CON EL TANGO EN LA SANGRE
ShirleyAndrea Doria
En un rincón del barrio Antioquia hay un templo del tango, donde cada fin de semana los amantes de esta música se dan el gusto, que no pueden darse en otros sitios de Medellín, y allí al frente un personaje increíble “el Gordo”.
El “gordo” Aníbal, padre de tres hijas, con ocho nietos y cinco bisnietos, sigue respirando tango. Sus anécdotas son múltiples, y cada día las alimenta en “El Patio del Tango”, un acogedor rinconcito de la canción ciudadana en Medellín.
Unido al tango por lazos invisibles y que nacen del corazón y lo transportan a los sitios bohemios del gran Buenos Aires, su pasión por la canción ciudadana ha ido creciendo desde que tenía nueve años y llenando su mente de recuerdos imborrables, y ni ahora, en el otoño de la vida, pierde los ímpetus iniciales. Al igual que los hinchas ven a Di Stefano, Pelé y Maradonna, como los dioses del fútbol, Aníbal el “Gordo” Moncada siempre tuvo y vio a Carlos Gardel como el “dios” del tango tanto que cuando el “Zorzal criollo” murió, “me pegué del ánima, del espíritu de Gardel, como protector, como un santo que uno invoca.” Es más, como cantores, este difusor del tango pone a otros por encima de Gardel, porque a este le tiene como “su santo de devoción”: “El artista de mi vida siempre fue Armando Moreno, también Pepe Aguirre, aunque los eruditos del tango dicen que son los mas ordinarios”.
Y se siente orgulloso de llevar el tango en la sangre, el porteño Miguel Ángel Brun, quién asumió la administración del “Patio del tango” hace año y medio, dice: “Don Aníbal afirma que lo que Gardel es mundialmente hoy, casi lo debe a él. Del 60 para abajo, quién mencionaba de Gardel. Nadie, ¿cierto? Después fue otra cosa. En el 66 le hizo el primer homenaje abrió “El Patio del Tango”, y el escudo era Gardel, el cuadro, el más grande que había en Medellín”.
Sí, “el Gordo” Aníbal, fue el fundador en 1960 junto con el argentino Luís Correa del Patio del Tango que primero funcionó en Junín, entre Maturín y Amador, y desde 1979 en el barrio Antioquia , donde cada fin de semana no faltan los shows, con el desfile de cantores y bailarines que prolongan la vigencia de este aire musical. Recuerda que a Luís Correa lo trajo Radio Visión por cuatro meses, contrato que le amplió a ocho años para pasearlo con su música por todos los rincones de Colombia.
Casi desde la cuna
En un rincón del barrio Antioquia hay un templo del tango, donde cada fin de semana los amantes de esta música se dan el gusto, que no pueden darse en otros sitios de Medellín, y allí al frente un personaje increíble “el Gordo”.
El “gordo” Aníbal, padre de tres hijas, con ocho nietos y cinco bisnietos, sigue respirando tango. Sus anécdotas son múltiples, y cada día las alimenta en “El Patio del Tango”, un acogedor rinconcito de la canción ciudadana en Medellín.
Unido al tango por lazos invisibles y que nacen del corazón y lo transportan a los sitios bohemios del gran Buenos Aires, su pasión por la canción ciudadana ha ido creciendo desde que tenía nueve años y llenando su mente de recuerdos imborrables, y ni ahora, en el otoño de la vida, pierde los ímpetus iniciales. Al igual que los hinchas ven a Di Stefano, Pelé y Maradonna, como los dioses del fútbol, Aníbal el “Gordo” Moncada siempre tuvo y vio a Carlos Gardel como el “dios” del tango tanto que cuando el “Zorzal criollo” murió, “me pegué del ánima, del espíritu de Gardel, como protector, como un santo que uno invoca.” Es más, como cantores, este difusor del tango pone a otros por encima de Gardel, porque a este le tiene como “su santo de devoción”: “El artista de mi vida siempre fue Armando Moreno, también Pepe Aguirre, aunque los eruditos del tango dicen que son los mas ordinarios”.
Y se siente orgulloso de llevar el tango en la sangre, el porteño Miguel Ángel Brun, quién asumió la administración del “Patio del tango” hace año y medio, dice: “Don Aníbal afirma que lo que Gardel es mundialmente hoy, casi lo debe a él. Del 60 para abajo, quién mencionaba de Gardel. Nadie, ¿cierto? Después fue otra cosa. En el 66 le hizo el primer homenaje abrió “El Patio del Tango”, y el escudo era Gardel, el cuadro, el más grande que había en Medellín”.
Sí, “el Gordo” Aníbal, fue el fundador en 1960 junto con el argentino Luís Correa del Patio del Tango que primero funcionó en Junín, entre Maturín y Amador, y desde 1979 en el barrio Antioquia , donde cada fin de semana no faltan los shows, con el desfile de cantores y bailarines que prolongan la vigencia de este aire musical. Recuerda que a Luís Correa lo trajo Radio Visión por cuatro meses, contrato que le amplió a ocho años para pasearlo con su música por todos los rincones de Colombia.
Casi desde la cuna
Porque se lo escuchaba a su madre, Aníbal ama, canta y baila el tango desde los nueve años, allá en la legendaria Bayadera de Medellín. “creo que el único de los bailarines del 40 quedó soy yo, porque Ignacio Molina, Nando Vélez, Jesús medina, Oscar Gato murieron”.
Aura, la esposa de “el Gordo” y con quien lleva 52 años de casado, comenta que “Aníbal Se hizo cantante por necesidad, cuando los cantores que tenía el negocio hacían paro, terminaba, apenas “el Gordo” comenzaba a cantar, y ellos los huelguistas, volvían porque su movimiento no tendría repercusiones: Allí estaba el Gordo que los reemplazaba”.
Su amistad con las estrellas de la canción ciudadana data de muchísimos años. De ahí que no sorprendan sus cuatro ahijados en Buenos Aires: dos en la casa de Luis Correa, un hijo de Armando Moreno y otro de Antonio Romero. Y en ese desandar del camino, “el Gordo” comienza a desgranar historias, anécdotas.
Como aquellas que lo llevó a cantar en Los Dos Pianitos, Café Bonaerense en San Telmo, y lo convirtió en el primer colombiano en recibir dinero por esa labor: “Yo andaba con un historiador, el Pibe Henao, Profesor de la U. de A. Cuando llegamos al negocio estaba vacío. Iba con la señora de Armando (Gianconda), otra muchacha, el pibe y Máximo Peláez. No había nadie y le digo a Rino, el dueño: "¿No tienen cantores?". Y me dijo: "¿No, te animas a cantar?". "Yo canto", le dije. Canté unas milonguitas, después Salí a bailar un tango con mi comadre. Y me dice el dueño: “Mirá vos tenés que ser porteño. Lo haces bien” por esa presentación en ese 1986 recibió 6000 australes dinero que no quería tomar, pero pudieron más los argumentos del Pibe: De convertirse en el primer colombiano en cobrar en Buenos Aires por cantar. Y así fue, pero también canta, por hobby en la Canchila, en El Rincón de los Artistas, en El Buzón de San Telmo, sitios donde lo recibían y atendían a cuerpo de rey.
Lágrimas por un vivo
En ese 1986 “el Gordo” vivió una de las emociones más grandes de su vida. Ocurrió en Montevideo con La Valle, en la Capital Federal, donde llevó al Pibe y Peláez para que conocieran a las leyendas vivas del tango. “Apenas entramos, me vieron ocho personas que estaban en una mesa. Ellos: el Cholo Hernandez y Roberto Cafineli, dos de los compositores más grandes del tango. Me abrazaron, con lágrimas en los ojos, por que me daban por muerto: Gordo, Gordo lindo, ¡qué haces en Buenos Aires?, creíamos que te habías muerto. Todo porque en esos días habían matado a Mario Correa y Alberto Lebrum, en Argentina llegó el cuento de que me habían matado. “Mirá, nos costo una llorada porque nos dijeron que habías muerto, me dijeron, aun emocionados”.
“Es que esta gente es muy sentimental, porque cuando quieren a un amigo lo quieren del lado de la zurda, siempre y cuando uno no sea un falluto. Pero lo que pasa es que mi casa es la de ellos, los atiendo bien y hasta los ayudo a conseguir trabajo cuando llegan a Medellín”.
Y también está la emoción por el homenaje que en 1990, en el club de Toto, le hicieron Jorge Valdés, Laborde y Daniel Cofus y una cantidad de artistas. “Fue algo emocionante, se me salieron las lágrimas”, recuerda este Jericoano nacido en 1928, aunque en su partida de bautismo aparece el año de 1933, por que la iglesia se había quemado… entonces aprovechó para quitarse unos añitos.
De todo un poco
Aura, la esposa de “el Gordo” y con quien lleva 52 años de casado, comenta que “Aníbal Se hizo cantante por necesidad, cuando los cantores que tenía el negocio hacían paro, terminaba, apenas “el Gordo” comenzaba a cantar, y ellos los huelguistas, volvían porque su movimiento no tendría repercusiones: Allí estaba el Gordo que los reemplazaba”.
Su amistad con las estrellas de la canción ciudadana data de muchísimos años. De ahí que no sorprendan sus cuatro ahijados en Buenos Aires: dos en la casa de Luis Correa, un hijo de Armando Moreno y otro de Antonio Romero. Y en ese desandar del camino, “el Gordo” comienza a desgranar historias, anécdotas.
Como aquellas que lo llevó a cantar en Los Dos Pianitos, Café Bonaerense en San Telmo, y lo convirtió en el primer colombiano en recibir dinero por esa labor: “Yo andaba con un historiador, el Pibe Henao, Profesor de la U. de A. Cuando llegamos al negocio estaba vacío. Iba con la señora de Armando (Gianconda), otra muchacha, el pibe y Máximo Peláez. No había nadie y le digo a Rino, el dueño: "¿No tienen cantores?". Y me dijo: "¿No, te animas a cantar?". "Yo canto", le dije. Canté unas milonguitas, después Salí a bailar un tango con mi comadre. Y me dice el dueño: “Mirá vos tenés que ser porteño. Lo haces bien” por esa presentación en ese 1986 recibió 6000 australes dinero que no quería tomar, pero pudieron más los argumentos del Pibe: De convertirse en el primer colombiano en cobrar en Buenos Aires por cantar. Y así fue, pero también canta, por hobby en la Canchila, en El Rincón de los Artistas, en El Buzón de San Telmo, sitios donde lo recibían y atendían a cuerpo de rey.
Lágrimas por un vivo
En ese 1986 “el Gordo” vivió una de las emociones más grandes de su vida. Ocurrió en Montevideo con La Valle, en la Capital Federal, donde llevó al Pibe y Peláez para que conocieran a las leyendas vivas del tango. “Apenas entramos, me vieron ocho personas que estaban en una mesa. Ellos: el Cholo Hernandez y Roberto Cafineli, dos de los compositores más grandes del tango. Me abrazaron, con lágrimas en los ojos, por que me daban por muerto: Gordo, Gordo lindo, ¡qué haces en Buenos Aires?, creíamos que te habías muerto. Todo porque en esos días habían matado a Mario Correa y Alberto Lebrum, en Argentina llegó el cuento de que me habían matado. “Mirá, nos costo una llorada porque nos dijeron que habías muerto, me dijeron, aun emocionados”.
“Es que esta gente es muy sentimental, porque cuando quieren a un amigo lo quieren del lado de la zurda, siempre y cuando uno no sea un falluto. Pero lo que pasa es que mi casa es la de ellos, los atiendo bien y hasta los ayudo a conseguir trabajo cuando llegan a Medellín”.
Y también está la emoción por el homenaje que en 1990, en el club de Toto, le hicieron Jorge Valdés, Laborde y Daniel Cofus y una cantidad de artistas. “Fue algo emocionante, se me salieron las lágrimas”, recuerda este Jericoano nacido en 1928, aunque en su partida de bautismo aparece el año de 1933, por que la iglesia se había quemado… entonces aprovechó para quitarse unos añitos.
De todo un poco
El Gordo, que sigue al frente de su adorado “El Patio del Tango”, fue anapista, hincha del general Rojas Pinilla, hizo política con Maria Eugenia, y hasta se dio el lujo de atender en su negocio “a mi general”como dice-Y a Bayona Carrascal, militante de alcurnia del anapismo. También fue carnicero, labor que desempeñó durante 22 años en la plaza de mercado, de la cual salió para dedicarse a su pasión. La difusión del tango.
Por eso no extraño que los churrascos de su negocio tengan fama. “Son los mejores de Colombia.”, sostiene Gustavo Vélez, un fiel visitante de este lugar.
Cantor, bailarín, carnicero, gozador de la vida, “el Gordo” añade a esta colección la del fonomímico. “Le aprendí la fonomímica a un chileno, Memo Denis”, y en estas llega otra anécdota: “Una vez nos fuimos a hacer fonomímicos de música mexicana. Y después de cantar muchas rancheras, llegó don Lucho Ramírez: "Gordo, nos salió allí una serenatita, pero el hombre está empeñado en que lleven a el mexicano (que era yo, por lo de la fonomímica)".
Pues bien, le dije al señor que quería la serenata: "Mire, señor, no soy cantante, lo que pasa es que soy fonomímico, que consiste en doblar un disco". Me dijo: "Usted puede doblar vaya de hierro, machete, si quiere, pero yo lo vi cantar. Si va usted ahi serenata, sino, no". "Pero es que estoy muy afónico, como enfermito", le dije. "No le hace, pero lo hace muy bien, si así enfermo canta bien, como será aliviado". Yo tenía que entrar a la casa de él cantando Chavela. Canté la Mariposa, el Aventurero, y me oía cantar y me miraba, hasta que no se aguantó. "Mire no me cante más que se le daña del todo la voz. Mejor tomemos aguardienteáá".
Pero el anecdotario no termina ahí, Aura su esposa cuenta, que en cierta ocasión se fue para Yolombó, con el dueto Vizcaya. En ese entonces Montecristo estaba en su apogeo. Entró él con el Dientón a hacer lo de Montecristo y casi alcanzó a doblarle el longplay completo. “Y cuando salgo, veo anunciando a Montecristo. Y pensé: Hombre, por Dios. Y para completar, me encontré con Montecristo, y me dijo: "¿Vos hiciste mi lomplay aquí? añade, “el Gordo”. Montecristo, yo no sabía que venias, acerté a decirle, pero estaba furioso". "No volvas a hacer mi lomplay en ninguna parte". Por eso al otro longplay que montó le puso un letrero, "Prohibido para fonomímico". Vivía atormentado con nosotros.
Mientras estas remembranzas aflora su memoria acicateadas por las preguntas, “el gordo” sigue pensando en Buenos Aires en que su negocio es único, así todo carezca de lujos, por que el día que se los pongan, al patio del tango perderá su esencia, y el, una parte de su corazón.
¿Coleccionista yo?, no
Aníbal el Gordo Moncada nunca le ha gustado coleccionar tangos, porque ama tanto esta música que piensa que guardarla es un pecado.
“No soy coleccionista. Nunca he coleccionado, una vez traje como 300 lomplays de Buenos aires y Hernán Caras se enojó conmigo porque yo le decía los amigos: escojan los que quieran “como te vas por esa música y llamas a tus amigos y los regalas”. Pero el gordo tiene su forma de ver las cosas. Piensa que a un amigo se le regala lo que ese amigo quiere, no lo que uno desea.
“Nunca he sido coleccionista, porque la música que uno tiene la debe difundir. Hay cantores que hace 30 años mandaron su música para que acá se la pusieran, pero los coleccionistas la guardaron y nunca la difundieron. Así ocurrió con Chiqui Preilao, Juan Carlos Holguín, Carlos Aguirre, Guillermito Fernández. Por eso nunca he sido coleccionista. ¿Quién conoce a esa gente?, nadie por que nunca la difundieron. Después dicen que Buenos Aires nunca volvió a dar artistas. Pero si hay lo que pasa es que nunca los difundieron”
(Foto cortesía de Javier Ocampo)
2 comentarios:
Buenas Tardes
Quisiera saber si abren los domingos, o un número de contacto
Buenos días Señor Moncada , soy Oscar hijo de de Antonio Romero y Alicia Marin , como gentileza le consulto algún número de contacto o dirección de correo electrónico para tener un contacto con el Argentino Oscar. Romero .
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