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ENRIQUE GALLEGOS
ARENDS,
UN TROVADOR DE ANTAÑO
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
Se conocieron en la universidad. Él,
estudiante de Derecho y Ciencias Políticas, era un fogoso líder estudiantil tirapiedra
y armabochinches; ella, estudiante de arquitectura, era una atildada hija de un
prestigioso educador que la cuidaba como a la flor más preciada de su jardín.
Fue amor a primera vista. Para los padres de ella, que aspiraban a verla casada
con algún colega suyo de comportamiento atildado, no podía ser peor la
escogencia.
– Pensaron
ellos que usted se había equivocado –le dije a doña Nancy Custode de Gallegos
Arends.
– Yo tuve
claro desde un principio que él era el hombre indicado, mis padres fueron los
que tardaron en comprenderlo.
Tuvieron que casarse a escondidas, y
presentar en familia el hecho cumplido. Cincuenta y un años de matrimonio han
transcurrido desde aquel año de 1963, para demostrar a los padres y al mundo que
eran ellos los equivocados, y que su hija tenía la razón. En 1967 gobernaba el
Ecuador una Junta Militar presidida por el Contralmirante Ramón Castro Jijón que
había derrocado al presidente Carlos Julio Arosemena Monroy, quien desde 1961
había reemplazado a José María Velasco Ibarra en la cuarta de las cinco presidencias
en que éste gobernó el país. El país estaba a disgusto con la Junta que había
dado golpe de Estado al orden constitucional.
– Velasco
Ibarra fue un hombre impoluto –dice el Dr. Enrique Gallegos Arends, nacido en
el año de 1939–, pero sus ministros eran unos corruptos. Él no le quitaba un
peso a nadie, pero ellos se embolsillaban todo lo que podían y por eso lo
elegían y reelegían una y otra vez. Sin ellos y sus maquinarias, él no habría
llegado; y si él no se hubiera hecho el de la vista gorda, ellos no habrían
recuperado la ingente cantidad de dinero que se necesita para hacer una campaña
presidencial.
Gallegos lo sabe, porque fue
candidato a la Alcaldía de Quito por el movimiento Quito Insurgente y
Democrático que él dirigía.
– Pero salí
derrotado. Para ganar hay que contar con el favor de los políticos, y si hay
algo que tengo claro es que nuestras masas no están preparadas para elegir bien
a sus mandatarios –dice Gallegos Arends.
El disgusto contra la Junta Militar
llevó a la oposición a hacer una campaña para derrocarlos, y Gallegos Arends,
al frente del Comité Estudiantil del Instituto Mejía de Quito, y aglutinando a
su alrededor otros comités de la ciudad, se unió a ella; por su parte, Jaime
Roldós Aguilera hizo lo propio como líder de la Asociación Estudiantil del
Colegio Rocafuerte de Guayaquil, que con el mismo propósito aglutinaba a su
alrededor a otras asociaciones estudiantiles del puerto. Esa actividad selló la
amistad de los dos jóvenes, que cumplieron su cometido y lograron restablecer
el orden democrático en el gobierno.
– Pero los
políticos, que todo lo corrompen, se apropiaron de la acción y asumieron el
poder, volviendo a las mismas con los mismos –dice Gallegos Arends.
Cuando Roldós Aguilera fue elegido
presidente, en mandato que alcanzó a ejercer entre 1979 y 1981, nombró a su
amigo Gallegos Arends como Ministro de Bienestar Social; pero fuerzas oscuras
derribaron el avión en que viajaba el presidente, haciéndolo aparecer como un
hecho accidental.
– Jaime era
un hombre incómodo para el imperialismo norteamericano. Tanto él como yo éramos
izquierdistas convencidos –dice Gallegos.
– Eso
significa que usted ya no lo es –le preguntamos.
– Sigo siendo
filosóficamente marxista, pero he dejado de ser comunista. La versión
leninista-estalinista del marxismo es irreal e impracticable, incompatible con
la naturaleza humana, porque la propiedad privada es motor del desarrollo de la
sociedad, así deba ser regulada por un Estado que procure equilibrar las
naturales diferencias.
– Eso explica
por qué, siendo hombre de izquierda, ha sido opositor del izquierdista régimen
del actual presidente Rafael Correa, y ha resultado ser su enemigo político.
– Correa es
un oportunista que siempre fue de derechas hasta que se subió al poder y
encontró aliados en el izquierdismo, pero lo suyo no es de principios sino de
oportunidad. Eso es otra cosa, y yo me he opuesto a él porque para mi mal, o
para mi bien, yo he sido tildado de rebelde, combativo, polémico, contestatario,
iconoclasta, conflictivo, confrontador, controversial, provocador, emocional, y
de temperamento jodido. De todo me han dicho, porque no trago entero.
No traga entero y en el transcurrir
de su vida ha librado muchas batallas encarnizadas como la que libró para
oponerse a la construcción del aeropuerto de Talabela, que él juzgó mal
proyectado, mal construido, y con sobrecostos por corrupción desmesurados.
– Más de
seiscientos millones de dólares se robaron. Sus ejecutores deberían estar en la
cárcel –dice–. Pero ya estoy cansado y la salud me ha pasado cuenta de cobro.
Quiero retirarme de las confrontaciones políticas. Pienso, incluso, cerrar la
sección editorial “Nota en blanco y negro”
que sobre asuntos políticos tengo en el noticiero de la emisora radial de la
familia. Ya no estoy para esos trotes y esa es una de las cosas que quiero
acabar, como también acabaré con la viajadera. Creo que a partir de este
momento voy a permanecer en Quito, que es un clima que le hace bien a mi salud.
El Guayaquil de mis mayores queda descartado.
Su madre era del caluroso puerto de
Guayaquil, y su padre un contador que trabajó con la Grace Line y otras
empresas navieras. Por razón de su trabajo, tenía como sede a la ciudad de
Colón en Panamá donde el Dr. Enrique nació por accidente puesto que, dice él:
– Por padre y
madre yo soy ecuatoriano, y así lo refrendé al alcanzar la mayoría de edad. Mis
enemigos políticos quieren endilgarme lo de que soy panameño… pero no creo que
los panameños me acepten en devolución.
A poco de él nacer, siendo hijo
único, sus padres se divorciaron y la madre regresó con el bebé a Guayaquil
donde, a poco del divorcio, falleció; quedando el huérfano en el puerto a cargo
de unas tías, hasta que su padre reclamó la presencia del hijo en Caracas
(Venezuela) donde había vuelto a casarse. Allí hizo Gallegos Arends la escuela
primaria.
– Pero fui un
chico difícil, y no me entendí con mi madrastra venezolana. Ya para entonces
era adolescente, y mi padre me envió al cuidado de su amigo el cónsul de
Venezuela en Quito.
Este diplomático era, ni más ni
menos, el ecuatoriano Carlos Izurieta, que con el peruano Juan Ernesto Peronet
integraba el dueto de Peronet e Izurieta.
– Él era mi
tutor, mi mentor, mi padrino, mi acudiente, mi amigo, fue un segundo padre para
mí.
Su padrino lo matriculó en el
colegio laico Pichincha, dirigido por el profesor Carlos Romo Dávila, que se
regía por la filosofía promulgada por Eloy Alfaro, un líder que había sido
amigo de su abuelo, y allí se nutrió de los principios que habrían de moldear
su ideología marxista y habrían de estimular su vocación de liderazgo, la misma
que lo llevaría a la dirección de asociaciones estudiantiles por medio de las
cuales viajó a Cuba muy a principios del triunfo de la revolución, a los países
del Este de Europa…
– Y a Rusia.
Fue allí donde me reafirmé en el marxismo y me decepcioné del comunismo.
Sus vínculos políticos de otras
épocas le permitieron cumplir un sueño que tenía desde niño: tener una emisora.
Pudo así obtener su licencia de periodista, y licencia para operar su emisora
de radiodifusión.
– Para
dedicarla a la política, supongo –le dijimos.
– Noooo, la
política no está excluída, y eso es lógico; pero mi propósito era dedicarla a
la música.
La música antigua le proporcionó el
distintivo que identifica la dirección electrónica de la emisora “trovantanio”, que es un apócope de la
expresión trovador de antaño; pero los trovadores de antaño se han venido
muriendo y esa música ya no daba para conseguir patrocinios que financiaran su
actividad. Tuvo que dar un viraje. En esta nueva etapa de la emisora, ya es
propiedad y está bajo la gerencia de Enrique Gallegos Custode, el menor de sus
hijos, y ha cambiado de denominación. Ahora se llama “La rumbera”.
– Con esta
nueva música logra financiarse pero yo, para curarme en salud, procuro no
escuchar mi emisora.
A lo que no renuncia, porque es
alimento para su espíritu, es a continuar con su programa de las seis de la
tarde “En ritmo de bolero”, programa
que nació no solo del hecho de tener su emisora sino del bagaje que le da el
ser coleccionista de toda una vida que ha acumulado infinidad de discos,
casetes, disquetes, cds, libros, documentos, entrevistas; iniciado desde que
era niño.
– ¿Quién va a
heredar su colección el día en que usted no esté?
– Tengo claro
que debe quedar en manos de alguien que guste de ella y la sepa apreciar y
cuidar. No sé. Tengo en mente uno o dos candidatos suficientemente jóvenes para
sacarle partido. No tendría sentido que quedara en manos de un hombre casi tan
viejo como yo. Tal vez se vaya a México. Allá hay personas que tienen los
medios, la capacidad, los conocimientos, el amor, la voluntad, de preservarla.
Quizás sea ese su destino.
En música no se puede ser
coleccionista de todo, y el Dr. Gallegos Arends tiene especial predilección por
la música de los pasillos ecuatorianos, los valses peruanos, el bolero, la
música antillana. Sin excluir otras vertientes musicales, allí se centran los
ritmos de su interés. De su interés por el bolero nació uno que considera su
amor platónico.
– ¡Carmen
Delia Dipiní! “Amor perdido, si como
dicen es cierto que vives dichosa sin mí…”, “Dímelo, yo sé que yo te gusto, y sé que estás deseando que yo te diga
algo, dime que sí…”, “Tú serás mi
último fracaso y yo no sé si te podré olvidar…”. Esa mujer llenó mi corazón
de ensueño, ¡Qué mujer!
Cuando Dipiní murió, en el año de
1998, Gallegos Arends tenía viaje programado a Puerto Rico y fue a visitar su
tumba y a depositarle flores. Allí se enteró de que estaban en el Encuentro de
Coleccionistas de Música y se integró a ellos visitándolos todos los años
durante muchos años. Allí conoció al Dr. Héctor Ramírez Bedoya, presidente de
la Corporación Club Sonora Matancera de Antioquia, y a otros delegados de
Medellín entre los que se encontraba el profesor Aicardo González,
coleccionista y experto en tríos, quienes lo invitaron a los Encuentros
Matanceros de la primera semana de agosto de cada año en Medellín. Es asociado
de la corporación y por años su visitante asiduo. Ha dado charlas sobre música
en los Festivales del Bolero de La Habana en varias oportunidades, en Caracas,
en Medellín y otras ciudades de Colombia, en Argentina, en México.
– La música
me ha llevado a muchas partes y en todas partes he sido muy bien recibido. En
Medellín puedo decir que me siento mejor que en mi propia casa. Tengo aquí
amigos muy queridos.
El cariño que se le dispensó el
último sábado de agosto de 2014 durante la reunión de la corporación, cuando
dictó una charla sobre el bolero en Argentina, fue efusivo. Como efusivo fue el
cariño que le dispensaron los miembros de la Tertulia Musical de los Martes en
el Salón Málaga, que de 9:30 a 11:30 am. contó con su presencia y escucharon su
charla a continuación del homenaje rendido al cantante Oscar Agudelo, que también
fue invitado a ese encuentro. El habitual grupo de entre 60 y 70 personas se
vio duplicado, y la silletería no daba abasto para acoger a tantos tertuliantes
ocasionales atraídos por el anuncio de la presencia de estos invitados tan
especiales. Los noticieros de televisión acercaron sus cámaras para cubrir el
evento con notas destinadas a sus emisiones.
– Ha de saber
–nos dijo– que hago parte de la Asociación de Coleccionistas de Música del
Ecuador y en algún momento fui su vicepresidente. Algunos de sus miembros se
acercan por las tardes a hacer tertulia cuando sale al aire mi programa sobre
boleros y en mis años mozos solía cantar boleros con buena voz que acompañaban
mis amigos con sus guitarras, de donde salió un CD que grabé para satisfacción
mía y para solaz de mis amigos.
– Muchos
amigos del mundo de la música habrá hecho en el transcurrir de su carrera –le
preguntamos.
– Muchísimos.
Incontables. Pero me enorgullece y satisface hacer mención particular tanto de
los boleristas argentinos Hugo Romani y Leo Marini, como del cantante y
compositor Mario Clavell. Amigos entrañables.
Se queda nostálgico, con la mirada
puesta en el vacío, al recordar a esos amigos de la música y de la vida.
Entonces le preguntamos:
– Sus hijos
habrán heredado su gusto por la música, supongo.
– Mi hijo
Juan Carlos ejerce su actividad como ingeniero de sistemas, pero sus músicas
son otras; Kathy es profesora en el Canadá, y oye otras músicas; Dinah es
administradora de empresas, y son otros sus gustos; Enrique es también
administrador de empresas pero, aunque ha asumido la tarea gerencial de la
emisora, sus gustos musicales van en otro sentido. En resumidas cuentas, les
gusta la música, pero no esta música de su padre.
Aunque se formó como arquitecta,
doña Nancy Custode de Gallegos Arends se plegó a la vocación docente de su
familia materna y fundó un colegio que regenta en la actualidad con el nombre
del pedagogo brasileño Paulo Freire. El Dr. Enrique, su esposo, fue profesor
universitario; actividad docente de la que se encuentra retirado. Su hija Kathy
ejerce la docencia en el Canadá.
– Dr.
Enrique, ¿Ha pensado en escribir algún libro?
– Con un
amigo publiqué un libro de contenido político, y ese es un tema que queda
cancelado. Tengo material suficiente para dos o tres libros sobre música, y
tengo en mente escribir por lo menos uno de ellos. Espero contar con vida y
salud para hacerlo.
– ¿Ha
compuesto alguna canción?
– No lo he
hecho, pero hay una de la que soy el padre putativo. El último bolero que
compuso Mario Clavell me lo dedicó afirmando que yo era coautor del mismo. Era
algo que él traía en mente y me preguntó si cuando un amor se va es mejor
recordarlo o es mejor borrarlo por completo de la memoria. Dependiendo de mi
respuesta sería el sentido de la letra que él le pondría a ese bolero. Le dije
que, a mi modo de ver, un amor perdido aunque fuera fracasado, era bueno
recordarlo y dejarle un lugar guardado en la memoria y un rincón en el corazón.
Me hizo caso, y compuso el bolero “Cosas
de la vida”:
“Hay cosas en la vida /que no pueden
olvidarse… /Aquel hermoso amor /que llenó por vez primera /de ilusión al
corazón. /Las risas, y las lágrimas, /y el alma que temblaba de emoción… /Era
el amor. /Hay cosas en la vida /que no pueden olvidarse”.
– Ha de saber
–dijimos al maestro Enrique– que mis primeros enamoramientos se dieron al
compás del bolero de Mario Clavell “Quisiera
ser como la canción que te guste más, y así poder estar en tus labios y en tu
soñar”; pero el tema de él que me llega al alma y la sacude por completo es
el bolero “Somos” (Después que nos besamos /con el alma, y con
la vida, /te fuiste por la noche /de aquella despedida; /y yo sentí que, al irte,
/mi pecho sollozaba /la confidencia triste /de nuestro amor así…):
“Somos un sueño imposible /que busca la
noche, /para olvidarse del mundo /del tiempo y de todo. /Somos, en nuestra
quimera /doliente y querida, /dos hojas que el viento /juntó en el otoño. /Somos
dos seres en uno /que amándose mueren, /para ocultar en secreto /lo mucho que
quieren. /Pero, ¿Qué importa la vida, /con nuestra separación? /Somos dos gotas
de llanto /en una canción. /Nada más eso somos, /nada más”.
– Ese bolero,
mi querido amigo Orlando, tiene coincidencias con mi propia vida, así los
resultados hubieran sido diferentes. Me lo contó él, sentados ambos en una
banca de un parquecito de la ciudad de Buenos Aires. Mario era un muchacho
joven y pobre, que trabajaba como empleado en una empresa; y la joven, a la que
llamó Gloria en alguna entrevista para no decir su verdadero nombre, una
jovencita muy bella, se conoció con él y se enamoraron. Pero vino la oposición
de la familia. El padre de la chica la tenía prometida en matrimonio con uno de
sus colegas y la diferencia de posición social y de ingresos entre uno y otro
pretendiente era abismal. Un día la chica le dijo: “Mario, yo te quiero mucho, pero seguir contigo significa romper con mi
familia y con todo lo que ha sido mi vida hasta este momento. Seguir contigo
compromete mi futuro. No podemos seguir viéndonos a escondidas. Así es que,
queriéndote mucho, tengo que dejarte en este momento. No volveremos a vernos”.
Y Mario, que todo lo que sentía lo vertía en la música, compuso ese bolero
inolvidable.
– Esas
situaciones han inspirado a los artistas, Dr. Gallegos, ¿Recuerda “Lágrimas de amor”, que cantaba su
paisano Olimpo Cárdenas?
– “Nos tenemos que decir adiós, aunque quizás
jamás en la vida te vuelva a encontrar… porque
tal vez será nuestra última noche de amor”. Son dolorosas esas
despedidas, pero no se crea que Mario Clavell era un hombre triste, todo lo
contrario, era muy alegre. ¡Qué amigo tan querido! ¡Qué alegría tan desbordante
la suya! A pesar de los dolores, que no faltaron en su vida, ¡Qué vivir la vida
con ganas la que sentía mi querido amigo Mario Clavell!
– No me lo va
a creer, Sr. Orlando, pero ahí donde lo ve a Enrique, es un hombre alegre que
maneja un humor muy fino –nos dice doña Nancy, su esposa.
Le creo. En las charlas que le he
oído han salido a relucir gracejos que él cuenta con su cara seria sin esbozar
tan siquiera una sonrisa, pero que arrancan carcajadas al auditorio.
– ¿Cómo fue,
Dr. Gallegos…? – le preguntamos– ¿…el incidente que tuvo con su pequeño nieto por
el uso de los computadores?
El pequeño de siete años, nieto que
le dio su hijo Enrique, es hábil con el manejo de los teléfonos celulares y con
los computadores de tableta que maneja digitando teclas con gran rapidez. El
abuelo, que se reconoce embestido por la tecnología, manipulaba y manipulaba
tratando de entender el manejo de uno de esos aparatejos, hasta que optó por
pedir la ayuda del nieto. El niño trató de explicarle, moviendo teclas con uno
y otro dedo; insistió con su explicación; volvió a explicarle; hasta que,
exasperado, exclamó:
– Pero,
abuelito ¡Usted sí que es bieeeeen bruto!
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
Medellín, septiembre 4 de 2014
Excelente entrevista, no hace más que mostrar esa faceta envolvente de interés y agrado de escucharle, con sus anécdotas y gracia sinpar, definitivamente el Trovador de Antaño quedará guardado para siempre en nuestros corazones y mentes, un lujo entrevistarlo.
ResponderEliminarExcelente entrevista, estimado profesor
ResponderEliminarSoy hijo del Ab. guayaquileño Enrique Aiejandro Suárez Gallegos, sobrino del Dr. Gallegos, agradezco mucho haber leido esta interesante entrevista; gracias a la magia del Internet puedo conocer un poco sobre su brillante trayectoria... fuerte abrazo a todos, saludos cordiales
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