lunes, 19 de noviembre de 2012

Darío Ruiz Gómez en el Homero Manzi

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Darío Ruiz Gómez en el Homero Manzi

Víctor Bustamante

Ante el avasallamiento de la cultura del entretenimiento y de las cifras que certifican que asisten miles de espectadores, así sea a dormir, contraria a esa idea existen  esas reuniones con cierto tono de intimidad y cercanía como la presencia del tango n Medellín a partir de estas veladas impecables organizadas por la Asociación Gardeliana de Colombia.
Aquí en esta tarde del 17 de noviembre la presencia de Darío Ruiz nos lleva a replantear la relación del tango y la literatura, es decir dos formas de arte que se complementan, pero ante todo sirve para rescatar de la memoria otra manera de tener en cuenta la presencia de esa curiosidad de la infancia para abrirse al exterior con la revista Billiken, con el cine con una película cara al recuerdo como es Pelota de trapo, pero sobre todo Madreselva con Libertad Lamarque; maneras de mirar que el mundo no estaba en estas montañas sino que más allá había una patria musical asumida desde las letras de tango, es decir otra de las maneras de acceder a la literatura como baño de inicio para esa educación sentimental que hará de Darío Ruiz una de los escritores más relevantes de la ciudad, del país.
Cierto hay un Medellín guardado en la memoria, ese del teatro Junín, de los bailarines elegantes de tangos, de las escuelas populares y del derecho de las clases populares a formar su cultura, a inventarla mejor ya que la actual era estrecha y no respondía a un sentimiento que aparecía cuando Medellín daba el origen de otro tipo de personas: los obreros que trabajan de las grandes textileras. De ahí que el tango sea asumido como esa música que da una respuesta a esa sensación del desarraigo y de la tristeza citadina.
Si la ciudad desaparece ante los especuladores inmobiliarios, ahí está la presencia de la palabra de Darío Ruiz para decirnos de esa ciudad de cafés, de calles amables, y de personas que la vivieron y sobre todo de la música y del tango para tenerla presente.
Darío despierta su memoria y nos recuerda a Guayaquil con José Barros componiendo su música, los bares míticos de tango, las canciones de  Tito Cortés. En síntesis, la cultura popular como una manera de saber que no es algo muerto sino un sentimiento que se impone. Medellín y Buenos Aires son cercanías y el tango y su poesía la magia de la palabra.  





lunes, 5 de noviembre de 2012

Mario Escobar Vélez

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Mario Escobar Vélez

Víctor Bustamante

Mario Escobar Vélez trabajó como control de radio en la emisora de la Universidad de Antioquia durante treinta años y allí tuvo la oportunidad de dirigir, al lado de Manuel Mejía Vallejo, un programa de música, Aire de tango, además fue dueño de un lugar en Belén, el Rincón de Antaño, donde pudo alternar con personajes de la música en Medellín, como Hernán Restrepo Duque, el político Diego Calle Restrepo, así como con su hermano, el prestigioso crítico musical, Gustavo Escobar Vélez.

A través de esta conversación Mario Escobar nos entrega las diversas facetas suyas al lado de la música, desde  control en la Universidad de Antioquia, visitante asiduo de los cafés tanqueros de Guayaquil, hasta poseer su propio negocio. De esa manera se desliza la presencia de la música en esa ciudad que nos envuelve y que cada día nos sorprende con la presencia grata de personas como Mario Escobar, así como el fortalecimientos de la emisora cultura de la Universidad de Antioquia, además del ámbito tanguero de Belén como uno de los lugares de más presencia en el tango en la ciudad. También desfilan los diversos cantores que recalaron des Fuenos Aires a Medellín, el ambiente de los teatros atestados de pasión por el tango, así como el personaje que caminaba de bar en bar con su disco bajo el brazo para que lo escucharan.

Cierto, Mario Escobar nos da su presencia y su memoria del tango en la ciudad.