martes, 20 de abril de 2021

Un tango más de Germán Kral / Víctor Bustamante

 

Germán Kral

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Un tango más de Germán Kral

Víctor Bustamante

Al comienzo de la película, mejor de la ensoñación que es Un tango más, porque el cine está hecho con la materia de los sueños y de los recuerdos, la cámara llega a Buenos Aires en un avión que espía la Av.  9 de Julio, hacia el Obelisco, como si un paradójico  Ángel de la historia que en su huida no mira hacia atrás porque, aunque quiere detenerse, quiere advertir qué ocurre en su tardo ralentí. Pero sabemos que quien llega es el mismo autor de la película, que no huye, sino que mira hacia atrás intentado explicarse qué ha ocurrido. De ahí que en su cine exista esa constante del regreso ya que el futuro no augura nada mejor, sino que el paraíso perdido, Buenos aires, es su destello. Un tango expresa mejor lo que digo, por supuesto, canta Goyeneche, Llevo el Sur, / como un destino del corazón, / soy del Sur, / como los aires del bandoneón.

Pero entremos a cine, a esa sala ilusoria para ver Un tango más de Germán Kral, que no es una historia de amor más sino una gran historia de amor. Lo afirmo por el matiz que adquiere la película a medida que transcurre. Al primer encuentro entre Juan Carlos Copes y María Nieves Rego, en una milonga en Estrella de Maldonado, los sucede un tiempo nunca prudencial de un año para buscarse de nuevo. De esa primera vez no ha quedado un sello perdurable, el universo de una promesa, sino una imagen casi desvaída de ese primer baile cuando ellos; él, mejor, la pisaba para que bailara como una necesidad de reafirmar los pasos torpes. Un carrito dice María Nieves, del que más tarde se convertiría en un bailarín afamado. Entre ambos formaron una gran pareja de tango que asistió a los lugares más reconocidos y fastuosos, desde Buenos Aires, a Nueva York, a Europa, a Japón. Luego vendría la desazón, pero no una desazón que queda en el aire, sino que se analiza al buscar a los dos por separado y juntarlos en una escena audaz, ya que ambos no quieren verse; esa sustancia que los unía, el amor ha quedado disuelto. Así cada uno exhibirá lo inaudito que los escuece, sus sinrazones y sinsabores. Eso sí una férrea premisa de María Nieves sutura la idea del primer amor como meta y sacrificio. y nada más. Punto. Y algo cierto, en el Atlanta, Copes con su lentitud y María con su ligereza crean el sello que será, el estilo Copes.

Hay desde un comienzo, cuando estas vidas son narradas, explicadas desde los inicios de ella, de María Nieves en su casa con los deseos de una muchacha llena de vida y de anhelos por convertirse en bailarina, así como la vida de Copes que va fraguando poco a poco su calidad de bailarín, así como sus deseos de contar historias a través del baile. Todo va bien nunca mal. Los reflectores, neones multicolores, del triunfo a través de unos cuarenta años los matizan, les dan aire, a la creatividad de él para la invención de las coreografías y la plasticidad de ella como complemento necesario. Luego vendrá ese catálogo del recuerdo que cuenta cada uno con sus justezas e iniquidades que enseñan su talento como una pareja posible casi perfecta de tango.

Ninguno de ellos hubiera renunciado, de haber seguido meramente en la presencia del baile y sus viajes, y menos en la vida de cada uno como devenir, en esa dinámica a la que pocos renuncian en la cúspide, por una circunstancia qué no busca explicar, a todo reclamo que pudiera parecer un comentario baladí al recordar algunas palabras que ella dice desde el comienzo, si naciera de nuevo volvería a hacer exactamente lo mismo, eso sí sin Juan Carlos. Lo aseveró y volvió a decir María Nieves, si volviera a nacer volvería a hacer lo mismo, una tanguera por sobre todas las cosas. Haría todo menos estar con Juan. Estas palabras pronunciadas desde el comienzo son turbadoras porque de una vez uno se pregunta qué ha pasado ahí, qué ha tergiversado una relación matizada por el éxito. De tal manera que el aprecio se desliza desde ahí, desde su franqueza hacia la temeridad como un indicio turbador, desafiante, que contrasta con la cercanía de ellos en el encuentro primero donde no se avizora ningún elemento lejano que de una vez torpedeé su ciclo vital como personas de tango. Por supuesto que hay la lectura del esplendor, del cariño y está la otra cara de esa moneda cuando se baja al subterráneo de esa misma pareja, los indicios, los miedos, las redefiniciones como esa sustancia que hace equívoco eso que algunos piensan que nunca debió inventarse, la pareja. Lo confirma Juan Carlos, en esa distancia que impone su severidad, ella le hacía la vida imposible.

Pero existe una cercanía que se percibe como una verdad adyacente cuando ellos en el escenario, en los primeros minutos de la película caminan directos hasta encontrarse frente a frente, para mirarse a los ojos, cada uno guardándose su temeridad y sus palabras y los testamentos de sus furias interiores para un encuentro que poco a poco resbalará y los arrastrará en un deslizamiento perfecto, libre, que se cristalizará, quizá sería en una de sus últimas citas de baile al Japón. Ellos mismos ya no tenían casi ya el deseo de hablar, sí de bailar para mantenerse vigentes, cuando entre ambos ya todo estaba hecho pedazos. Lo cierto del caso, lo que saca la película a la superficie, me preguntó, podría ser lo que nos conmueve, qué ocurrió entre los dos, cuando a ninguno de ellos no se le ocurrió un día hablar de ninguno de los dos. Guardaron silencio. Un silencio que nos es común hoy, pero que con los años queda como el único testimonio cuando cada uno  tome caminos diferentes y ya nadie tratará de responder esa continua conversación que aún no ha sido expresada por última vez. Ya que del afecto al odio las preguntas no se han resuelto. Copes tácito dice: No la aguantaba más.

Lo cierto es que Un tango más es una película que recobra el tema del baile, que tan caro ha sido para Hollywood, aquella ciudad de sueños y de estrellas que se dio el lujo de crear géneros, uno de ellos el musical. De ahí que esta película debió hacerse hace muchísimos años en la misma Argentina, ya que el tango es la única música que está a la par de las músicas imperiales, como el jazz, el blues y la llamada música clásica. Por eso un Tango más ha llenado ese vacío. Podría mencionar otra película en español Tango de Saura, pero su talento se pliega más al estilo narrativo, en lo episódico de la plasticidad de los bailarines; algo le falta, y eso que le falta lo cubre y lo llena Un tango más una película profundamente argentina donde rebosa el color local, ese detalle, que es lo que hace notoria una obra de arte.  Hay otra película, Lección de tango de Sally Potter, en inglés vaya, vaya, pero si el tango es argentino.

En una parte memorable, durante el trascurso de la película, cuando ellos eran jóvenes e irreverentes y se bebían y comían la ciudad, hay una escena en Puente Alsina, ¿si es Puente Alsina?, donde recuerdan a Gene Kelly y Cyd Charisse. A lo mejor Kral diría durante la elaboración del guion que era necesario situar el tango y a Copes y a María Nieves cerca a estos dos personajes, justicia musical. A lo mejor haya tenido presente este referente clásico, Cantando bajo la lluvia, para realizar su clásico de tango.  Ambos, hechizados por el amor que viene. Hechizados por la noche que llega bailan en la calzada de Puente Alsina, ese referente. No obstante, con esa magia que les pertenece, podría decir, ante todo, que esa pareja es para nosotros, para las gentes que hayan asistido a una milonga con todo el poder de seducción del Buenos Aires de esos años cuarenta, no solo una manera de recobrar el paisaje citadino de las milongas sino que lo sitúa junto a los musicales que enseñaron otros países y otras músicas. Así el cine.

En ellos hay, desde un comienzo, esa ingenuidad, mejor esa frescura que los define, sobre todo a ella que luego se revelaría como una mujer de principios, y sobre todo de un carácter moral fuerte, único, que revalida el amor eterno y de solo dos. De ahí que a medida que vemos la película, sabemos que esta historia será el equivalente de una historia total de amor de un solo lado, el de ella. A Juan Carlos, como a todo hombre lo habita lo espectral, lo evasivo. Una muestra de él, cuando se va para Noruega de gira durante dos años con sus bailarinas y ella no viaja; juega en él un movimiento de excepción el del éxito que debe ser revertido con todas las de ley, mujeres y dinero. Ahí el primer quiebre de esa pareja, un quiebre pasivo que luego, al huir ella, permite que se arme mucho más tarde, ese rompecabezas que es una bella historia de amor y cómo llega a romperse.  Pero es necesario entenderlos en sentido estricto: la película en su relato narra lo fantasmal del amor hasta recuperar y juntar a los ausentes, de forma que el que la vea no puede permanecer ajeno a tal ausencia y es requerido, ya para sostenerla, ya para saber como se desvanecerá la vida misma entre ellos ya que el juego de atracción causa repulsa ya que ninguno salió intacto. Pues lo que vendrá después son los reclamos desde cada orilla y en tono personal hasta convertirse en el silencio de las obsesiones donde ya nada se prolongará más allá de sus vidas, en una realidad tan extensa que afecta la existencia de ambos, más de ella cuando camina por la acera con sus gafas oscuras y en su monólogo reclama desde su ubicuidad su carácter fuerte ante la liviandad de Copes.

Un tango más ha entrado en ese espacio personal que le pertenece a cada uno de ellos, cuando ya habitan otras calles, otras aceras, otras casas, bajo el mismo cielo de Buenos Aires en que cada suceso está ya definido, sellado, duplicado desde otra óptica y sentir cómo la distancia y la ausencia misma es más que evidente en María Nieves. 

Cuando termina la película, sólo alcanzamos a pensar con una leve sonrisa punzante en una tierna historia de amor donde solo se distinguen las quejas de ambos como un barullo de mucha significación. Sin embargo, cuando ese par de personas consideran que todo ha desaparecido tras un adiós lleno de más reclamos y amargura, queda esta película, Un tango más, como ese vestigio que no se borra, galardón y castigo, certeza y ausencia, de una pareja que ha querido no conversar en vano mientras cada uno en momentos definitivos de la película, enseñan su secreto, aun conversan desde su territorio cada una de las fotografías que guardan con perseverancia como relato valioso de la vida cuando juntos se bebían el mundo.

Un tango más está concebida y armada no como un rompecabezas, sino con esas fracciones de la vida de ellos, un modelo para armar y amar, de sus bailes que quedaron filmados en sus cortos por otros y que Kral rearma en su obra al contar con ellos en vida y así tratar con justeza completar ese pasado lleno de baile y gloria a un presente donde todavía arden los leños de otros años con los reclamos de ella y la furia de Copes. Y otra vez los celos de ella, y la tranquilidad de Copes que vivía una relación paralela con hijo a bordo que no aceptó María con su vitalidad a flor de tango. Eso sí dijo ella que volvería al escenario, pero no con Juan Carlos. Ya que él no cooperó.

Hay una relación entre Un tango más y la película de sus padres, Imagines de la ausencia donde regresa la separación entre dos que se amaron y después deciden no verse ni en pintura, parece un eco que se cuela en esta película al saber que hay vidas lejanas que reiteran su trascurso.

Hay una página de Guillermo Enrique Hudson donde el escritor argentino en Londres, al cruzar el Regent’s Park, escucha entre los cantos de las grullas, águilas y guacamayos, una melodía que lo deslumbra y que proviene del chajá, pero este es un canto áspero que le causaba tristeza. Hudson sabe que el chajá en cautiverio no emite lo que él llama la cascada de jubilosos alaridos cuando este pájaro está libre. De todas maneras, al distinguir su canto, ese canto que le trajo la Pampa, Hudson lo distinguió entre el concierto de estos animales en cautiverio. Así por casualidad el escritor fue asaltado, sorprendido por la voz de la nostalgia. Esa nostalgia que le trajo de súbito su país. Así como Kral, desde Alemania, regresa a Buenos Aires ya que el tango posee esa capacidad de evocación, música total, y así  Kral no lo deja pasar desapercibido, sabe desde Múnich, que el tango es la melodía que el ruiseñor le canta de nuevo al emperador.