jueves, 14 de junio de 2007

Horacio Arbeláez


1. LaVioleta.
2. El último canto de Piscis
3. Orquesta Tango
4. La Monalisa de Gardel
5. Cuarteto Tango
6. Compadrito Tango
7. Abrazo y Tango

El último canto de Piscis
Horacio Arbeláez

"No ves que vengo de un país
que está de olvido y algo gris
sobre el alcohol".

De la «Ultima Curda» de Cátulo Castillo.

Elegantemente al tango
lo encontré una noche.
Venía vestido de dandy sibarita.
Dolor de Osear Wilde; Modelo de Pierrot enamorado.
Guayaquil en su furor de muerte.
Alegría de Arlequín encandilado,
por sus luces: lujuria, garganta abierta,
sonidos de campana rota
y el canto de Gardel.
Noches Largas,
con finales de luna trasnochada.
Sol muriendo con el día,
música ebria,
largo el camino
sobre el pavimento gris...
candente... cemento duro
corazón enardecido.
....................................
Los paisajes del tango

Víctor Bustamante

Hay tanta fuerza en estas pinturas, otorgada no solo por la dura pincelada de Horacio Arbeláez, sino por el ámbito que en ellas se vive. Cada uno de estos paisajes enseña quien conoce este mundo. En primer plano, vemos, ya sea los bailadores de tango, ya sea la orquesta, y al fondo, el azul que les sirve de marco para que ellos emerjan de esa noche en que se vive esta bohemia por las letras, grandes letras, tristes, de los tangos. También hay una luz cenital que los subyuga a ellos y a nosotros, cuando vemos a los personajes envueltos en su vida, esa breve, e intensa vida, donde suena esa cara música, mejor donde se vive un tango. Todos estos personajes mantienen una constante: no tienen ninguna expresión, porque los asume y se sumen en el mundo misteriosos del boato y de la melancolía, parece que en su extrema seriedad ellos estuvieran inmersos en algún tango misteriosos y supuesto en la vida misma de ellos, con la que se identifican y la sienten, lo demás no les interesa, no en vano cada una de estas composiciones es un trozo de vida escrito.
Así los músicos de la orquesta se encuentran inmersos en sus instrumentos, el magnetismo de lo que elaboran al exprimir ya sea las teclas del piano, los botones del bandoneón o las cuerdas de acero de la frágil guitarra. Sí, a ellos solo les interesa lo que expresan de otra manera. Si miramos la mujer que fuma en “El último canto de Piscis” haciéndose la difícil, en lo fácil, en su indiferencia, como forma de seducción, mientras el guitarrista le dona una serenata sólo para ella, pero que ella no quiere escuchar porque la expresión de sus ojos, que son las sombras que la pintan están tejiendo una manera de esquilmarlo. Sabemos que la vida intensa que vive la define el cigarrillo que aspira y el tango que escucha En “Compadrito Tango”, el parejo se sume bajo el ala de su sombrero en un ademán tan típico y sugestivo que ya hemos visto en algún lugar, mientras la mujer con flores rojas en su frente se prepara con su acedía para el ataque final.
Aquí en esta serie de paisajes, está no sólo la poesía del color, otorgada por el Arbeláez, sino el ámbito cerrado de una forma de vida, que el pintor nos devuelve.

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