miércoles, 9 de septiembre de 2020

Bares de ciudad / Gloria Lucía Vásquez

 

Gloria Lucía Vásquez


Bares de ciudad


Gloria Lucía Vásquez


Tiempos raros llegaron a cambiar la vida, el nuevo acomodo o reinventarse que es la palabra de moda y en mi pensamiento, la añoranza de mis bares abre chispazos de duda sobre qué pasará con ellos ahora.

Imposible no hacer un viaje al pasado; los sábados de encuentro en “Homero Manzi”, bar sede de la “Asociación Gardeliana de Colombia”, cuando las charlas académicas estaban a cargo de los tangueros de verdad, los untados de mugre de tango y arrabal, mejor dicho, del Guayaquil y sus anécdotas en mí oídas por boca de mis hermanos mayores, porque mujer que frecuentara bares de Guayaquil en aquellos tiempos era mirada como dama alegre; bueno afortunadamente eso cambió hasta llegar el tiempo en que el bar de tangos fuera para ambos géneros y ahí definitivamente me sentí cómoda, cómoda con el tango, la literatura, la filosofía y el vino.

Y como no traer el maestro Enrique Santos Discépolo en su tango “Cafetín de Buenos Aires”:

¿Cómo olvidarte en esta queja,

Cafetín de Buenos Aires,

si sos lo único en la vida

que se pareció a mi vieja?

en tu mezcla milagrosa

de sabihondos y suicidas,

yo aprendí filosofía, dados, timba...

y la poesía cruel

¡de no penar más en mí!

Si, llegar al bar después de la tertulia en Laureles cuando el ambiente estaba en la mitad de la curda, era fantástico; se encontraba a casi todos los amigos que compartíamos los mismos gustos, el abrazo, la sonrisa ancha de pasar la media noche en compañía de ellos.

Extraño los bares por todo eso, extraño “Adiós muchachos”, “El Alaska”, “La Calesita”, “Tres ranchos”, “Isla de Capri” y la esquina “Homero Manzi”, además sus increíbles anfitriones todos duchos en la materia.

 No sé qué vendrá mañana, pero me niego a creer que estos sitios de encuentro con el tango donde en una mesa se dijeron tantas cosas, se lloró y amó, la política y la religión a veces fueron vetadas para suavizar el ambiente, cantábamos y reíamos, se formó una cultura tanguera y sigue Discépolo:

Me diste en oro un puñado de amigos,

que son los mismos que alientan mis horas,

José el de la quimera...

Marcial, que aún cree y espera

Y el flaco Abel, que se nos fue,

pero aún nos guía...

A ese verso le tengo cada amigo, puesto con esmero y que mi corazón recuerda con nostalgia. ¿se irán mis bares de tango definitivamente?, ¿Quedará el tango en la sala de un amigo coleccionista que nos congregue en su casa?


9 comentarios:

Un tango para Malena dijo...

¿Cómo olvidarte en esta queja?
Cafetín de Buenos Aires
Si sos lo único en la vida
Que se pareció a mi vieja. Gloria, que buen ritmo tiene la nostalgia de tus bares.

Unknown dijo...

Sin palabras nada que decir te felicito y lo demás tu lo sabes de sobra.

Unknown dijo...

Espectacular tu hermosa nota ..gracia

Unknown dijo...

Muchas gracias!

Unknown dijo...

Que recuerdos tan gratos en las nochescon todos estos amigos tangueros y los que ya no estan.pero seguiran en nuestros corazones.gracias por esa evocación con la nostalgia del ayer.

JENARO BRIÑON dijo...

Nostalgia total... muy buena nota ! Gracias!

VIGÍAS LOS ROBLEDALES dijo...

El Tango en el bar amenaza olvido, indiferencia; las nuevas costumbres conducen a otros sitios con ritmos diferentes. La tarea es de esfuerzo mayor: inculcar el Tango como una forma de vida para el futuro

Rodri dijo...

¿De dónde llega este poema? Alguien podría añadir que procede de extraños lugares. Pero sé que esos lugares, son los bares, cafés y cantinas donde hemos estado tanto nosotros como el tiempo, en nuestro tiempo. De ahí que al leerlo surgen los fragmentos de un todo al que no sabria darle otro nombre por miedo al colapso de aquellos que llaman nostalgia.

Unknown dijo...

Una historia de ciudad tanguera que al igual que muchos amigos de noches de bohemia se han perdido.