Gloria Lucía Vásquez |
Bares de ciudad
Gloria Lucía Vásquez
Tiempos raros llegaron a cambiar la
vida, el nuevo acomodo o reinventarse que es la palabra de moda y en mi
pensamiento, la añoranza de mis bares abre chispazos de duda sobre qué pasará
con ellos ahora.
Imposible no hacer un viaje al pasado;
los sábados de encuentro en “Homero Manzi”, bar sede de la “Asociación
Gardeliana de Colombia”, cuando las charlas académicas estaban a cargo de los
tangueros de verdad, los untados de mugre de tango y arrabal, mejor dicho, del
Guayaquil y sus anécdotas en mí oídas por boca de mis hermanos mayores, porque
mujer que frecuentara bares de Guayaquil en aquellos tiempos era mirada como
dama alegre; bueno afortunadamente eso cambió hasta llegar el tiempo en que el
bar de tangos fuera para ambos géneros y ahí definitivamente me sentí cómoda,
cómoda con el tango, la literatura, la filosofía y el vino.
Y como no traer el maestro Enrique
Santos Discépolo en su tango “Cafetín de Buenos Aires”:
¿Cómo olvidarte en esta queja,
Cafetín de Buenos Aires,
si sos lo único en la vida
que se pareció a mi vieja?
en tu mezcla milagrosa
de sabihondos y suicidas,
yo aprendí filosofía, dados, timba...
y la poesía cruel
¡de no penar más en mí!
Si, llegar al bar después de la
tertulia en Laureles cuando el ambiente estaba en la mitad de la curda, era
fantástico; se encontraba a casi todos los amigos que compartíamos los mismos
gustos, el abrazo, la sonrisa ancha de pasar la media noche en compañía de
ellos.
Extraño los bares por todo eso,
extraño “Adiós muchachos”, “El Alaska”, “La Calesita”, “Tres ranchos”, “Isla de
Capri” y la esquina “Homero Manzi”, además sus increíbles anfitriones todos
duchos en la materia.
No sé qué vendrá mañana, pero me niego a creer
que estos sitios de encuentro con el tango donde en una mesa se dijeron tantas
cosas, se lloró y amó, la política y la religión a veces fueron vetadas para
suavizar el ambiente, cantábamos y reíamos, se formó una cultura tanguera y
sigue Discépolo:
Me diste en oro un puñado de amigos,
que son los mismos que alientan mis
horas,
José el de la quimera...
Marcial, que aún cree y espera
Y el flaco Abel, que se nos fue,
pero aún nos guía...
A ese verso le tengo cada amigo,
puesto con esmero y que mi corazón recuerda con nostalgia. ¿se irán mis bares
de tango definitivamente?, ¿Quedará el tango en la sala de un amigo
coleccionista que nos congregue en su casa?
¿Cómo olvidarte en esta queja?
ResponderEliminarCafetín de Buenos Aires
Si sos lo único en la vida
Que se pareció a mi vieja. Gloria, que buen ritmo tiene la nostalgia de tus bares.
Sin palabras nada que decir te felicito y lo demás tu lo sabes de sobra.
ResponderEliminarEspectacular tu hermosa nota ..gracia
ResponderEliminarMuchas gracias!
ResponderEliminarQue recuerdos tan gratos en las nochescon todos estos amigos tangueros y los que ya no estan.pero seguiran en nuestros corazones.gracias por esa evocación con la nostalgia del ayer.
ResponderEliminarNostalgia total... muy buena nota ! Gracias!
ResponderEliminarEl Tango en el bar amenaza olvido, indiferencia; las nuevas costumbres conducen a otros sitios con ritmos diferentes. La tarea es de esfuerzo mayor: inculcar el Tango como una forma de vida para el futuro
ResponderEliminar¿De dónde llega este poema? Alguien podría añadir que procede de extraños lugares. Pero sé que esos lugares, son los bares, cafés y cantinas donde hemos estado tanto nosotros como el tiempo, en nuestro tiempo. De ahí que al leerlo surgen los fragmentos de un todo al que no sabria darle otro nombre por miedo al colapso de aquellos que llaman nostalgia.
ResponderEliminarUna historia de ciudad tanguera que al igual que muchos amigos de noches de bohemia se han perdido.
ResponderEliminar