ORLANDO MONTENEGRO ROLÓN,
DE MELOMANOS DOCUMENTOS,
UN HOMBRE ATRAPADO POR LA
MÚSICA
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
Sentado en una mesa de
terraza del 2º piso en la plazuela, esperaba a mi tocayo Orlando Enrique
Montenegro Rolón, que con su bandeja de desayuno recorría las ofertas de buffet
de la cafetería del Hotel Nutibara de Medellín. Lo vi acercarse con las manos
ocupadas y los ojos encharcados. Puso la bandeja en la mesa, y rompió en
llanto; mientras yo le acercaba unas servilletas, sin saber qué le ocurría. “Recuerdo, Tocayo”, me dijo después de un
largo suspiro, cuando pudo articular palabra, “que aquí nos conocimos tú y yo por intermedio de los doctores Héctor
Ramírez Bedoya y Luciano Londoño López, cuando vine a Medellín para escuchar y
entrevistar a don Ricardo Ostuni. ¡Cómo me duele la pérdida de tan queridos
amigos!”. Lo recuerdo. Ya nos conocíamos por la red de Internet, pero fue
entonces la primera vez que nos vimos cara a cara, y hemos repetido encuentros
un par de veces en que él ha venido a Medellín, y un par de veces en que yo he
estado en Cali. Sabía de la leal amistad, sin condiciones, que mi Tocayo
Montenegro les profesaba, pero allí se me descubrió la faceta suya de hombre
romántico y sentimental, de los que los viejos llaman “de lágrima fácil”. En eso coincidimos. Orlando, fiel a su afecto y
admiración por los tres personajes, lleva varios números de la revista
Melómanos Documentos publicados con textos en homenaje a su memoria, que
culminarán en el próximo número, y tiene suficiente material inédito para
incluir en futuras publicaciones.
Orlando acaba de cumplir 60
años. Nació el 21 de junio de 1954 en el sur de Barranquilla. “En la llamada calle de las vacas del barrio
San Roque, Tocayo”, barrio que queda cercano al barrio Rebolo en un antiguo
sector de Barranquilla. “La Calle de Las
Vacas es la misma calle 30, que ahora llaman Avenida Boyacá”. El vecino
barrio de Rebolo, famoso por un arroyo seco en el verano, que en el invierno
gusta de castigar la insolencia de quienes se atreven a ponerse en su camino
confiados en que una volqueta cargada con piedras tiene el peso suficiente para
detenerlo. El arroyo, menospreciando su osadía, arrastra hasta las piedras y
muchas veces solamente logran ser rescatados los cadáveres. Recibe su nombre de
unos sembrados de ciruela rebolera (Prunus domesticae) que había en el sector
en tiempos de bárbaras naciones. “De mí
también puede decirse”, dice Orlando, “que
fui arrullado por músicas caribes de la cuna picotera” en ese populoso
sector que fue caliente por los violentos que en algún tiempo lo convirtieron
en un barrio peligroso. De adolescente, Orlando fue picotero (disc jockey
programador de la música que sonaba en los picós o pick ups de la zona), y de
allí le viene la afición por la música del Mar Caribe. Vivió un tiempo en Medellín
porque quería estudiar Medicina en la Universidad de Antioquia. “Pero el bolsillo de mi padre no dio para
tanto”. Regresó, entonces, a trabajar en Barranquilla por un tiempo y le
resultó trabajo en la empresa Bavaria palanqueado por un político, su amigo y
profesor, “pero me exigieron que tenía
que cortarme la melena rockera que me llegaba al hombro; y esa era cosa que yo
no estaba dispuesto a hacer, no porque me aferrara a la melena, sino por
defender mi libre albedrío”. Por el buen rendimiento en los estudios,
terminó estudiando becado en Barranquilla la carrera de Administración de
Empresas e Investigación de Mercados, lo que lo capacitó para ingresar al
Departamento Nacional de Estadística (DANE) en una sección encargada de
analizar los comportamientos de la industria en el centro del país. “Sólo que Deissy García, una compañera de
trabajo, se atravesó en mi camino y nos casamos”. El amor por su esposa lo
llevó a vivir en Cali, y el aprecio de sus jefes le consiguió el traslado a esa
ciudad con nombramiento de coordinador encargado de reforzar la sección de
análisis de comportamientos industriales en la capital del departamento del
Valle del Cauca. “No fue fácil para un
barranquillero venido de Bogotá hacer tal cosa en las barbas de los vallunos
que trabajaban en la empresa y tenían aspiraciones de recibir dicho encargo,
pero logré sostenerme por un tiempo”. En Cali se hizo docente universitario
por cerca de 20 años, y allí empezaron sus vínculos con la emisora de la Universidad
del Valle, Univalle, donde es un hombre considerado muy de la casa. “Pero no fui docente allá, sino que por cerca
de diez y nueve años he estado a cargo de programas de música en la emisora”.
Con la música se inició en el periodismo en la gaceta “Caliscopio” del periódico Occidente, “pero me cansé de tener que rendir cuentas a los encargados de la redacción
y explicar paso a paso los porqués de cada artículo que escribía”. Fue,
entonces, cuando resolvió fundar su propia revista musical que bautizó con el
nombre de “Melómanos Documentos”, revista
que se acerca a las 70 ediciones con una periodicidad trimestral y edita, puede
decirse, con las uñas; porque no tiene pautas publicitarias y su precio de
venta al público a duras penas alcanza a cubrir los costos de producción. “Esa revista es, más que cualquiera otra
cosa, Tocayo, una quijotada”. En esa quijotada es director, editor, jefe de
redacción, redactor, diagramador, y empaquetador. Es un todero que no termina
de publicar una edición cuando ya está pensando en el material que va a publicar
en la próxima. Por culpa de ese que es más un hobby que una actividad que
produzca dividendos, programó hace más de seis meses este viaje, cuando supo
que en el gran salón del Centro de Convenciones Plaza Mayor de Medellín iban a
presentarse la orquesta Aragón de Cuba y la Orquesta Broadway de Nueva York,
grupos musicales que admira desde hace muchísimos años. Cuando a Montenegro se
le menciona la Orquesta Broadway, se estremece y entona los temas “Isla del encanto” y “Arrepiéntete” que le salen del corazón y
fluyen hasta su boca como si fueran golosinas. En 1978 la Broadway fue
considerada la mejor orquesta de salsa de Nueva York. Su admiración por ellos
llevó a Orlando a hacerse amigo, por teléfono y por Internet, de los mellizos Eddy
y Rudy Zervidón, gemelos idénticos (que en la natal Güines de Cuba llaman
“jimaguas”); de Kelvin, hermano de los mellizos; y del joven Iván, hijo de
Eddy, que también hace parte de esa orquesta con formato de típica charanga francesa
(con flautas y cuerdas). Este viaje le dio a Orlando la oportunidad de ver, por
fin, las caras de sus admirados artistas y de compartir con ellos de tú a tú,
como se dice. “Eddy y yo nos tratamos de tío
y sobrino porque está casado con mi paisana la barranquillera Nancy García, que
tiene el mismo apellido de mi esposa”. Estuvo en el concierto dado en Plaza
Mayor, y el salón se encontraba colmado de asistentes hasta los topes por
aficionados que pagaron con gusto los casi US$85 por persona ($165.000 en
moneda colombiana) que valían las entradas. “Pero valió la pena, Tocayo, fue una presentación apoteósica”, sobre
todo cuando el cantante Rosnny Baró, que por causa de la diabetes sufrió
amputación de una de sus piernas y cantaba desde una silla, se levantó parado
en su prótesis y se enfrentó al micrófono, sostenido por la emoción. “La gente aplaudía a reventar, Tocayo,
aplaudía a rabiar”. Allí estuvo Montenegro acompañado por su amigo el
valluno Henry Manyoma, que con Wilson (Saoko, de Fruko y sus Tesos) y Hermes
(de la orquesta La Ley) pertenece a la trilogía salsera de los hermanos
Manyoma.
Orlando es hijo de Jaime
Luis Montenegro Montenegro y de Elsa Matilde Rolón Barceló, y ya sabemos que el
amor por la música le viene de ellos, de los abuelos paternos, José y Pola; y
de los maternos, Pedro Antonio y Celina. Ellos lo nutrieron de música desde la
cuna. “Yo escuchaba música desde el
vientre de mi madre, porque en casa de mis padres se oía música todo el día; y
en las calles también, por donde quiera que uno iba”. El abuelo, Pedro
Antonio Rolón Comas, de ascendencia vasca española, casó con una mujer mezcla
de ancestros indígenas y africanos. Tenía él una orquesta bautizada “La libertad”, que tocaba en los vapores
que venían surcando el río Magdalena desde los tiempos del cólera, y había
contratado a un muchacho guitarrista que hacía sus pinos en el toque de la
trompeta bajo la batuta del maestro Rolón, quien le enseñó a emboquillar los
labios para sacar mejor partido del instrumento. “Eran los comienzos de Pacho Galán, que llegó a ser un fenómeno de la
música caribeña”. Con ancestros tan musicales, es natural que Orlando y sus
seis hermanos (Jaime Luis, Omaira Cecilia, Elsa Matilde, José Antonio, Luis
Alfredo, y Xiomara Esther) sientan que el gusto por la música corre por sus
venas.
Montenegro Rolón se inició
en el periodismo radial de la música popular en Radio Calima de la cadena Todelar
de Cali; y después, por los días en que empezaba la emisora cultural de la
Universidad del Valle, que transmite en los 105.3 FM, se vinculó a eésta con la
producción de un programa que no era de música caribeña, como sería de
pensarse, sino de tango. Naturalmente lo tituló “Tiempo de tango”. “Yo no sabía nada de tango, pero mi amigo
Pablo Delvalle me invitó a hacer el programa y allí me vi obligado a aprender
sobre la marcha”. El programa continúa, a cargo del profesor Ásbel Quintero
Moncada, pero Orlando sigue haciendo “Bolero
y algo más”, con Juan Gómez, Lombardo Gil y Nelson Royero; y junto a su
amigo coleccionista Jaime Suárez Cuevas colabora cuando se le requiere con el
programa “Audición Caribe” que producen
Isidoro Corkidi y Pablo Delvalle. Al lado de la Asociación de Melómanos y
Coleccionistas de Cali ha apoyado a Gary
Domínguez en la organización y participación de los festivales de la salsa
durante la Feria de Cali. “El ser editor
de Melómanos Documentos me llevó al I Festival Beny Moré en Cienfuegos, Cuba,
donde conocí al Dr. Héctor Ramírez Bedoya que era el presidente de la
Corporación Club Sonora Matancera de Antioquia, lo que me llevó a acompañar a
esta asociación en los encuentros matancerómanos que realizan cada año por el
mes de agosto. Allí he dado algunas charlas sobre música”. El Dr. Ramírez
Bedoya lo llevó a la amistad del Dr. Luciano Londoño López, y éste a la amistad
de don Ricardo Ostuni, los tres personajes, desaparecidos con pocos días de
diferencia en el 2013, que tanto aportaron al conocimiento de la música popular
en los géneros caribeños y rioplatenses. La música le ha dado amigos queridos
entre los intérpretes (los Manyoma), compositores (Tite Curet Alonso),
historiadores (Cristóbal Díaz Ayala, Sergio Santana, César Pagano, Jaime Rico
Salazar, Rafael Bassi Labarrera, Pablo Delvalle, Alejandro Ulloa, Rafael Lam,
Mireya Reyes Fanjul), coleccionistas (Isidoro Corkidi, Jaime Suárez Cuevas, Jaime
Jaramillo Suárez, Ester Goeta), productores (Gary Domínguez), asociados (los
miembros de la Corporación Club Sonora Matancera de Antioquia, los
organizadores de los Festivales del Bolero en Cuba, los de la parte musical de
la Feria de Cali), y en fin. La música poco a poco, sin pensarlo, se convirtió
en su mundo.
“Orlando”, le dijimos, insinuando una pregunta, “naciste en Barranquilla y viviste en
Medellín y en Bogotá, pero tras cuarenta años de vivir en Cali puede decirse
que morirás allá”. Él respondió; “Llevo
ese tiempo casado y la vida me ha dado tres hijos. Elsa Matilde es una
profesional que lleva muchos años vinculada a una multinacional y acaba de ser
promovida a la ciudad de Nueva York donde labora en un departamento con
cubrimiento en varias sucursales del continente americano. Diana Carolina es
comunicadora social y se ha dedicado a hacer cine, en lo que ha sido
galardonada por sus cortometrajes “Sin decir nada” y “Magnolia”, que le han
dado muchas satisfacciones, y se encuentra trabajando en otros proyectos. Jaime
Miguel, el menor, está culminando sus estudios profesionales de Diseño Gráfico y
se prepara para iniciar su vida laboral. Me siento muy orgulloso de mis hijos.
Soy feliz en mi hogar. Aspiro y tengo el propósito de que sea en Cali donde se
cierren mis ojos”. Refleja en su cara la tranquila vida de hogar de que
disfruta. “Y tu colección de música, tus
documentos, la hemeroteca de los casi 70 números que has publicado de tu
revista, ¿Qué destino tendrán?”, le preguntamos. “De mis hijos, quien ha estado más cerca acompañándome en la tarea ha
sido Diana Carolina. Los tres son egresados de la Universidad del Valle. Yo
llevo años vinculado a la emisora de la Universidad. Quizás algún día la
institución encuentre la forma de albergar la colección que he venido formando
en el transcurrir de una vida y que quizás pueda aportar a que muchos amplíen
sus conocimientos en esta área de la cultura”. Ojalá este deseo no se quede
en simple proyecto y obtenga feliz realización. Preguntamos: “¿Has publicado algún libro?”. Y él
respondió: “Aún no, pero estoy trabajando
en uno que se relaciona con la percusión desde sus raíces africanas y su
llegada a América directamente con los esclavos, e indirectamente a través de
Europa. He escrito unos 14 capítulos y espero culminar ese proyecto para
adicionarlo a mi legado”.
Orlando Montenegro Rolón, un
hombre que gusta de manejar lo que él mismo denomina “bajo perfil” mediático,
es ya mucho lo que le ha aportado a ese legado que ha permitido enriquecer
nuestros conocimientos en vida, hermano, en vida, como dice la filosófica
reflexión del poeta Mario Benedetti.
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
Medellín, septiembre 7 de 2014
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