jueves, 24 de julio de 2008

Mederos, bandoneón y sinfónica




Manos en el fuego

Mederos, bandoneón y sinfónica
Jaime Jaramillo Panesso

Rodolfo Mederos pertenece a esa reducida cofradía de los grandes bandoneonistas que, con él, conforman el cuadro de oro en el tiempo actual del tango, como Leopoldo Federico, Ernesto Baffa, Raúl Garello, Pascual Mamone, Marcucci, Osvaldo Montes, Juan Mosalini, Arturo Penón, Julio Pane, Osvaldo Piro (mejor como pianista), Eduardo Rovira, Dino Saluzzi, y por supuesto los dos grandes, Aníbal Troilo y Astor Piazzolla, muertos hace algunos años y cuya influencia marca a los nuevos digitadores.
Mederos nació en la ciudad de Córdoba, Argentina (1940) y allí comenzó sus estudios musicales y de biología, abandonando esta última disciplina por el tango. Además de bandoneonista excepcional, es director, compositor y arreglista. Trabajó en la orquesta de Osvaldo Pugliese y es de la escuela contemporánea de Piazzolla. No obstante su vanguardismo, Mederos tiene un pie atado al tango original histórico, lo cual permite abarcar el sentimiento de la música ciudadana in extenso. Vivió muchos años en Europa donde por poco se ahoga en ese tipo de tango “a la europea”, más música de cámara o para películas que con el sabor popular de la melodía porteña. En 1996, en la brillante compañía del pianista judeo-argentino Daniel Baremboim, plasmó en un disco de antología, varios temas tangueros y del folclore que hacen parte de lo mejor en el género.
Con la Orquesta Sinfónica de Eafit, dirigida por Cecilia Espinosa Arango, Mederos se presentó el 18 de julio en el Teatro Metropolitano de Medellín. Hace unas semanas hubo de terminar el Festival Internacional del Tango, con deficientes voces femeninas y actividades académicas notables. El Festitango debiera pensar que la calidad de intérpretes como Mederos, no para presentarlo en plaza abierta con parejas de baile en zapatos tenis, contribuiría a mejorar la apreciación del tango refinado y exquisito en lo musical, que bastante falta nos hace.
El programa con la Sinfónica se desarrolló, en su primera parte, con temas musicales de la más rancia y bella tradición tanguera con arreglos del maestro Mederos. De la Guardia Vieja, aquella de los comienzos del siglo XX, cuando despuntaba apenas la orquesta típica y perfilaba la paternidad del tango con Don Ángel Villoldo, se escuchó La Biblioteca de Augusto Berto, El Caburé de Arturo de Bassi y de Villoldo El porteñito, con aire de milonga copetona. De Carlos Gardel: Volver, Soledad, El Día que me quieras y Melodía de Arrabal, donde el bandoneón se cuelga de la orquesta , alentando la melodía que expresan las cuerdas de los violines, chelos y contrabajos, mientras el “fueye” adorna de manera fulgurante. En El día que me quieras, Mederos extrae los mejores jugos románticos de un tema canción que está en la boca y en el corazón de los latinoamericanos y de todos los hispano-parlantes del mundo. Con Sur, de Aníbal Troilo, Mederos realiza un solo de bandoneón, donde el dominio del instrumento pareciera que al contacto de sus manos, como en la lámpara que al frotarla da nacimiento al genio en la literatura árabe, Mederos hace resucitar a Troilo y al poeta Homero Manzi que suscribió los versos “Ya nunca me verás como me vieras, recostado en la vidriera esperándote”.
La orquesta de Eafit, con todos sus músicos en la entera orgía del tango, se extiende por los predios de Piazzolla, Milonga del Ángel y Oblivión. Pero es el climax logrado en las composiciones de Rodolfo Mederos, donde se alcanza a evidenciar la alta calidad del maestro y la integración orquestal, especialmente en Memorias y Olvidos.
Mederos, con su blanca cabeza, la sobriedad y el señorío decantados en ese gusano musical, el bandoneón, que se desarruga montado sobre la manta de su pierna izquierda, adquiere una estampa de Quijote con frac, el que anuncia, el que convoca a los oídos gozadores de la música ciudadana, donde las manos, donde los dedos succionan la notas blandas, las notas duras de la milonga procesional.

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