miércoles, 27 de mayo de 2020

Fernando Herrera, Tango en el Ateneo Porfirio Barba Jacob

Fernando Herrera. (Babel)


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Fernando Herrera, Tango en el Ateneo Porfirio Barba Jacob

Víctor Bustamante

Noche de abril del 2019, en el Ateneo Porfirio Barba Jacob, parece que hubiera una milonga, pero no, pero es casi una milonga, ya que canta Fernando Herrera con su pinta de rockero, pero él no quiere saber nada de rock, sino que él canta tangos y lo hace de una manera total, no cambia la voz, sino que le sale de una manera natural lo cual le otorga a su cantar una expresión, un colorido alejado de muchas cantantes de tango que falsean su voz.  Precisamente esa facilidad para cantar le permite seguir cantando esa misma noche sin ningún cansancio, eso sí con mucho fervor y la tácita paciencia de quien disfruta del tango y, además, lo acerca al otro, al público que lo acompaña con sus coros. Basta un acercamiento y es su melena revuelta no a la manera del tango sino de una actitud contemporánea con estos tiempos de tanta música y de tantas presencias, pero también de tanto desconocimiento.

Esta noche en el Ateneo los bandoneones respiraron una presencia de Buenos Aires con sus huellas de perennidad, los violines le dieron a los tangos la nota de su finura y el piano le dio su fraseo. Esta noche escuchamos tangos populares que se han quedado en la memoria y que siempre acompañado de un buen licor es necesario escucharlos, sí, es necesario escucharlos tantas veces. Que cada vez los escuchamos para descubrir momentos sublimes sobre algo que hay que decirlo, los tangos llegan y se han quedado en Medellín.

Fernando ha traído esta noche a Gardel, a Oscar Larroca, al Polaco Goyeneche, a Argentino Ledesma, a Alberto Cortés, pero, sobre todo, ha traído el tango y esas poderosas historias que cuentan cada una de esas letras que nos instalan en el poderoso ser de su patria, el gran Buenos Aires, allá en el sur; es más, ellos, esos grandes cantores, visitaron a Medellín en otros tiempos. Esos tangos él los trae, los comparte, y son del gusto de las personas que los tienen como suyos, como nuestros, corrijo.

Fernando Herrera cambia la estética de la presentación de los cantantes de tango, lejos de la corbata y esmoquin, y la elegancia de quienes se apropian de esa melodía, para darle un tono de acuerdo al estatus, no al estado de ánimo que es lo valioso. Cierto, Fernando le da otro aire a los tangos, y los acerca a otras personas que quieren emociones fuertes, historias inusitadas y a la melancolía que le impregna el bandoneón, los violines, los pasos del contrabajo y el fraseo del piano.

Alguna vez alguien le decía a Troilo que no le gustaban los tangos, él respondió, espera a que llegues a los 60, que allí te espero. Nada más sabio, ya que el tango es una música de reflexión, una música que abre el camino a la terquedad de la existencia en estos tiempos de una modernidad fabricada por los medios con su cultura masificada por lo bajo y por el marketin. A pesar de de esa fatuidad, el tango pervive fuerte, poético, lleno de vida.

El tango es la más alta cima musical de Latinoamérica, y esta noche de abril, Fernando Herrera nos ha traído la presencia de sus cantores, de sus letristas y de sus orquestas típicas con sus virtuosos, con su tono de voz, con su tranquilidad y así mismo nos revela su talento para cantar.


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