lunes, 10 de abril de 2017

ASDRUBAL VALENCIA / El tango en la literatura y la literatura en el tango


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ASDRUBAL VALENCIA / 
El tango en la literatura y la literatura en el tango

Víctor Bustamante

Asdrúbal Valencia se ha propuesto una labor titánica:  analizar desde diversos aspectos la presencia que ha jugado el tango desde sus inicios, pasando por diversidad de cantores , de letristas, de orquestas , para ello en su investigación, El Universo del Tango, ha buscado, ha descrito con una paciencia digna de un investigador consuetudinario el papel que esta música ha tenido desde sus orígenes y  ha situado el valor de los cantantes y de compositores.

Pero ahora en su libro, El tango en la literatura y la literatura en el tango, su autor se desliza hacia una reflexión más precisa un tópico que es esencial al desarrollo de ese aire, ya que no solo el tango posee influencias de la música clásica sino que también al mezclarse con la literatura para que lo exprese se ha adentrado en la poesía como una manera de crear una manera de ver la existencia que canaliza esas dos propuestas: la música clásica y la poesía para darnos su expresión. De ahí que en esas letras elaboradas y llenas de poesía existan nombres que son imprescindibles Catulo Castillo, Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo, , José María y Pascual Contursi, Horacio Ferrer. Incluso en una antología de poesía argentina el nombre de Homero Manzi fue considerado imprescindible y fue nombrado al lado de poetas de renombre.

Pero hasta ahí no solo se mantiene esa relación perdurable en el tango y la literatura. Sabato fue todo un analista de la presencia del tango, Borges, que amaba más las primeras letras de tango y  las milongas, fue musicalizado por Piazzolla y Jairo en algunos de sus poemas. En Rayuela de Cortázar mantiene el pulso del tango durante su vida parisina. Y un sociólogo de fuste como Juan José Sebreli lo analiza en su papel junto a la vida cotidiana de Buenos Aires.
Incluso en Colombia Mejía Vallejo, Cruz Kronfly y Darío Ruiz Gómez le dan su presencia. Pero hay un caso que le llamado la atención Cabrera Infante anotaba que el tango al ser tan literario perdía ese sentido de emoción que dan las canciones sencillas. De todas maneras el tango aun da para mucho, y Asdrúbal Valencia con sus libros, investigaciones y reflexiones nos abre ese mundo diverso.


martes, 4 de abril de 2017

Honorio Rúa


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 Honorio Rúa

Orlando Ramírez Casas
-Orcasas-

Desde los 22 años, en 1956, empezó a coleccionar discos de Pedro Infante y grabaciones de música de tríos y duetos de su predilección, hasta convertirse en un coleccionista reconocido. “No tengo gran cosa”, dice con modestia, “pero lo que tengo es muy seleccionado”. Los casetes y CDs ocupan muchos cajones en los armarios del cuarto que tiene como altar a su memoria. En ese cuarto ocupan sitio las placas, trofeos, cintas, medallas, escudos, diplomas, y reconocimientos diversos recibidos en su carrera deportiva, y en sitial de honor tiene la primera bicicleta profesional de carreras que tuvo, “Que no fue la primera, porque en realidad la primera fue una muy linda que vi exhibida en el almacén de don Julián Mesa en la calle Perú con la carrera Carabobo, y cuya belleza me obnubiló. Don Julián me vio tan entusiasmado con ella que, para no perder la venta, no me advirtió que era demasiado pequeña para mis 1,85 mtrs. de estatura. Lo único que hizo fue subir el galápago al máximo de su graduación, pero yo quedaba con las piernas encogidas”. El ciclista Justo “Pintado” Londoño, un hombre que también laboraba en Sedeco, dice Honorio, “vio la bicicleta en el parqueadero y preguntó por el dueño. Le mostraron mi oficina. Apenas me vio me dijo que esa bicicleta era muy pequeña para mí, y me propuso comprarla para un sobrino suyo que la estaba necesitando, a cambio de ayudarme a adquirir una que fuera apropiada. Es esta que tengo colgada en la pared”.

Esa bicicleta Monark que obtuvo a cambio de la primera que compró, en la que corrió las Vueltas a Colombia, por la que le han ofrecido ocho millones de pesos pero no la vende porque tiene un valor sentimental incalculable, estuvo a punto de costarle la vida en el año en que se jubiló de la vida laboral, 1989. Desde 1959 venía haciendo ciclismo recreativo, y esa mañana fue por la carretera que conduce a Ancón. Ya de regreso, en un solitario tramo próximo a la población de Caldas, un hombre se le acercó con intenciones de robarle la bicicleta mientras el otro le apuntaba con un revólver. “No sé por qué se me ocurrió pensar que el arma pudiera ser de juguete”. Honorio aceleró los pedalazos en zigzag para escapar de la amenaza, cuando sonó el primer disparo que le entró y salió por el muslo izquierdo. Algo aturdido logró seguir pedaleando con vehemencia, mientras la sangre le salía a borbotones y se oyeron otros dos disparos que no lo alcanzaron. “Afortunadamente no se me perforó la femoral, y pude llegar a la casa de un amigo en Caldas, donde me guardaron la bicicleta y me llevaron al hospital”. Puede decirse, entonces, que esa bicicleta representa su vida.

Esta bicicleta, que le trae tantos recuerdos, mandó el cuadro del Corazón de Jesús para la alcoba de matrimonio, al fondo, porque “no quiero que se sienta opacado por mis trofeos”. La primera alcoba, al lado del comedor y la sala de recibo, ha sido destinada por el ciclista y su esposa para altar de esos trofeos que recuerdan su inmensa participación en el deporte del ciclismo.