Homenaje a Irma Ocampo 1
Victor Bustamante
Irma ha transitado por los terrenos del tango como la gran
dama. Ella no canta tangos, pero posee la sensibilidad para agenciarse lo que los
tangueros denominan una mujer no de armas tomar sino de tango en su sentido estricto.
Habría que verla en las reuniones de la Asociación Gardeliana tan diligente,
tan pendiente de que cada evento trascurra sin la necesidad de algo que lo
opaque. No, esto no ocurrirá por una razón que conocemos, ahí está Irma ávida
de servir a quien se lo solicita. Así es ella, amable, con un temperamento tan
cordial, como pocas mujeres, donde la sensibilidad y el concepto de lo agradable
resuman de una manera que desborda el hecho de que una persona, como ella se
entregue de una manera tan presente sin esperar nada en recompensa.
Por eso, debido a su desinterés en lo particular, Irma es
una persona que es tan querida por todos, tan admirada, tan tenida presente. Única
entre los hombres de tango, tanto los melómanos consuetudinarios, tanto los melancólicos
asilados en un rincón, tanto los que llegan con aspaviento, tienen algo en común con ella: la admiramos.
Su buen humor. No lo puedo olvidar, resplandece cuando llega
a las reuniones, y así ella es el punto de contacto entre tantos hombres de
tango, entre las damas que llegan acompañadas, absortas en ese momento donde el
fervor por esta música, atrae sus presencias y junta un puñado de personas.
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