Jaime Osorio. (Babel, 2020) |
Jaime Osorio / Tanguero de ley
Victor
Bustamante
Tarde de tango, en
Naranjo en flor, durante una visita a Jaime Osorio. En su casa la atmósfera respira
tango, desde la sorpresa de su colección donde, en su magisterio, nos da a
conocer al Caballero relámpago, hasta ahora un desconocido en ese universo que
es saber cómo la música de Buenos Aires depara continuas sorpresas. Hoy cumplo,
por fin, con una cita esperada para dialogar sobre la escritura de sus libros,
sobre sus indagaciones y sus inicios en este campo, así como en preguntar sobre
su tertulia, Tangueros de ley, que cada mes se reúne con sus abonados para
disfrutar y analizar diversas temáticas tangueras, actividad que conduce a la ilustración
y a compartir el gusto y audición de esta música.
Sí, decía que en su
refugio el tango está presente, y lo preciso con más detalle, ya que los
afiches de Don juan y El Entrerriano, junto a las banderas de Finlandia y
Argentina demarcan y definen una actitud, y esa actitud es una sincera norma de
vida alrededor de la música que dicta y lo atrapa en sus conferencias. Y más
aún acentúa su cercanía y sus motivos no del lobo como Tanguero de ley que es su
actitud favorita al estar acompañado por Gardel en una fotografía firmada por
el cantor antes de viajar a Medellín, regalada por su gran amigo y escritor
Jaime Jaramillo Panesso. También posee una muestra de discos que lo definen
como un coleccionista en ciernes.
No fue posible
conversar sobre sus estudios de medicina y su acercamiento total a la
fotografía. Él tenía razón, ese encuentro hubiera sido muy largo. Nos
concentramos en el tango. Sí, solo en el tango pidió él. Y como el entrevistado
es quien manda, no quedó otra opción que no disentir, sino, por el contrario,
aprovechar este encuentro para centralizarnos en lo especifico de la visita a
sus dominios.
A medida que la
conversación trascurre aparece unos de los hitos posibles para una
investigación, la relación entre Matufia
de Villoldo y Cambalache de
Discépolo. Uno de esos secretos a sotto
voce que, a lo mejor, él analizará con mucho tino para comprobar que no
solo es una referencia sino una copia con algunas variaciones. Sorpresa total,
que Discépolo nunca aclaró.
Jaime Osorio, en su
labor como fotógrafo, ha publicado junto a Jaime Jaramillo Panesso un libro de
tango: Medellín, pasión tanguera,
donde Jaime Jaramillo reflexiona sobre el tango con esa manera tan particular con
que él ha dotado sus deliberaciones y su cercanía con el tango, a través de preocuparse
por algunos cantores hasta revisitar lugares, sitios que se convierten en punto
de encuentro. También analiza la significación de algunas letras que son parte
fundamental para entender la riqueza de esta música. Jaime Osorio ha participado
no solo con sus fotografías, sino con textos sobre Horacio Ferrer y Alberto
Podestá. También en el libro hay un texto del propio Horacio Ferrer y otro de
Irene Nieto.
En, El tango en Medellín, Jaime busca responder
las preguntas sobre cómo se instala esta música desde sus comienzos hasta
fortalecer su presencia, la evolución en sus gustos, su presente, y refiere,
como testigos de primera mano, a aquellas personas que lo han mantenido a
flote, así como la llegada de aquellos músicos y cantantes en ese relato larga
e intensamente construido que denota la afición por el tango, que se ha
convertido en reflexión y en una parte de la música de Medellín. Texto escrito
para muchos, en su diversidad, para aglutinar una historia, un devenir y un estado
actual, pensado y recopilado a través de esos diversos actores que vivieron y
cuentan la experiencia de ese legado, tan móvil, de bares y cantinas, de tangos
y milongas, de trasiegos y calles, de valses y licor. En síntesis, este texto recopila
una de las facetas de Medellín. Texto escrito, pensado por él dedicado a ese tema
que abarca y abraza el tango en su dimensión.
Lo ha realizado bajo
otra perspectiva, darle cuerpo a ese tema que ha estado en diversas personas,
testigos de primer orden que, al aglutinarlos y escribir y describirlos es saber
que ahí reside el poder de tenerlos como memoria en su escritura y en las voces
de quienes lo vivieron, pero él también vivió el ambiente de tango y lo ha
vivido. De ahí que no haya ninguna lejanía, ni ningún falso acorde ya que Jaime
sabe qué es lo que ha querido escribir, esa memoria.
Se colige que una de
sus preocupaciones es descifrar esos lazos que unen la diversidad de personas
que han apostado por mantener ese vínculo, junto a la manera como ha sido
aceptada hasta llegar a convertirse en un tema citadino. Además de mantener el
aporte del ser argentino en esa interacción con su llegada, beneplácito y
vivencias en esta ciudad que ha adoptado el tango como su música más cercana.
Su labor es meritoria.
En efecto, lo que observamos, en su par de textos, es que enseña lo que se ha gestado y que merodea en muchas voces y
textos hasta configurar una historia donde se encuentran dos culturas tan disímiles,
que permiten a través de esta indagación saber cómo devuelve otra de las definiciones
e imágenes, de cómo la hemos aceptado en esa pluralidad de dos culturas con conceptos
tan diferentes de la música, pero que ese movimiento continuo en el tiempo las
junta para mantener ese dilatado saber y aceptación del tango en su continuo viajar desde su centro
a la periferia, para expresar lo que otras músicas apenas nombran.
Hay una historia que
solo él debe escribir, la amistad de Chepe Rúa, del Gordo Aníbal y Hernán Caro.
Los tres amigos, que apostaron por la cordialidad, por ser cantantes y aficionados
y propulsores puros de tango con sus ficciones en sus viajes a Buenos Aires,
sus programas de radio, su sede en el Patio del tango y su afición a querer ser
cantores.
Es innegable que
Jaime tiene estilo, hay que admirar su disposición y su lenguaje, su
experiencia, su tesón, y su perspectiva para custodiar y preservar su gusto
refinado por el tango a través de su escritura y de su grupo. Admiramos sus
libros que son un par de documentos. Qué lector de tango no sería capaz de
experimentar no solo ese conocimiento sino esa historia que nos entrega, ahora inscrita,
definida y ubicada en la memoria que nos anticipa y precede con ese vínculo tan
lleno de esa magia que da la poesía, junto al convencimiento de sus temas, de sus
letras y la expresión musical misma del tango, que nos remite y expresa, antes dar la vuelta
en una esquina, que es como pasar las páginas de sus libros, así como cuando caminamos
por las calles y bares de tango de Medellín.
El tango, canto urbano por señoría, más propio para ser cantado por, voces masculinas al ser siempre la queja de un hombre que añora a una mina, es "un pensamiento triste que se baila" como lo concretó tan acertadamente uno de sus fenomenales autores, Enrique Santos Discépolo. Felicitaciones desde BAires para el investigador Jaime Osorio.
ResponderEliminarNo sé, pero si les digo el alcoholcito es uno de los motivos fundamentales en el Tango. Salvo desigualdades, es siempre un caso de amor con el abandono o la traición que son excusas para tomar. Generalmente el hombre es el que bebe, pocas veces una mujer. Somos lloronas. Se bebe para olvidar, para ahogar una rabia, un dolor: “¡Mozo! Traiga otra copa. ¿Saben quién lo dice?
ResponderEliminarExitos mi pofe.
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