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Jorge Federico Restrepo
Víctor Bustamante
Jorge Federico Restrepo ha
servido de modelo para un cuadro inquietante de Oscar Jaramillo, digo inquietante,
porque en trazos blancos y negros vemos al acordeonista con su enorme acordeón
que le cubre su pecho, descansa en sus rodillas que le sirven de muelle, y con
sus manos hábiles se aferra a él, para decirnos su música, ejecutarla. Él está sentado,
casi detenido, porque la música lo obsede. Unas gafas claras trasparentan la
fuerza de la música que Jorge Federico se dispone a ejecutar. Pero vuelvo a sus
manos, a sus dedos largos que muchas veces han acariciado las teclas cuando
tocan alguna melodía.
Luego encontré al acordeonista
por casualidad en una de las mejores películas de Víctor Gaviria, Los músicos, que nos recuerda las caminadas,
las tropelías, las ordalías y las fiestas de pueblo en pueblo o de casa en casa,
de noche en noche, de un par de músicos deambulando por una carrera polvorienta, que es una
de las presencias fuertes en el ámbito musical antioqueño, así alguien hubiera referido
que se basaron, sus creadores, en un crónica, creo extranjera. Allí, en esta película,
hay una épica del paisaje, lejos de ese canto, toxico que siempre se ha referido
a lo que se considera por los apologistas del mal folclor: “estas breñas antioqueñas”.
No, ahí hay poesía, y no solo eso, la presencia de dos músicos vagabundos con
su experiencia de la mayor utopía: alegrar la vida cotidiana a quienes los escuchan.
Ellos son los que animan las fiestas, les dan colorido y baile y afán por el
licor.
Pero luego el cine de
Gaviria tomaría otros rumbos, y no volvería a ver a Jorge Federico hasta el inicio
del primer Festival de Tango en Medellín. Allí lo distinguí al lado de Oscar
Pelayes acompañando algunos cantantes. Luego lo dejo de ver algunos años, hasta
que en la pasada Fiesta del Libro de Medellín, en el Jardín Botánico escucho el
sonido de un acordeón, y como la música siempre me atrapa, voy guiado por ese
sonido y lo encuentro ahí, a Jorge Federico, aferrado a su acordeón, tan
pausado, tan inmenso e inmerso en él, exprimiéndole las notas, regalándonos
algunos tangos y algunas músicas afamadas. De tal manera que por la pura casualidad
ahí lo escucho, entre el barullo de las personas que pasan y quienes se detiene
a escucharlo.
Sí, ahí ejecuta su acordeón,
Jorge Federico, vehemente y concentrado, inmerso en la música que tantos años hace
que lo acompaña.
A él gracias por permitir
algunas preguntas de una persona que siempre lo ha admirado.
Federico es un versátil músico con sentido de humor que siempre ensaya vivir de frente a un atril que también es ciego. Es un tango sin bandoneón.
ResponderEliminarTan genial, yo tambien lo vi en la Fiesta del Libro
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