lunes, 27 de diciembre de 2010

GARDEL – NACIONALIDAD


GARDEL – NACIONALIDAD

DETERMINISMO GEOGRAFICO
O ENTIDAD GENUINA

Juan Carlos Esteban



A raíz de la publicación en la página http://crgardel.blogspot.com, titulada “GARDEL - NULIDADES DOCUMENTALES Y PRETEXTOS”, un forista del sitio "TODO TANGO", dedujo que, al ser auténtica la nacionalidad francesa de Gardel, éste deja de SER (1) argentino. En consecuencia saca la conclusión que es falsa, entonces, la forma en que lo cataloga la UNESCO, como "Cantor argentino nacido en Francia".
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Desde el punto de vista de las formalidades legales, si se lleva adelante la iniciativa de anular, por falsedad manifiesta el “SALVOCONDUCTO” N° 10052/20 , que fue el instrumento de origen del cual emanó la documentación posterior, se habilitaría la discusión, sobre la legitimidad de su ciudadanía argentina, o caducaría automáticamente.

Creo, sin embargo, que es una cuestión, sin entidad suficiente para abrir un debate y que el tema transita por otro andarivel.

Para mi exclusivo juicio, la denominación de la UNESCO amerita una sola interpretación. Dejando por un momento la “juridicidad,” voy a fundamentar aquella frase popular: “UNO NO ES DE DONDE NACE SI NO DE DONDE SE HACE”
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Por lo tanto, considero que esa inquietud, manifestada por el citado “forista”, tiene dos vertientes.
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a) Una, resulta de su pertenencia geográfica, que no deja de ser un accidente biológico y fortuito, que se inscribe en la formalidad de los hechos objetivos, documentados.
No hay duda que en su vida terrena, salvando la registración fraguada, era francés, como única constancia legitima. Si hubiera formalizado su Testamento ológrafo, en vida, automáticamente, caían sus otras nacionalidades sustitutas, incluida la Argentina. Pero como esto ocurre a 75 años de su desaparición física, amerita todo un debate jurídico.
b) La otra vertiente, tiene connotaciones ontológicas y tiene que ver con el SER, en toda su dimensión y sus propiedades trascendentes.No hay duda entonces, que entramos en un terreno de elación, donde la condición humana se eleva sobre las meras circunstancias terrenales. Pasa a ser – por lo tanto - una cuestión metafísica.La dimensión histórica en Gardel, queda impresa, más allá del acto formal y administrativo. Su identidad artística, inconfundiblemente argentina y su profundo sentimiento criollo, lo sitúa como un compatriota, intransferible y arquetípico.
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Por último, el nacimiento es un mero hecho biológico accidental lo mismo que el lugar territorial, donde no interviene la decisión deliberada del sujeto; su libre albedrío. Por contraste, la ciudadanía, formalmente, ilegal o no, comporta un compromiso constitucional, solemne de servir a la patria; en este caso la República Argentina. No es un mero trámite; es un acto volitivo que entraña una profunda convicción, al asumir obligaciones, hasta las últimas consecuencias, sin contrapartida o beneficio.

A los efectos prácticos de su actividad profesional, era irrelevante. Se manejaba con su Pasaporte y o CÉDULA.
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Personalmente me inclino a pensar que, por la elección de su lugar de residencia, como por el amor y el apego que trasuntaba su trayectoria artística, inconfundiblemente argentina, la decisión le venia desde su temprana niñez y su educación cívica.
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Es más, Gardel forjó una formidable personalidad que, después, en una curiosa transmutación, vino a caracterizar al hombre porteño. Fue su arquetipo fundacional, que resumió en él, la multiplicidad étnica e idiomática diversa que trajo el componente inmigratorio y, luego lo forjó en el "SER" argentino.
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Ocurrió, en ese instante mágico e irrepetible de los inicios; del alumbramiento. Fue cuando las proas vinieron a fundarme la patria, parafraseando a Jorge Luís Borges, en un poema memorable.


viernes, 17 de diciembre de 2010

A los 120 años, arde Gardel







A los 120 años, arde Gardel

Carlos Villalba Bustillo


Hace 120 años nació un purrete en cuya vida todo condujo a la leyenda: el enigma de su alumbramiento, sus pioladas de cafiolo, sus lances de patotero, su genio musical y su muerte trágica. Desde muy joven, Gardel se descubrió el don del canto y resolvió jugársela por sus atributos, pero la adolescencia le retuvo parte de su timidez. No obstante, su sangre le encendió la vocación y esta le enseñó a administrar los triunfos y los tropiezos.

El origen de esa sangre que le encendió la vocación también ha encendido, en los últimos meses, la polémica sobre el lugar de su nacimiento. El Ministerio de Educación argentino acaba de borrar de la biografía de Gardel en su página web el nombre de Toulouse, como había borrado el de Tacuarembó en el 2008. Contra los facsímiles del libro de Monique Ruffié de Saint-Blancat, Juan Carlos Esteban y Georges Galopa, el historiador Israel Álvarez de Armas adujo, para conseguir el borrón, el registro de ciudadanía de Gardel en el consulado uruguayo de Buenos Aires, su cédula de identidad, su carta de ciudadanía, su libreta de enrolamiento y su pasaporte.

Si en dicha página no aparece Gardel nacido en Toulouse ni en Tacuarembó por cuenta de la pugna entre francesistas y uruguayistas, que la ciencia defina si era provenzal u oriental. Que el ADN de sus huesos, los de Berta Gardes, los del coronel Escayola y los de María Lelia Oliva acaben con el misterio. Ya no hay intereses económicos de por medio y la figura del personaje no será de mayor o menor dimensión si Uruguay le gana el pulso a Francia. Si lo gana Francia, que Juan Carlos Esteban organice en Toulouse otros juegos florales como los de 1343 y que Martina Iñiguez lo secunde como promotora del acontecimiento.

Oponerse a que la ciencia diga la última palabra sobre una verdad tambaleante, apenas probable, derrama sospechas sobre la sinceridad de los opositores y sobre su convicción respecto del hecho que argumentan. Si hay una figura del arte popular latinoamericano que merece una patria cierta para su gloria es Gardel. Y eso no depende ya de lo que dijeron Nelson Bayardo y el Centro de Estudios Gardelianos, sino de lo que concluya un genetista serio. Dígase lo que se diga, el Gardel que el mundo confundió con Buenos Aires y su belle epoque no desaparecerá.

Toulousino o tacuaremboreño, la voz viril del cantor trocó en rosal la maleza que había salido de los lupanares para que más tarde los clubes de Hansen, Laura y El Tambito hicieran las delicias de la alta burguesía porteña. El tango-danza le cedió el paso al tango-canción. Las notas de una letra de Pascual Contursi con música de Samuel Castriota (Lita o Mi noche triste) variaron la historia en 1917. Pero en el ir y venir de la novela rosa y la leyenda negra columpiaron a Gardel de la beatitud a la depravación. El mundillo del póquer y los hipódromos contribuyó a esa doble visión en la que convivían el atorrante y el caballero.

Sin embargo, el actor que emplumó en los tablados de la farándula criolla cayó de pie en el celuloide de jerarquía. La Paramount abarrotó las taquillas, y las nuevas ganancias y la felicidad resarcieron al Zorzal con las versiones cinematográficas de Melodía de arrabal, Cuesta abajo, Luces de Buenos Aires y Tango bar.

Lamentablemente, como preludio de la catástrofe que acechaba. A Medellín le cupo el doloroso honor de verlo morir.

Murió el hombre y nació el mito. Un mito que revive las siluetas del arrabal, el bullicio de los cafetines, el repique de los organillos y el canto de los payadores en una capital "que se construyó sobre el pentagrama de un tango". De ahí que el rasgo de mayor relieve en el recuerdo de Gardel, el inquilino de tantos corazones, sea la apoteosis de su permanencia.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Paisaje de diciembre

Versalles de Junín

Paisaje de diciembre

Víctor Bustamante

Cuando a la sombra del ebrio cielo
estallan en su abismo de cristal los fuegos artificiales que arrojan los niños creyendo sembrar estrellas y las observan apagar como si no pudieran fijar cada uno la suya entre otras estrellas viajeras
que son los globos multicolores azotados por el soplo de la vela que es el corazón que huye.
Entonces
regreso al mundo que son mis pasos
sobre el asfalto
esa rugosa piel que recorro cada día
como si estuviera hecha de destino.
Piel de diciembre
escamoteada
por las flores mustias en su eterna noche
cuando la música flota en los suburbios con los solitarios
escuchando puertas para cierto inventario que son las astillas de diciembre
cuando de la nada aparecen tarjetas con mensajes como palabras viajeras
que golpean las paredes del alma.





sábado, 6 de noviembre de 2010

CERTIFICADOS DE DEFUNCIÓN DE GARDEL




CERTIFICADOS DE DEFUNCIÓN DE GARDEL, LA MEDELLÍN EN LA CUAL ACTUÓ Y LAS PERIPECIAS DEL REGISTRO CIVIL EN COLOMBIA, LAS CUALES FIGURAN HASTA EN LA NOVELA “CIEN AÑOS DE SOLEDAD” DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ


Luciano Londoño López

Medellín, 24 de junio de 2008


Esta nota está enmarcada dentro de los lineamientos propuestos por la Academia Porteña del Lunfardo: “Sacar a Gardel del anecdotario”.

Para la época del accidente en que falleció Gardel en Medellín, las principales autoridades eran Alfonso López Pumarejo (Presidente de Colombia), Juan C. Ángel (Gobernador del Departamento de Antioquia) y Luis Guillermo Echeverri (Alcalde de Medellín).

Medellín es la capital del Departamento de Antioquia y contaba con 160.000 habitantes. El dólar se cotizaba a $ 1.84. El periódico El Colombiano valía 5 centavos el ejemplar. El valor de un recorrido en taxi era de 5 centavos y una libra de carne vacuna de primera costaba 15 centavos.

Carlos Gardel se presentó en Medellín, en el Circo Teatro España, el martes 11, el miércoles 12 y el jueves 13 de junio de 1935. Los precios fueron Palco un peso, Luneta 60 centavos y General veinte centavos.

El periódico El Colombiano de junio 12/1935, dijo en la página 5ª, Ecos y Comentarios: “El triunfo de Carlos Gardel. Fuera del éxito de taquilla, quizá no registrado antes en Medellín, la representación de Carlos Gardel constituyó la más soberbia y espectacular afirmación de arte puro (…)”. Y en su edición de junio 14/1936 se afirmaba en la página 7ª, Ecos y comentarios: Gallardo gesto de Gardel. Se alaba la actitud del cantante al realizar una tercera función en vista de que a la segunda no pudo ir mucha gente debido a un fuerte aguacero. “No obstante superó la entrada de la noche del debut”.

La muerte de Gardel ocurrió a las 3:05 de la tarde del lunes 24 de junio de 1935 (hora colombiana), o sea a las 5:05 de la tarde, hora argentina. El cantor fue enterrado el 25 de junio, en Medellín, en el Cementerio de San Pedro, Sector Norte, Galería San Pablo, bóveda 511103. Los sepultureros fueron, tanto el día del entierro como el día de la exhumación, los señores Francisco Echavarría y José Londoño.

Pasajeros de los dos aviones accidentados, cuando murió Gardel:

Los norteamericanos Stanley B. Harvey (piloto) y Jack McMillan (copiloto), del F-31, solo llegaron hasta Medellín pues allí se cambió la tripulación por Samper y Forster.

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F-31* SACO/ Trimotor
5-AT-6
1. Carlos Gardel
2. Guillermo Barbieri (Guitarrista)
3. Jose Maria Aguilar ( Guitarrista)
4. Alonso Azaff (Agente de Relaciones Públicas)
5. Alfredo Lepera
6. Celedonio Palacios
7. José Plaja (Profesor de Ingles)
8. Domingo Riverol (Guitarrista)
9. Henry Schwartz
10. Ernesto Samper (Piloto)
11. William Forster (copiloto)
12. Grant Flynn (Jefe de Operaciones y Ayudante de Cabina)
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C-31 SCADTA/
5-AT-112 “Manizales”

1. Estanislao Zuleta Ferrer
2. Guillermo Escobar Vélez
3. Jorge Moreno Olano
4. Lester W. Strauss
5. Hernando Castillo (Botones o Ayudante de Cabina)
6. Hans Ulrich Tomm (Piloto)
7. Hartmann Furst
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12+7= 19 pasajeros en total en las dos naves
En rojo los tres (3) sobrevivientes


Según la historia oficial, el sábado 29 de junio de 1935, en Buenos Aires, en la sede de la Asociación Argentina de Artistas de Radio y Varietés, quedó constituida la Comisión de Homenaje a Carlos Gardel, la cual tenía como Presidente a Francisco Lomuto y como Tesorero a Francisco Canaro. Ese mismo día la comisión se dirigió al gobierno para solicitar la repatriación de los restos. En esa fecha, Armando Defino (apoderado de Gardel) recibe un telegrama desde Toulouse-Francia, de Berthe Gardes autorizándolo para repatriar los restos. Pero antes de llevar a cabo el cometido, Defino viaja hasta Toulouse, desde donde regresa a Buenos Aires con Berthe Gardes, en agosto 11/1935.

Por el cadáver viajó el apoderado de Gardel, Armando Defino. Éste partió de Buenos Aires en septiembre 14/1935 (en compañía de su esposa). Primero fue a Nueva York y luego continuó el trayecto pasando por las mismas ciudades donde Gardel actuó, con el objeto de hacer controles de administración. Defino llegó a Medellín en diciembre 3/1935 y partió de la misma en diciembre 25/1935. Él no viajó con el féretro sino en avión a Cali y de allí a Buenaventura.

Luis Gómez Tirado, representante del expreso colombiano Ribón transportó hasta Buenaventura, en julio de 1935, el equipaje de Gardel compuesto por 26 bultos. También transportó luego el cadáver de Medellín hasta Buenaventura.

La exhumación se hizo en Medellín en diciembre 18/1935, a las 5:25 de la tarde. Así lo informó el periódico El Colombiano en su edición del día 19 de diciembre. Este día, en el tren de 6:00 de la mañana, partió el féretro hacia Buenaventura. El Ferrocarril de Antioquia, como homenaje al cantor, no cobró el valor de los fletes. El viaje Medellín-Buenaventura duró seis días. En diciembre 20/1935 el cadáver permaneció en Supía. Después, en parte del trayecto, el ataúd debió ser llevado en hombros por varias horas, por caminos de herradura.

Después de Supía no hay registro periodístico, porque el periódico El Colombiano estuvo de vacaciones entre diciembre 22/1935 y enero 2/1936.

El cadáver parte de Buenaventura en diciembre 28/1935, en el vapor Santa Mónica y llega a Balboa-Panamá. Allí transbordan al vapor Santa Rita y llegan a Nueva York en enero 7/1936. Embarcan en Nueva York en enero 18/1936. Llegan a Montevideo en febrero 4/1936. Ese mismo día, a las 12:00 de la noche, parten para Buenos Aires, a donde llegan en febrero 5/1936. Los restos son depositados en el Cementerio de la Chacarita en febrero 6/1936.


Natalio Botana, director - propietario de “Crítica”, inició en este diario una campaña para desviar la atención pública (respecto del negociado de las carnes con Inglaterra) haciendo aparecer artículos relacionados con el cantor: “La madre de Gardel”, “La infancia de Gardel”, “Los amigos de Gardel”, “Los amores de Gardel”, etc. Y se dio comienzo al plan de repatriación Argentina de los restos mortales del cantor. Este episodio es evocado por Helvio Botana, hijo de Natalio, en el capítulo “La manito que da Gardel después de muerto” de su libro: “Memorias. Tras los dientes del perro”.
Aunque La Nación también informó sobre el tema, el periódico más leído de la época, el de mayor tiraje y el que más compraba la población era CRÍTICA, el cual sacaba seis ediciones diarias, siendo la más famosa "Crítica 5a".
Por ello, en ese periódico, se dio a conocer ampliamente sobre la partida el 14 de septiembre de 1935 de Armando Defino (apoderado de Gardel) rumbo a Colombia, sobre la exhumación de los restos en Medellín, la partida de Buenaventura y la llegada a New York, la salida para Buenos Aires, la llegada a Montevideo, el desembarco final en Buenos Aires y el depósito de los restos en el Cementerio de la Chacarita, el 6 de febrero de 1936. Fue en realidad un velorio de cerca de siete meses, mediante el cual el cadáver de Gardel sirvió para que se olvidara el negociado de las carnes y el asesinato del diputado Bordabehere. El diario Crítica contribuyó en mucho a aprovechar la fama de Gardel para tapar el escándalo del negociado de las carnes con Inglaterra.

LA ACADEMIA PORTEÑA DEL LUNFARDO Y LOS CERTIFICADOS DE DEFUNCIÓN DE GARDEL:
En el “Libro de los treinta años”, la Academia Porteña del Lunfardo (Buenos Aires - Argentina) publicó en 1993 una nota nuestra titulada “Certificados de defunción de Carlos Gardel”, en la cual se aclaran las dudas sobre el verdadero texto de estos certificados y se trata de explicar el por qué existen en Medellín dos certificados de defunción del cantor: el eclesiástico expedido por la Parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria y el civil expedido por la Oficina de Catastro y Estadística del Municipio de Medellín.

Se cita en esa nota los textos originales de los certificados y se hace énfasis en que tanto la partida eclesiástica como el certificado civil están escritos a mano, con pluma y tinta líquida negra, en cada caso con un solo tipo de letra (y en cada caso escrito por una sola persona), sin tachaduras ni enmiendas y entre las palabras no hay espacios que permitan deducir que pudo haberse agregado alguna palabra más o cambiado alguna de las originalmente colocadas.

En dicha nota se recalca que las copias de ellos, que aparecieron en Argentina y Uruguay para iniciar los procesos de sucesión, son falsas, diferentes e irregulares, puesto que en los mismos se modificó o alteró el real contenido de la información original, introduciendo sutiles variaciones, para facilitar los trámites sucesorios, tanto en Uruguay como en Argentina.


POR QUÉ SE HABLA DE FALSEDAD EN LOS CERTIFICADOS DE DEFUNCIÓN DE CARLOS GARDEL:

El Código Penal Colombiano sobre falsedad en documento público señala: “Artículo 287. Falsedad material en documento público. El que falsifique documento público que pueda servir de prueba, incurrirá en prisión de tres (3) a seis (6) años. Si la conducta fuere realizada por un servidor público en ejercicio de sus funciones, la pena será de cuatro (4) a ocho (8) años e inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones públicas de cinco (5) a diez (10) años”. “Artículo 288. Obtención de documento público falso. El que para obtener documento público que pueda servir de prueba, induzca en error a un servidor público, en ejercicio de sus funciones, haciéndole consignar una manifestación falsa o callar total o parcialmente la verdad, incurrirá en prisión de tres (3) a seis (6) años”.

El Diccionario de la lengua española, Espasa-Calpe S.A., Madrid, 2005, trae las siguientes definiciones; “FALSIFICACIÓN: 1. f. Imitación o copia que se quiere hacer pasar por auténtica”. ADULTERACIÓN: 2. Falsificación o manipulación de la verdad: adulteración de la información”.

El Diccionario de la Real Academia Española define FALSEDAD (del lat. falsĭtas, -ātis) así: “1. f. Falta de verdad o autenticidad. 2. f. Falta de conformidad entre las palabras, las ideas y las cosas. 3. f. Der. Delito consistente en la alteración o simulación de la verdad, con efectos relevantes, hechas en documentos públicos o privados, en monedas, en timbres o en marcas”.

El Diccionario Jurídico trae las siguientes definiciones: “FALSEAR: Cometer un delito de falsedad”. “FALSEDAD: Alteración o mutación de la verdad hecha con dolo en perjuicio de otro”.
La Enciclopedia Católica señala que FALSEDAD (Del latín Falsitas) es “Una perversión de la verdad que se origina en el engaño de una parte, y culmina en el daño de otra”.
El Diccionario de Expresiones Latinas dice: “Non est falsum sine dolo: No hay falsedad sin dolo. Aforismo jurídico que significa que para que exista falsedad punible no basta que ésta se haya realizado materialmente, si no que es preciso que lo haya sido con ánimo criminal y doloso, o sea con deliberada intención de alterar la verdad”.

El Diccionario Soviético de Filosofía (Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo 1965) dice que FALSEDAD es: “Enunciación que tergiversa la situación real de las cosas. Gnoseológicamente, ya Aristóteles, definió la falsedad; consideraba falso lo que entra en contradicción con la realidad: si el juicio une lo que en la realidad está desunido o desune lo que está unido realmente, es falso. De la falsedad ha de distinguirse lo que carece de sentido, es decir, lo absurdo. Desde el punto de vista psicológico y ético, hay que diferenciar la falsedad consciente y la no intencionada”.

Los cambios, en cada uno de los certificados de defunción, estuvieron orientados a no llamar la atención o a no crear resistencia en cada uno de los lugres en donde se radicaron los trámites sucesorios. En el que se llevó a Uruguay se dice que Gardel es uruguayo de 48 años, para hacerlo parecido al Gardel del pasaporte. Y en el que se llevó a Argentina se dice que Gardel es vecino de Argentina, para no tener problemas al aportar el certificado francés.

En el Libro de Defunciones 1932-1935, de la Oficina de Catastro y Estadística del Municipio de Medellín, de Gardel se dice que tenía 40 años, que era soltero, cantante, que falleció en accidente de aviación y en el espacio correspondiente al lugar de fallecimiento nada se dice y hay rayas. En observaciones aparece el nombre del médico que certificó la muerte: E. Botero Marulanda. La adulteración consistió en hacer aparecer a Gardel con 48 años de edad, patria Uruguay, nacionalizado en la Argentina. Con este certificado se inició la sucesión en Uruguay.

En el Libro 49 de Defunciones eclesiásticas, folio 298, de la Parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria, bajo el número 1191, respecto a Gardel se dice que era soltero, oriundo de la Argentina, de cuarenta años más o menos, que murió quemado en accidente aéreo en el aeródromo de esta ciudad, en la tarde de ayer veinticuatro de los corrientes, hijo de Carlos y Berta Gardel. En esta partida no figura la patria ni el lugar donde está nacionalizado, residenciado, domiciliado o naturalizado el cantor. La adulteración consistió en hacer aparecer a Gardel como "vecino de la Argentina". Mientras que el original dice "oriundo de la Argentina". Con este certificado se inició la sucesión en Argentina.

Armando Defino estuvo en Medellín (con su mujer y sus hijas) entre los días 3 y 19 de diciembre de 1935. En estos 16 días logró obtener los dos certificados, el civil y el eclesiástico, ambos documentos públicos con las variaciones que le facilitarían su gestión en los procesos sucesorios.

LAS PERIPECIAS DEL REGISTRO CIVIL EN COLOMBIA FIGURAN HASTA EN LA NOVELA “CIEN AÑOS DE SOLEDAD” DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ:

Como manera de que se entienda cómo funcionaba la actividad del Registro Civil de las personas, en Colombia, en la época del accidente en que falleció Gardel, y por qué existen dos certificados de defunción del cantor (uno civil y otro eclesiástico) haremos algunas precisiones, así:

El Registro Civil en Colombia se inició a partir de 1939 (tres años después de haberse iniciado la sucesión de Carlos Gardel). Antes de mayo 10/1939 cumplían esta función los Párrocos de la Iglesia Católica y los certificados que ellos expedían tenían la validez que hoy tienen los certificados expedidos por los Notarios. El Registro Civil se inició con la Ley 92 de 1938 y el Decreto 1003 de 1939, los cuales hoy en día están derogados por otras normas legales.

Antes de 1939, en Colombia el documento eclesiástico era el usualmente aceptado para adelantar sucesiones y demás trámites en donde fuera necesario acreditar el fallecimiento de cualquier persona.

Sin embargo, a pesar de ser en esa época Colombia un país tan católico, había ocasiones en que no existía la partida eclesiástica de defunción, porque no se había realizado el rito católico para la inhumación. Y ello se daba en personas que hubieran profesado una religión diferente, en los suicidas, en los excomulgados reconocidos, etc.

Para los trámites relativos a este tipo de personas se acudía, de manera supletoria, a un listado estadístico de defunciones que se llevaba en la Alcaldía de cada municipio.

A partir de 1863 en Colombia se hizo obligatorio el matrimonio civil, por lo que el matrimonio católico pasó a ser una simple unión libre frente al poder civil. La filiación natural no existía. Las leyes 57 de 1887 y 153 de 1887 refrendaron retroactivamente la validez del matrimonio católico.

En vigencia de la constitución de 1886, en 1887 se pactó un Concordato que impuso como obligatorio el matrimonio católico para todos los que profesaban dicho culto. La imposición del clero llegó al extremo de que la Ley 30 de 1888 elevó a causal de nulidad de pleno derecho, de un matrimonio civil, la celebración de otro católico por cualquiera de los cónyuges con una tercera persona. Esta disposición siguió hasta cuando se aprobó el nuevo Concordato por medio de la Ley 54 de 1924. Solamente con la Ley 45 de 1936 pudo decirse que comenzó un verdadero régimen para los hijos nacidos fuera del matrimonio, llamados hijos naturales.

Antes de la Ley 45 de 1936, los hijos no matrimoniales se clasificaban en dos grandes grupos, así:

1. Hijos simplemente ilegítimos
2. Hijos espurios, bastardos o de dañado o punible ayuntamiento:
2.1. Hijos incestuosos
2.2. Hijos adulterinos
2.3. Hijos sacrílegos

Hijo simplemente ilegítimo era el nacido de padres que, al momento de la concepción, no estaban casados entre sí, pero podían casarse válidamente.

Hijo espurio, bastardo o de dañado o de punible ayuntamiento era el nacido de padres que, al momento de la concepción, ni estaban casados ni podían casarse válidamente entre sí.

Hijo adulterino era el nacido de personas que, al momento de la concepción, una de ellas por lo menos estaba ligada con vínculo matrimonial.

Hijo sacrílego era el engendrado o concebido por religiosos o clérigos.

Hijo incestuoso era el nacido de padres ligados por la relación de parentesco que les impedía casarse.

Existía una última clasificación que era la de los llamados hijos mánceres, que solamente era social y personalmente ofensiva, que se aplicaba a los hijos no legítimos de las meretrices. Al hablarse de ellos se hacía alusión únicamente a la madre, puesto que según la ley era “hijo de soltera o viuda que se prostituye a muchos y cuyo padre es incierto”.

La situación del ilegítimo no constituía un estado civil porque de ella no se derivaban derechos ni se le creaban obligaciones por razón de parentesco. Se les negaba los derechos de todo hijo nacido por fuera del matrimonio católico, afectándoles tanto en el aspecto civil como en el sucesorio, pues no se les concedía ninguna clase de derechos patrimoniales sobre los bienes del padre.


Fue una disposición que sancionó el presidente Manuel María Mallarino, el 1 de mayo de 1856, la que señaló que los notarios llevarían los registros de nacimiento, defunciones, matrimonios, reconocimiento de hijos naturales y adopciones, y además reglamentó el registro de matrimonio civil que se celebraba ante el Juez Civil Municipal. La Ley 92 de 1938 y su Decreto reglamentario 1003 de 1939 (cuatro años después del fallecimiento de Gardel) ordenaron la obligatoriedad de estos últimos y ratificaron la competencia de los notarios para llevarlos. Fue el desmonte de las partidas eclesiásticas.

En 1985 se dictó la Ley 96, la cual dio a la Registraduría Nacional del Estado Civil el manejo total del registro civil de las personas. Para que el cambio no fuera tan abrupto, el ente lo asumiría gradualmente. Además, esta competencia legal se consagró constitucionalmente (artículo 266).


Durante muchos años algunos sectores del partido liberal fueron partidarios de darles a los “hijos naturales” idéntico tratamiento al de los hijos legítimos. En los gobiernos de Olaya Herrera, López Pumarejo, Lleras Restrepo y López Michelsen se presentaron al Congreso iniciativas con este propósito. Pero ninguna logró ser aprobada.

Este tema lo trata Gabriel García Márquez en “Cien años de soledad” (capítulo 9°) cuando una comisión de liberales visita en Macondo al Coronel Aureliano Buendía para discutir la encrucijada de la guerra. Eran seis abogados de “levita y chistera que soportaban con un duro estoicismo el bravo sol de noviembre”. Pedían, entre otras cosas, “renunciar a las aspiraciones de igualdad de derechos entre los hijos naturales y los legítimos para preservar la integridad de los hogares”.

En 1934 el senador del Valle del Cauca Marcelino Valencia en búsqueda de la igualdad entre los hijos legítimos y los naturales, presentó un proyecto que se llamó sobre paternidad ilegítima que, como otros similares, también fue negado.

“Yo voy a darle mi voto negativo en primer debate a este proyecto francamente destructor de la familia y de la moral cristiana”, dijo el senador Laureano Gómez. Y Mario Fernández de Soto también se opuso porque “una ley de esa naturaleza va a fomentar la prostitución y la inmoralidad”.

La propuesta se votó el 14 de agosto de 1934 y fue negada por 24 contra 12. Hubo dos votos liberales en contra y sólo un conservador a favor. Dejaron de asistir ese día 11 liberales.

Al año siguiente se aprobó la Ley 45 de 1936, que les dio la mitad de los derechos a los hijos naturales y sólo la Ley 29 de 1982 los igualó a los hijos legítimos. Y dejó de llamarlos naturales para decirles extramatrimoniales.


CONCLUSIÓN:
Estas a grandes rasgos son las razones que explican por qué existen en Medellín dos certificados de defunción de Carlos Gardel y por qué son falsas las copias de los mismos, que fueron llevadas a Argentina y Uruguay. Se anexan copias de los certificados originales.


FUENTES CONSULTADAS:

AGUINIS, Marcos. "El atroz encanto de ser argentinos". Editorial Planeta, 17a. edición, Buenos Aires, junio/2002.

ALARCÓN NUÑEZ, Óscar. “El registro civil”. El Espectador, Bogotá, agosto 29/2000.

ALARCÓN NUÑEZ, Óscar. “Los hijos naturales”. El Espectador, Bogotá, octubre 14/2001.

CABALLERO ELIAS, Edgar. “Guillermo Buitrago. El Cantor del Pueblo para todos los tiempos”. Discos Fuentes, primera edición, Medellín, 1999.

CÓDIGO PENAL COLOMBIANO (Ley 599 de 2000)

DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA - Vigésima segunda edición, Real Academia Española.

DICCIONARIO SOVIÉTICO DE FILOSOFÍA (Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo 1965).

EL COLOMBIANO. Consultas realizadas en 1985, por Luciano Londoño López, en el Archivo de este periódico de la ciudad de Medellín.

GARCÍA MÁRQUEZ, GABRIEL. “Cien años de soledad”, capítulo 9º, página 147, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1967.

LONDOÑO LOPEZ, Luciano. “Certificados de defunción de Carlos Gardel”. Libro de los treinta años, Academia Porteña del Lunfardo. Buenos Aires, 1993.

LONDOÑO LOPEZ, Luciano. “El Registro Civil en Colombia, a propósito del certificado de defunción de Carlos Gardel”. Huellas, revista del Centro de Historia de Bello (Antioquia), Nº 4, diciembre/2002-marzo/2003.

LUNA, Félix. "Breve Historia de los Argentinos". Editorial Planeta, quinta edición, Buenos Aires, junio/1994.

MORENA, Miguel Ángel. “Historia artística de Carlos Gardel. Estudio cronológico”. Tercera edición, Ediciones Corregidor, Buenos Aires 1990.

NARANJO OCHOA, Fabio. “Derecho civil - Personas y Familia”. Señal Editora, tercera edición, Medellín 1992.

NOEL, Martín Alberto. “Si, juro. Agustín P. Justo y su tiempo”. Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1996.

PALACIO, Ernesto. “Historia de la Argentina”. A. Peña Lillo Editor. Sexta Edición, Buenos Aires, octubre de 1973.

RAMOS, Jorge Abelardo. “Revolución y contrarrevolución en la Argentina”. Editorial Plus Ultra, quinta edición, Buenos Aires, enero de 1973.

ROMERO, Luis Alberto. “Breve Historia Contemporánea de la Argentina”. Fondo de Cultura Económica, sexta reimpresión, Buenos Aires, 1998.


lunes, 11 de octubre de 2010

Luciano Londoño en La Dorada





Luciano Londoño en La Dorada

- Fue todo un éxito la conferencia titulada “Gardel ADN”, que dictó en La Dorada, Caldas, el abogado e investigador musical Luciano Londoño López.
- Asistieron 150 personas y al final un espontáneo de nombre Johnny del Castillo cantó 5 tangos. La concurrencia se conmovió con este hombre de 84 años, quien hace53 cantó con la orquesta de Pacho Galán.

- Tomado de Juan Paz de El Mundo

miércoles, 15 de septiembre de 2010

París con Carlos Gardel



París con Carlos Gardel
Alfonso López Michelsen


Siempre me ha recordado este poema a María de los Ángeles, tan próxima a nosotros como cualquier otro miembro del clan. No era solamente María de los Ángeles, quien en París atendía las faenas de la casa de la Rué de Berri. Una cocinera española joven, de nombre Amelia y cuyo apellido ya he olvidado, compartió por todo el tiempo que permanecimos en Francia nuestra vida de hogar. Era la imagen misma de la española de los grabados de Goya, con sus formas rollizas y unos ojos azabaches, saltones, que hablaban más que sus labios. Parecía que la hubiéramos conocido desde la eternidad y ella misma se fue familiarizando de tal modo con las cosas de Colombia que hasta había ido perdiendo el acento castellano y ya hablaba como cualquier campesina nuestra. Su marido, Miguel, trabajaba en alguna fábrica y era un gigantón impresionante, cuya gran pasión era el boxeo. En aquellos años, España tenía puestas sus esperanzas en un leñador vasco de nombre Paulino Uzcudun quien, después de alcanzar el campeonato de los pesos pesados de Europa, se aventuró en el combate por la corona mundial. Unos años antes, el boxeador argentino Firpo había estado al borde de arrebatarle el título a Jack Dempsey, y corría el rumor de que había sido víctima de una triquiñuela del árbitro. Con la aparición de Uzcudun, que escalaba, peldaño a peldaño, las distintas etapas que lo llevarían al título mundial, la gente de habla hispana tenía puesta sus esperanzas en el nuevo campeón Miguel y mi hermano Pedro, que era su compañero de incursiones en los ring, y asistía puntualmente a cuanto match tenía ocurrencia en el velódromo de invierno, el vel d' hiv, como lo llaman los franceses, que era el mayor estadio ciclístico de París. Allí se celebraron los encuentros de las grandes estrellas a las que asistían mi hermano y Miguel. Regresaban tarde en la noche, pero jamás ni mi mamá ni Amelia, sospecharon que, por fuera de boxeo, se interesaran en otros menesteres, propios de la fogosidad de sus temperamentos. En toda Francia, una ola de interés por el español, como no se había visto desde la época romántica de Víctor Hugo y Teophile Gautier, imperaba en los años treinta. No era solo en los deportes, en donde se destacaban los hombres de la Península. La caída de la monarquía y el advenimiento de la República despertaban igual o mayor pasión entre quienes seguían la vida internacional.

Alfonso XIII había entregado pacíficamente el poder, a raíz de las elecciones municipales, que sus partidarios habían ganado por un margen demasiado estrecho, y había emprendido el camino del exilio, empezando por París. Yo recuerdo haber estado presente en la estación del ferrocarril cuando el monarca destronado llegó a la Ciudad Luz y un respetuoso silencio acogió al soberano, en medio de la multitud de latinoamericanos que esperábamos su arribo, cuando unos pocos monárquicos lanzaron en sordina unos contados vivas a España. Era el comienzo de la modernización de la Península, considerada hasta entonces como una parte del Norte de África, no obstante de la popularidad de que había disfrutado el monarca caído hasta la víspera de su derrota. Pocos meses más tarde, el renacimiento intelectual de España se pondría de presente, cuando fueron elegidos a las cortes valores de la cultura ibérica tan caracterizados como don Aniceto Alcalá Zamora, el Doctor Gregorio Marañón, el filósofo José Ortega y Gasset y escritores de la talla de don Fernando de los Ríos, Pérez de Ayala, Jiménez de Azua, Casares Quiroga y miles más, que escapan a mi memoria. Sus intervenciones en la elaboración de la nueva Carta republicana se citaban con encomio, como modelos de un nuevo estilo literario que unía la concepción política con una gran economía de palabras, y una riqueza de ideas, plasmada en fórmulas jurídicas de impecable factura. La tarea, que parecía concebida para la eternidad, desaparecería a la vuelta de pocos años, arrastrada por el torbellino de la guerra civil española, encabezada por el general Franco.

Con espejo retrovisor puedo apreciar que su influencia sobre la intelectualidad hispano parlante fue inmensa. Expresiones como la circunstancia, en singular, puesta en boga por Ortega y Gasset, y la "y", para empezar la oración, corrieron con fortuna en América y en Colombia, en donde el desplome del Partido Conservador revestía los caracteres de la caída de una monarquía hereditaria, como la española. Pronto los políticos del ala izquierda del liberalismo aspiraron a protagonizar un papel semejante al de sus congéneres españoles, pidiendo la convocatoria de una Asamblea Constituyente que diera cristiana sepultura al vetusto estatuto de 1886. No era nada insólito en nuestro medio. Ya, en 1848, la caída de la monarquía de Julio, en Francia, había cobrado igual significación en la América española, cuando una catarata de notas líricas sobre la hermandad de los pueblos y la paz universal había fluido de labios de Lamartine, invitando al amor y a la práctica de las virtudes ciudadanas a los pueblos del mundo. Un hálito de socialismo parecía abrirse camino entre los nuevos pueblos de la civilización occidental y el viejo Ambrosio López, mi bisabuelo, habría sucumbido ante su embrujo. Los años veinte del siglo XX se conocen en las crónicas de nuestro tiempo como los años locos y, en verdad, lo eran. París se había convertido en el centro de gravedad de aquella locura en lo cultural, como New York lo era en lo económico. Allí se dieron cita escritores, pintores y políticos de todas las latitudes, para poner en práctica sus innovaciones y teorías. Los grandes novelistas americanos habían fijado su residencia en el Barrio Latino y concurrían regularmente a las tertulias de la Coupole y la Rotonde, en Montparnasse. Hemingway, Dos Passos, Scott Fitzgerald, Joyce, Gertrude Stein, Alice Tokiass, eran nombres conocidos en todos los círculos bohemios de entonces.

En otras esferas, más frivolas, en donde los contertulios asistían de riguroso atuendo al estilo de la etiqueta inglesa, imperaban los exilados rusos y los millonarios latinoamericanos, que fijaron su residencia en París. Nosotros, los colombianos, los veíamos mencionados en las páginas sociales de los diarios y aspirábamos a conocer algún día a la señora Martínez de Hoz, dueña de una cuadra de caballos de carreras que se disputaban los grandes premios de Longchamps y Auteil en competencia con los puros ingleses, y con Papyrus, la estrella de los haras franceses. Un millonario homosexual de origen chileno, Arturo López, hacía las delicias de los decoradores de interiores y una de las hijas de Juan Vicente Gómez, el dictador venezolano, cautivaba con su belleza los salones parisienses. Por cierto, alguna vez, en un desfile de automóviles deportivos, en el Bosque de Bolonia, perdió el control ante las aclamaciones de la multitud y embistió con su vehículo, causándole la muerte a una decena de personas. Bien pronto un abogado experto en responsabilidad extracontractual y las arcas del dictador arreglaron el daño, y la señora siguió reinando sobre París. Su residencia en la Avenue Kleber es la actual Embajada de Venezuela que nosotros frecuentábamos por haber conocido, en unas vacaciones de verano, a sus dos hijas, dueñas de un raro encanto.


Alfonso López MIchelsen El Espectador


sábado, 28 de agosto de 2010

Gardel se quedó en Medellín




Gardel se quedó en Medellín

Rubén López Rodrigué


No importa si nació en Tolouse, en Buenos Aires o en Tacuarembó, no importa si su tierra natal era Francia, Argentina o Uruguay. Lo cierto es que por estos días se celebró en Medellín (en "Homero Manzi", en la "Casa Gardeliana" y no sé en cuántos lugares más) el 66º aniversario de la muerte trágica de Carlos Gardel, ese mítico personaje que a lo largo y ancho de la geografía colombiana ha sonado mucho más que Hugo del Carril, Agustín Irusta, Juan Pulido, Agustín Lara con su voz gangosa, Ortiz Tirado y su voz de tenor o Juan Arvizu con su voz de seda. Pues en esta ciudad murió un 24 de junio de 1935, y por eso nunca llegó a Cali ~ciudad a la que se alistaba a despegar el avión mientras hacía el carreteo~ no en un siniestro aéreo sino en un accidente de tránsito ocurrido en la pista de un aeropuerto. Durante muchos años viví al frente de ese aeropuerto y al tomar diariamente el bus que me conducía al centro de Medellín podía ver el escenario donde muchos años atrás sucedió el lamentable suceso, luego de que doce días antes el Circo Teatro España lo vio cantar, durante tres noches seguidas, entre otras canciones, Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando..., con unos récords de taquilla que no habían logrado ni los toreros más famosos que solían visitar la ciudad.


"Tango rojo"
un óleo de Jorge Botero Y bien, ¿cómo fue el accidente?, nos preguntamos varios amigos en el salón Versalles, de la calle Junin, cuyo propietario es un argentino amante del tango y fundador de la Casa Gardeliana en el barrio Manrique que también habité en mi adolescencia. En un ensayo escribí, a propósito de la muerte del padre de nuestro gran pensador Estanislao Zuleta, ocurrida en el mismo accidente, que el trimotor F-31 en el que viajaba el popular tanguista argentino se enrumbó hacia el extremo sur de la pista del Aérodromo de Medellín, posteriormente llamado Aeropuerto Olaya Herrera, del barrio Las Playas. El piloto accionó el motor y el aparato comenzó a tomar velocidad. De repente, una fuerte ola de viento proveniente de la parte accidental, donde se hallaba el terminal aéreo, azotó de costado al avión y lo hizo precipitar contra el trimotor Manizales que calentaba motores y uno de cuyos pasajeros era Estanislao Zuleta Ferrer. Los dos aviones chocaron en la pista, estallando en pedazos.


Desde el barrio Manrique se observó una bola de fuego que semejaba un sol anaranjado y humeante. En su finca "Otraparte", del municipio de Envigado, el pensador Fernando González se quedó mirando la luminosidad de las llamas, inocente de que consumían a un amigo suyo. Estanislao Zuleta Ferrer era un abogado con muchos intereses intelectuales que había participado en tertulias con Fernando González y otros amigos. A pesar de ser antioqueño vivía con su familia en Bogotá. En ese día fatal su esposa Margarita abordó el tranvía con una niña y un bebé de sólo cuatro meses, nacido en Medellín y también llamado Estanislao (que a la postre sería quizá la figura intelectual mas brillante de Colombia en el siglo XX ), para dirigirse al Campo de Aviación de Techo de Bogotá. Allí recibió la noticia de la muerte de su marido.

Cierta vez, estando niño, le pregunté a mi padre (hermano del tío Neftalí, quien tenía un almacén de discos en mi pueblo natal Santa Rosa de Cabal ~cuando eran de acetato negro y 78 r.p.m.~ y vendía especialmente música de tango y con su melodiosa voz les cantaba fragmentos a sus clientes para inducirlos a la compra) cómo había sido la muerte del "Zorzal criollo". Mi padre me respondió que mientras el avión hacía el carreteo Gardel comenzó a acicalarse, por lo cual el piloto lo tildó de afeminado y ese hecho derivó en un altercado que dio al traste con el despegue de la pista de aterrizaje. Y aquella tarde sabatina en el salón Versalles, cuando nos preguntamos por qué los aviones habían chocado, alguien aclaró ~dándole la razón a mi padre por una versión que yo siempre creí era otro mito~ que Gardel, cuya vanidad era inocultable, se estaba echando gomina en el pelo y por ello el piloto lo quiso tratar de "marica", motivo por el cual Gardel sacó un revólver y le disparó, y al perder su rumbo el trimotor F-31 se estrelló contra el avión Manizales que esperaba su turno de salida en la pista.

Un coche fúnebre de la funeraria más elegante de Medellín llegó al anfiteatro de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, a fin de que adecuaran el cadáver de Gardel, ya que no habían podido tapar el ataúd por las contracturas originadas por el fuego. A la entrada de una de las salas del anfiteatro, en la segunda mesa, yacía un cuerpo marcado con el número 11, envuelto en una sábana en la que estaba abrochado con gancho de nodriza un pequeño papel blanco con letras rojas escritas a mano que decía: "Carlos Gardel". Los restos estaban hechos un tizón humano puesto sobre una mesa de disección, mientras que otros cuerpos yacían en el suelo. Sin embargo, a lo que quedaba del cantante de tangos y actor de cine (de Nueva York, donde filmaba sus películas, vinieron unos meses después de su muerte filmes como "Cuesta abajo", "Luces de Buenos Aires" y "Melodía de arrabal" ) lo habían identificado por el buen estado de su dentadura, una cadena de oro en la muñeca izquierda, un chaleco abollonado con plumas de pato, y especialmente por una cadena de plata que pendía de sus ropas, con unas llaves y una chapetica con la siguiente inscripción: "Carlos Gardel - Jean Jaures 735 - Buenos Aires".

Después de la velación y de las honras fúnebres en la Iglesia de La Candelaria, un antioqueño, Tartarín Moreira, autor de los tangos "Malditos celos", "En la calle" y otros que fueron grabados por Agustín Magaldi, fue el encargado de escribir el nombre del artista en la bóveda recién cubierta de cemento del Cementerio de San Pedro.

Un amigo mío que había estado en Buenos Aires reforzando su formación profesional, me habló cierta vez de la afinidad entre bonaerenses y antioqueños, de la simpatía entre ellos por cuanto comparten un gusto común: el fútbol y el tango. Nos atrevíamos a afirmar que en Medellín, la ciudad donde murió Gardel, debía haber mayor fiebre por el tango que en los mismos arrabales de Buenos Aires. Y ni se diga de los miles de jugadores argentinos que han militado en clubes colombianos de fútbol.

Un viernes en la noche fuimos a conversar al café-bar de un parque. El lugar me trajo un grato recuerdo. Fue allí donde una de mis hermanas me invitó, junto a mi madre, para celebrarme el único título que he obtenido en mi vida: bachiller. Al fondo una fuente luminosa cuyas aguas emergían en distintas direcciones delineando figuras geométricas variadas. Junto a ella los mimos acostumbraban hacer sus presentaciones de marcados gestos a un público carente de cultura y escaso de diversión sana. Más al fondo la catedral que se erguía majestuosa en ladrillo puro. Al parque iban personas sin oficio definido y parejas que en las bancas trenzaban los brazos en sus cuellos, saboreaban la fragancia de unos besos y susurraban palabras de amor.

Tomamos un café ~que para nosotros los colombianos es una bebida que significa tanto como el mate para los argentinos~ con croissant de pollo. Hablamos del orgullo europeo de los argentinos y de su simpatía por Medellín donde había un amor exacerbado por el gemido del bandoneón. «Cuando el tango llegó a Medellín, la pequeña villa estaba preparada para recibir una música que coincidía con la situación emocional y social que el tango cantaba», escribió un estudioso del tema. El amigo me hizo referencia a un comentario que le hice una semana antes, tomando café capuchino en el mismo lugar, en el sentido de que en nuestra cultura antioqueña existe mucho feminismo, una adoración por el himen de la mujer. Ahora me pregunto: ¿ocurrirá lo mismo en Buenos Aires, si tenemos en cuenta que compartimos unos ideales y unas problemáticas comunes como la violencia en las barriadas? ¿También en esa gran ciudad existirá, como aquí, una fijación a la madre? Aunque al tango no le es ajeno ningún tema, refleja marcadamente la ausencia de la mujer, el desengaño de ella: ¡Si aquella boca mentía el amor que me ofrecía, por aquellos ojos brujos yo habría dado siempre más, dice Gardel en "Cuesta abajo", con letra de su compositor Alfredo Lepera.

Medellín ~denominada "La ciudad de la eterna primavera"~ le rinde culto al tango y la magia de su sonido, a ese producto que florece en ambas orillas del Río de La Plata (Buenos Aires y Montevideo), a esa música que brotó un tanto desesperada en la ciudad y en la que también se inscriben el vals, la milonga y el candombe. El bandoneón, símbolo de la expresión tanguera ~si bien ha sido desplazado de la mayoría de emisoras por géneros musicales como la salsa y el vallenato~ continúa gimiendo con su nostalgia en bares de barrios tangueros como Manrique (donde mensualmente se hacía una tango-vía), Antioquia, Colón, Aranjuez, Buenos Aires y el tenebroso barrio Guayaquil asociado a prostitutas, y en municipios colindantes como Envigado, Bello e Itaguí. Todavía se oyen a los reyes del fox como la orquesta típica de Enrique Rodríguez y las interpretaciones de Armando Moreno. Y ni hablar de todos los artistas del tango proveniente del país del sur que nos visitaron, secundados por compositores que tenían su anclaje cultural en la campiña argentina, y de las academias de baile de tango que existen en nuestra ciudad y perpetúan esa expresión sensual y complicada ~y por momentos vulgar~ de unos movimientos que en buena parte provienen de los fandangos de los negros.

Porque el tango nació en los suburbios de Buenos Aires, tuvo su gestación popular en la retorta de los emigrantes europeos, los trovadores criollos, y hacia 1917 le dio cabida a las letras que lo hicieron famoso en la voz de Gardel y llegó primero a París antes que al centro de esa ciudad y le dio la vuelta al mundo antes de coronarse en la capital bonaerense como un pensamiento triste que se podía bailar, según la expresión de Discépolo (el autor de "Cambalache": Siglo veinte, cambalache, problemático y febril) ; como esa ráfaga, esa diablura que los atareados años desafía, según un poema de Borges; como unas rimas para la memoria colectiva con su sabor agridulce, con la alegre tristeza de su compañía.

Otro elemento de la cultura tanguera, además de los argentinismos, los términos de la hípica y del folclor, más los provincianismos del Río de La Plata, es el lunfardo, un dialecto de la ciudad que surge en el bajo mundo como una creación original de la gente común y que con los años se cuela en todos los estratos sociales. En nuestro medio antioqueño muchas de esas palabras llegaron para quedarse y se hicieron coloquiales y corrientes, aunque varíe un poco su significado. En efecto, la palabra "bacán" (Tu presencia de bacana puso calor en mi nido, dice Gardel en "Mano a mano") significa en lunfardo una persona rica, acomodada, mientras que en nuestro lenguaje popular tiene el sentido de una persona solidaria, acogedora y amable. Y enriquecieron nuestro idioma palabras como "arrastre" (influencia de una persona sobre otra), "arrugado" (bandoneón, apocado, acobardado), "bacán" (hombre adinerado, que mantiene a una mujer), "balconear" (mirar sin participar en lo visto), "bandearse" (pasarse, cruzarse de una parte a otra), "cabrear" (rabiar, enojarse), "cachar" (asir, embromar, engañar a uno), "cachirulo" (tonto), "cambalache" (tienda de compra y venta de objetos usados; enredo, desorden, mezcla de cosas de diferente clase; junte de lo bueno con lo malo), "chivato" (soplón), etc.

Gardel no pudo volver a Buenos Aires con su formidable voz, su personalidad y su simpatía, que tanto impactaron a las gentes de Medellín. No pudo Volver con la frente marchita... Las nieves del tiempo platearon mi sien. Sentir que es un soplo la vida...

El señor Jaime González, testigo de los hechos, en un escrito que aparece con el nombre de "Documento Gardeliano No. 1", afirma: «Los restos de Gardel fueron trasladados a Buenos Aires por su apoderado Armando Defino en diciembre de 1935 (o sea seis meses después de su muerte). En la exhumación del cadáver estuvimos presentes Ignacio y yo y poseo una foto, en la cual aparecemos, que no me deja mentir. El ataúd conteniendo los restos de Gardel fue empacado en una gran caja de madera forrada con zinc y emprendió luego el largo viaje por tren, bus, a lomo de mula y finalmente por tren de Cali al puerto de Buenaventura en el Pacífico en donde fue embarcado a Nueva York vía Panamá... De Medellín a Buenaventura tardó cinco días el recorrido. En la población intermedia de Riosucio el pueblo pidió que lo velaran de nuevo y así se hizo. Finalmente en Nueva York fue embarcado a Buenos Aires con una escala y recibimiento apoteósico en Montevideo a donde habían ido a recibirlo importantes personalidades del Río de la Plata entre los cuales estaban Francisco Canaro y la señora Bertha Gardes».

Y en Buenos Aires le hicieron un entierro de primera, seguramente comparable al de Juan Domingo Perón. Y aunque se llevaron su cuerpo a la capital porteña, su alma parece haberse quedado en Medellín. Pero el viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar..., dice Gardel en el tango "Volver".



RUBÉN LÓPEZ RODRIGUÉ

Escritor y editor nacido en Santa Rosa de Cabal (Colombia), pero desde su pubertad vive en la ciudad de Medellín. En esta ciudad fundó la revista OASSYS. Actualmente edita y dirige la revista RAMPA, publicación internacional de ensayo, poesía y narrativa (www.rampa.galeon.com).
Es el Director del equipo editorial de Colombia para Francachela de Argentina y colaborador de EL MURO de Buenos Aires. Así mismo, hace parte del staff de la revista OXIGEN de España, como responsable de la sección Recursos para Escritores.
Fue integrante del taller literario de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, dirigido por Manuel Mejía Vallejo. Ha realizado guiones culturales para televisión y publicado varias obras. Es colaborador en periódicos y revistas de Colombia y el exterior. Varios de sus textos han sido traducidos al alemán en el Magazín cultural XICOATL, de Salzburgo (Austria).

Obras publicadas:

* La concepción freudiana sobre el mundo exterior (1985).
* Momentos del psicoanálisis en Colombia (1995).
* El Templo del jaguar (1997).
* Hacia una estética psicoanalítica (2000).
* Contra el viento del olvido (en coautoría, 2000).
* La luciérnaga psicoanalítica (2000).
* Julio Asuad: Portador de la psiquiatría clásica (en edición).
* Antologías de cuentos de Antón Chejóv y Guy de Maupassant.
• La estola púrpura /cuentos) 2009
• Fue director de la revista “Rampa”



Tango rojo de Jorge Botero