martes, 16 de agosto de 2011

Leonel Ospina




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Leonel Ospina
Víctor Bustamante

La palabra merendero, se refiere en forma despectiva a esos músicos callejeros que vegetan en las noches de Medellín. Pero hasta ahí esa denominación, porque cuando uno los encuentra, ellos vienen cargados de muchas noticias de su cansada ambición de no haber sido artistas de fuste. Muchos de ellos claudicaron, pero sus caminadas por la noche de la ciudad, sus llevadas de serenatas, así como la música que interpretan, es algo digno de sobrevivir en la memoria. Así alguna vez conocí en el Bar Jurídico, donde nunca vi jueces, uno de ellos: tenía a lo sumo unos 80 años y aun recorría los bares de Medellín desde la Playa hasta la plazuela Nutibara hasta Guayaquil buscando dar serenatas o interpretar canciones ante borrachitos terrenales deseosos de una sentimentalidad en vivo y en directo en las mesas atiborradas de licor, y, por ello recibir unas magras monedas. Este señor con su guitarra se quedaba con nosotros, poetas a la intemperie, y terminaba más borracho con su guitarra destemplada. Pero este señor anónimo como muchas de sus canciones alguna vez me entregó una canción que no había escuchado. “Rondeles”, como si su memoria aun cantara al país de 1950
De esta manera en la Villa se le dice merendero a una persona, un músico que no ha triunfado y se ha quedado cantando canciones ajenas y dando serenatas a desprogramados bebedores nocturnos o a novias desconsoladas.
Por supuesto que no voy a referirme a Leonel Ospina de esta manera. Leonel Ospina fue un grande de la música parrandera antes que muchos cantantes de ahora existieran. Basta escuchar “María Teresa”, “Ya nació el niño” o “El Jardinero”, canciones que siempre regresan en diciembre para saber de quién se trata.
Ahora Leonel Ospina en los billares de La Playa una mañana de domingo nos acompaña con un bolero y un tango: “La Abandoné y no sabía”