lunes, 23 de noviembre de 2020

ANTE JAIME JARAMILLO PANESSO / Darío Ruiz Gómez

Jaime Jaramillo Panesso

ANTE  JAIME  JARAMILLO PANESSO

Darío Ruiz Gómez

“Negro, te recojo” Me anunciaba cuando salíamos a buscar algún bar de tangos para charlas y matar la tarde y si me sonó raro fue debido al hecho de que le acababan de  extraer un riñón. Llegamos a un cafecito e inesperadamente pidió una botella de wisky y comenzamos a beber, yo con la confianza de que después de tres tragos regresaríamos temprano a casas pues con solo un riñón ya no podría beber. Gran error al no darme cuenta de que el riñón que le habían extraído era el riñón que no bebía y el que le habían dejado era el que mantenía su vocación de dipsómano empedernido. Unos años después sentados en un bar sacó una botella de “Glenfiddich” pidió hielo y comenzamos a brindar solemnemente por nuestras vidas y nuestros hijos hasta que un profesor que pasaba preguntó por la celebración y le contamos y que estábamos celebrando 50 años de amistad lo que lo emocionó pues consideraba que nunca había encontrado en su vida un amigo. Nos conocimos hacia el año 57 en la recién inaugurada BPP en la Playa y formamos un grupo intelectual definido por el periódico “Movimiento”.  Se dice hoy que alguien se levanta y exclama:” Soy de izquierdas” y ya está. A nosotros la barbarie nos cortó la juventud ante la visión directa de las represiones , ante la constatación in situ de cómo se asesinaba la Constitución y la República  y ante el hecho de que definirse por un Partido político implicaba el conocimiento previo de lo que filosóficamente suponía la teoría política escogida: era el escenario  de las razzias de los grupos de choque, el bandolerismo, la nueva violencia guerrillera, enmarcando la derrota de la propuesta de una verdadera democracia, estaban los despidos masivos y la intemperancia del ultramontanismo. Al comenzar los estudios de Derecho la violencia ya nos había definido en defensa de los valores de la Cultura Occidental y la defensa de la libertad. La catarsis la constituía el amor al tango y al baile, escogencias de vida, contenidos de juventud como repulsa a la opresión, amor a los valores del barrio. Durante mis largos años en España Jaime no dejó de informarme sobre la situación del país y su compromiso ya definitivo frente a la lucha por un país más justo. Creyó en la filosofía  de la Alianza Popular Nacional y desde esa plataforma se convirtió en un agitador, en un gran orador, el joven Jaime, el eterno enamorado de las mujeres  y de la amistad, enamorado de un país que  fue conociendo a través de su lucha, a través de su compromiso con la Paz traicionada una y otra vez por el ELN, las FARC ,  en los distintas conversaciones  y conocedor directo de las marrullas de esos personajes sanguinarios convertidos en supuestos emancipadores  por la “Iglesia de la liberación”. Fue capaz en la cárcel de convertir en amigos a un grupo de exguerrilleros y de ex paramilitares, tarea silenciosa para  responder con la debida  civilidad a los verdaderos enemigos de la paz disimulados  éstos  en refritos de proclamas  pseudorevolucionarios. Contradictorio, injusto como todo espíritu recio muchas veces dejamos de hablarnos, pero jamás dejamos de considerar que sin lo que nos hace humanos o sea la contradicción, la política nos convierte en simples marionetas. Un intenso fuego interior lo ha llevado a pelearse con todo el mundo, a deshacerse insatisfecho con cualquier tipo de conformismo político y el más puro sentido de la amistad le ha permitido demostrar su admiración por Álvaro Uribe y soportar los denuestos de esa izquierda “científica” que aún se cree inteligente sin darse cuenta de que ya los hechos la han sobrepasado. Hay quienes viven de la política y quienes viven desde dentro los azares y desventuras de la política.  ¿Cuántas veces estuvo Jaime en la cárcel acusado por su rebeldía? ¿En selvas y montañas cuántas veces se expuso a morir con tal de convencer a unos guerrilleros de que dejaran libre a unos secuestrados? El eterno muchacho jamás recurrió al exhibicionismo de alardear de su hoja de vida pues en su caso ya la suerte está echada.  ¡Me quito el sombrero! Hermano Jaime.  


lunes, 9 de noviembre de 2020

Pepe Aguirre en Medellín (2) /Víctor Bustamante

 


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Pepe Aguirre en Medellín (2)

Víctor Bustamante

El destino de los cantantes es incierto, ya que cuando la generación que lo acompañó crece en edad, muchas veces apacigua sus gustos, o se desinteresan de su música y denigran de su juventud antes fervorosa en la mundanidad. Entonces, llega otra generación que intenta avasallar con nuevas propuestas musicales tanto a nivel de instrumentos, como a nivel de letras que expresa sus preocupaciones del mundo contemporáneo. Hay una constante en el ser humano: el canibalismo en todas las esferas. La idea de progreso y futuro, muchas veces, lleva a desdecir de las manifestaciones artísticas anteriores como anticuadas, como fuera de tono, ya que impera la moda como trasunto de lo moderno. Por esa razón se acuña y aplica el concepto de modernidad, pero no olvidemos que la modernidad también envejece, en lo teórico, al correr sus alambradas en cada generación. A pesar de estas disquisiciones teóricas, queda algo: la música, al escucharla, instala ciertos destellos, como cuchillos que se deslizan hacia la nostalgia como refugio y quimera.

Ante esa variabilidad, insaciabilidad se antepone lo clásico; lo clásico es lo que queda, lo que se contrapone a las modas. Para llegar a su estatus de creatividad se necesita talento; eso es el tango, lo clásico. Lo imponderable. Muchas músicas llamadas modernas se destiñen a los dos o tres años, ya que la insaciabilidad del maketing aceita la maquinaria publicitaria para los incautos. En este orden de ideas me atrevo a decir que Pepe Aguirre es un clásico de lo popular, que difiere del tango considerado como música culta. De todas maneras, ambos son la cara de la misma moneda.

De ahí que mientras Pepe Aguirre ante el avasallamiento de la Nueva Ola chilena, fuera dejado de lado, así como ocurrió en otras latitudes. Pero él no quería verse jubilado ante los medios que cerraban sus canales, ante los cafés que cambiaban de decorado, de música y de saloneras. En la Argentina misma cayeron en la trampa tendida por el maketing, ya que otra generación tuvo como enlace más próximo a Elvis Presley, caso de Sandro y Palito Ortega. Esa rebeldía, impugnó al tango, solo se atrevió a desafiarlo Astor Piazzolla creando lo que se llama una variación, el tango clásico. Muchos argentinos desdeñaron de lo valioso de su patrimonio, comparable al Jazz y al blues. Y esto es decirlo todo. De tal manera muchos tangueros huyeron del mismísimo Buenos Aires creando una diáspora.

Algo es cierto el tiempo ubica su puñado de melancolías y trae otras propiciadas por las disqueras. Si miramos en YouTube la aceptación de Pepe Aguirre, notamos lo siguiente, Frivolidad posee 8 millones y medio de visitas, y también observamos el grado de aceptación de Muñeca de loza, de Naufragio, mientras son pocas las visitas para escuchar a Gloria Aguirre, su hija, con sus canciones modernas que no calaron sino en su momento. Es decir, Pepe Aguirre se impone aún después de grabar estas canciones hace tanto tiempo. Posee sus adeptos, sus noctámbulos comidos por la tristeza, y el sedentario sitio del sentimental en las diversas cantinas. Ser sentimental es una fuerza interior que se desliza hacia la melancolía y a su grado más alto, la tristeza. Precisamente esas canciones populares expresan ese estado, y más fervoroso si es acompañado con licor en un bar, con la angustia de ver una salonera caminando, y si es bella, es más triste esa soledad: corta con sus agujas. Si en Proust al tomar una magdalena se le vino de golpe el mundo de los recuerdos para escribirlos, y describirlos en una obra maestra total, En búsqueda del tiempo perdido. Así funciona la música, al escucharla, entrega de nuevo momentos de esplendor, o instantes desolados; o sea, los destellos que sacuden. De ahí que el mundo de las sensaciones y el ser sentimental abre sus territorios oscuros, para muchos primarios, pero es innegable, hacen parte de cada persona para tiznar el imaginario popular. ¿Sí o no?

Precisamente ese sentir llevó a que Pepe Aguirre, fuera tan escuchado en Guayaquil, ya que su público lo iba a buscar allá entre licores y las mujeres de todos y de nadie; total desolación. Eso sí con todo el licor y otros caramelos multicolores de alto octanaje.

¿Uno se pregunta por qué? ¿Qué hay en estas canciones? Por supuesto, que la vida que destila gota a gota y que discurre tango a tango en su icono preferido, una mesa de cantina. En Frivolidad de Mario Ríos, un vals, hay nada menos que la historia de un amigo que bebe con otro de más experiencia, el cual le pide que no beba más ante los celos y el desamor. En este vals del Pacífico con letra de tango que asume las características del vals peruano, Pepe Aguirre le da su toque, su voz resuena en esos adeptos comidos por la melancolía más procaz, la de los hombres que, al no querer llorar, lloran de otra manera, bebiéndose el mundanal ruido. De igual manera en Muñeca de Loza, también de Mario Ríos, existe el gesto nunca aplazado de María Isabel que se casa por dinero y apellido con el hombre que no amaba; clásica situación que se da en el theatrum mundi, al cual responde con soltura y desparpajo, otra María Isabel, que dice, eso es cierto, pero con el tiempo una empieza a quererlos y si tiene mucho dinero, se les quiere más rápido. Mientras tanto el drama irremediable persiste en esa canción al escucharla y al beber de nuevo. Otra de las canciones solicitadas de Pepe Aguirre es Jornalero, donde se narra el caso del obrero que trabaja día y día, sin poder remediar su existencia mientras el patrón lo exime de una vida de lujo al este continuar en la eterna mansedumbre de su trabajo mal pagado.

Carlos Serna había enviado su cuestionario a Pepe Aguirre y a su esposa, pero nada que respondían. Como a Medellín había llegado a presentarse el empresario Juan Carrera con su hijo Juan Carlitos le pidió el favor de que lo contactara con Pepe Aguirre. Juan Carlitos, con el tiempo se convirtió de niño prodigio, en musicalizador de programas en la televisión chilena, hasta llamarse Juan Carlos, “Caco”, Carrera. Cuando por fin respondió Pepe Aguirre, contó que estaba casado con Carmen Hayden y tenía un hijo que se llamaba José Luis. Sus gustos musicales eran Gardel y Charlo. Además, no había salido de su país, y le gustaban los deportes. Admiraba a Porfirio Díaz como un maestro de la música. Le envió una foto autografiaba. Además, contaba que había trabajado en el Banco del Estado.

Cuando Aguirre llega a Medellín ya había perdido el entusiasmo por sus tangos. De ahí que, en el Club Unión, haya querido cantar canciones de Gardel como Tomo y obligo, y no las suyas. Aún él se haya herido por esa generación posterior que no quería escucharlo.

En Barrio Triste, que no es triste sino de profusa labor de mecánicos, por supuesto, bebedores. Cuando a un mecánico se le extravía algún tornillo de un carburador, solo le queda un trago áspero en la mañana y a cualquier hora, ante el olor a grasa y a gasolina, para seguir buscando el tornillo. El Pibe Mendoza, en su almacén, había situado la foto de Gardel y de otros cantores en la pared de su oficina, acompañados en las aceras por la sucesión de los talleres vecinos nada menos que por diversas piezas de autos desbaratados, que quizá algún día servirían para algún cliente afanado. Por supuesto, que fulgía la foto acompañado de Pepe Aguirre, en su taller. Allí fábrica espárragos, y se llama Espárragos El Minuto, que son tornillos con tuercas a lado y lado, sin cabeza. El Pibe era todo un tanguero de ley así no poseyera una vasta colección de discos. Eso sí, cada 24 de junio, con Chepe Rúa, llamado por el Gordo Aníbal, “el Ruiseñor de los Alpes”, celebraba la muerte de Gardel. En Manrique, junto a su estatua, le había dispuesto un farolito, para que lo iluminara cada noche. Cada 24, desde la mañana iba a pintar la estatua de Gardel, y en las noches le daba una serenata. Alguna vez ideó un mano a mano entre Juan Carlos Godoy, Armando Moreno y Pepe Aguirre. Allí cada uno le entonaba dos o tres de sus mejores tangos acompañados por bandoneón y guitarras, incluso el Pibe cantaba un tango de su autoría para vivir su noche de gloria, y eso sí seguir bebiendo en las últimas casas de Lovaina, y maldecir a quien siempre le robaba el farol a Gardel. Aun recordaba las palabras de un cliente, si quieres ser alguien en tu puta vida, aprende tangos de Gardel.

El Pibe Mendoza dirigía el equipo de futbol de Barrio Triste, formado, eso sí por mecánicos, también de la Bayadera. El equipo se llamada nada menos que Espárragos, pertenecía a la categoría de ascenso en la Liga Antioqueña de Fútbol. Espárragos tenía un pequeño problema, muchas veces para los partidos la alineación se encontraba incompleta, ya que algunos de los mecánicos se asilaban en su guardería de Enciso, que era su guarida, escuchando tangos y bebiendo, como homenaje a ese coctel de fiesta: futbol y tangos. El mejor jugador del equipo se llamaba Orlando Saraz que llegó a jugar en el Poderoso DIM, le decían Meleguindo. Nada.

La afición por Pepe Aguirre continúa con el coleccionista Toño Cuellar que, durante los Juegos Panamericanos de Cali en 1970, buscó en la delegación chilena a algunos deportistas para preguntarles por Pepe Aguirre; quedaron lelos, nada sabían de su compatriota, pero sí el médico de la delegación, quien le prometió contactarlo con el cantante. Toño necesitaba algunos discos para completar su colección. A los días el mismísimo Pepe le respondió que no poseía ninguno de los títulos pedidos y, por el contrario, le solicitó que le enviara diversos discos que él tampoco poseía. Luego, Toño decidió venirse a vivir a trabajar de plomero a Itagüí, se trajo su colección de discos, unos siete mil. Además, venía con su empleada, Edilma, que seleccionaba discos de 78 RPM en su Bar Donde Toño. A Itagüí fue Pepe Aguirre a visitarlo.

Pepe Aguirre tuvo como acompañante musical con su acordeón a Federico Restrepo hasta 1977. Federico se convertiría en su acompañante fiel durante esos años hasta que entró a trabajar en la Casa Gardeliana. Federico actuó en Los músicos de Víctor Gaviria. Además, es un músico talentoso que persiste, a pesar de las dificultades de su visión. También en Medellín a Pepe Aguirre lo acompañó en sus conciertos el guitarrista Carlos Jaramillo. 

Miguel Ángel Nova, guitarrista y compositor, director musical de Discos Victoria, trabajó diez años con Pepe Aguirre. Añade en una entrevista que le realizó Alberto Burgos Herrera que, a él, le perdonaba todo porque fue el cantante más querido que conoció: “Pepe, de más de 70 años, parecía un muchacho y la vida para él era una sola fiesta, jamás se le veía aburrido y era un hombre espontáneo, suelto, tomatrago, parrandero, enamorao, y el hombre más feliz que yo conocí en mi vida; cuando le escribía su hija Gloria Aguirre, que vivía en Nueva York, me decía:

—Me escribió mi hija, dice que me vaya, pero yo no me voy de aquí de Medellín.

Pepe para mí fue un gran amigo, y cuando murió yo me puse a llorar. Una vez nos fuimos con él a trabajar a Turbo —actuábamos lunes día de fiesta—; salimos de acá desde el jueves anterior, Alonso Galdini, Alberto Laverde, Bolívar, Miriam Araque, Saúl Valencia (Valenti), Pepe Aguirre, mi persona y otros; en total éramos 12 personas. Como éramos tan miedosos para montar en avión, entonces cogimos la línea terrestre a las 6 de la tarde; cada uno compramos una botellita de aguardiente pa'l camino, pues eran 14 horas de viaje; Pepe Aguirre había comprado una garrafa de aguardiente. En Chigorodó, este maestro solo, se había tomado una garrafa de aguardiente; entonces se bajó y compró otra botella y cuando llegamos a Turbo, no tenía sino un asientico.... y ¿sabe qué decía?:

—A mí, aquí en Medellín, no me hace falta nada, ni nadie”.

Queda la certidumbre de saber la razón por la cual Pepe Aguirre se vino de Chile a Medellín. Aquí descubrió el ambiente y el reconocimiento tanguero, aquí entre guitarristas, cantantes, cafés, bares y prostíbulos, y un ambiente bohemio, se encontraba su hábitat propicio. La música, los valses y los tangos y, sobre todo, la música cantada por él era escuchada en los bares y emisoras. Manejar taxi en Santiago de Chile no era oficio para un gran cantante, era la letanía para su fracaso y para el olvido. Lo comprobó cuando al salir a cantar en el coliseo cubierto durante el Festival de Tango en 1974, el aplauso ensordecedor, el fragor de los vivas, los gritos, más aplausos, y el coro con su nombre presente en el bullicio, lo desconcertaron. Sí, esa manifestación espontánea de cariño, era para él. Nunca había escuchado un público que cantaba sus canciones. Nunca había escuchado una manifestación de apoyo que, cómo un chantaje afectivo, lo obligaron a mirar hacia platea, hacia las tribunas que no era el tribunal de una generación, sino un público que no conocía, amoroso y contundente, vital y entregado a él. Nunca olvidaría como esos aplausos, eran no solo el reconocimiento que requiere un artista sino el fervor que necesitaba para sacarlo del ostracismo. Algo era cierto, en otra ciudad, Medellín, su música acompañaba a los solitarios y bebedores nocturnos que son los únicos que también manifiestan su verdad. No olvidemos ese adagio que señalaba, en una inscripción en el Bar Árabe ahí en el corazón de Guayaquil, Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. Así Medellín se convirtió en su otra ciudad. No era para menos, aquellas personas salidas del azar y de la baraja del destino, por las calles, en los cafés, en los bares, en sus conciertos; él, sí, él ya las había descrito en sus tangos.

Una noche, con sus músicos, terminaron por los lados del Bosque. Los acompañaba un músico con las sienes plateadas, merendero que, con los arañazos perezosos a su guitarra destemplada cautivó al cantor, ya que imitaba su voz y vivía de sus canciones de bar en bar por las calles nocturnas de Medellín. Pepe, toda una estrella, conmovido, lo invitó a esa noche de farra, agradecido por perpetuar su memoria. Además, Pepe quería buscar a Matilde. Al llegar a la Cueva del Oso, fue una fiesta. Desde la madame hasta las pupilas lo reverenciaban, diciéndole Maestro. Luego, mientras sus músicos de clase conversaban alejados, el guitarrista, en un allegro ma no tropo, se quedó bebiendo en un rincón a oscuras, y tocando su guitarra con las canciones de Pepe Aguirre, serenata casual, mientras lo acompañaba a la distancia. En su cuarto a Pepe su amiga le susurraba sus propios tangos. A Matilde, le decían la Galleta, -todos los feligreses querían comérsela-. Ella se casó con uno de sus clientes y ahora es una gozosa abuela jubilada que dice: conocí la música de Pepe Aguirre cuando tenía diez años. Con el tiempo toda la familia lo escuchaba en las emisoras y luego en la radiola de la sala. ¡Siempre me imaginaba que él era un hombre muy bueno, amistoso, generoso, un amor!  Y ahora qué tristeza todos están muertos incluyendo hasta mi madre. ¡Que música tan bella! Donde esté Pepe sé que está prendidito y rodeado de guitarras y notas musicales.

 

Desde mayo de 1945, Pepe Aguirre había interpretado de un compositor colombiano, Abel de Jota Salazar el tango Cruel incertidumbre. Ellos no se conocieron; Aguirre vivía su esplendor en Santiago de Chile y Abel de Jota, vivía de una manera apacible en Chinchiná, administraba su cantina, El cantor, poseía un gran perro negro casi amaestrado, eso sí muy responsable, que le llevaba no solo el almuerzo al trabajo desde la finca, sino que cuando Abel de Jota, iba de fiestas y a dar serenatas le traía de regreso las notas musicales, sus partituras, y a veces la guitarra.

Uno de sus amigos con el cual alternaba Pepe Aguirre, en presentaciones de conciertos fue el cantante, Carlos Alberto, El Morocho del tango. Ambos se presentaron en heladerías por la América, en la Casa Gardeliana y en diversos pueblos de Antioquia. Me decía Carlos Alberto: Pepe fue uno de mis ídolos, era una persona amable, y con una costumbre bárbara, le gustaba mucho tomar lo que él llamada el Peinemono. Me refiero al perico, pero del bueno, añade, que era echarle a un pocillo de café con leche dos rones. En esas se mantenía Pepe, tomando café con leche, lo cual sorprendía a sus fans al verlo tan serio y tan dedicada a su arte, pero ya sabía él que dos rones en cada perico, le mantenían el pulso para sus actuaciones.

Pepe Aguirre, ya a sus anchas en Medellín, junto a Juan Carlos Godoy, Roberto Mancini, y Eliseo Marchesse, con los bailarines German y Marina visitaron barrios y grilles, teatros y cantinas, para mostrar su arte junto a la Heroína Carrancha, una mujer morena de cabello negro de ojos almendrados, al decir de Jairo Osorio, gran bebedora, bailarina de tangos y pasodobles, originaria de la Cantina de los Carranchos, ahí en Los Huesos, regentada por Carolina Álvarez que prestaba a sus hijas para la fiesta en su casa familiar convertida en cantina de noche y poder vender licor

Alberto Rossi, uno de los cantantes de tango de Aranjuez, relata entre su lunfardo que no lo dejaba concentrarse, porque una de sus patrias era Buenos Aires, como logró que la Sociedad de Mejoras Públicas del barrio, le patrocinara los Sábados de Tango, en el segundo piso del Café el Faro, acompañados por el maestro Eliseo Marchesse ejecutando el bandoneón, el guitarrita peruano, el Cholo Gómez, y Rafael Brand. Rossi con El esquinazo, llegó a invitar y a compartir escenario allí con Pepe Aguirre, Oscar Larroca, Andrés Falgás, Armando Moreno y Alberto Podestá.

En Medellín, por Maturín, Pepe Aguirre dirigió su negocio propio; El Hotel el Deportista, que era un lugar de paso para las personas provenientes de los pueblos, personas de un perfil diferente a las que habitaban las pensiones de paso en el Guayaquil profundo. Pero también, Pepe, poseía un hotelito, Lindas, por Cundinamarca cerca a la Plazuela de Rojas Pinilla, para las parejas efímeras que se poseían en los fulgores del deseo y que recuerdan como a través de esa manera queremos unirnos, aunque sea momentáneamente, con otra persona. Idea que viene de Platón y que Schopenhauer reforma en otro sentido, que el cauto Borges llama, el secreto, pero que en lenguaje popular se denomina follar, hacer el amor.

Pepe Aguirre tuvo una pareja en Medellín, Amparo Castañeda.

Y es cierto, el mundo de Pepe Aguirre discurría al lado de Ovidio Barreiro, Carolina Gómez, Aníbal Rey, Alberto Rossi, Armando Moreno, Óscar Larroca, Andrés Falgás, Agustín Irusta, Juan Carlos Godoy, Alberto Podestá, el Sexteto del Tango, Raúl Aguirre, Coco Potenza, Lalo Martel, Roberto Mancini, Hugo del Carril, Agustín Volpe, Orlando Contreras, Eliseo Marchesse el Cholo Gómez. Este era su ambiente primordial, y aquí cantó junto a ellos, aquí los vivía en su plenitud. A Medellín por nada lo dejaría. Las personas de esta ciudad le habían arrojado los afectos y lo habían atrapado. Necesitaba cantarles, así como los aplausos, las mujeres, la bohemia; es decir, respiraba de una manera total su universo poblado de sus tangos y de sus valses.

Esa presencia por el cantor, por Pepe Aguirre en Medellín, la manifiesta Jaime Jaramillo Panesso:

 

Sucre

Cuellona la cosa señor

si usted trata de averiguar

por el trio San Juan

o por Los Panchos

cuellona señor

porque ya no viven allí

pero durante muchos años

cantaron con los muchachos esquineros

las barras hacían globos y papeletas

que reventaban a la media noche

del diciembre trasnochador

y en los cercanos puentes de La Toma

mezclaban a Agustín Irusta

con Pepe Aguirre y Olimpo Cárdenas

 y así bachilleril y trompo

con canas de barrio salesiano

creció Sucre Boston delgado

con árboles cascovaca

y balones en las calles de leve inclinación

cuellona la cosa señor

pero se puede ir al parque

y ver las bancas con obreros textiles

que no viven allí

con doctores que si son vecinos

y toman jugos al medio día

y aún comen sabaletas fritas

de un río que ya murió.

 .

Bibliografía:

-Serna Carlos. Entrevista por correspondencia a Pepe Aguirre. El Colombiano

-Burgos Herrera. Alberto: Aquí también se canta el tango, Medellín, 2007.

-Así es la vida de un coleccionista de música, Revista Diners, Bogotá, Ed. 152 de noviembre de 1982.

-Bustillo Naranjo Hugo. Aranjuez 80 años. Ed, Vieco e hijas, 1998.

-Osorio Jairo, Niquitao. Una geografía de cruces. ITM, Medellín, 2008.

-Jaramillo, Jaime Escobar. Medellín en la poesía # 25. Biblioteca Básica de Medellín, ITM, 2006. 


domingo, 25 de octubre de 2020

El Universo del Tango de Asdrúbal Valencia / por Víctor Bustamante

 

Asdrúbal Valencia (Babel, 2020)

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El Universo del Tango de Asdrúbal Valencia

Para Jairo Alarcón, en su memoria.

Víctor Bustamante

El título de su obra, El Universo del Tango, encierra una gran pregunta. Partamos de la palabra universo que, en este caso, parodiando su definición, busca abarcar la totalidad en el espacio y en el tiempo, así como la diversidad de sus formas, los inicios, el impulso, las dinámicas y constantes musicales que gobiernan el devenir del tango. Y esa pregunta significa que Asdrúbal en su obra magna quiere escudriñar, quiere indagar, quiere redefinir este universo donde examina esas verdades generales, y comprobar su verdadera dimensión, la dimensión de esa presencia y permanencia, convertida en historia que, a veces, se evade, pero que él dilucida en voz baja, sin aspavientos, eso sí con certeza.  De tal manera colegimos que esta obra, que ya se proyecta en el tiempo, se ha convertido en un opus, todo un universo, donde gravitan desde la oscuridad de su origen, -lo digo por la falta de datos concluyentes-, nada menos que cantores, cancionistas, directores de orquestas, compositores, músicos y, sobre todo, letristas. He dejado estos de últimos para hablar sobre ellos, ya que Asdrúbal ha llegado al tango por sus letras, no por la música que atrapa desde la lejanía en un acto involuntario que invita a escuchar una melodía sino por la parte que conjuga y le da cuerpo a una composición musical. El letrista es aquel que le da carnadura a un tango, quien nos habla desde la lejanía, esa lejanía que se convierte en diálogo para ser escuchada en la vastedad del tiempo soñador cuando sentimos y precisamos que hemos sido tocados por alguien que ha expresado lo que nos llega. Así las palabras son permanencia en su decir preciso que acompaña en ese momento en que se escucha una canción y se disuelve el presente. Nada más preciso que llegar sediento a la mesa de un bar para escuchar un tango, solo tangos por favor. En ese acto sagrado el bebedor nocturno sabe que inicia un viaje en su aparente inmovilidad.

Asdrúbal Valencia, en su work in progress, va adquiriendo un enunciado para convertirlo en una reflexión, en una enciclopedia total sobre este universo. De ahí que vaya trabajando minucioso y disciplinado sobre este tema que posee tantas aristas. Él quiere abarcarlo todo, aunar piezas sueltas, buscar su unidad, traspasar lo oscuro de algunas premisas para concluir, con la dificultad que conlleva, desde una perspectiva de seriedad donde el tango ha dejado de ser propiedad nacional, para convertirse en patrimonio de otros en la lejanía, y esto enriquece su acervo, al posibilitar otra mirada que conjugue la precisión, las conjeturas y la discusión, así como otras valoraciones que Asdrúbal descubre y entrega, y que dará lugar a rivalidades y a choques de conceptos, a otras definiciones e interpretaciones, ya que él no se deja llevar por lo emotivo, por la superficie de una composición o por una frase musical, por una aseveración ya aceptada en apariencia, sino que él indagará para establecer su valor, y ese valor se adquiere a partir de haber buscado y hurgado en el conjunto de ese corpus. De ahí que su escritura se haya convertido en algo escrutado larga y concienzudamente pensado sin ningún atajo. Es necesaria la mirada del extraño, del extranjero, para valorar lo que los mismos argentinos dan en algunos casos como una verdad revelada y en otros casos, como en este trabajo,se recobran olvidos manifiestos.

En su labor, largamente, pensada, espléndidamente escrita tiene todo lo preciso para redefinir la hemeroteca con el relato del tango confirmando su apreciación y valor en provecho de cierta forma de rescate, de redimensión. Asdrúbal posee cien mil tangos, un total acervo. En este sentido, continúa con su investigación, así como con su divulgación por medio de las reflexiones en sus libros que estarán cerca de constituirse en su mayor legado.

Esta summa, esta enciclopedia real, muestra como Asdrúbal la ha estudiado en sus vericuetos y en sus puntos álgidos, y así nos ha hecho conscientes de él, de su tenacidad, de su valor. No es únicamente la suma del oidor de tangos, completados con algunas aseveraciones y letras de los más conocidos, sino que él enfrenta dos mundos, el de los que hacen del tango una élite como él dice, donde es necesario averiguar, en su caso, haber vivido como él, el encanto de la nostalgia por los llamados bajos fondos como una compañía, una búsqueda, un bello delirio y algo que inquieta. Esto ha permitido que, a través de su experiencia esta se convierta en una parte de su exploración para inquirir y completar ese patrimonio tantas veces releído. Así, sus libros se han convertido en parte fundamental de esa biblioteca que él ha ido completando, que ha ido rematando en sus aristas a través de las preguntas que surgen, que lo hacen proseguir en una labor de mucho peso y de mucha reflexión. Quiero decir que él está presente y siempre afirmando su seguridad para la investigación, a la vez que subsumido a ella. Sacudiendo las voces del silencio que amedrenta, a veces, a un autor al no existir un diálogo sobre su obra. Asdrúbal, al nombrar, al escribir con iluminada eficacia nos ha donado, sobre todo, un espacio muy específico de lo que es la experiencia musical en todo su esplendor, al inmiscuirse en lo peculiar del tango, dejando afuera los reflectores y el espacio siempre activo que son las falacias que, al fin de cuentas uniforman, pero él huye de ese lugar común. Eso sí ha estado presente en la discusión y en la exposición de su presente, un propender siempre dinámico en su asertividad y en la proximidad de un hombre al que el tango lo ha sacudido desde su nobleza y desde su juventud, y ahora en su madurez poco a poco refine desde su orilla esa vastedad que es el territorio del tango; esa música sublime.

La palabra experiencia está aquí con toda su dosis de sinceridad, entendida no como lo que se convierte en una ficción, trasunto ornado de cierta realidad, sino que él la ha experimentado. El Universo del Tango en toda su dimensión y valor se desliza hasta algo inamovible para saber y ver que se convierte en el destino de sus devociones ilustradas, nunca como un inventario personal y ortodoxo ya que él posee ese sentido de saber que las músicas evolucionan en unos años y tratando de desdecir de su época dorada, donde el tango dio su cota más alta, ya de otros, y al no conseguirlo se quedan solo en esas variaciones para regresar desde su lejanía a saber  y especular sobre los grandes maestros,  a quienes trataron de superar, que les señalan desde su talento y finura que son insuperables, a pesar del silencio y de la eficacia de querer ser modernos en el legado por la ignominia del presente y su frivolidad.

Asdrúbal, es pragmático en este sentido, no lo amilana ni desvela el inventario de tantas publicaciones anteriores, junto a versiones y diversiones sobre esta música. Su creación, sus observaciones, son una lucha por descubrir cada vez las personas, los temas, los espacios de los que no se habla; no dejando la novedad al desgaire, eso sí teniéndola en cuenta para establecer la evolución y su profunda correlación para que nadie se sienta eludido.

El Universo del Tango busca explicaciones e interrogantes a estas obras, pura música, desde su origen, luego las amalgama y las une, las junta en sus diversidades, no las despoja de los que la han preservado a muchas de ellas sin publicidad y sin sonrojarnos por el olvido de su aura. Porque a pesar de este olvido muchos tangos, muchos cantantes, muchos letristas, muchas orquestas mantienen su aura, es decir ese sentido de resistir al tiempo y de convertirse en clásicos, que es lo que perdura. En esa lejanía las ha apresado y juntado Asdrúbal. Por esa razón nos inquieta y nos enseña con precisión los caminos cerrados, las preguntas resueltas, las curiosidades que emanan al leerlo donde su investigación deja de lado las especulaciones para darnos esa seguridad de saber que transitamos por caminos que no dejan dudas ni la necesidad de afrontar otras dudas. No, él su autor es preciso en su escritura y en sus indagaciones. Es claro en su objetivo primordial: darle peso y presencia a esa música que lo abraza y abarca en su plenitud desde su adolescencia.

Asdrúbal contrapone de una manera impresionante la ordenación estricta, veraz y viva, de una forma exhaustiva que le permite reconstruir y catalizar una realidad que está ante nuestros ojos y que, a veces, pasa desapercibida como si no mereciera una mención para saber de dónde proceden. Él, inmerso, entre los libros y la existencia cotidiana, entre las preguntas y las pasiones que suscita la música, establece una relación tan cercana y real, según el movimiento y la dinámica sobre preguntas que le inspiran su saber para establecer respuestas contundentes a medida que avanza en pos de los temas que son afines para abordar el tango mismo en su complejidad.

Para esta labor hay esos diversos espacios desde los que podríamos llamar los orígenes, los ritos, de la música y de la fiesta con un territorio que establece a Buenos Aires como esa ciudad que ha ido creciendo y que diversos tangos, al mencionarla, hacen notorio como se instalan esas fronteras corredizas que invaden las personas y las nuevas construcciones, como si el tango, al anotar esos lugares, quisiera abarcar la ciudad de sus momentos y sirviera para después ubicar en el trascurso del tiempo la creación, la evolución y la perdurabilidad de esa música en los lugares que nombra, ya que al nombrarlos los marca para siempre.

Sin embargo, Asdrúbal, en sus libros, incluso no hace menos elogio de Gardel que de Corsini, que de Homero Manzi o Cátulo Castillo. Todo el tango pasa en él con sus diversos matices. Desconocerlo es no sólo relegar sus pesquisas, sino excluir lo que tiene de más atractivo y desconocer también la esencia que un trabajo de su magnitud hace surgir en él y en nosotros, con el propósito de aunar y aprender sobre este tema que tantos puntos diversos, tantas preguntas suscitan, tantos creadores en toda su dimensión le causan a su autor el deber y la colusión de darles cabida en la responsabilidad que comparte para no olvidar su fundamento de profesor.

De tal manera, Asdrúbal Valencia, en El Universo del Tango franquea las líneas divisorias entre la historia y la música, entre Buenos Aires y Medellín, entre París y el resto del mundo, con una escritura clara no para escapar a las preguntas dudosas, a las discusiones sin retorno, que trae su arduo trabajo cuando, a veces, la realización se torna resbaladiza ante la diversidad de temas, sino para despertar en nosotros la asimilación y el aprendizaje, ya que esta música conserva ese magnetismo de haber sido buscada y escuchada en diversidad de paisajes con inmediata certeza. De ahí que El Universo del Tango nos dé la impresión de familiaridad y de cercanía para saber cómo los compositores y letristas se juntaron en una eclosión perenne con sus gozos y talento, con sus tribulaciones y oscuridades, para crear obras maestras de solo tres minutos en que una composición de estas nos atrapa, así como Asdrúbal Valencia en su trasiego, en sus investigaciones abre con sinceridad ese camino para enseñarnos que esta música, el tango en toda su extensión, vive presente en nosotros.




sábado, 17 de octubre de 2020

El último aplauso de German Kral / por Víctor Bustamante

 

German Kral
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El último aplauso de German Kral /

Y la ciudad, ahora, es como un plano

De mis humillaciones y fracasos;

Borges

 

Víctor Bustamante

La atmósfera no puede ser más inquietante, iba a decir sórdida, que no, que no lo es, sino por ese matiz que siempre hemos tenido del tango debido al carácter de plasticidad en sus bailarines y en la presuntuosa elegancia de sus cantantes, corrijo en su exquisitez, ya que en su ámbito ha ido ganando el glamour que gira en torno a una de sus expresiones: el baile. Esa es la vitrina. Pero indaguemos en otra orilla desde aquellos que no triunfan que siempre siguen una regla no escrita, que comienza desde abajo. De ahí que unos llegan, debido a su talento y a mucha suerte; otros se quedan a pesar del talento y nula suerte. Estos quedan merodeando por las avenidas del desengaño y en el regusto enorme y dudoso de que llegará algún día, lejano horizonte, para poder escalar, pero, ese, pero, será negativo, nunca lograrán lo anhelado. Esa es la ley que rige en muchos casos la cosa nostra musical.

Los perdedores son muchísimos, nunca subirán ni a la primera escala del profeta. Hay un cielo vedado para ellos, el éxito. Su vida merodea y no sale de esos pequeños lugares donde la incertidumbre es indeleble y constante, los atisba desde ese empalagoso cenicero de colillas humeantes con el continuo abrevadero de bebida y las noches largas atiborradas de conversaciones eternas y serenas, pero en ese círculo vicioso poseen, ya han poseído la ciudad. El gran Buenos Aires los sospecha sonriente y burlón desde las fachadas, desde las aceras, detrás de las puertas y desde las ventanas, mientras los faroles de las calles apenas los alumbran, mientras pasa otra noche dentro de esa summa de noches que los arredra. Así El último aplauso de German Kral.

Pero, ¿qué es El último aplauso de German Kral? Nada menos que una indagación dentro de esa noche fastuosa, dentro de esa noche del gran Buenos Aires con sus avenidas atestadas de autos y ese paneo a sus calles, y, sobre todo, una pesquisa a ese costado donde German Kral no nos llevará a un gran lugar de tango, donde la belleza es opacada por la seriedad y por el afán de mostrar al turista, la sangre sabia del tango, sino que más bien su director escoge otro camino, aquel que no figura en los diarios ni en los posters, ni en la tele, pero sí en el aviso casi desvaído de ese lugar casi oculto, el Bar del Chino, donde se ha empozado la nostalgia y el cariño, visibles nada menos que en las paredes a través de las fotografías de cantores con sus momentos de brillo que dan la impresión de ser un álbum familiar del tango, como en efecto lo es, ya que esas paredes como las hojas de papel volátil del tiempo sirven de escenario  para ocultar la desnudez y la lejanía de esos momentos y de esos cantores que le dieron ese carácter monumental al tango. El Chino mismo y los visitantes son testigos de esa alucinación de la memoria que destella en plena noche cuando el lugar hierve de música y de personajes que revelan a su dueño y al interior, y a Pompeya más acá de la inundación.

Cada uno de ellos, en su discreción, en su certeza, por supuesto, se hayan en este lugar, el Bar El Chino por una razón de peso, mantenerse activos, junto al mismo dueño, Jorge El Chino García, que ha bautizado el lugar con su nombre y enseña el interior que parece espesado en el tiempo de su cuarto, con su esposa y su fiel perro a bordo. El Chino también canta tangos y atiende a la clientela y anima a los músicos, cantantes y al guitarrista que son el centro de esta película bañada con esa tonalidad de la supervivencia, ya que estos artistas, en su anonimato, se convierten en la sombra de lo que no fueron, pero los aplausos, la bohemia y la noche son sus caminos y allí destellan.

Kral no deja a estos cantores al desgaire con las preguntas del espectador sobre la vida de cada uno de ellos. No, Kral los visita y así mismo nos da, espectadores transidos, desde la butaca, para escrutar como cada uno de ellos posee una vida llena de subterfugios cotidianos, deudas, soledad, abandonos, y a ellos solo les queda su arte, la música como emoliente, como si, la música fuera el lugar donde ellos habitan para huir de los conflictos y las deudas mismas, y así vivir un pequeño destello en los bares donde cantan. Uno de ellos el del Chino que, al cantar, los espectadores con sus aplausos lo convierten en alguien, un personaje de la noche, de la amistad pasajera y de la música misma.

Estos personajes no desfilan sino que en la película están más que presentes: Abel Frías el guitarrista que escolta a los cantantes de este bar. Él, además, es indispensable en este acompañamiento como protagonista ya que es el único que sabe de la ejecución de un instrumento musical y nadie más. Aquí se convierte en un ser necesario, ya que sin su música ninguno de los cantantes sobreviviría.

Horacio Acosta es un tipo bonachón que anda con problemas y con deudas, pero en las noches va a cantar al bar, que se convierte en su refugio y donde él se consuela con sus canciones y nos devuelve algo así como una experiencia de vida, que es más que aquella noche fugaz que otorgan la compañía de sus canciones.

El italiano Walter Barberis se consuela en su cuarto y en su viudez con un estado de libertad, aunque condicionado con el légamo de su recuerdo, pero también de una soledad total que supura alegría junto a fotografías de su amada inmóvil y pensada.

Inés Arce conversa con su marido, y a los 56 años de matrimonio es una mujer plena en su vida cotidiana, le dicen la Calandria. Es una cancionista activa debido al timbre de su voz, y las canciones que modula ella le da un tono muy personal. La notamos caminar por las aceras y calles a la tienda para comprar el pan. Aparece en los ensayos de canto, enseñando sus discos a muchachos sorprendidos de su recorrido musical y de su memoria que les entrega con donosura.

Cristina de los Ángeles en su cuarto adornado con fotografías de Gardel y una urna cineraria con las cenizas de su madre. Ella es la persona de la cual sabemos más, la encontramos en algunos cafés. Ella es quien establece el contacto de estos músicos con la Imperial, músicos de otra edad que acompañaran, a los cantores y cancionistas mayores en una suerte para salir de su exilio dentro de la propia ciudad.

El otro cantor es Julio César Fernán que vive con su madre, en una relación como desgranada también de algún tango. Él es elegante y sobrio, a pesar de la adversidad, pero su madre siempre cree en él, en su talento. Julio César es el más reconocido. Ha viajado, ha recorrido su país, ha alternado con figuras grandes del tango como Rufino y Goyeneche, solo le falta un poquito de suerte ya que su voz y su expresión musical son las de un verdadero cantor.

A la muerte del Chino, que es quien convoca con su poder de seducción y alegría, su esposa Delfina y Omar Lauria quedan para dirigir el lugar pero reconocen que el Chino poseía ese don de ser el centro de su bar, cuando poco a poco cada uno de los asistentes se va yendo para quedar alojados en otros sitios de la gran ciudad.

Pero esta nostalgia queda reconfortada entre las voces que entregan sus diversos susurros y risas por parejas que se abrazan cómplices como con esa saudade de una unidad perdida. Visible desde el comienzo con Perfidia, que sale de Casablanca, ahora en italiano, en la voz de Walter Barberis que añade, luego, como los tangos hablan del desarraigo. Él mismo es un emigrante de otra ola que le dio lustre a la Argentina.  Se presagia en estos asistentes al bar una considerable gentileza debido a ese agasajo casi entre desconocidos. Una ingenua y agraciada complacencia llena la amistad que, como una comunión momentánea, convoca a través del diálogo y la música en estos estremecimientos tan disímiles que se deslizan y que arden con el licor llevado por la música, en este caso los tangos. Entonces sabemos que la ternura ruge a través de haber llegado a este sitio desde puntos diversos de la ciudad, posta para pastar en la noche.

Esta película, con su último aplauso, es la oportunidad suprema. Casi la última oportunidad, que es notoria para la representación de cada uno de los músicos que, como náufragos de sí mismos, aún mantienen la fe intacta en su ilusión de triunfar. De ahí que la cita que se da en el Teatro Colonial, se constituye en ese momento indispensable ya que ellos, luego de la salida del Bar el Chino, llegan a un punto de fuga con la necesidad de buscar otra forma de que los reflectores los iluminen en su anonimato. Ya en sus ensayos enseñan su talento para ser nombrados en otro ámbito. Hay una colisión amable entre dos generaciones de músicos. Aquellos de ahora, de la Orquesta Típica Imperial, jóvenes que tocan sus instrumentos, piano, bandoneón, contrabajo, que mantienen su deseo de iniciar un camino, pero aun no han poseído la ciudad y sus avatares. Y en la otra orilla, aquellos que, con su voz, y su pasión por el canto, van a ser acompañados por esta orquesta, y que ya sabemos han padecido toda la suerte de ser relegados.

Estos dos grupos de creadores son la síntesis de un momento muy peculiar, lejos de la vida cotidiana con sus colores apagados, que define el tiempo efímero a la espera de que su arte vuelva a renacer. Ambos desean eternizarse bajo la impronta de este encuentro en la que existirán a través de estas actuaciones. Esta aproximación no es solo un medio de acceder a su arte, sino más bien de volverlo asequible para establecerse en ese filo que, como un ultimátum, escapa a la vida de los cantores. De ahí que estos adquieran cierta idealización por triunfar que es el deseo de eternizarse en una melodía, para que mediante ella se capte lo primordial que es esa coincidencia, no como personas de edades disimiles en sus fronteras y en la vida que cada uno ha vivido como un reflejo, sino en ese momento donde armonizan y saben que la música, el tango, reside en ellos, como una presencia fuerte que socava ese momento donde las edades quedan vueltas trizas porque la sobrevivencia de su arte es lo que fulgura.

El último aplauso es un retrato en dos tiempos que hemos ido dibujando hasta cuando caemos en cuenta que, ambos grupos de artistas, poseen su parecido: la utopía por la música como exaltación donde funden sus quehaceres. De ahí que esta semejanza comienza a plasmarse así sea en su diversidad de conceptos, ya que al fin quedará el regusto de saber que se ha dado una posibilidad donde unos continuarán y otros se apagarán sin haber logrado ese destello donde flota el ensueño de haber mostrado, testigos duraderos, que no pasaron de largo bajo una existencia gris y común sino en pos de su arte.

Buenos Aires está en German Kral, imperecedera y presente, sorpresiva y perdurable. Él mismo lo dice en otra de sus películas, Imágenes de la ausencia, como el paisaje del plano propicio para responder a las preguntas sobre sus padres. Por eso su lejanía en Alemania la convierte en algo más urgente, donde la convicción y el poder de la nostalgia, lo sacuden y lo llevan a conjeturar y a buscar y a regresar a su ciudad amada de la mano de la poseía de Borges y con Volver, cuando Gardel le recuerda que Buenos Aires no es una quimera sino su paraíso presente, recuperado en tres de sus películas. La otra es Un tango más.

Kral ha indagado el otro rostro del profundo Buenos Aires, donde fulguran aquellos cantores que continúan su labor en pequeños bares, lejos de las crónicas en los diarios, y de las citas en el plató de la tele, pero que perviven debido a su exaltación por cantar que se ha apoderado de ellos como una fatal ilusión. De ahí que esta película describa ese estremecimiento de la noche y del alba como un homenaje a estos artistas que desde la misma lejanía los aplaudimos en ese silencio mutuo al saber de su lucha, de su talento, en esa valerosa dentellada a la existencia.




viernes, 16 de octubre de 2020

Bello Tango Club

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Bello Tango Club

Víctor Bustamante

Un grupo de amigos ha decidido reunirse para algo: escuchar tangos y discernir sobre los avatares que cubre el aporte de sus cantores y cancionistas, de sus letristas y orquestas: sus talentos. Ese grupo sabe que esa música ha llegado desde hace muchos años y se ha instalado en cada café y en cada bar. En esos bares de donde sale esa música que los atrapa o cuando en la atmósfera del interior los sentidos necesitan sentir más lo que es esa música que los acerca, no solo con unas buenas copas y el humo del cigarro sino con algo cierto, la vida que se diluye en ellos que se define para definir su esencia mientras los escuchamos. Pero ahora para ellos, en el Café de los Angelitos que es sede, la hacen suya cada mes cuando deciden salir de sus actividades cotidianas para vivir una tarde y una noche con lo que más les apetece, buscar el tango, sentirlo, vivirlo, sufrirlo, ya que quien busca el tango debe estar listo para someterse a sus dicterios, es decir a cultivarlo en su cercanía más profunda.

En el Café de los Angelitos, punto de encuentro larga unión y cercanía con el café mítico del gran Buenos Aires donde Gardel asistía con su barra de amigos, pero desde aquí, desde la memoria los que asistí, asistimos, son aquellas personas del Bello Tango Club que glosa su memoria y la hace presencia al quedarnos atrapados en ese tiempo de la música popular más elaborada y que aún mantiene su tacto y su exquisita armonía.

La sede de estos soñadores está situada en Bello, no es raro que sus encuentros busquen administrar y dominar, y, sobre todo, acercarse a la profundidad del tango, de sus temas, ya que ellos se han convertido en su morada.  Esta morada, interior, es realmente un estado de ánimo que los define y está construida por las indagaciones particulares de cada uno de ellos, que son sus gustos, sus colecciones, sus escritos, y aquí coinciden para compartir sus cercanía, ya que al cada uno de traer sus investigaciones, sus teorías para entrecruzarlas con las de sus contertulios, ya que en su morada interior, como he dicho, la música los ha llevado por sinuosos caminos hasta salir al lugar donde se comunican en ese centro , el café y donde las pulsaciones al calor de unos vinos caldean el ambiente.

En ellos hay, sobre todo, una intersección, un leitmotiv, que perdura y es la amistad. Sí, en esta tertulia la amistad rezuma en ese compromiso de buscarse entre ellos mismos para asistir y compartir secciones de música, mientras las calles de Bello escalan la tarde y la noche misma.

De ahí que Lilian Bonilla, Gladys Elena Castrillón, Gloria Vásquez, Beatriz Crespo, Pacho Duque, Luis Argiro Tobón, propongan y mantengan otro espacio para el tango.

 

miércoles, 14 de octubre de 2020

Luisa Mirenda esposa de Roberto el Polaco Goyeneche / Jenaro Briñón

 




Luisa Mirenda esposa de Roberto el Polaco Goyeneche / Jenaro Briñón 

Me acabo de enterar de la partida de Luisa Mirenda, esposa de Roberto El Polaco Goyeneche hace un rato. Mi sentimiento de pena a toda su querida familia. Siempre la llevaré en mis recuerdos, una persona muy especial. Adorable .... Bendiciones a toda su familia. Abrazo sentido desde el otro lado de la cordillera


martes, 13 de octubre de 2020

La Caravana de Gardel Carlos Palau/ Festival Tango Pereira / 2020

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 De Fernando Cruz Kronfly 

Carlos querido.

Volví a ver, por Telepacífico, la Caravana. Mucho mejor que la primera vez, pues tuve modo de detenerme en ciertos detalles. Quedé fascinado. Definitivamente, es un inmenso logro cinematográfico. Seré breve:

La fotografía es espectacular. Los primeros planos de esos rostros tan expresivos, que transmiten la absolutamente necesaria impresión de la verdad. Son rostros verdaderos. En el arte, esto se llama verosimilitud, es decir, creíbles.

El color sepia. Esta película tiene un color sepiado que transmite el tono de lo que está pasando. Bellísimo. Los colores tienen un mensaje inconsciente para el espectador. Jerala, un tío mío por el lado materno, íntimo de tu padre en Cartago, ya en la cama del fin de su vida, me pidió un día que le permitiera leer la novela en el manuscrito, cuando todavía no se había impreso. A los ocho días fui a visitarlo y ya la había leído. Le pregunté qué había sentido, exactamente así, sentido, y me respondió: es una novela entre sepia y violeta.  Quedé estupefacto. Y mandó traer dos coñacs. Los colores son definitivos al tono y clima del cine. Fue un acierto. Esos colores están en la novela.

Otro punto es el de los paisajes. ¡Qué belleza! La naturaleza aplastante de nuestro país. También absolutamente necesaria a la película, en razón de la historia narrada. Color, sumado al entorno natural. Y a la verdad de los rostros de los personajes que van desfilando, por Damasco. Y esa voz de la Gardelita, ese rostro suyo cantando. Y esa otra bandida vieja que canta "Cicatrices". Yo fui quedando no sólo fascinado sino conmovido. Me arrugué.

Y luego esas escenas de Buenaventura. Me ericé. Esos cantos, esos rostros, esas sombras. Y el barco en el mar.

Y esa canoa detrás, de un boga solitario, dando a la escena esa verdad. No sabes, quizás, el peso y el arraigo a la verdad que este boga le agrega a la escena.

Y el entierro. Mejor dicho, esos rostros, esa Gardelita. Y la superposición de las fotos viejas. Ese entierro es espectacular. Esa colina, esa tierra que cae, que golpea. Y, finalmente, esa lenta bajada por la colina, todos callados, todos con su personal dolor. No hablan entre ellos, separados bajando cada quien en lo suyo. Otra gran verdad de la película.

Entonces, Carlitos y Ángela, reciban mi abrazo desde la cordillera. Un gran logro, definitivamente. Y esta es la razón para que la Caravana se vuelva la caravana que merece ser, por las ciudades y los pueblos del mundo. Ya lo verán, el tango no muere. Está en Perfume de mujer, está en Marlon Brando y en grandes películas del mundo. Porque el tango es lo más humano que he oído en mi vida.

 

Gran abrazo.

 

Fernando








lunes, 12 de octubre de 2020

Eduardo Escobar y el tango


Eduardo Escobar (Fotografía de Ferico Bayona)

 

Leí que le gusta mucho el tango. ¿Qué es lo que le atrae de esa música?

El tango es una música muy apreciable para mí. Reconozco que hay montones de  tangos mediocres, que  a veces incluso ofenden con sus letras matreras de presidiarios  y puterías… Pero el bandoneón y en general la conformación de las orquestas de tango, tienen unas cualidades que recuerdan la mejor música europea… Pugliesse, Varela, Mederos, Salgán… A veces me traen a la memoria a Bela Bartok… Son músicos muy exigentes, los creadores del mejor tango, Darienzo, en fin… Fresedo. Y entre los cantantes, hombres y mujeres, que se han distinguido aunque no sean muy populares, hay algunos inolvidables. Y claro, entre los letristas algunos alcanzaron una cierta poesía muy particular, como en los grandes tangos clásicos que cantaron el polaco Goyeneche y los otros de la enorme coral de trasnochadores. Troilo, es indudablemente un músico fabuloso. En Colombia por lo general se oye mucho el tango malo… Pero hay cenáculos donde se rinde culto al buen tango.

(Tomado  de Entrevista a Eduardo Escobar: “Quién sabe si las máquinas acabarán por escribirnos la poesía que necesitamos”  realizada al poeta por Julian Berenguel para Letras Libres, sep 21 / 2020)