Fernando Herrera. (Babel) |
Fernando Herrera, Tango en el Ateneo Porfirio Barba Jacob
Víctor Bustamante
Noche de abril del 2019,
en el Ateneo Porfirio Barba Jacob, parece que hubiera una milonga, pero no, pero
es casi una milonga, ya que canta Fernando Herrera con su pinta de rockero, pero
él no quiere saber nada de rock, sino que él canta tangos y lo hace de una manera
total, no cambia la voz, sino que le sale de una manera natural lo cual le otorga
a su cantar una expresión, un colorido alejado de muchas cantantes de tango que
falsean su voz. Precisamente esa facilidad
para cantar le permite seguir cantando esa misma noche sin ningún cansancio, eso sí con mucho
fervor y la tácita paciencia de quien disfruta del tango y, además, lo acerca al otro, al público que lo acompaña con sus coros. Basta un acercamiento y es su
melena revuelta no a la manera del tango sino de una actitud contemporánea con
estos tiempos de tanta música y de tantas presencias, pero también de tanto desconocimiento.
Esta noche en el
Ateneo los bandoneones respiraron una presencia de Buenos Aires con sus huellas
de perennidad, los violines le dieron a los tangos la nota de su finura y el piano
le dio su fraseo. Esta noche escuchamos tangos populares que se han quedado en la
memoria y que siempre acompañado de un buen licor es necesario escucharlos, sí,
es necesario escucharlos tantas veces. Que cada vez los escuchamos para descubrir
momentos sublimes sobre algo que hay que decirlo, los tangos llegan y se han
quedado en Medellín.
Fernando ha traído
esta noche a Gardel, a Oscar Larroca, al Polaco Goyeneche, a Argentino Ledesma, a
Alberto Cortés, pero, sobre todo, ha traído el tango y esas poderosas historias
que cuentan cada una de esas letras que nos instalan en el poderoso ser de su
patria, el gran Buenos Aires, allá en el sur; es más, ellos, esos grandes cantores, visitaron a Medellín
en otros tiempos. Esos tangos él los trae, los comparte, y son del gusto de las
personas que los tienen como suyos, como nuestros, corrijo.
Fernando Herrera
cambia la estética de la presentación de los cantantes de tango, lejos de la corbata y esmoquin, y la elegancia de quienes se apropian de esa melodía, para darle un tono de acuerdo
al estatus, no al estado de ánimo que es lo valioso. Cierto, Fernando le da otro aire a los tangos,
y los acerca a otras personas que quieren emociones fuertes, historias
inusitadas y a la melancolía que le impregna el bandoneón, los violines, los pasos del contrabajo y el fraseo del piano.
Alguna vez alguien
le decía a Troilo que no le gustaban los tangos, él respondió, espera a que llegues
a los 60, que allí te espero. Nada más
sabio, ya que el tango es una música de reflexión, una música que abre el camino a la terquedad de la existencia en estos tiempos de una modernidad
fabricada por los medios con su cultura masificada por lo bajo y por el marketin. A pesar de de esa fatuidad, el tango pervive fuerte, poético, lleno de vida.
El tango es la más
alta cima musical de Latinoamérica, y esta noche de abril, Fernando Herrera nos
ha traído la presencia de sus cantores, de sus letristas y de sus orquestas típicas
con sus virtuosos, con su tono de voz, con su tranquilidad y así mismo nos revela su talento para
cantar.
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