jueves, 1 de enero de 2015

¿SUBJETIVIDAD O EGOLATRÍA DEL POETA? -El caso de Horacio Ferrer- Pedro Posada Gómez





¿SUBJETIVIDAD O EGOLATRÍA DEL POETA?
-El caso de Horacio Ferrer-

Pedro Posada Gómez

Es claro que el arte, y por ende la poesía, es una producción de la subjetividad. Pero el sujeto se expresa moldeando un lenguaje que es, en principio, de naturaleza social. Se llama estilo (o idiosincrasia) a la forma como un individuo expresa, con su sensibilidad personal, su modo de transformar la materia común del lenguaje y la vida compartida en una nueva creación. Cuando el artista logra el reconocimiento de su público es porque logra tocar también la sensibilidad del otro.[i]
Así, ¿cómo podríamos distinguir el estilo de un poeta como digno de ser considerado un interlocutor poético de sus congéneres? No creo tener una respuesta. Aunque cada ars poético y cada obra poética, son una respuesta explícita o implícita de ella. Sin tiempo ya para mucha erudición, intentemos una respuesta ingenua a una pregunta más simple: ¿Podemos distinguir entre la mera expresión egocéntrica de la subjetividad y la creación de una obra poética?

Voy a partir de una mirada a las letras de tango del poeta Horacio Ferrer. Ya de entrada, la elección plantea problemas, aunque Ferrer es un poeta reconocido y laureado, aquí se considerarán textos que, tal vez, sólo pretenden ser lo que son, letras de tango. Pero, ¿es separable lo uno de lo otro? Al menos en este caso, creo que no. De hecho, el poeta gusta de declamar sus textos, con acompañamiento musical.

Para empezar, en el tango ASÍ DORMIDA[ii], el poeta da la última despedida a la amada que duerme, y se queja:
“Al mirarte así dormida,
tan hermosa estás, querida,
pienso y se me parte el corazón,
que de tiempo en tiempo
me reencontrarás,
hasta que algún día
no me veas más.”

El poeta no se duele de no volver a verla, sino de que ella no lo verá más.
El poeta Ferrer gusta de pintarse con los artistas queridos, en su canción a Homero Manzi se retrata camino al bar con el poeta de Sur, en su homenaje a Atahualpa Yupanqui[iii] va más allá, la “mirada de Atahualpa que echa coplas” lo hace “por cosas que le duelen como a mí” y el poeta se describe abrazando al cantor:

“En esta pulpería le almacenan su sombra,
su gran sombra que alumbra si escasea la luz,
aparcero del alma, abrazándolo siento
que lo noble del criollo se da con lentitud.”

El tango BAILANDO EN BUENOS AIRES[iv], el poeta enamora en la danza a una extranjera y le dice: “es la ciudad que sueña el Tango al dormir/ y en este tango me ha soñado con vos” y luego: Qué ensimismada y linda vas, / sí, qué linda estás recostada en mí”. Y el baile le resulta al poeta como renovación de un mito primigenio:
En nuestro abrazo ha de bailar otra vez
la yunta criolla que hace un siglo engendró
el primer tango en gracia sacramental
de Eva y Adán del arrabal.”

En el tango BALADA PARA ÉL[v], el poeta asume el rol femenino (recurso que volveremos a encontrar):

El me sembró toda la piel de quieros
 y quiero a quiero calentó mi piel.
 Desabrochó mi soledad por dentro,
 de un solo quiero y de una sola vez.”

Y en un enigmático juego, este macho la hace ser “10 hembras” pues él mismo podía ser “20 varones”:
Su boca encinta de un misterio bravo,
 diez hembras hondas me empujó a crecer.
 Porque en mi pelo y en mi silencio bravos,
 veinte varones el sabia ser.”

En la BALADA PARA MI MUERTE[vi], -uno de mis preferidos, que tiene ecos del “CHAU, NO VA MÁS” de Homero Expósito[vii]-, el día de su muerte el poeta se pondrá de abrigo toda el alba: “Me pondré por los hombros, de abrigo,/ todo el alba” y anticipa el dolor que la amada sentirá por su muerte:

“Hoy que Dios me deja soñar,
a mi olvido iré por Santa Fe,
sé que en nuestra esquina vos ya estás
toda de tristeza hasta los pies!”

En la BALADA PARA MI VIDA, el poeta se asombra de haber descubierto el amor:

“Y cuando grite para qué nací
en la vana gloria de un beso
sé que me asombré de ser yo
de estar ardiendo y de temblar
por otro ser por vos mi amor.”

Y le dice a su amada:

“Vos que nada comprendés
y que todo lo sabés
y es tu son la religión
la fiesta de vivir adorándome ...”

El más famoso poema cantado de Horacio Ferrer es la BALADA PARA UN LOCO[viii]. Existen al menos dos versiones escritas, según que el intérprete o narrador de la historia adopte un rol femenino (Amelita Baltar) o uno masculino (Roberto Goyeneche). De este dato casual podría concluirse que el poeta adopta indiferentemente los dos roles. Mi hipótesis es más bien que en ambos casos el poeta se identifica con el payaso o arlequín de le historia, pues éste a la vez es una encarnación alegórica de la poesía, o al menos de un poeta enamorado que es capaz de cambiar el mundo y construir el paraíso para que ella lo quiera “así piantao”. La balada es una alegoría del poeta pobre, que aún con los bolsillos vacíos quiere enamorar con las palabras y la imaginación:

“Las tardecitas de Buenos Aires tiene ese que sé yo, viste?
Salgo de casa por Arenales, lo de siempre en la calle y en mí,
cuando de repente, detrás de ese árbol, se aparece él,
mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte
en el viaje a Venus. Medio melón en la cabeza,
las rayas de la camisa pintadas en la piel,
dos medias suelas clavadas en los pies
y una banderita de taxi libre levantada en cada mano...”

A este poeta-arlequín lo reconoce la ciudad entera:

“Parece que solo yo lo veo, porque el pasa entre la gente
y los maniquíes le guiñan, los semáforos le dan tres luces celestes
y las naranjas del frutero de la esquina le tiran azahares...”

Y le dice:

“Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao,
no ves que va la luna rodando por Callao
y un corso de astronautas y niños con un vals
me baila alrededor...
Baila, veni, vola...”

El poeta-payaso tiene un objetivo muy claro:

“Loco, loco, loco, como un acróbata demente saltaré
sobre el abismo de tu escote hasta sentir
que enloquecí tu corazón de libertad, ya vas a ver.”

Y continúa el reconocimiento general del poético arlequín seductor:

“Nos sale a saludar la gente linda
y el loco, loco mío, qué sé yo,
provoca campanarios con su risa...”

En fin, el bardo enloquecido construye todo este mundo fantástico (“Todo humilde menos nuestra fantasía” dice en EL PISITO DE LA CALLE MELO) para que ella lo quiera. Busca “enloquecer su corazón de libertad” porque sólo una mujer muy libre podría quererlo así como está: piantao, piantao.

En la CANCIÓN DE MI ADOLESCENCIA[ix] el poeta repasa las identificaciones ideales de su juventud:

“Y ya crisálida varón, cambié la voz vivando a Francia.
Medio Tarzán, Capitán Nemo y Walter Gómez,
(...)
“De pronto supe más que el viejo, mientras él me amó callado.
Y ante un rezongo de Mamá grité: "Pa'qué me has engendrado!"
Y atropellando el sol no vi, mi Dios permita,
que Gracias era la palabra más bonita.
Y endomingándome en la ducha fui Gardel resucitado.”
(...)
“En Baudelaire y enamorao, con diez y seis refute a la ciencia!
Y entre una loca y una curda llegué a rey de la inconsciencia.
Pitando un negro negué a Dios y, muy seguro,
ya era ingeniero, igual o más, que el tío Arturo
y con el mundo en el ojal dicté la ley y mi futuro.

En CHÉ, TANGO, CHÉ el poeta se declara adorado por el Tango:
“Che, Tango, che,
brujo y fatal,
tango malandra y criminal,
che, Tango, che,
dame otra biaba y gritaré...
"que vos me adorás...",
che, Tango, che.”

En CIUDADELA[x] el poeta es seducido por la ciudad:
“Por tu aire payador,
piloteando mis zapatos,
derramé mi verso alzado
sobre tus pechos de sol
y vos me hiciste el amor
en tu hondo lecho de barro.

En el CREDO DE AMOR EN TANGO[xi], de todas las cosas que para el poeta son tango, no falta la búsqueda de la amada:

“Y es Tango un frenesí de bocinas
en el atardecer, cuando no me encontrás
y me seguís buscando, amor mío.”

En el DON QUIJOTE DE ARRABAL[xii], un trágico Quijote vive su locura y muere en la ciudad del poeta, para reencarnar en este:

“Pero Quijote / resucitó, / su locura en el alma, / canejo!, / la llevo yo.”

En su homenaje a Anibal Troilo[xiii] el poeta celebra la “raza única” del bandoneonista, y no deja de incluirse en ella:
“...Quién repite esta raza
de uno sólo, y de uno.
Pero, quién la repite
con laburos y todo?
Por un aristocracia arrabalera,...”

En EL VINO ENAMORADO[xiv], Ferrer retoma un tema de Omar Jaiam, la idea de renacer en el vino, renacimiento que es una obsesión del poeta:

He muerto, amor, y muerto me reencarné en tu vino.”

Y, otra vez, el bardo consuela a la amada que imagina llorando su muerte:

“No me llorés, no ves que voy contigo?,
varón de alcohol disuelto tras tu piel,
fiebre en tus éxtasis y mismo en tus desvelos
no llorés, que así te quiero
como nadie quiso antes.
No me llorés, bebéme!, soy tu vino
(...) “Ay, amor, / renazco en vino enamorado / y, alma mía, te emborracho / de alegría.”

Ya que mencioné la obsesión o el anhelo del poeta por renacer, recordemos el conocido poema PRELUDIO PARA EL AÑO 3001 el poeta anuncia su resurrección:

“Renaceré en Buenos Aires en otra tarde de junio
con esas ganas tremendas de querer y de vivir.”

El milagro se dará en un medio humilde y popular de perritos vagabundos, lustrabotas, payasos y brujos (“mis inmortales compinches”), que le darán ánimo en el “duro oficio de morir y renacer”. Pero no faltará la ayuda del cielo:

“y una gran voz extraterrestre me dará la fuerza antigua
y dolorosa de la fé para volver, para creer, para luchar.
Tendré un clavel de otro planeta en el ojal,
porque si nadie ha renacido, yo podré.” (...)
“y con muchachos y chicas, que no han sido y que serán,
bendeciremos la tierra, tierra nuestra y te lo juro
que a Buenos Aires de nuevo nos pondremos a fundar.”
En la milonga-canción HAY UNA NIÑA EN EL ALBA[xv], el poeta es amado por la niña que no deja de nombrarlo:

“Su voz me dice en el alma / "Seré tu mujer".
(...) Nació y ya busco su fiesta / de media mañana, / me llama al son de sus nanas / y la encontraré.
(...) Y yo ya lo sé, / que luego en puntas de pie, / escribirá / mi nombre en el pizarrón.
(...) Por el escote le sale / mi nombre otra vez.
(...) Y la busqué / la noche entera hasta el fin. / Más me llamó / atravesando las horas...

Llegado a este punto, y habiendo revisado sólo una mínima parte de la producción del poeta, decido abandonar la tarea. Es ocioso mostrar lo obvio. Tal vez todo poeta y todo artista es un narcisista, aunque yo encuentro distinto el narcicismo de Ferrer de aquel ego democrático del “Canto a mí mismo” de Whitman (“I celebrate myself- And what I asume you shall asume, for every atom belonging to me as good belongs to you...”) o del ego aporreado de Vallejo (“Me moriré en parís con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo-(...)-César Vallejo ha muerto, le pegaban/ todos sin que él les haga nada; / le daban duro con un palo y duro/ también con una soga; son testigos/ los días jueves y los huesos húmeros,/ la soledad, la lluvia, los caminos...”).

Cuando le dije al Bardo Che Rano (de la Secta del cuchillo y el coraje) que encontraba irritante el egocentrismo de un poeta que se preciaba de haberse codeado con la crema de la “aristocracia arrabalera” (Manzi, Pichuco, Piazzola, Yupanqui, Goyeneche, etc.), el bardo se limitó a decir: “El asunto es que es verdad, tiene porque presumir de lo que ha vivido...”). Así que todo esto que tengo anotado no podría ser más que la envidia o el resentimiento de alguien como uno, hombre casi sin atributos ni grandes hazañas ni grandes conocidos. Y el aplauso público al ego del poeta sería una identificación de los don-nadies con el narciso desbrochado del bardo. Que juzgue el hipócrita lector, hermano y amigo.





[i] Todos los términos –arte, poesía, subjetividad, sociedad, sensibilidad, creación, etc.- son aquí usados en su sentido más amplio.
[ii] Letra de Horacio Ferrer, música de Astor Piazzolla, compuesto en 1981
[iii] ATAHUALPA YUPANQUI, Letra de Horacio Ferrer, música de Raúl Garello, compuesto en 1987
[iv] Letra de Horacio Ferrer, música de Raúl Garello, compuesto en 1988
[v] Letra de Horacio Ferrer, música de Astor Piazzolla
[vi] Letra de Horacio Ferrer, música de Astor Piazzolla, compuesto en 1968
[vii]Ya gastamos las balas y el fusil” dice Homero Expósito, Ferrer dice: “Moriré en Buenos Aires. Será de madrugada./ Guardaré, mansamente, las cosas de vivir. / Mi pequeña poesía de adioses y de balas, / mi tabaco, mi tango, mi puñado de splin.
[viii] Letra de Horacio Ferrer, música de Astor Piazzolla, compuesto en 1969
[ix] Letra de Horacio Ferrer, música de Osvaldo Tarantino, compuesto en 1977.
[x] Letra de Horacio Ferrer, música de Jairo, compuesto en 1976.
[xi] Letra de Horacio Ferrer, música de Osvaldo Tarantino, compuesto en 1979
[xii] Letra de Horacio Ferrer, música de Alfredo Sadi, compuesto en 1976
[xiii] EL GORDO TRISTE, letra de Horacio Ferrer, música de Astor Piazzolla
[xiv] Letra de Horacio Ferrer, música de Héctor Stamponi, compuesto en 1980
[xv] Letra de Horacio Ferrer, música de Astor Piazzolla, escrita en París, el 20 de mayo de 1981 y dedicada a Nyda Cuniberti.

3 comentarios:

  1. Tiene razón Pedro Posada en su mirada general de Ferrer. Parecería que él se tomaba el tango como así mismo. La misma Academia Nacional del Tango era su trono. Pero también hay que abonarle su Libro Diccionario del Tango, su obra sobre Troilo y la capacidad para las relaciones publicitarias con los personajes del tango. Hombre complejo y poeta cóncavo y convexo.

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  2. Este aspecto del artista como egocéntrico esta muy bine tratado, Felicitaciones señor Pedro Posada

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  3. Un buen análisis del profe, y el poeta hasta en su forma de vestir quería ser visto diferente a los demás, su firma por ejemplo también era cosa de locos; en todo quería ser protagonista.

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