viernes, 29 de noviembre de 2024

CRISANTEMOS DORADOS (Złociste Chryzantemy) Zbigniew Maciejowski -Letra y música- 1938 / Cantor: Janusz Popławski

 

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Crisantemos dorados,

1937, 

( Letra y música de  Zbigniew Maciejowski. (Roberto Aster)


Hermosos crisantemos de oro puro.

Esperaron en la exposición todos los días.

Enviando tu anhelo al espacio

Desde la mañana hasta la tarde sombra.

 

Y alguien vino tan tristemente pensativo.

Que tenía cristales de lágrimas plateadas en los ojos.

Y en una mañana de otoño llorando

La espera por los crisantemos ha llegado a su fin

 

Crisantemos dorados

En un jarrón de cristal

Están parados en el piano.

Calmar la tristeza y el dolor

 

A través de lágrimas plateadas y brumosas

les extiendo mis manos

Susurrar una frase una y otra vez

¿Por qué te fuiste?

 

Nada me hace feliz hoy

Cuando los sueños terminaron

¿Quién sanará mi corazón?

Y se secará las lágrimas de sus ojos.

 

Crisantemos dorados

Sonríeme

Tal vez entre viejos recuerdos

El arrepentimiento se perderá

Zbigniew Maciejowski


Zbigniew Maciejowski 

Fue un talentoso compositor y letrista polaco que dejó una huella significativa en la música, especialmente durante el período de entreguerras. Era un artista multifacético que tanto componía música como escribía letras. Su obra abarcaba diversos géneros, aunque se destacó particularmente en la música popular. Una de sus canciones más famosas, "Chryzantemy złociste" (Crisantemos dorados), compuesta en 1938, se convirtió en un gran éxito.

Utilizaba el pseudónimo "Robert Aster". Estudió economía en la Wyższa Szkoła Handlowa (Escuela Superior de Comercio) en Varsovia, pero su verdadera pasión era la música y la escritura.

 

Janusz Popławski


Janusz Popławski

Crisantemos dorados lo canta Janusz Popławski, cantor de ópera, opereta y cine Popławski, además canta la Habanera del film Gilda, con Rita Hayworth.

En 1939 cuando ocurre la invasión alemana. Muchos artistas fueron fusilados sin más trámite. El personal de Syrena-Electro fue fusilado o enviado a campos de concentración. Muchos judíos fueron encarcelados en el gueto donde continuaron actuando hasta que más tarde se les asesinó. Entre estos se incluyen a Andrzej Włast, Henryk Szpilman y Artur Gold, de quien se ha dicho que fue obligado a actuar para los nazis vestido de payaso.

 





ENTRE TANTO TANGO de Alberto Sierra Víctor Bustamante

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ENTRE TANTO TANGO de Alberto Sierra

 Víctor Bustamante

Al comienzo algo se desprende desde las cortinas, una sombra, pero esa sombra tendrá nombre: Ada Falcon vestida de negro con una mantilla sobre su rostro que oculta con sus gafas oscuras el rayo verde de sus ojos. Ella regresa del reino de los muertos, luego de ese olvido letal en que ella misma se hundió, al ser rechazada por Francisco Canaro, que se sentía satisfecho con esa relación secreta, dos mujeres colmaban al músico y no estaba dispuesto a renunciar a ellas. Pero Ada que era su hada, su musa, su inspiración, no quería ser la segunda, es decir la amante, la suplente, la otra, el paño de lágrimas. Era el contraste entre dos personas públicas que guardaban una relación en secreto. De ahí que ante esa indecisión monetaria de Canaro, apresado en su jaula familiar, no atendió los reclamos de la diva que inicialmente se encerró en su mansión de Palermo, hasta terminar, muchos años después recluida en un asilo. Es decir, Ada Falcon, en todo su esplendor, renuncia por desamor incluso a Francisco Canaro una de las personas fundamentales del tango.

Si menciono con estos leves brochazos esta autodestrucción artística de la diva, es por ser recordada y eso sí valorada en esta obra, Entre tanto tango, de Alberto Sierra y el grupo de teatro con nombre tenebroso, Compañía Teatral Muertos en Dilema.

La estructura de la obra esta inteligentemente expresada por la chica pelirroja, directora de la hipotética película que así mismo entrevista y consuela a las protagonistas de cada uno de sus sketches, sobre ella descansa el ritmo de la obra, y ella lo realiza con soltura, con atrevimiento y con una naturalidad que sorprende y no impide que la obra siga su marcha, sino que por el contrario cuando ella habla o se pone de pie y deja su nicho con el letrero de la compañía, es para dar algunas indicaciones y que esa trama teatral continúe su rumbo.

Estas primeras escenas demarcan la vida y la suerte de Ada Falcon, tan conmovedora. En principio, obsesionada por este músico admirable. Ella hace de él, de Canaro, todo un canario, atrapado en una trampa de labios rojos, que siempre vuela entre dos nidos, el héroe de su vida; extraña persistencia de ella que se siente ligada, como un signo ineluctable, a ese Don Juan que es una fuerte sombra que huye en las noches.

Después, ella la chica de vestido rojo y pelo rojo indica que la compañía ofrece soluciones, una de ellas es nada menos que adentrarse en el tiempo a lo que piense cada uno de los actores, una suerte de presagios o de deja vu , y así se emprende el camino por esas personas que regresaban de otros territorios, los muertos que hablan, pero no serán entes sino personas vitales. Ella le explica que está en el círculo del dilema, es decir de aquellos que no han podido resolver alguna tentación o duda en sus vidas, y a lo mejor, por eso vagan como almas en pena, y en la compañía, por supuesto de ese embotellamiento interior que recrudece sus dudas.

Luego, después de este homenaje, despectiva, frívola y dominante, se aleja de esos matices del sentimiento, en una escena que es de sentimiento mismo. La de tallado vestido rojo, añade a Falcon, en una despedida luctuosa, ahora ya puede subir al cielo, como una manera dura de dejarla de lado, ya que el musical continúa.

Esa primera parte matizada de tango y baile, de injurias y de celos, de buen ritmo en la obra dan la ilusión de ser el abre bocas para un musical, género que atrae por la diversidad de momentos, por el desarrollo en escena, y además que expresa esa presencia del tango en la ciudad.

Luego, se emprende la ubicación de un café en Medellín, tiene que ser en Medellín por esa veneración  a uno de esos antros en Guayaquil, donde el tango adquirió su nombradía, entonces se sitúa el bar de tangos donde se bebe y se vive, donde se dan los amores fugaces, donde se inicia la noche sin fin así, con las compañías non sanctas y eso sí, con lo buscado por esos solitarios consuetudinarios, y su compañía anhelada: el licor y las mujeres. Esos lugares se convierten en punto de reunión de los desalojados de la sociedad. Y así nada más letal que, allí en ese encuentro, su punto de reunión con un tango preciso, Melodía de arrabal, eso sí con los malevos, con toda la jauría que sale en la noche y la hace suya, con la pelea necesaria, donde no existen códigos. Así, transcurre la obra de la mano de Alberto que reconoce el valor excepcional y potencia a los actores en ciernes. Las mujeres se levantan en almas y armas, y ante un forastero, nunca fascinadas, lo juzgan en una silla, lo señalan y lo condenan al eterno limbo, suspendido, donde concurren todos los actores de la obra desde hace mucho tiempo, donde continúan con un recurso atrayente, ya todos están muertos, pero estos muertos se confiesan. La pelirroja, llama de la noche, asume el papel, mejor lo continúa, de confesora, ante un enigma clave, la infidelidad. Así, la mujer casada extrae sus fantasmas más inmediatos, añade que ha sido infiel como la aventura más a la mano, como si a Homero le interesara, también señala que su marido es una gran persona y se siente culpable. Pero el marido, serio y alegre, esconde un gran secreto, no solo es cantante, sino que guarda su tesoro más preciado, su secreto, es travesti, y vestido de mujer no solo, canta bebe y enamora, sino que suplanta a su mujer al buscarla en sí mismo con esa mujer interior que solo sale en el bar y en las noches en esos puntos de fuga y juego.

Alberto con soltura ha dirigido un musical, donde no solo escuchamos tangos, que narran unas vidas tristes, pequeñas tragedias cotidianas con todo lo dramático que significa, ya que el tango nos sitúa de pies con acento y soltura en la vida misma. El tango no nos deja soñar, mejor nos obliga a pensar en el destino que todo lo talla, y eso sí nos baja de esa nube, de esos presagios de cielos de harina y falsa porcelana china, para ubicarnos a través de esas vidas que se desenvuelven a partir del segundo acto donde el bar permite en la noche y con la soltura que se adentra con el licor, a caminar por esos pasadizos interiores, como la ilusión más letal. Ese ambiente, esas vidas, han sido captadas por su director, acompañadas de esa música bella y letal, elaborada y única, como es el tango con sus letras maestras.

La obra al expresar esas vidas al margen, determina una ciudad con todas sus contradicciones redimidas en esas noches de los desvelos. Y en sí misma el trasunto de un tango mismo como si todo su trascurso poseyera el perfume de esas noches, el aroma del amor golpeado, como una ilusión, fatal destino, en la relación entre Canaro y Ada Falcon, en la noche de los bares y así mismo se pasea anónimo y lleno de dudas entre la pareja de Homero y Homero mismo que, en apariencia, es un ser frágil, pero que en las noches se abre como una voluta de humo en el bar y en su manera de cantar, así como su mujer que quiere ser una dama, pero no lo consigue ya que el deseo los empuja, a ambos a otros cuerpos, de una manera interminable por sus pasadizos y laberintos.

Alberto ha logrado con este musical dar una noción de una ciudad que recuerda a sus tangueros, con esa música que no se atreve a ser olvidada porque no hay nada tan presente como ella, en una ciudad que la ha adoptado y se ve y se expresa en ella. Así mismo en la elaborada escena del café, trasunto de un instante que fueron muchos años, de malevos y furcias, de trampas y de faltonerías de un Medellín aun presente, pero disperso en diversos puntos en ese territorio siempre revisitado en las noches.

 

Es preciso definir el quid de esta obra, lo mismo que en las obras que dirige Alberto Sierra, y es encontrar el motivo por el cual los espectadores no se zafan de ellas. Ya que al disfrutarlas se afirma su coherencia, al descubrir en esa aparente disparidad lo que todos los espectadores vemos, pero no sabemos qué es, como si casi ninguno reparara en lo terminado de ellas, en el humor casi escondido que destilan, es decir en la conclusión que en ellas se oculta. En esa aparente fragmentariedad se reservan, no se sabe por qué, grandes instantes, significativos, dispersos que uno recuerda, como si fueran de a aquí y allá, que brillan en algunas escenas apartados del conjunto, que titilan en medio de esa noche del teatro. En apariencia parecen triviales, pero en la superficie son esenciales, por el detalle que entregan, ya sea una ironía fina, una escena casi paradójica, el gesto de uno de los actores que entrega un momento irresistible que se encadena en el transcurso de la obra.

Algo es cierto, Canaro le compuso un vals inmenso, que aún perdura fresco y letal, a Ada Falcon, Yo no sé qué me han hecho tus ojos. A ella la encadenó de por vida como si esa melodía fuera una definición perpetua, una tarjeta musical que la   embargaría, promesa secreta, y para él una condena, ya que él sabía que la belleza hiere al corazón.