Domingo Acevedo y Luisa Fernanda Carmona
domingo, 6 de noviembre de 2016
jueves, 27 de octubre de 2016
Homenaje a Raúl Garello /Jaime Jaramillo P. / Marco Blandón / Marcelo Tommasi
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Homenaje a Raúl Garello
/Jaime
Jaramillo P. / Marco Blandón / Marcelo Tommasi
Víctor Bustamante
Tarde de tango en el Homero Manzi
con una presentación del doctor Jaime Jaramillo Panesso, quien acompañado por
sus reflexiones y la música de Garello nos adentra en su peculiar mundo
musical. Luego el bandoneonista Marco Blandón en un mea culpa, nos relata sus encuentro
con el maestro Garello, y nos da una catedra de música con el maestro argentino,
de su seriedad, así como sus técnicas de composición, donde nos demuestra su
arte como uno de sus alumnos aventajados. Marcelo Tommasi, además, nos sorprende con una
narración acerca de su cercanía con Garello, con sus inicios en su afán musical
y nos revela el corazón grande del bandoneonista argentino que tanto influyó en
su formación, así como en la presencia de él que aún perdura, como ejemplo de seriedad
y respeto a la música. Luego Marcelo nos deleitó con su voz, son sus finas maneras
de cantor, a empañado por Marco Blandón que comienza a soltarse y a ejecutar el
bandoneón con una técnica que son los años lo volverán un músico de postín.
El baile no podía faltar con la
presencia de Domingo Acevedo y Luisa Fernanda CArmona.
Definitivamente la Asociación Gardeliana
mantiene el pulso del tango en la ciudad. Y en el Homero Manzi notamos como el sábado
se vuelve allí amistad y puro tango.
Para Gloria, directora de la Asociación,
para Ruth y la siempre inteligente María Inés mis felicitaciones
jueves, 6 de octubre de 2016
TANGO Y NOSTALGIA / Raúl Mejía
Junín, 1933, Medellín
TANGO Y NOSTALGIA
Raúl Mejía
Raúl Mejía
“¿Quién vivió?
¿Quién vivió en estas casas de ayer?
Viejas casas que el tiempo bronceó
Patios viejos, color de humedad,
Con leyendas de noches de amor...
Platinados de luna los vi
Y brillantes con oro de sol...
Y hoy, sumisos, los veo esperar
La sentencia que marca el avión...
Y allá van, sin rencor,
Como va al matadero la res
Sin que nadie le diga un adiós.”
Lo que para afectos y dilectos del tango no son ni serán rompecabezas sus reencuentros con apersonadas melodías, si pudieran ser para quien “el Tango” y músicas afines, le habitaron a intervalos, durante años, particularmente en infancia y adolescencia. Múltiples imágenes, mañanas dominicales y bulliciosas noches al sonido de voces y rostros enmarcados en el fenómeno del Tango: emisoras “am”, periódicos y especiales de televisión al aproximarse eventos y evocaciones del trágico accidente aquel, de visitas de antaño y de vasta literatura que se ha cernido alrededor de esta música del sur del continente. Inevitable no tomarle aprecio a viejos sones y voces hermosas, cantándole - ¡cómo no! – a reticentes nostalgias, melancolías y azares revestidos de variopintas tragedias, sinsabores y épicas clandestinas de malevos y poetas bohemios hasta más allá del delirio.
Es 1975, el conocido animador de televisión Fernando González “Pacheco”, presenta su serie de entregas sobre los cuarenta años de la muerte de Carlos Gardel. Se ven en blanco y negro y, para el caso, en concordancia con aquel viejo documental grabado al instante de su funeral en Buenos Aires. Tanto el blanco y el gris (suave matiz del negro) de sendos programas, profundizan en aquello ocurrido, azaroso pandemónium del Tango y su instante, tal vez, más trágico. Pero “Gardel” es más que ícono de esta música, es cultura, literatura, lirismo y trascendencia en la mayoría de niveles u opciones que estos permitan. Es equivalente –algo herético- del Mesías o profeta proverbial para millones de escuchantes y fanáticos a profusas y feroces melodías de arrabal (y otros vocablos).
Medellín, en aquel año -1935-, sólo poseía su antiguo aeropuerto “Olaya Herrera”, sigue funcionando, pero ha perdido, connotativamente, esa categoría de único. Donde no dejará de ser, será como referente al pavoroso accidente entre dos avionetas, henchidas de combustibles y terror. Curiosidades del azar, del devenir, que una modesta ciudad se catapultara como destino mundial del Tango, no deja de matizar truculentos actos de la ironía, pero fue así y desde entonces, es punto geográfico para amantes de este género musical. Y el adolescente observaba pormenores sobre la muerte de semejante ídolo y, a su modo, aseguraba detalles valiosos con respecto al universo del Tango.
“Se van, se van...
Las casas viejas queridas.
Demás están...
Han terminado sus vidas.
Llegó el motor y su roncar
Ordena y hay que salir,
El tiempo cruel con su buril
Carcome y hay que morir.
Se van, se van
Llevando a cuestas su cruz,
Como las sombras se alejan
Y esfuman ante la luz.”
No hay duda de lo importante que es la Música, escenas, intersticios y todo el acontecer de nuestras fantasías e inseparables fantasmas sensibles, románticos, taciturnos, etc. Es la madre que sabe, canta y se enajena con temas de antaño, acordes y letras de enigmática tristeza: quedan en la piel, en el recuerdo. Y luego el padre, atmósferas secundadas de licor, pesadez, ruido y náufragos citadinos, refugiándose en bares y cantinas. “Te apuesto sobre quien canta este tema, su compositor y el año de lanzamiento” …Escucho al padre, reír acerca de su pasmosa seguridad y, por supuesto, cantarla, evidenciando éxtasis y evocaciones intensas, contundentes. Tangos y cantantes, estribillos y sones, agudezas y estertores: quienes las saben de memoria imitan al máximo de sus capacidades, esos intensos minutos musicales.
“El amor,
el amor coronado de luz,
esos patios también conoció.
Sus paredes guardaron la fe
y el secreto sagrado de dos.
Las caricias vivieron aquí...
Los suspiros cantaron pasión.. .
¿Dónde fueron los besos de ayer?
¿Dónde están las palabras de amor?
¿Dónde están ella y él?
Como todo pasaron, igual que estas casas
que no han de volver…”
Desde entonces, alternando añoranzas y retos de la memoria, he sabido convivir con algunos temas icónicos, honesta y pasmosamente lejos de fanatismos o erudiciones irrelevantes. Interesa poco afirmar sobre qué tipos de música he ido adoptando como esenciales. Es individual cada sumisión en placeres, urgencias y demandas del deseo desde y hacia nosotros. Sin embargo y para quienes sí somos “adictos a la nostalgia”, vivencias y experiencias con tangos favoritos de padres, parientes y amigos, poseen ese rango, esa cualificación indiscutible de “intactos” en el tiempo, en el disfrute y en la sensibilidad.
“CASAS VIEJAS”. (1) Vaya preciosa composición. Podrían darse estimulantes reflexiones y análisis sobre cada una de sus estrofas. Tema que contiene bellos versos, tratamiento de asuntos inclusivos en filosofías, religiones y poesía: el qué pasó, qué ocurrirá y lo que se alía con la Vida y la Muerte. Un solo título entre centenares, pero cuan fascinante, qué voces y copiosa melancolía se deslíe frase a frase, compás a compás. Entiendo por qué a un sujeto tan árido y nihilista como Ciorán, le haya encantado el Tango. No sé de memoria sus líneas, apreso, aprehendo dos, tres de allí, otras del final y construyo mi propia versión: gajes del deleite a solas. Pero me encanta y me es puente, portal veloz hacia el recuerdo de aquellas infancia y adolescencia, habitando en la eterna Medellín de Tangos y sus consecuentes parafernalias melódicas y anecdóticas.
(1) En versión de Charlo y Ada Falcon
Raúl Mejía, 18/IX/16
sábado, 24 de septiembre de 2016
JAIME JARAMILLO SUÁREZ, COLECCIONISTA EN LA SOMBRA / ORLANDO RAMÍREZ-CASAS
. . . .
JAIME JARAMILLO SUÁREZ,
COLECCIONISTA EN LA SOMBRA
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS
(ORCASAS)
No
sé quién fue el primero que lo dijo, pero “Detrás
de todo gran hombre, siempre hay una gran mujer”; o “Cherchez la femme”, como dijo en “Los mohicanos de París” el novelista Alejandro Dumas, padre (no confundir
con Alejandro Dumas, hijo).
Hablando
una vez con don Ricardo Ostuni para la entrevista que publiqué en el blog Postigo de Orcasas, me dijo que en sus
investigaciones sobre el lugar de nacimiento de Carlos Gardel había encontrado muchas
inconsistencias en la historia oficial, y que “… A raíz de esas inconsistencias dejé de lado el trabajo que había
iniciado y me entregué durante cinco años y pico a profundizar en estas dudas. Mi
mujer Ana Edith “Bocha” Rocca, aquí a mi lado, es testigo de cuántos interrogantes
me asaltaban y cuántas dudas tenía que resolver en mi investigación porque ¿Con
quién más iba yo a comentar esas cosas sino con ella, la que me ha acompañado?”.
Tiempo después me dijo que ella había sido su acompañante en la tarea de
investigar sobre la música, y en sus viajes, y en poner orden en el desorden
que a veces se acumulaba en sus papeles.
El
Dr. Luciano Londoño López me dijo una vez que “… Si no fuera por el apoyo de Ligia Castaño Restrepo, mi esposa, yo no
podría hacer lo que hago ni ser lo que soy; o no hubiéramos estado casados por
mucho tiempo. Ella me ha acompañado en la tarea y ha adaptado sus horarios a
los míos que son poco convencionales porque desayunamos a las cinco y
almorzamos a las once de la mañana, acorde con nuestros ciclos de sueño y de
trabajo”.
Afirma
don Cristóbal Díaz Ayala sobre su amistad con Jaime Jaramillo que “…Cimentó pronto la amistad entre nosotros y
el hecho de que ambas cónyuges se hicieran buenas amigas también porque,
mujeres inteligentes, apoyaban y cooperaban
en nuestra dedicación a la música… Tenemos ambos la suerte de que
nuestras respectivas esposas, Luz Marina Gaviria la de Jaime, y Marisa Méndez
la mía; compartan, apoyen, y ayuden extraordinariamente nuestra pasión…”.
Hubo
un momento en que tenía en mi lista de contactos a tres Jaime Jaramillo, lo que
me llevó a desambiguar o señalar debidamente cuál es cuál, y quién es quién. Después
han aparecido otros homónimos. Van más de diez entre quienes están un jubilado,
un tanguero, un poeta, un historiador, un benefactor de indigentes, un
coleccionista de jazz, un escritor, un abogado, un sacerdote, un consultor de
empresas.
Se
encuentra el amigo Jaime Jaramillo Suárez en una nutrida compañía de homónimos,
con diferentes rangos en grado de reconocimiento, pero de él dice su amigo
Eduardo Ceballos Arango que “es, ante
todo, un gran amigo, melómano consumado, una persona con gran carisma y sentido
de pertenencia hacia las agrupaciones a las que pertenece…”. Orlando
Montenegro Rolón afirma que “Por encima
de todo Jaime es un ser especial, amigo leal, buen melómano y matancerólogo,
pero mejor persona, con un don de gentes que no destiñe con el tiempo sino que
se afirma…”. La Dra. Patricia Rebellón Betancur dice que “Es un hombre de bien, altruista, y digno de
ser amigo… que comparte su saber y tener
con sus congéneres… desprevenido, sencillo, jovial, amable y servicial…”. El
cubano Mario A. García Romero dice que él “Es
una persona muy importante en las investigaciones sobre la música, que se ha
dedicado a coleccionar y poner a disposición de investigadores e interesados
mucho material gráfico sobre este importante renglón cultural…”. Rosni
Portaccio Fontalvo, a su vez, afirma de Jaime que “Lo vi varias veces en los programas de televisión de Eloy M. Cepero en
Miami, de la serie de Grandes Leyendas Musicales Cubanas, a los que era
invitado para que compartiera sus conocimientos con la audiencia… Cuando lo
conocí personalmente encontré en él a un gran amigo…”. El cubano don
Cristóbal Díaz-Ayala, por su parte, testimonia que “Sin ir más lejos, Jaime Jaramillo Suárez es muy modesto, pero lo que
sabe de música puertorriqueña entre otras cosas ya lo quisiera saber yo. Tiene,
además, una paciencia que yo no tengo para internarse en los archivos aduanales
de los Estados Unidos para ayudar a descubrir detalles sobre el movimiento
migratorio de boricuas y de cubanos hacia y desde los Estados Unidos… Siempre
amable y risueño, con una memoria prodigiosa y un conocimiento extraordinario
de la música colombiana, cubana, puertorriqueña, y en general latinoamericana…
Servicial y siempre dispuesto a compartir lo que sabe con cualquiera que lo
necesite… Ese es Jaime Jaramillo Suárez…”. Y a su vez el puertorriqueño
José Arsenio Ramos Rodríguez, “Joseán
Ramos”, biógrafo de Daniel Santos, dice que:
“Como escritor e investigador musical y,
sobre todo, porque en los pasados quince meses he tenido en Jaime mi mentor y
consejero en todo lo relativo a la nueva edición de "Vengo a decirle adiós
a los muchachos", mi libro sobre Daniel Santos; en ese tiempo no creo que
haya pasado una semana sin que nos hayamos comunicado por teléfono o Internet
para aclarar alguna duda y compartir sus vastas referencias musicales. Por tal
motivo le dediqué la crónica "Recuerdos, memorias y otras nostalgias de
Daniel Santos" incluida en la edición conmemorativa de su centenario. Como
coleccionista de música popular, con especialidad en videos y en investigación
forense y arqueológica, Jaime representa lo mejor de esa logia de melómanos que
se dedican a conseguir, preservar, y difundir nuestros más altos valores
musicales, en aras de nutrir a los que escribimos sobre el tema, y a otros
artistas, por múltiples vías. Ir de la mano suya en estos menesteres ha sido
fundamental porque Jaime es un investigador muy severo en su búsqueda, que
fundamenta sus innumerables anécdotas y datos con la más fidedigna documentación
de fuentes primarias. A lo largo de su vida Jaime ha frecuentado círculos
musicales que lo han acercado a algunos protagonistas de nuestro pentagrama
musical continental, lo que le ha permitido compartir y entrevistar a muchos de
ellos. Igualmente ha establecido tertulias entre coleccionistas de música
popular, como es el caso del grupo de músicos y melómanos que todavía se reúnen
en un café cerca de la Catedral de la Música y de Viera Discos de Rafael Viera Figueroa,
en la Parada 15 de Santurce, Puerto Rico. Aparte de sus vastos conocimientos
musicales lo que más caracteriza a Jaime es su generosidad al compartir lo que
le ha tomado tiempo, dinero, y esfuerzo, conseguir; con la plena conciencia de
que esa es la finalidad de todo autentico coleccionista. Para rematar, Jaime
cuenta con un ser muy especial a su lado, su esposa Luz Marina Gaviria, cuyo
entusiasmo y colaboración le han permitido crear el ambiente propicio para tan
importante quehacer histórico y musical…”.
“Doña Luz Marina: ¿Cómo ha sido para usted
compartir la vida con Jaime?”, le preguntamos. Su cara se iluminó. “Jaime es un ser muy especial. Estando yo en
Cali llegó él también de visita donde sus primas. Venía devastado por los
desengaños y despechos de una desilusión amorosa de esas que por estos lados
denominamos `una traga maluca´. Traía él la resaca o cruda regada por todo el
cuerpo y como que le quería partir el corazón. Me conmovió su don de gentes, su
nobleza, su sencillez, y hubo algo en él que me llegó al alma. –Un hombre así,
me dije, es un hombre leal y recto. Es incapaz de hacerle mal a nadie–. Tomé la
decisión de ser su paño de lágrimas”. Él asiente, y agrega que vio en ella
a la mujer de su vida, y que “vi de
inmediato que mi destino no estaba en los Estados Unidos sino al lado de ella.
Como mi trabajo estaba en New Jersey, le propuse matrimonio y me la llevé a
vivir allá. Durante más de treinta años ha sido mi pareja en la buena y en la
mala”.
Vemos,
pues, que a pesar de su bajo perfil de hombre esencialmente introvertido es un
hombre que se ha labrado a pulso una reputación de hombre de bien y leal como
persona, y un reconocimiento internacional por sus conocimientos en el mundo de
la música popular caribeña. Decían de él los fallecidos doctores Héctor Ramírez
Bedoya y Luciano Londoño López que “es el
mayor coleccionista del mundo en videos de la música popular caribeña”; y
estas piezas de su nutrida colección son las que exhibe con mayor gusto y las
que dejan con la boca abierta a los asistentes a cualquiera de los foros en que
se presenta. En algún video suyo se puede ver a Celia Cruz cuando era una
jovencita empezando su carrera artística, o a Daniel Santos cuando apenas
iniciaba la lista de sus doce matrimonios, o a la Sonora Matancera cuando los
integrantes de la primera plantilla todavía eran jóvenes. Más que curiosidades,
sus videos son verdaderos documentos que testimonian una época de la música que
se remonta a setenta, ochenta, y más años atrás. A sus pesquisas debe Joseán
Ramos la partida de bautismo física en la que se evidencia el verdadero nombre
y la verdadera fecha de nacimiento de Daniel Santos, pudiendo enriquecer con el
facsímil de ese documento el libro biográfico sobre el cantante que escribió
Joseán Ramos. Muchas fotografías incluidas por él en la edición conmemorativa
del centenario del natalicio de Daniel provienen también de la colección
particular de Jaime Jaramillo Suárez. Particular es un decir, “porque ustedes saben que lo mío también es
de ustedes”, según se precia de decir un hombre desprendido que no conoce
para nada el egoísmo.
Jaime
nació en Pereira, y fue el penúltimo entre diez hermanos. Tenía apenas cuatro
años cuando fue llevado a vivir a Barranquilla donde se crió y alcanzó a
graduarse como ingeniero químico para después viajar a Nueva York donde lo
habían precedido dos de sus hermanos. Allí encontró trabajo con Warner Lambert
la multinacional fabricante de los Chiclets Adams, empresa en la que hizo una
carrera pero por sus méritos académicos las autoridades norteamericanas le
validaron su título colombiano sin necesidad de homologación, permitiéndole
ejercer la profesión en ese país, lo que le permitió desempeñarse como
profesional en el área de Control de Calidad de la empresa. “Conté con el apoyo de la empresa primero, y
de mi esposa que aportó en ello mucha cuota de sacrificio”. Muchos años
tenía de estar allá cuando fue asignado para la planta de San Juan en Puerto
Rico “Donde vivimos por algunos años más”.
Habiendo llegado ya a la madurez en edad y en su desarrollo laboral, próximo a
la jubilación, se encontró con el hecho de una fusión empresarial en que se
avecinaron grandes cambios. “Pero para
ese momento nuestra hija Alba, que había cursado el bachillerato en Puerto
Rico, decidió estudiar en una universidad del estado de La Florida, y Jaime había
tomado la decisión de trabajar menos, y de viajar menos, para poder dedicar más
tiempo a la familia y disfrutar de la vida de hogar. Ese es un precio que
muchos pagan por querer ganar mucho dinero y querer escalar posiciones más
altas que Jaime no quiso aceptar”, dice su esposa. Regresaron a los Estados
Unidos y vieron graduar a su hija como comunicadora y productora de
audiovisuales en Nueva York, donde reside, y al pensionarse los padres en sus
respectivas actividades resolvieron volver a Colombia y radicarse en Medellín,
“una ciudad donde hemos encontrado un
ambiente tranquilo, y el reposo para la nueva etapa que emprendíamos”.
“Es esa su vida laboral, amigo Jaime, pero
¿Cómo se dio aquello de su contacto con la música, y cómo se hizo
coleccionista?”, le preguntamos. “Bueno,
pues para eso tuve que contar también con el apoyo de mi esposa, porque sin
ella esta actividad no hubiera sido posible y se hubiera vuelto dificultosa”.
Ella agregó: “A los dos nos gusta la
música y la disfrutamos desde niños, la música es una de las cosas que nos ha
unido en la vida y yo lo acompañé cuando quería viajar a algún lugar para no
dejar escapar un video, una grabación, un documento, que después sería difícil
de conseguir si no aprovechábamos la oportunidad. Había que hacerlo. Tomé la
decisión de acompañar a Jaime a todos lados y estar en sus tertulias, en sus
reuniones, en sus viajes. Era preferible acompañarlo que dejar que cada uno
cogiera por su lado”. Para este momento pienso que fue sabia su decisión, y
necesaria en una amplia casa que puede parecer demasiado amplia para dos
personas, pero que está ocupada en muchos rincones por los discos, libros,
videos, grabaciones, documentos. “En esta
sala trabajo”, nos dice Jaime, mostrándonos su computador y “Estos son sólo algunos de los libros, y
estos son sólo algunos de los videos, y estos algunos de los discos, y estos…”.
Por todos lados los frutos de su colección de toda una vida y hay carpetas, y
fuelles, y enciclopedias, y documentos en español y en inglés que han hecho que
a él se le considere “una biblia” por
sus conocimientos musicales que “es
cierto que están en los libros que Jaime consulta a cada momento, pero también
en su cabeza que tiene una memoria prodigiosa”, dice Luz Marina mientras
han venido mostrándonos toda su casa.
Para
ese momento ya hemos llegado a la cocina, y detrás de ella se encuentra el
patio de ropas. Hay un mueble que se supone guarda ropa sucia para lavar, o
quizás ropa limpia para planchar. “Nada
de eso. Aquí guardo infinidad de fotografías que lamentablemente están en
desorden por el asunto de los trasteos. Pero, mira, éste que ves aquí es mi
amigo Tite Curet Alonso, que ya falleció. Y este es Willie Rosario cuando era
niño. Y este es Cheo Feliciano cuando estaba joven. Y esta es la madre de Maelo
Rivera. Este es Maelo”. Las fotografías han venido acumulándose “pero veo, Jaime, que no las tienes marcadas
con los respectivos nombres”. “Así es”,
asiente, “pero esos están todos aquí”,
dice señalándose la cabeza, “y aquí”,
termina señalándose el corazón.
De
su paso por la tertulia de Discos Viera le queda una placa de reconocimiento “porque ellos dicen que yo fui el que la
fundó. No es eso así, sino que como yo iba a conversar con Rafael Viera y allí
llegaban los coleccionistas y músicos y melómanos de Puerto Rico, pues terminó
siendo una tertulia reconocida y yo sólo era apenas uno de sus animadores”,
dice con mucha modestia Jaime, y contradice el contenido de la placa que es muy
diciente. Allí aparecen nombres en que sólo se lee Tite, o Cheo, o Joe, o
Cristóbal, o Ismael… y ante cada uno de ellos Jaime pronuncia un apellido
complementario que resulta ser el de alguna leyenda de la salsa o la música
caribeña “Que son mis amigos en la
música, y mis hermanos de corazón”. En su vida de retiro en Medellín
permanece activo, y va a las tertulias de la Corporación Club Sonora Matancera
de Antioquia de la que es socio y donde ha hecho presentación de sus videos, o
a la de coleccionistas del Salón Málaga donde es un colaborador frecuente y
reconocido, “…o viajamos a los festivales
de La Habana, o de Puerto Rico, o de alguna ciudad de Colombia donde nos
inviten a participar con estos materiales. O a Estados Unidos para visitar a
nuestra hija y a los muchos amigos que tenemos allá”. Allá los tienen, y no
sólo en Nueva York sino en Miami donde también vivieron.
Jaime
y Luz Marina respiran música y viven en ella. La música los ha unido de toda
una vida, y les proporciona satisfacciones en su etapa de retiro. Son ellos
coleccionistas de mucho reconocimiento en el ámbito internacional.
Un
video del encuentro con Jaime Jaramillo Suárez y su esposa Luz Marina Gaviria
de Jaramillo en su casa, en presencia de Joseán Ramos y su esposa, fue
registrado por la cámara de Víctor Bustamante Cañas y puede verse en el
siguiente enlace:
jueves, 15 de septiembre de 2016
JOSEÁN RAMOS, EL ELEGIDO DE DANIEL SANTOS / Orlando Ramírez Casas
. . . . .
JOSEÁN RAMOS, EL ELEGIDO DE DANIEL SANTOS
“Porque
muchos son los llamados,
y pocos los escogidos” (Mt. 22:14)
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS
(ORCASAS)
“Daniel
Santos, el cantante del Nobel” concedió en Bogotá al periodista Oscar
Domínguez Giraldo, y otros, “en un baño
del Coliseo Cubierto de El Campín improvisado como camerino”, una
entrevista a la que Domínguez hace referencia en artículo que publicó la
revista Semana el 28 de octubre de 2002. Dice allí que Daniel, “en tono filosófico”, confesó que para
ese momento, “…Ya había escrito sus Confesiones,
el mismo título que quince siglos atrás San Agustín el hijo de Santa Mónica dio
a su autobiografía”; y luego agrega Domínguez que “…Santos aceptó que el libro estuvo mal planteado, pero que, de todas
formas `Sólo escribí sobre cosas ásperas de mi vida, pero lo bonito de la vida
no tiene importancia. El importante es el malo, el que tiene historia”. Se
refería al libro “El Inquieto Anacobero”,
un libro que encargó escribir al venezolano Héctor Mujica y que, por su
contenido excesivamente centrado en las facetas negativas de su vida, se
arrepintió de haberlo encargado.
En este artículo se menciona el hecho de que
Daniel Santos y el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez se profesaban
mutua admiración pública que desembocó en que Santos fuera mencionado en la
novela “Relato de un náufrago”, y a
su vez el Inquieto Anacobero grabara un CD con canciones en “Homenaje del Jefe a Gabo”. Esto es
verdad sólo en parte, porque la mención de Daniel en la crónica que García
Márquez publicó en una edición del periódico El Espectador del año 1955, que se
recogió luego en un libro publicado en 1970, no son palabras de Gabo sino del
náufrago Luis Alejandro Velasco recogidas en el capítulo “La noche” de dicho libro. Contando su aventura, rememora Velasco a un
fallecido compañero que “…En Cartagena,
cuando teníamos franquicia, nos sentábamos en el puente de Manga a la madrugada,
mientras Ramón Herrera cantaba imitando a Daniel Santos y alguien lo acompañaba
con una guitarra”. Esa mención de Velasco, recogida por García Márquez, fue
suficiente para que en Daniel surgiera un interés especial por el escritor, así
la admiración que el escritor sentía por el cantante fuera real y fuera
anterior a la publicación de dicha crónica.
Cuenta Roberto Llanos Rodado en Al Día.co del
periódico El Heraldo de la capital del departamento del Atlántico, en su artículo
“Daniel Santos y las huellas que dejó en
Barranquilla”, publicado el 14 de febrero de 2016, que Daniel Santos le
propuso a Gabo que le escribiera la historia de su vida:
Llanos Rodado cita a Walter Denis, director
artístico del casino Pierino Gallo, quien como amigo de García Márquez y a
instancias del periodista Edgar “Flash”
García Ochoa, sirvió de puente en Cartagena para que en 1985 Gabo y Daniel se
conocieran personalmente:
“Según
Denis, Gabo se emocionó mucho con la propuesta del encuentro, y acordaron
reunirse a las 8 de la noche en el restaurante Costa Brava… Ambos llegaron
vestidos elegantemente de blanco, y hasta se parecían físicamente tal vez por
las canas”, dice Flash. “Yo hice la presentación y seguido pregunté: ‘¿Cuál de
los dos es el Jefe?’ García Márquez dijo: ‘El Jefe es él, pero yo soy su
maestro’. La velada fue a tragos de whisky y picada de mariscos”, recuerda
también Flash. Gabo le cantó varios temas a Daniel que este no recordaba, tal
vez por los inicios del Alzheimer que lo aniquiló finalmente… Uno de los
aspectos destacados de la charla fue cuando Daniel Santos le pidió a García
Márquez que le escribiera su biografía. "Gabito le contestó. ‘¿Tú quieres
que te haga la biografía? Anota estos teléfonos, me llamas y hablamos’. Gabo le
dio como quince teléfonos de todas las ciudades del mundo donde tenía casas. Yo
creo que el Nobel le mamó gallo, pero Daniel los apuntó todos”, manifiesta
Edgar García Ochoa. La reunión de Gabo y Daniel, se prolongó hasta el amanecer”.
Quién sabe cuántos periodistas le harían a
Daniel entrevistas en el transcurso de su vida, entre ellos José Pardo Llada,
que yo sepa; pero sólo uno vino a ser, a la final, el escogido para hacer ese
trabajo como escritor fantasma en la sombra, según se planteó la propuesta en
un principio; aunque después las cosas hubieran cambiado y éste pasó de ser una
autobiografía a ser una biografía. Tal vez a aquel otro trabajo se refiriera
Santos al hablarle a Domínguez de sus “Confesiones”,
y de que tales confesiones habían quedado mal planteadas. A la final el trabajo
de la deseada autobiografía de Daniel Santos no lo hizo García Márquez, ni lo
hizo Mujica, sino que lo hizo Joseán Ramos porque, como decían los abuelos, “al que le han de dar, le guardan; y si está
frío le calientan”, en un adagio que equivale a que “al que le conviene, a la casa le viene”.
García Márquez era admirador de Daniel Santos,
pero era más admirador de Bienvenido Granda, según le confesó al cubano Rafael
Lam en una entrevista. Tan admirador era de Granda, que por él se dejó crecer
el bigote a lo Bienvenido y lo convirtió en uno de sus rasgos característicos.
Igual hizo el presidente de la Corporación Club Sonora Matancera de Antioquia,
médico Héctor Ramírez Bedoya, cuyo bigote recordaba al verlo al del “Bigote que canta”.
Esos toques personales o rasgos característicos
“que recuerdan a” suelen darse, y
cuando vi la fotografía de Joseán Ramos, el biógrafo de Daniel Santos, pensé en
el argentino Fito Páez, y pensé en Héctor Lavoe, y pensé en Rubén Blades. Al
ver personalmente a José Arsenio “Joseán”
Ramos Rodríguez me confirmó la primera impresión visual. Es un hombre de uno
con setenta y pico de estatura, delgado, con barba mediopoblada, cabello un
poco largo, de lentes, usa sombrero, y viste camisa y pantalón en una pinta que
recuerda la de los caribeños serios. La de los serios, porque la de los
guapachosos con camisas floreadas y palmeras es otra cosa.
Joseán Ramos es el biógrafo oficial de Daniel
Santos, el albacea escogido por él para contarle al mundo su historia y su
trayectoria, y en noviembre de 2015 hizo la presentación de la cuarta edición
de su libro “Vengo a decirle adiós a los
muchachos”, un libro que fue motivo de encuentros y desencuentros entre él
y el biografiado, porque los biografiados quieren que el que escribe cuente
sólo las cosas buenas y no “las cosas
ásperas de la vida”, para emplear la expresión del mismo Daniel; los
lectores quieren que escriba sólo las cosas malas, que son precisamente esas
cosas ásperas; y su tarea consiste en tratar de conciliar ambos intereses, cosa
que en ocasiones es tarea poco menos que imposible. Hay quien dice que una
buena biografía debe tomar distancia por lo menos de cincuenta años en el
tiempo para ser objetiva. La primera edición del libro salió en vida de Daniel
Santos, y para ese momento los dos se habían reconciliado del último
distanciamiento.
“¿Dónde
naciste, Joseán?”, le preguntamos. Se acomodó un poco las gafas, y
respondió: “Yo nací en Aibonito, Puerto
Rico, en enero 21 de 1955, pero muy niño fui llevado a New York, donde me crié.
Allí vivimos en el barrio Harlem Latino, contiguo al afamado Harlem que ocupa
la población afrodescendiente. En otros tiempos la división era muy estricta,
pero poco a poco ha venido dándose la integración. Allí crecí, he hice las
escuelas primaria y secundaria. Después fui a la universidad, y tengo un grado
en Literatura, una maestría en Periodismo y un doctorado en Comunicación”.
Esta preparación profesional le permitió entrar a trabajar al diario “El Nuevo Día” de la capital
puertorriqueña donde Carlos Castañeda, un cubano que era su jefe de redacción,
le encomendó la tarea de “Oye, chico,
búscate a Daniel Santos para que le hagas una entrevista”. Tal encargo
inició una tarea de seguimiento telefónico por Cuba, México, Colombia, Ecuador,
Venezuela, hasta que finalmente lo localizó en Ocala, una pequeña aldea o
población del estado de La Florida en Estados Unidos, cerca de Miami, donde el
cantante tenía un rancho de su propiedad en el que, a la final, pasó sus
últimos días. La historia de esta entrevista está contada por el mexicano
Vicente Francisco Torres Medina en la página 107 y sucesivas de su libro “La novela bolero latinoamericana”, casi
en los mismos términos en que Joseán nos la contó. Una vez localizado el
cantante, Joseán tuvo que esperar a que cumpliera unos compromisos en Venezuela
y regresara a Ocala, donde compartieron por el término de diez días reuniendo
material para la entrevista encomendada por el periódico. Para ese momento,
Joseán ya tenía pensado que Daniel Santos no sólo daba para hacer una
entrevista sino que allí lo que había, ni más ni menos, era ¡Un libro! No se
atrevió a proponérselo, un poco intimidado por la personalidad arrolladora del
entrevistado. Cuando todo había finalizado, y se llegó el momento de la
despedida, Daniel le propuso: “Oye, chico,
¿Por qué no me escribes un libro contando la historia de mi vida?”. En ese
momento, como se dice, “cupo la sopa en
la miel, y se juntaron el hambre y la necesidad”. Joseán respiró hondo y
esbozó una amplia sonrisa: “Hombre,
Daniel, justamente eso es lo que yo estaba pensando”. En ese encuentro
Daniel no solamente le entregó una cantidad de memorabilia y documentos de
soporte, sino que insistió en pagar él la cuenta de hotel y los gastos de
estadía del periodista porque “Daniel era
un hombre generoso y desprendido”, según nos dijo Joseán.
La idea quedó flotando en el aire pero vino a
concretarse en el momento en que, estando en Puerto Rico, Daniel en 1986 daba
unas declaraciones ante micrófono y hablaba de sus próximas actividades. “Bueno, en este momento estoy preparando una
correría por Colombia con Leo Marini y Roberto Ledesma que se va a llamar Los
Tres Ases del Bolero…”. Se quedó mirando a Joseán y lo señaló diciendo: “…Y me voy a llevar este chico, que es mi secretario
de prensa”. Fue así como Joseán Ramos se enteró “en vivo y en directo” de que estaba contratado. Así era Daniel,
impulsivo, poco dado a negociaciones de común acuerdo. Finalizó el año de 1986
en los preparativos, y la correría se inició en julio de 1987 “en la ciudad de Medellín”, dice Joseán
que, “fue la primera ciudad que visitamos.
Nos hospedamos en el Hotel Nutibara y mi tarea era estar grabadora en mano con
él las veinticuatro horas, como una sombra”. No duró mucho este acuerdo en
la correría porque al llegar a Cartagena Joseán ya no sólo cuidaba de que a
Daniel no le faltara su mesa al lado del escenario con hielo y una botella de
whiskey abierta, y cigarrillos, y todo lo demás, lo que no era problema; sino
que era el pararrayos encargado de pelear con los empresarios para que sí le cumplieran
a Daniel con los requisitos exigidos en los contratos, y que el personal de
apoyo sí le suministrara sus requerimientos. “Dile a ese tal por cual que yo pedí cuatro trompetas, y no dos. Y que
yo pedí un piano y no una organeta”. Y estaba por medio el hecho de que a
Daniel los empresarios lo habían tumbado y estafado a porrillo, y que con el
temperamento de él no se iba a dejar manosear por esos tales por cuales. Joseán
recibía el chaparrón y lo suavizaba para no terminar en batallas campales con los
empresarios. “Pero eso me mamó, porque yo
no soy relacionista público y no era esa la tarea con la que me había
comprometido”.
Joseán estaba dispuesto a decirle a Santos que
él no continuaba. No fue necesario. La displicencia de Daniel y la decisión de
hacerlo alojar en un cuarto distante del suyo, fueron suficiente señal de que
ya no hacía parte del séquito. Supo, entonces, que la autobiografía daba un
giro para convertirse en biografía, y que tendría que continuar con la tarea
por su lado y por su cuenta.
“Para
ese momento yo tenía la mente puesta en otro personaje admirado, que era el Nobel
Gabriel García Márquez, y me dirigí a Aracataca en busca de material para mis
escritos”. Después de mil peripecias, logró entrevistar a Gabo en México, “en conversación que duró toda una tarde”,
y en el año 2014 Joseán publicó su libro “Así
habló Gabo”, con anécdotas sobre la relación que lo unió al Premio Nobel
que al finalizar la entrevista dijo: “No
se puede quejar, Joseán, le he dicho cosas que no le he dicho a nadie más”.
“Con el
tiempo Daniel y yo hicimos las paces y nos reencontramos en Puerto Rico donde
le entregué un ejemplar del borrador del libro biográfico que ya estaba muy
adelantado”. En él había un par de páginas con procacidades que a muchos
lectores no han gustado pero que Joseán consideraba necesarias para mostrar la
faceta ordinaria y vulgar no sólo de Daniel sino del macho latinoamericano en
general, como contraste con sus actos de generosidad y amistad que también los
tenía. “A mi modo de ver era una forma de
mostrar lo bueno y lo malo al mismo tiempo en un personaje ciclotímico que
cambiaba de estado de ánimo de un momento a otro. En ese momento yo no conocía
el concepto, pero hoy sé que sicológicamente a ese comportamiento voluble se le
denomina bipolar”. Al leer esas páginas en el borrador Daniel entró en
cólera y exigió que fueran retiradas. Joseán trató de explicar su posición,
pero se produjo un nuevo distanciamiento. “Yo
tenía esos chistes vulgares en mi grabadora, y armé un monólogo con extrapolación
de expresiones comunes al macho latino. Había allí una caricatura muy próxima a
la realidad”. El libro salió, y en su lectura encontró a un Daniel Santos
más receptivo y con un estado de ánimo más aceptable. “Me invitó nuevamente a Ocala, y allí estuvo amable y generoso pero ya
tenía síntomas un poco avanzados del mal de Alzheimer que lo aquejó en los
últimos días. Solía llamarme a cualquier hora y a cualquier lugar para hablarme
de proyectos, de compromisos artísticos, de correrías, que luego yo descubría
que sólo estaban en su imaginación”.
Para la cuarta edición de su libro Joseán tuvo
dos importantes adiciones: De una parte, su encuentro con el coleccionista
Jaime Jaramillo Suárez que le proporcionó interesante material en textos,
fotos, grabaciones, y documentos; entre los que se encuentra la copia
facsimilar de la partida de registro de nacimiento de Daniel Santos. En ella se
aprecia que Daniel Santos nunca se llamó Doroteo, y que este supuesto nombre es
una confusión de algunos periodistas con el cantante Doroteo Santiago que
también hizo parte de la plantilla artística del cuarteto de don Pedro Flores
cuando fue refundado en Nueva York. También se aprecia que la verdadera fecha
de nacimiento de Daniel es el 6 de junio de 1916, y que lo de la fecha de
febrero 6 fue un invento de un “houngan”
o una “mambo”, como le dicen los
vuduistas haitianos a sus sacerdotes según sean hombres o mujeres, quien consideró
que en la fecha de nacimiento real de Daniel los dioses no le eran propicios,
pero que cuatro meses antes sí lo eran… y los padres de Daniel que habían
consultado al augur le cambiaron la fecha. Ellos la cambiaron de boca, pero los
registros oficiales son los oficiales, y la verdadera fecha es el 6 de junio de
1916. También fue aclarado que el verdadero nombre del hijo colombiano de
Daniel Santos no es Daniel Albizu sino David Albizu Santos Pedredín.
De otra parte, Ramos entró en contacto con
Camenza Betancur, una cantante que es prima hermana de Daniel y que tenía en su
poder una importante documentación “guardada
en cajas y baúles mohosos por la humedad, que había que mirar con guantes y
pinzas”, al decir de Joseán, entre ella partituras y letras de canciones
inéditas compuestas por Daniel, y apuntes manuscritos para una proyectada
autobiografía que en algún momento él tuvo pensado escribir. En esos apuntes
están, por ejemplo, algunas opiniones que él escribió sobre sus mujeres, sobre
sus hijos, sobre su pensamiento político. A mucho material de memorabilia tuvo
acceso Joseán gracias a su encuentro con la prima de Daniel “y a que ella rescató esa documentación de la
basura donde el metalizado hombre que se casó con Ana Rivero, la viuda de
Daniel, la había tirado una vez que ella murió y él consideró que esos papeles
eran cosas sin valor”. Fue un hecho afortunado que Camenza Betancur hubiera
rescatado de la basura esos documentos y los hubiera puesto en las manos de
Joseán Ramos para su preservación.
“Veo,
Joseán”, le dijimos, “que a
principios de este año coincidiste en Puerto Rico con su hija Danilú en un
homenaje que se hizo a Daniel en el cementerio donde está enterrado. Debió ser
un encuentro muy interesante”. Joseán sonrió. “Lo fue. Fue fraternal. Manifestó ella que por mi libro y por estos
reconocimientos ella estaba conociendo a su verdadero padre que la vida
familiar no dejó trascender”. Se mostró entusiasmada con el propósito de
Joseán de hacer una casa museo destinada a recoger todo el material acerca del
cantante. “Pero hace poco me llamó para
decirme que sí pensaban hacer lo de la casa museo, pero que el material que me
había prometido no podía entregármelo porque lo iban a utilizar en ese
propósito en el que me anunció que yo no tendría cabida. Me pidió que, por el
contrario, yo le entregara todo mi material. Yo me negué. Es un material que he
venido recogiendo en treinta años de trabajo. Que me fue entregado por muchas
personas, incluido en especial el mismo Daniel. Que hace parte de un legado
como albacea espiritual de una obra para la que fui escogido por el propio
personaje. Si el objetivo es hacer un homenaje a Daniel, coincidimos en ese
objetivo, y de tal coincidencia es posible que resulte no una sino dos casas
museo de homenaje al artista. De ser así, bienvenido sea ese propósito”.
Joseán sigue con la tarea de preservar la que
por el momento es la principal obra de su vida, y en divulgarla ocupa su tiempo
y sus energías. Es un hecho que no hay persona que tenga más conocimiento ni
sea más versada en los asuntos de Daniel Santos que su compatriota Joseán
Ramos. Una tarea de tanto tiempo no se improvisa, ni se llega a ella cayendo en
paracaídas.
domingo, 4 de septiembre de 2016
sábado, 3 de septiembre de 2016
Juan José Hoyos en el Homero Manzi
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Juan José Hoyos en el Homero Manzi
Víctor Bustamante
Tarde del 20 de agosto en el Homero Manzi, la sorpresa, la
gran sorpresa, nada menos que Juan José Hoyos, da una conferencia sobre su próximo
libro en torno a Gardel en Medellín. Juan
José aborda el tema con ese deseo de
describir el detalle, las peripecias, las cercanías, los amores, y las circunstancias
en que el cantor argentino vivió y padeció en la ciudad, como si el escritor
nos quisiera decir que no solo Gardel murió en Medellín sino que vivo unos días
intensos. Para ello indagó, preguntó a algunos testigos, dudó hasta que armó lo
que debe de ser un hermoso texto, que nos sorprenderá. Ya que nos entregara un
Gardel vivo en la ciudad, celebrado de una manera diferente, su vitalidad.
La conferencia ha sido rica, prolija, cautivante. Y no es para
menos ya que Juan José ha sido no solo el gran periodista que conocemos sino un
hombre de tango, ya que en algunas crónicas respiran
la memoria de tango.
Hace días no lo saludábamos, pero desde aquí, escuchando su conferencia
le enviamos una gran saludo y nuestra admiración.
viernes, 24 de junio de 2016
lunes, 30 de mayo de 2016
Luis Fernando Macías / La presencia del tango en los relatos de La Milagrosa
Luis Fernando Macías /
Víctor Bustamante
Tenía curiosidad por escuchar a Luis Fernando
disertar sobre un tema caro a él, La Milagrosa. No en vano, en algunos de sus
relatos, él ha reivindicado ese espacio de una manera tan fuerte que es imposible
no mencionarlo para ubicar y querer caminar esas calles que él ha vivo,
frecuentado y amado, y ahora con la música hace presente en ese barrio, al que
siempre vuelve como ahora, no solos para exhorxirla de alguna manera sino para
mantenerlo vivo en ese instante tan especifico para el escritor. El a viajado
en busca de del gran León de Greiff, a escrito diarios de lectura de algunos de
sus escritores favoritos, ha hecho traducir a Shakespeare y ha buscado la
tradición de los grandes escritores antioqueños, ha escrito poemas y además fue
trovador, lo cual nunca nos ha sido posible conocerlo en el fervor de la
improvisación con una guitarra. Así es innegable que su presencia en Medellín
perdure en este campo minado de la escritura.
Lo que no podía sospechar era precisamente que “Maldito
cabaret” cantada por Pepe Aguirre y “El puñal sevillano” en la voz de Alberto
Gómez, hayan servido de destello para la epifanía de sus dos relatos. Es decir
que no eran música de fondo sino que son una presencia. Una real presencia y
por esa esa tarde en el Homero Manzi el no realizaba un experimento sino que
nos compartía su música de adolescente, de su origen, el ámbito de su barrio La
Milagrosa, cuando se comienzan a caminar las calles ya miras desde otra perspectiva.
No iba a ser la música del Club del Clan menos el rock, menos las baladas. No,
no era nada menos que esa música popular escuchada en los cafés o bares de las
esquinas de su barrio donde seguro más de una vez las escuchó, las vivió con
algunas cervezas o fuertes tragos de ron o aguardiente. Y por eso se han quedado
tatuadas y por eso aparecen en sus relatos, la música era, es necesario que esté
ahí como el testigo pasivo, pero que reactiva momentos, a los cuales él acude
de vez en cuando para decirnos que ahí vivimos algo, ahora la lectura de sus
relatos.
viernes, 27 de mayo de 2016
domingo, 10 de abril de 2016
El Viejo Rincón Bomboná # 39-25
El Viejo Rincón
Bomboná # 39-25
Víctor Bustamante
Es indudable que Gabriel
Mejía es una presencia en el fútbol de la ciudad, y, por supuesto del país. Él
no vivió la desventura del Manco Gutiérrez de vivir sus últimos días en una
finca prestada o de Canocho Echeverri asesinado en Las Camelias o de Omar
Orestes Corbatta habitando en el estadio de Racing o la tristeza de José
Vicente Greco, que, luego de una pausa a sus triunfos como jugadores,
terminaron con una vida signada por los fracasos o el luto del olvido que
entrega la mala suerte y la muerte. Gabriel Mejía perdura no solo por su
calidad como futbolista sino por algo desusado, cuando terminó su vida activa
como jugador, enrumbó su camino por algo de lo cual ya estaba marcado, debido a
su cercanía con los jugadores argentinos que llegaban a Medellín, los tangos. De
esa manera se volvió un cantante de tangos en su café, el Viejo Rincón en Nueva
York, y también ofició como cantor de tangos en la Casa Gardeliana.
Aquí en este lugar,
el Viejo Rincón, nos encontramos con sus hermanos William, Toño, y Rodrigo este
domingo de marzo. Todos unos amantes del buen tango, de sus vivencias y de su
afinidad con el fútbol, pero sobre todo, por mantener la memoria de Gabriel
Mejía. Por esa razón, aquí en las paredes podemos mirar las fotografías donde él
perdura al lado de los grandes jugadores de fútbol, Pelé o Di Stéfano, en los
diversos equipos el Medellín, sobre todo el Medellín, donde fue aclamado y de
las jugadas con las que deleitó a su público. El gran Guillermo Hinestroza, que
sí sabía de fútbol, afirmaba que una atajada de Gabriel Mejía era cosa seria
por sus voladoras de palo a palo, ya fuera en el estadio municipal en Medellín
o en Bogotá o en Cali, en Ecuador o Perú, porque Gabriel fue una presencia, y ahora
lo es su memoria entre tangos y fútbol, esta tarde fría de domingo. No hay
videos de él porque la tecnología trae ahora otras presencias pero sí hay fotos
que evidencian su talento.
Mientras los
bandoneones persisten y las pausas de los violines nos llevan a un tango con la
voz de Floreal Ruiz que canta Déjame así,
cada uno de sus hermanos lo recuerda con ese amor de él haber sido una gloria a
la cual ellos le rinden tributo y no dejan que su presencia se pierda en
Medellín, la ciudad que avasalla a sus personajes y tesoros culturales,
deportivos y patrimoniales.
En el Viejo Rincón
fluyen los tangos, junto a la memoria que entregan las fotografías, y así mismo
se recupera esa asociación que existió entre el fútbol y la música ciudadana.
El Viejo Rincón había sido creado en Nueva York por los hermanos Mejía en la década
del 60 y luego lo trajeron para la ciudad.
Ahora en esta tarde
mientras Bomboná pierde su tranquilidad por el ruido de los autos, y el tango
es una presencia, Medellín se llena de esos lugares que le dan lustre. El Viejo
Rincón es uno de ellos, ameno, cercano, amistoso, con el tamaño preciso para
estar cercado y situado por las fotos de futbol desde una época, Eldorado,
hasta estos años en que el fútbol ha cambiado de una manera ostensible y donde
el tango perdura ante la sinuosidad de la música y sus meandros, pero aquí en
este lugar hay un pedacito de cielo y noche. De noche y más tango, por
supuesto. Ah, y de luna y más noche que expresan a Medellín.
domingo, 27 de marzo de 2016
EN EL ANIVERSARIO DE GARDEL / Jorge Teillier
EN EL ANIVERSARIO DE GARDEL /
Jorge Teillier
Día de San Juan: día clásico de la brujería y de las pruebas mágicas; noche propicia para quienes siguen fieles a las viejas supersticiones. Pero conocemos a muchos que trasnocharán, no precisamente para esperar que florezca la higuera que puede hacerlos millonarios, sino para cumplir un fiel ritual: escuchar la voz sobria, acompañada de guitarras u orquestas de 1930, de un cantante no olvidado: Carlos Gardel. Porque el 24 de junio se cumple un aniversario más de su muerte. Y porque la mejor manera de recordarlo es oírlo de nuevo. Y ojalá –para estar a tono con su época– escucharlo en una de esas victrolas cuya cuerda está a punto de cortarse, y colocar no un long-play, sino un rayado disco 78. Otra manera de rendirle homenaje es asistir a esos cines de barrio en cuyas pantallas aparecen esas desteñidas y como llovidas películas (El Tango en Broadway, Cuesta abajo, El día que me quieras), en las cuales Gardel, excesivamente maquillado, engominado con perfección, sonriente, canta para siempre, mientras sufre por la malvada Mona Maris u otras vamps de la época, sin recordar que en el barrio lejano lo esperan la desventurada viejita y la dulce y buena vecina.
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Creemos que Gardel disfruta de un seguimiento y de una vigencia más prolongado que el de ningún cantante de su época. ¿Quién recuerda a Agustín Magaldi? ¿Dónde se escucha a Charlo? En cambio, las nuevas generaciones reciben de sus mayores, como en una carrera de postas, la admiración hacia Gardel. No diré que sea un público demasiado amplio, pero sí constante y seguro. Para remitirme a los escritores, y conste que sólo nombro a unos pocos, se cuentan entre los seguidores de Gardel autores tan disímiles como Gonzalo Rojas, Jaime Laso, Enrique Lafourcade, Guillermo Atías, Enrique Lihn, Braulio Arenas. Algunos han escrito artículos sobre el cantante, recuerdo los de Carlos Droguett y Teófilo Cid.
Esta juventud de Gardel se debe, creo, a que es intérprete de una mitología particular sobre un Buenos Aires que, transfigurado, pasa a ser cualquier ciudad o pueblo de América Latina, con su geografía de barrios pobres; luces difusas de almacenes en cuyas vidrieras se agrupan ociosos y matones, el farol de la esquina, de los bares donde se acodan clientes desdeñados por las ninfas de las calles céntricas... de todo ello es Carlos Gardel el trovador cursi y sentimental, así como de los ofendidos y humillados; de los presidiarios "por injusta condena"; de los que se juegan la vida al azar como en las carreras; de los fracasados que se anclan en París. Gardel da en su voz, a su manera, conmovedoramente, una interpretación de esa poesía humilde y popular correspondiente quizás a la de Evaristo Carriego en sus versos, y que más tarde estilizó Jorge Luis Borges en su "Luna de enfrente", y "Fervor de Buenos Aires". En Chile, quizás esté el equivalente en algunas producciones de Pezoa Véliz y en el novelista de la ternura, Carlos Sepúlveda Leyton, en su Hijuna.
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Piadosamente el tiempo se encarga que desaparezcan los cantantes que las falsas modas imponen gracias a la propaganda (ese cáncer de la época). Por encima de ellos, sin fronteras geográficas, en cualquier lugar de América sigue permaneciendo, como el rumor de un río que no deja de correr, la voz de Gardel.
En El Siglo, Santiago (25.06.1961), p. 6.
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viernes, 26 de febrero de 2016
martes, 23 de febrero de 2016
Guillermo Zuluaga. Textos de Tango
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Guillermo Zuluaga
Lectura de textos de tango.
Asociación Gardeliana de Colombia
Homero Manzi
Febrero 21 del 2015