdom may 03, 08:10:00 a. m. GMT-7

    Jesús Vallejo Mejía ha sido quien primero, en Colombia, entendió el TANGO en su verdadera dimensión y quien, desde hace más de 45 años, ha sido maestro de todos los demás que hemos adoptado esta manera de entender ese género musical, junto con su historia y los demás temas que le son conexos.
    Me han gustado mucho las preguntas de Víctor Bustamante y las respuestas de Jesús Vallejo Mejía, por la manera que el entrevistado precisa conceptos y destaca hechos y personajes del tango de Medellín y Buenos Aires.
    Luciano Londoño López

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  3. Muchas gracias Víctor.

    La charla con Jesús la he encontrado
    muy interesante y me ha permitido
    valorar mejor como se ve y siente el tango,
    desde otra dimensión.
    Tu página Víctor, resulta en verdad, muy interesante
    Hay que seguir viejo en la lucha.
    Un abrazo

    José Pedro

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  4. Empiezo con una metáfora poco pertinente (¿impertinente?) y es que cuando vi la extensión de la entrevista con el Dr. Vallejo se me hizo como “un parrando de ternera a la llanera” en pleno Llano: el plato de carne se ve abrumador; pero a medida que uno come de esa carne tan suave y deliciosa, mientras más come más quiere comer. Al final uno queda con ganas de más.

    Las preguntas del entrevistador son cortas, y certeras; a diferencia de aquellos que al entrevistar formulan juicios tan largos que sólo dan lugar a un no o un sí como respuesta, porque todo está dicho.

    En casi todo lo que dice me siento identificado como quien se mira en un espejo, por la conemporaneidad y la vivencia en una misma ciudad, y por la forma como el tango le llegó al Dr. Vallejo que mucho se acerca a la mía. Sólo en eso. Sus conocimientos del tema dan envidia. Él es una de las razones por las que cuando el Dr. Luciano me invitó a participar en la página de don Víctor Bustamante me hice el loco. ¿Qué podía yo decir que pudiera ponerse al lado de lo que dice el Dr. Vallejo? Siento la misma pena que debe sentir la carne de moler puesta al lado de la “ternera a la llanera”. Pero el Dr. Luciano, que se tiene confianza para la insistencia, insistió.

    El público de Medellín se cree gardeliano porque una y otra vez oye a Tomo y Obligo, Mano a Mano y El día que me quieras. El Dr. Vallejo es verdadero conocedor y aquí está su antología gardeliana. Tendremos que ir a los archivos de colección para conocer estos temas de los que no se habla en los corrillos:

    "Si pongo a Gardel, no puedo dejar de repetir la audición de Culpas Ajenas, Gimiendo, Enfundá la Mandolina, Padrino Pelado, Lechuza, Pan, Pordioseros, Misterio, Siga el Corso o los de su última hornada".

    Él lo confirma:

    "Es interesante observar que el tango que se quiere en Medellín es el que se escuchaba en otras épocas en las emisoras, el que se oía en los buses cuando pasaban cerca de las cantinas o el que entonaban madres y domésticas para acompañar sus oficios. Es un gusto que se asocia a recuerdos de infancia y juventud".

    Es que por aquí somos buenos para opinar de oídas. No son pocos los que afirman haber conocido en persona a Marta Pintuco y haberla visitado en su casa frente a la fábrica de pinturas. Son los que siempre que pasan en un taxi por la avenida le señalan al taxista: “En esa casa conocí a Marta”, y lo dicen así, con toda confianza. Sólo los verdaderos conocedores saben señalar la casa donde ella vivió por los lados de Lovaina. Pregúntenle al Dr. Vallejo:

    "También había la inevitable recalada en los refugium pecatórum, que no eran propiamente lugares tangueros, si bien una madama famosa, la Pintuco, se lucía cantando Madre".

    Me entero del truco de Juanchuribe, el del Armenonville, para eludir a los copiosos. Los coleccionistas suelen ser algo egoístas con sus joyas de la corona:

    "Lo que hoy se llama rockolas y antes pianos era una institución en Guayaquil. Eran famosos los que surtía Juancho Uribe, que les cambiaba los títulos a los discos para que no le copiaran el repertorio. Ahí Yira, Yira se llamaba, por ejemplo, Cuando estén secas las pilas o algo semejante".

    Las declaraciones del Dr. Jesús Vallejo invitan a tomarlas como un mapa e iniciar el recorrido de todos esos títulos, y todas esas voces, y todas esas orquestas, guiado de su mano y su sapiencia, para degustar un poco de ese plato que él lleva toda una vida cocinando. Por muy abrumadora que a uno le parezca la tarea, el gusto, a la final, está en el recorrido. Esta entrevista debe hacer parte de un libro que luego pueda encontrarse en bibliotecas, para sacarla de lo efímero del momento en Internet. Es un mapa para las futuras generaciones que quieran adentrarse en el mundo del tango con seriedad, y no de oídas.
    ORLANDO RAMÍREZ CASAS

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  5. Formidable el análisis de nuestro acontecer tanguero a través de los años el que nos hace el profesor Vallejo Mejía, con toda su sapiencia de gran jurista y estudioso no solo del tema del tango, sino de la cultura en todas su manifestaciones y de la política que no le ha sido ajena. Digno heredero de ese prohombre que fue su padre Joaquín Vallejo Arbélaez.

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  6. El saber tanguero del Dr. Vallejo proviene tanto de sus vivencias como de sus lecturas. Eso les da un punto de vista muy completo a sus opiniones. Es de verdad muy agradable y provechoso sentarse un rato a escuchar tangos (y otras músicas) con el Dr. Vallejo: continuamente está dando datos, emitiendo conceptos, haciendo comparaciones. Solo quien lo haya visto cantando cualquier tango que esté sonando puede dar testimonio de cómo se emociona el Dr. Vallejo con la música.
    Un académico en todo sentido.
    P.D.: felicitaciones al entrevistador.
    Jorge Arango

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  7. Jesús Vallejo a Jaime Jaramillo Panesso le aclara comentariomar may 05, 08:21:00 a. m. GMT-7

    Apreciado Jaime Jaramillo Panesso:

    Te agradezco tus amables comentarios sobre el reportaje que me hizo don Víctor Bustamante.
    Aprovecho la oportunidad para hacer algunas aclaraciones acerca de los incidentes que rodearon mi retiro del cargo de Embajador en Chile.

    Ignoro si fue de la Casa de Nariño,de la Cancillería o de Darío Arizmendy, que poco me quiere, de dónde salió el injurioso infundio de que yo pretendía atornillarme en esa posición,cuando mi formación en el Derecho Público me hacía ver con toda claridad que estaba ocupando un cargo de libre nombramiento y remoción por parte del Presidente.

    Esta elemental regla de juego no podía ser ignorada por mí.Pero de ella no se seguía que yo tuviese qué guardar silencio respecto de lo que se estaba haciendo conmigo e, incluso, aplaudirlo o por lo menos dar las gracias por ello.

    Te resumo mi memorial de agravios:
    Me dolió que después de haber convenido con José Obdulio Gaviria que me retiraría una vez pasada la Cumbre Iberoamericana se me pidiera la renuncia para que yo no pudiera participar en ella.

    Me dolió que Bernardo Moreno no me hubiera pasado al teléfono ni hubiera contestado las llamadas que le hice por recomendación de José Obdulio Gaviria para convenir los términos de mi retiro.

    Me dolió que el Presidente,siendo un político tan sagaz,no advirtiera que cambiarme por Carlos Julio Gaitán equivalía a entregarles mi cabeza a Samper y sus amigotes.

    Me dolió que el Presidente no se diera cuenta de que sacarme en vísperas de la Cumbre Iberoamericana equivalía a hacerme quedar mal ante el Gobierno de Chile y el Cuerpo Diplomático acreditado ante el mismo.

    Me dolió que se me sustituyera por un sujeto de la calaña de Gaitán.

    Me dolió la deslealtad de Gaitán,que hizo anunciar su nombramiento en la revista Semana en términos desdorosos para mí,lo cual provocó un airado reclamo que por escrito le hice al Presidente.

    Me dolió la traición de Fabio Echeverri Correa, que muy falsamente me dijo el día de mi posesión que recordara que él me había hecho nombrar para ese puesto,y a los diez meses ya tenía todo listo para sacarme de él con la venia del Presidente.

    Me dolió que tuviera qué convenir los términos de mi retiro con la Directora de Talento Humano, que es una funcionaria de tercera categoría en el Ministerio.

    Me dolió que con argumentos del todo desdeñables el funcionario que la sustituyó me pidiera que cambiase el texto de mi renuncia para poder darle el trámite de rigor.

    Me dolió que los abogados de la Presidencia exigieran esa modificación dizque porque siendo yo tan buen abogado, con ese texto podría después demandar al Estado.

    Me dolió que los medios hubieran difundido esa inicua versión.

    Me dolió que El Colombiano, con el que tuve tan buena relación a lo largo de 17 años, me recibiera, no con veintiún cañonazos, sino con la puñalada trapera de su Editor, que me insultó escribiendo que yo seguía atornillado en el puesto cuando ya había transcurrido un mes de haberlo entregado.

    En fin,como dijo Discépolo,"lo que más bronca me da es haber estao tan gil".

    Un buen amigo,que me ha dado sorprendentes muestras de afecto,me comentó a mi regreso que desafortunadamente yo estaba en el lugar equivocado,ignorante de la índole del cículo que rodea al Presidente y de lo que tras bambalinas se estaba urdiendo.

    Pienso ahora en lo que muchas veces le oí decir a mi mamá:"Así paga el Diablo a quien bien le sirve¨".

    Cordialmente,

    Jesús Vallejo Mejía

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  8. LUCIO ESPINOZA. GRANADA ESPAÑAmar may 05, 12:19:00 p. m. GMT-7

    Buenos días. Lo único que puedo decir desde estas lejanas tierras, es que esta conversación es una pequeña joya. Cuánta sabiduría en las respuestas, cuánto tango ha escuchado el Doctor Jesús, para dar todos estos conceptos. Algo es cierto en él está toda la relación del melómano que sabe las influencias musicales y que se sabe los versos de ls canciones.
    Qué más podemos solicitar después de tanta sabiduría.
    LUCIO ESPINOZA. GRANADA ESPAÑA

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  9. Revivi en esta cronica, el viejo escenario desaparecido de los radioteatros de RCN y La Voz de Antioquia,los madrugones para poder estar en la fila y entrar a ver estas presentaciones estelares y ademas, mi ingreso a la radio en los años 60 y despues haber estado parado en el escenario de Caracol, haber visto no solo los tangueros como Oscar Larroca,Agustin Irusta,Alberto Podestá,Luis Correa... Y haber visto esa orquesta de Miguel Calo, con sus estrellas en el teatro Junin, extraordinarios, no manejaban partituras... Alli tambien que concierto disfrute con don Hugo del Carril, el primer tanguero que entreviste en el hotel Nutibara... Cuantas noches compartidas con Hernan Restrepo, con Hernan Caro, con Francisco Yoni, con Humberto Vilches Vera...Definitivamente, felicitaciones para Jesus Vallejo Mejia, por evocar ese Aire de Tango, de ese hombre grande que fue Manuel Mejia Vallejo.

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  10. Hay un Medellín que rebasa todas las expectativas. Una ciudad que nos entrega todas estas vivencias que por nada del mundo pueden dejarse atrás en medio de la estolidez de quienes no saben lo que s una memoria. Aquí, en este dialogo se recupera parte muy importante de esa sensibilidad por una ciudad tanguera y alguien, el doctor Vallejo Mejía que la ha vivido.
    En la hermosa conversación él habla del Teatro Caracas y me gustaría que ampliara ese conocimiento de ese lugar así como sus lugares de Medellín que él ha vivido.
    Víctor Y doctor Vallejo Mejía muchas gracias por darnos estas suculentas palabras
    Los quiero y admiro.

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  11. Admiro la claridad de las preguntas y la mesura de sus respuestas. Y la inteligencia a prueba de personas que les gusta, saben del tema, y o que hacen. De otro lado sale a flote todo ese territorio del tango en la ciudad. En esa Medellín que tanto queremos y añoramos. Salud.
    Armando Londoño Nueva Yor, Soy paisa de los duros

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  12. El 17 de Julio de 2010 se realizará un curso sobre la biografía de Garlos Gardel entre 1882 y 1911, a cargo de la investigadora argentina Martina Iñiguez.
    Se trata de un gran esfuerzo para acercar la verdadera historia del ídolo a aquellos gardelianos a quienes les interesa conocer al hombre del que surgió el cantor.
    La investigadora probará entonces, con documentos, la falsedad de la "Historia Oficial" que quiso convertirlo en francés para apropiarse de su herencia.
    Estará presente el investigador Ricardo Ostuni, avalando con su presencia, la imparcialidad del debate que se realizará al finalizar la exposición.
    Pueden ver el curso, que tiene una duración de 6 horas, y participar de él varias personas, reuniéndose con una sola inscripción, lo que hace que el costo resulte ínfimo.

    Pueden participar de él desde alguna Asociación o club.
    Los temas a tratar serán los siguientes:

    Módulo 1: 1882 - 1893
    Dos versiones de su origen.
    Toulouse y Tacuarembó. Los Gardes y los Escayola.
    Publicaciones anteriores y posteriores a su muerte. La edad de Gardel.
    Falsos testimonios, fantasías, ocultamientos.

    Módulo 2: 1893 - 1911
    Fotografías de infancia – escolaridad.
    El prontuario de 1904.
    La documentación oficial de Carlos Gardel.

    Módulo 3: 1911 - 2010
    La tragedia de Medellín.
    El testamento Ológrafo.
    La polémica – ADN.
    Cronología.
    Conclusiónes y debate.

    Informes: http://www.artes37.com.ar/gardel.html

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