miércoles, 31 de marzo de 2010

Tango en Finlandia


Manos en el fuego

Tango en Finlandia

Jaime Jaramillo Panesso

“Finlandia es la segunda patria del tango”, dice el escritor y jurista español, Antonio Pau. Según sus notas de viaje, parece ser verdad. En ese lejano país que linda con el polo norte y con la estepa, sus habitantes lo han acogido como música propia. Hasta los malevos de los suburbios de Helsinki, su capital, meriendan vino y tango en sus largos y escasos días de sol, y en las noches iluminadas de sus interminables inviernos. Es un fenómeno extraño, ya que el tango es profundamente latino, nacido entre italianos, españoles y franceses emigrantes y criollos milongueros, en las ciudades de Buenos Aires y Montevideo.
Finlandia hizo parte de Suecia. Luego fue súbdita de la Rusia Imperial Zarista, habiéndose independizado en 1917. No obstante los rusos soviéticos del imperio leninista, quisieron anexarla, al igual que otras naciones bálticas. Finlandia, entonces, tuvo que aliarse con la Alemania Nazi que a la postre perdió la guerra. Los rusos nunca pudieron someterla, pero los tratados de 1948 que recompusieron las fronteras europeas tras el triunfo de los aliados, le dieron a la URSS el privilegio de apoderarse del 10% de su territorio y obligar a Finlandia a pagarles indemnización. Hoy Finlandia tiene 130.000 kilómetros cuadrados y cinco millones de habitantes.
Los finlandeses acunaron la música ciudadana del Plata desde hace más de medio siglo. En 1910 llegaron los primeros tangos y en 1915, Iivari Kailunainen escribió el primer tango en finlandés. Terminada la segunda guerra mundial, Finlandia se vio recortada en su territorio nacional por los efectos de estar entre los vencidos. Pero sobre todo sufrió la muerte de miles de jóvenes en los frentes del aquel conflicto internacional. Como el dolor es el segundo hogar del tango (el primero es el amor-desamor), este género musical expresó el estado de ánimo general. En los años siguientes a la guerra, el tango fue la única música popular en Finlandia. Ni el jazz ni los temas musicales del centro de Europa lograron desplazar el tango. Época es de la aparición de Olavi Virta, una voz masculina calificada como el Gardel finlandés. Virta nació en Helsinki en 1915. Su éxito corrió parejo con el alcohol, las mujeres y los automóviles. Pero murió en 1972 en la pobreza. El tango más famoso en su voz es Luna Llena (Taisikuu) de 1963.
Unto Mononen es el compositor de tangos más apreciado por su tema Satumaa de 1955 el cual se hizo muy popular en la voz de Reijo Tapale, nacido en 1940. El tango finlandés se interpreta con acordeones, no con bandoneones. En su baile las parejas no tienen la sensualidad acostumbrada. Son más castas y tímidas.
Los tangueros realizan en Seinajoki, población de veintisiete mil habitantes, un festival anual que “expulsa” a los ciudadanos locales para dar cabida a cien mil aficionados que bailan en las calles y tarimas, previamente preparadas, durante cinco días y cuatro noches. Las parejas visten indumentaria deportiva, con gorras de colores y guantes gruesos. Como es julio y caen algunas lluvias, con las manos en alto sujetan los paraguas y bailan al compás del vino y del corazón. El corto verano finlandés es la etapa alegre de sus habitantes. Luego llegarán el invierno, que encierra a los finlandeses en su casa, y la primavera que precipita los suicidios, el número más alto de Europa. La gastronomía del tango en Finlandia está centrada en los platos de sopas calientes y en las garrafas de vino. Hasta el Presidente de la República, Matti Ahtisaari, asiste anualmente a Seinajoki a fortalecer su espíritu y a degustar el tango. Según los sicólogos, los finlandeses portan una melancolía, una saudade, una congoja que solo el tango puede remediarla.







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