miércoles, 30 de noviembre de 2022

Jaime Rico Salazar en Medellín



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PEQUEÑA NOTA SOBRE UN GRAN INVESTIGADOR MUSICAL

Carlos Alfonso Rodríguez

JAIME RICO SALAZAR, nació en Anserma, Caldas, el 15 de junio de 1937, es un investigador musical de larga trayectoria, autor de La vida y las canciones de Carlos Gardel, publicado en 1985 con ocasión de los cincuenta años del fallecimiento del morocho del abasto (1935-1985), en donde esclarece que Gardel nació en Toulouse, Francia. Pocas veces ocurre que un investigador musical, autor y escritor especializado sea a la vez un industrial, promotor, editor y publicista de grandes capacidades, ésta polifacética vocación lo ha llevado a recorrer varios países para conseguir la fecha precisa, el dato exacto, el detalle oculto y el registro de bautizo del personaje que por años investigó. De esta manera ha llegado varias veces a Nueva York, a Ciudad de México, a Puerto Rico, a Ecuador y a otros países más. Actualmente se encuentra residiendo en Costa Rica, en donde es ampliamente conocido.

             La obra creativa de Jaime Rico Salazar, suma más de treinta y seis libros que tienen varias reediciones, entre ellas: Dr. Alfonso Ortiz Tirado, el cantor de América; Francisco Paredes Herrera, el rey de los pasillos; La vida de Rafael Hernández; Pedro Morales Pino y la lira colombiana; La vida artística de Alejandro Wills; José A. Morales, su vida y sus canciones; La vida artística de José Añez; Carlos Vieco O.; Cien años de boleros, que es considerada como una biblia de la canción popular en Latinoamérica, porque trae cientos de micro biografías y cerca de mil letras de boleros. Menciono solo algunos de estos títulos para sintetizar de manera fugaz su vasta y valiosa producción creativa.             

            Sucede que en el mes de octubre del presente año se conoció la presencia de tan sobresaliente leyenda en la ciudad de Medellín, pues estuvo participando en un encuentro de coleccionistas en Envigado, también estuvo con los amigos de la Tertulia musical de Medellín encabezado por José Aicardo González, después en el salón Málaga, luego en el Homero Manzi, La casa gardeliana, El patio del tango, El café Alaska, El café Manrique, El refugio de Leo; es decir en varios lugares de la ciudad de la eterna primavera hasta el instante en que solicitó dialogar con una nueva generación de investigadores musicales para entregarle la antorcha que él abanderó por muchas décadas, acto al cual nos programamos de inmediato para conocer al legítimo heredero de Hernán Restrepo Duque, del que se confesó admirador, amigo y seguidor. Al encuentro se sumó de manera presta y solícita el notable narrador Víctor Bustamante, quien con cámara en ristre dejó evidencia del inusitado encuentro en el Astor primero, y luego en El Versalles, en donde Jaime Rico Salazar se regodeó como un pez en el agua contando que fue precisamente en El Versalles de la calle Junín, en donde nació la idea de la carátula con fondo amarillo del voluminoso libro Cien años de boleros, obra que tiene más de siete ediciones.

            Este genio y talento creativo cuenta además que fue en la adolescencia cuando vivía en Anserma, Caldas, que empezó a transcribir algunos boleros en un cuaderno colegial, entonces fue descubierto por su padre en esa solitaria labor que al encontrarlo tan concentrado le dijo ipso facto: “Oiga, jovencito usted cree que se va a ganar la vida transcribiendo boleros”. Talvez el padre de Jaime Rico Salazar, jamás pudo ver que su primogénito se ganó la vida transcribiendo boleros, pero fue el testigo inicial del amoroso encuentro de su hijo con la canción popular, actividad que lo ha llevado a ser conocido en toda Latinoamérica y el mundo. Eran tiempos en que la radio se había convertido en la fuente principal de información, y de alguna manera el universo giraba en torno a este fabuloso medio de fantasía e imaginación que revolucionó las regiones, naciones y países. Jaime Rico Salazar recuerda que su familia escuchaba la misma música en ese tiempo, que sus padres y él tenían casi los mismos gustos musicales, que juntos escuchaban varios programas radiales. Eran por supuesto otros tiempos cuando había más diálogo y comunicación familiar. Además, por esa época aparecieron los radioaficionados en América latina que permitía que la música de otros países llegara a través del fascinante mundo de la radio y con ello el registro musical se ampliara bastante entre los oyentes. Pero fue escuchando el bolero “Hablemos de los dos” del cubano José Carbó Menéndez, cantado e interpretado por el mexicano Alfonso Ortiz Tirado que sintió uno de los más altos estremecimientos por ese género musical que alborotó las más profundas pasiones de los seres humanos y de la época, un género musical que transformó la vida íntima y cotidiana, porque las parejas podían juntarse más, apretarse más y amarse más en medio de cantos y susurros hasta el amanecer. 

       Este año también estuvo en Anserma, y en varias ciudades de Colombia, como en otros tiempos pasados, ejerciendo esa noble misión de mensajero del arte y de la canción popular. La noche del 27 de octubre nos despedimos en la calle Junín con Maracaibo, el 29 de octubre partió hacia Costa Rica, en donde se encuentra preparando e investigando alguna otra leyenda musical que se encuentra viva en su memoria. Durante el extenso diálogo que sostuvimos y que empezó desde las tres de la tarde, el maestro rindió testimonio de todo su gran saber acumulado en el paso del tiempo, entonces habló de Alfonso Ortiz Tirado, de Víctor Hugo Ayala, de Carlos Julio Ramírez, de José Mojica, de Juan Arvizu, de Jesús Vásquez, de Álvaro Dalmar, de Rubén Márquez, de Lucho Barrios, de Lucho Gatica, de Olimpo Cárdenas, de Julio Jaramillo, de Carlos Gardel y otras inolvidables figuras de la canción popular latinoamericana.

 


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