domingo, 27 de septiembre de 2020

sábado, 26 de septiembre de 2020

 

Lilian Bonilla Muñoz


Lilian Bonilla Muñoz / su Antología de Tango

Lilian Bonilla. Mujer de tango que lideró por muchos años al “Comité cultural Tango Niquia”. Ha dado muchas charlas académicas sobre tango, gran investigadora. En la actualidad es tesorera de la Asociación Gardeliana.

 

Tangos instrumentales

Recuerdo. Osvaldo Pugliese. Interpretado por el Compositor. 

Danzarín. 1968 Julián Plaza. Interpretado por Aníbal Troilo.

Bahía Blanca. Carlos Di Sarli. Interpretada por el Compositor.

Carillón de la merced. Alfredo Lepera /Enrique Santos Discépolo.

El amanecer. Roberto Firpo. Interpretado por La orquesta Nelson Alberti.

 

Tangos antes de 1955

En carne propia. 1944. Manolo Sucher. / Carlos Barr. Interpretado por Alberto Marino con la orquesta de Aníbal Troilo.

Trenzas. 1945. Armando Pontier. / Homero Expósito. Interpretación Jorge Ortiz con la orquesta Rodolfo Biagi.

Café. 1946. Enrique Rodríguez /Horacio Sanguinetti. Grabado por Enrique Rodríguez. Voz Armando Moreno

Canzoneta. 1951 Enrique Lary / Erma Suárez. Interpretado con Jorge Falcón

Bailemos. 1955. Pascual (Cholo) y Francisco Mamone / Reinaldo Yiso. Canta Mario Pomar con la orquesta Carlos Di Sarli.

 

Tangos después de 1955

Que tarde que has venido. 1956. Héctor Varela / Carlos Waiss Canta Argentino Ledesma.

Bien bohemio. Música y Letra Sara Rainer, Juan Pomati y Tito Rossi. Canta Julio Sosa. Orquesta Francisco Rotundo.

Sin piel. Eladia Blázquez. Interpretado por la autora.

Y nunca más mi amor. Francisco Pracanico / Leopoldo Díaz Vélez. Interpretado. María José Mentana.

Balada para mí muerte. Canción. Astor Piazzolla / Horacio Ferrer. Interpretado por Amelita Baltar.

 

Cantor (Excepto Gardel)

Armando Laborde

Jorge Falcón

Nelly Omar

Compositores

Enrique Santos Discépolo y Homero Expósito

Eladia Blázquez

Orquestas.

Florindo Sassone

Carlos Di Sarli

 

Poema a una de las mujeres más conocedoras y amante del tango de la hermosa Medellín / Jorge Wilson Muriel Muriel.

 



Poema a una de las mujeres más conocedoras y amante del tango de la hermosa Medellín.

Jorge Wilson Muriel Muriel


Su alma es un
bandoneón,
sus ojos y su
voz;
son tango,
son amor...

Eres Medellín,
eres noche de luna;
día de melodía,
espíritu de cafetín...

¡Eres milonga,
eres comparsa;
eres el tango que
rezonga,
y la bella que con
sutileza lo baila!

Son tus labios
un panal de miel,
tu corazón dulce flor...
¡Eres, eres esquina,
sos tango;
zaguán, callejón;
tierna voz,
lozana piel!

Tu boca lleva
sabor a menta,
tu suspiro trae
fragancia de laurel...

Tú eres tango,
nadie igual a ti,
preciosa amiga;
linda y maravillosa
mujer!

martes, 22 de septiembre de 2020

Jaime Osorio / Tanguero de ley / Victor Bustamante

 

Jaime Osorio. (Babel, 2020)



Jaime Osorio / Tanguero de ley

Victor Bustamante

Tarde de tango, en Naranjo en flor, durante una visita a Jaime Osorio. En su casa la atmósfera respira tango, desde la sorpresa de su colección donde, en su magisterio, nos da a conocer al Caballero relámpago, hasta ahora un desconocido en ese universo que es saber cómo la música de Buenos Aires depara continuas sorpresas. Hoy cumplo, por fin, con una cita esperada para dialogar sobre la escritura de sus libros, sobre sus indagaciones y sus inicios en este campo, así como en preguntar sobre su tertulia, Tangueros de ley, que cada mes se reúne con sus abonados para disfrutar y analizar diversas temáticas tangueras, actividad que conduce a la ilustración y a compartir el gusto y audición de esta música.

Sí, decía que en su refugio el tango está presente, y lo preciso con más detalle, ya que los afiches de Don juan y El Entrerriano, junto a las banderas de Finlandia y Argentina demarcan y definen una actitud, y esa actitud es una sincera norma de vida alrededor de la música que dicta y lo atrapa en sus conferencias. Y más aún acentúa su cercanía y sus motivos no del lobo como Tanguero de ley que es su actitud favorita al estar acompañado por Gardel en una fotografía firmada por el cantor antes de viajar a Medellín, regalada por su gran amigo y escritor Jaime Jaramillo Panesso. También posee una muestra de discos que lo definen como un coleccionista en ciernes.

No fue posible conversar sobre sus estudios de medicina y su acercamiento total a la fotografía. Él tenía razón, ese encuentro hubiera sido muy largo. Nos concentramos en el tango. Sí, solo en el tango pidió él. Y como el entrevistado es quien manda, no quedó otra opción que no disentir, sino, por el contrario, aprovechar este encuentro para centralizarnos en lo especifico de la visita a sus dominios.

A medida que la conversación trascurre aparece unos de los hitos posibles para una investigación, la relación entre Matufia de Villoldo y Cambalache de Discépolo. Uno de esos secretos a sotto voce que, a lo mejor, él analizará con mucho tino para comprobar que no solo es una referencia sino una copia con algunas variaciones. Sorpresa total, que Discépolo nunca aclaró.

Jaime Osorio, en su labor como fotógrafo, ha publicado junto a Jaime Jaramillo Panesso un libro de tango: Medellín, pasión tanguera, donde Jaime Jaramillo reflexiona sobre el tango con esa manera tan particular con que él ha dotado sus deliberaciones y su cercanía con el tango, a través de preocuparse por algunos cantores hasta revisitar lugares, sitios que se convierten en punto de encuentro. También analiza la significación de algunas letras que son parte fundamental para entender la riqueza de esta música. Jaime Osorio ha participado no solo con sus fotografías, sino con textos sobre Horacio Ferrer y Alberto Podestá. También en el libro hay un texto del propio Horacio Ferrer y otro de Irene Nieto.

En, El tango en Medellín, Jaime busca responder las preguntas sobre cómo se instala esta música desde sus comienzos hasta fortalecer su presencia, la evolución en sus gustos, su presente, y refiere, como testigos de primera mano, a aquellas personas que lo han mantenido a flote, así como la llegada de aquellos músicos y cantantes en ese relato larga e intensamente construido que denota la afición por el tango, que se ha convertido en reflexión y en una parte de la música de Medellín. Texto escrito para muchos, en su diversidad, para aglutinar una historia, un devenir y un estado actual, pensado y recopilado a través de esos diversos actores que vivieron y cuentan la experiencia de ese legado, tan móvil, de bares y cantinas, de tangos y milongas, de trasiegos y calles, de valses y licor. En síntesis, este texto recopila una de las facetas de Medellín. Texto escrito, pensado por él dedicado a ese tema que abarca y abraza el tango en su dimensión.

Lo ha realizado bajo otra perspectiva, darle cuerpo a ese tema que ha estado en diversas personas, testigos de primer orden que, al aglutinarlos y escribir y describirlos es saber que ahí reside el poder de tenerlos como memoria en su escritura y en las voces de quienes lo vivieron, pero él también vivió el ambiente de tango y lo ha vivido. De ahí que no haya ninguna lejanía, ni ningún falso acorde ya que Jaime sabe qué es lo que ha querido escribir, esa memoria.

Se colige que una de sus preocupaciones es descifrar esos lazos que unen la diversidad de personas que han apostado por mantener ese vínculo, junto a la manera como ha sido aceptada hasta llegar a convertirse en un tema citadino. Además de mantener el aporte del ser argentino en esa interacción con su llegada, beneplácito y vivencias en esta ciudad que ha adoptado el tango como su música más cercana.

Su labor es meritoria. En efecto, lo que observamos, en su par de textos, es que enseña lo que se  ha gestado y que merodea en muchas voces y textos hasta configurar una historia donde se encuentran dos culturas tan disímiles, que permiten a través de esta indagación saber cómo devuelve otra de las definiciones e imágenes, de cómo la hemos aceptado en esa pluralidad de dos culturas con conceptos tan diferentes de la música, pero que ese movimiento continuo en el tiempo las junta para mantener ese dilatado saber y aceptación  del tango en su continuo viajar desde su centro a la periferia, para expresar lo que otras músicas apenas nombran.

Hay una historia que solo él debe escribir, la amistad de Chepe Rúa, del Gordo Aníbal y Hernán Caro. Los tres amigos, que apostaron por la cordialidad, por ser cantantes y aficionados y propulsores puros de tango con sus ficciones en sus viajes a Buenos Aires, sus programas de radio, su sede en el Patio del tango y su afición a querer ser cantores.

Es innegable que Jaime tiene estilo, hay que admirar su disposición y su lenguaje, su experiencia, su tesón, y su perspectiva para custodiar y preservar su gusto refinado por el tango a través de su escritura y de su grupo. Admiramos sus libros que son un par de documentos. Qué lector de tango no sería capaz de experimentar no solo ese conocimiento sino esa historia que nos entrega, ahora inscrita, definida y ubicada en la memoria que nos anticipa y precede con ese vínculo tan lleno de esa magia que da la poesía, junto al convencimiento de sus temas, de sus letras y la expresión musical misma del tango, que nos remite y expresa, antes dar la vuelta en una esquina, que es como pasar las páginas de sus libros, así como cuando caminamos por las calles y bares de tango de Medellín.

 


domingo, 20 de septiembre de 2020

Ekaterina Tchernova / su Antología de Tango



Ekaterina Tchernova / su Antología de Tango

 

Desde Rusia, Ekaterina, nos comparte su afición al tango, y al hacerlo, nos abre y enseña la sensibilidad por el tango en su país. Desde la lejana Rusia, estas noticias, nos acercan al alma de sus personas y de sus calles.   

 

Tango instrumental:

-El último tango en París

-Tango de París

-El tango de la calle (Piazzolla)

-Volver (Carlos Orlando Espina)


5 tangos de ayer (hasta 1955)

-Espuma de Champagne

-Cumparsita

-El sol cansado (polaco)

-Ojos Negros (ruso)

-Felicidad mía (ruso)

 

Después de 1955

-El retrato ( L.Utesov)

-El otoño ( Kozine)

-Tú no estás aquí

-El tango de Albania

-El tango de ruiseñor

 

Cantor (Excepto Gardel)

-Piotr Lechenko

Letrista:

-Jambleri (Il pleut sur ma route)

Músico:

-Oscar Strok

Orquesta:

-Oscar Strok

 

 

sábado, 12 de septiembre de 2020

Café de los maestros de Miguel Kohan / por Víctor Bustamante

 

Miguel Kohan


Cine y Tango

https://zoowoman.website/wp/movies/cafe-de-los-maestros/


Café de los maestros de Miguel Kohan

Víctor Bustamante

Al comienzo de la película, un documental que ya nos aleja de la ficción, que se convertirá en un documento, por una razón valedera: revela la herencia y el mundo sigiloso, hasta ahora, del tango en Buenos Aires. Decía, digo, vemos a Juan Carlos Godoy entrar al hipódromo, ser particularizado por uno de sus fans. Vemos a Marianito Mores dirigir la orquesta, sacada de los océanos de la memoria, que es casi el olvido. Vemos a Horacio Salgán decir a los músicos, cómo deben pulsar sus composiciones. Vemos a Virginia Luque cantar de un tirón, y solo una vez, “Canción de Buenos Aires”, como en otros tiempos. Y en el trascurso, lento ralentí, como se merece este tempo, saboreamos con fruición desusada, presencia de ellos, sí de ellos, de esas personas que son personajes por su talento y generosidad, desde los letristas, desde los cantantes, desde los compositores y de los músicos mismos que son el tango en ese momento, el 2008. A ellos le sumamos el temperamento de los bandoneonistas: Leopoldo Federico, Ernesto Baffa, Carlos Lázzari, Pepe Libertella, Oswaldo Montes, Ubaldo di Lio, Aníbal Arias con su guitarra, el talante de Emilio Balcarce, violinista, bandoneonista, director, y compositor. También a Osvaldo Berlingieri al piano, así como el director y bandoneonista Gabriel Claussi, Emilio de la Peña bandoneonista compositor y arreglista, Oscar Ferrari cantor, Carlos García pianista y compositor, que dice, El que hace bien un silencio hace bien el tango. También llega a esa cita probable Osvaldo Francisco Requena, pianista, compositor y orquestador, Atilio Stamponi compositor y director, Lágrima Ríos, Fernando Suarez Paz con su violín. Total, una enciclopedia del tango, la summa. De ahí que el Café de los maestros no solo es una memoria, la historia misma, sino una cita monumental, y un ágape para la amistad, un reencuentro, y, así mismo, un tango visual, un testamento inmerso en su peculiaridad que nos deja perplejos en la inmensidad y el silencio en el justo instante de verla, y de saber que ellos, los músicos, son los sobrevivientes del tango y de Buenos Aires misma. En ellos es evidente el entusiasmo, la alegría, pero también el poder asombroso de la nostalgia, visible en cada una de sus palabras, en los diálogos efervescentes. De ahí que la película como he dicho es un tango visual que lucha con una de las palabras más presentes en sus letras: el olvido.

¿Cómo no mencionarlos a ellos desde el extremo de la lejanía?, si ellos hicieron parte y aún son parte de esa herencia cultural, de ese patrimonio único, ya que la esencia de Buenos Aires es el tango. Ahí en el trascurso de la película se desliza una frase de Macedonio Fernández, El tango es lo único que no le aprendimos a Europa. Así como en otro lugar ni tan distante, pero sí de un par de disidentes y cómplices, Borges y Bioy Casares, añadían a las palabras de Macedonio, El tango es el aporte argentino a la música universal.

Por ese motivo, a los músicos que participaron en esta película, los menciono, los particularizo, porque cada uno de ellos, al mencionarlos, es homenajearlos, es tenerlos presente al pronunciar y escribir su nombre. Ellos son el testamento del tango que esta película tiene presente al buscarlos, al recobrarlos, al otorgarles su papel primordial: mostrarlos en su cotidianidad, en su sagrado oficio de la música. Cierto. Cada uno de ellos representa el mismo transcurso que los hizo perennes en su dimensión creativa desde sus diversos quehaceres tangueros.

De ahí que el Café de los maestros sea en sí misma una historia, un documento, una presencia inequívoca, inconmensurable del tango. Cada uno estos músicos son herederos de sus maestros a los cuales se tiene presente en su idoneidad, en su legado que corre por la sangre sabia de cada uno. Al mismo tiempo el Café de los maestros es esa presencia en la plena latitud del sur, como si ellos salieran de una nota biográfica con foto a bordo, de ese gran libro que es Buenos Aires, y Miguel Kohan, su director, pasara las páginas de ese libro de arena, que es Buenos Aires para que, por sus páginas interminables, que son sus calles y los cafés, confiterías y almacenes, conventillos y prostíbulos, trajeran de una manera tan precisa y preciosa, lo que es más que evidente en su peculiaridad, a sus maestros, aquellos que forjaron una música, adosada a la noche de Buenos Aires. El Café de los maestros deja en cada fotograma, en cada plano, la perplejidad que causa y dona, pero que talla de una manera unívoca, y que es, esa dicha impregnada de sosiego cuando la vemos de nuevo, como si ese adiós se perpetuara en su duración, que es necesario que es esa cita tan desconcertante a la cual ha convocado, Kohan y Santaolalla. 

En el estudio de grabación, santa sanctórum de los músicos, cada uno de ellos, en su peculiaridad, síntesis de su talento, acude y arma de nuevo no un quilombo, sino el avatar de su maestría. Ellos han vuelto a su casa donde se imprime la solidaridad, la concordia, la cercanía que se da entre músicos, el regreso a su origen. Ya que, en la sala, en el estudio de grabación, al grabar, dejarán no solo su estupor y su música, que corre por el río de su memoria, sino el talento que los ha hecho tan presentes. Emilio de la Peña anota, cómo al lado de un torno mantenía un piano en su taller, algo desusado, pero el tango lo permite todo. Ernesto Baffa entre la tristeza y el cariño por Pichuco y, sorprendido ante la grabación, tras haber ejecutado el bandoneón como en los buenos tiempos, dice al señalar el fuelle, Este se va conmigo, como si quisiera llevarse no solo su experiencia, sino su peculiar factura de ejecutarlo. Carlos García, en su discreción, discreción que se pierde al tocar el piano, anota como surgió de la nada, de ese territorio inexplicable de la creación: “Al maestro con nostalgia”.

Por las calles de otro Buenos Aires camina Alberto Podestá con Carlos García. Ahora se despiden afectuosos. Podestá, como cualquier transeúnte, cruza la calle, y señala, ahí quedaba el Singapur, era una Bombonera. En ese gesto, aún está presente cuando en 1943 estrenó “Percal” con la Orquesta de Miguel Caló precisamente en el Singapur. Lo evidente es que Podestá ha sido testigo de la época dorada del tango. Ellos mismos coinciden, en 1940. Ya en la confitería El Foro, añade como, Di Sarli le cambió su nombre, le dijo que sería el Podestá más grande. Podestá al caminar al decir, mejor al recordar, menciona la época linda de Buenos Aires. Trasunto de ese cambio de la metrópoli que aún guarda el secreto de sus maestros.  Ya en la esquina de Santa Fe y Godoy Cruz, el cantor ha entrado al Bar Kentucky. Se lee en un espejo donde no se refleja su rostro sino algo mejor, su nombre: “Rincón Alberto Podestá”. Y una frase sabia: “Algunas personas cumplen años otras acumulan juventud”. 

La apoteosis es verlos a ellos, sí a ellos, en pleno Teatro Colón, bajo la lluvia de aplausos, recobrados al entregar lo que es su talento. Y es que al terminar la película se disparan los rumores certeros de la pérfida nostalgia, de esa nostalgia de verlos para un concierto en un recuentro de amigos y de amistad antes de que el telón, al bajar, cierre este instante imperecedero.

Al final Ernesto Baffa rezonga las notas del bandoneón en pleno Teatro Colón. El bandoneón filtra sus notas mientras se termina la película, mientras sus notas fluyen al aire desde el escenario, a la platea y a los palcos ya deshabitados: Baffa toca para sí solo, concentrado en su instrumento ya que el  público no está, pero en realidad toca, ejecuta el bandoneón para nosotros, espectadores lejanos en el tiempo y en la eternidad de la noche que desde la distancia, sino en otra ciudad, Medellín, celebramos esta película.

Todos ellos habitan ahí, en Buenos Aires. Fueron reunidos para enseñar por qué han llegado para expresar su arte y rubricar su huella en esa película que ya es un precioso documento lanzado al océano del tiempo y la noche, y al espacio sideral de la misma música. Huellas, pasos, pisadas de ese sendero que ellos han realizado para estampar en cada composición, en cada arreglo, ese camino que no muere en el alba de las calles de Buenos Aires. Sé que Proust hubiera llevado un sexteto de tango a su refugio citadino.

Miguel Kohan y Gustavo Santaolalla han discernido en el alma, aun más profunda del tango. Es decir, al reunir a los grandes cantores que nos sorprenden al saber de su existencia, al reencontrarlos de nuevo, lejos de las tapas de los discos, de la ubicuidad de las notas de prensa. Músicos que parecen vivir otra época ante un Buenos Aires de otro caletre, ante un impávido Buenos Aires, que aún se sorprende y no supera el valor de su música esencial. Ellos no son la vieja guardia, sino el tango mismo, con sus tableux porteños, alejado de las definiciones y de los conceptos que intentan denigrar, pero que en realidad lo que hace es reclamar desde su silencio que el tango es esa creación aun insustituible, que se acerca, como ninguna otra música, a esos confines donde la llamada música clásica establece sus límites. 

Aquí no hay excentricidad, sino el señalamiento, sin quererlo, a ese presente que huye. Por eso al hurgar en la cita precedente para posibilitar esta reunión, lo que podríamos llamar, una jam session, al parecer simple, con esa grandeza de convencerlos a ellos para que regresarán al estudio de grabación que es donde gravita el corazón de esta película. Notamos que hay un desdoblamiento, que sacude y que se hace del presente con respecto al pasado con su bisagra corrediza, y letal del tiempo, ya que en esta película los músicos viven un presente, su regreso, que será único, nunca se repetirá, del que somos testigos y que vuelve a sacudir al tenerlos activos en escena. Esta perplejidad viene quizá desde los momentos en que cada uno de ellos no solo entra al estudio de grabación sino a lo que hemos llamado su lugar esencial, dado desde el principio por esas imágenes mismas. No se trata de hablar de la longevidad de ellos como si esta fuera algo letal, sino más bien de la perdurabilidad del tango, del colmo de la belleza en su composición. Entonces, al ver esta película desde la lejanía, no nos hemos privado de sentir cierto rencor por la nostalgia que husmea, que ligeramente se agolpa, se dirige al centro mismo. Aunque en un documento de este tipo no nos interesa el discurrir como un leitmotiv que hace que el espectador espere para ver qué sucede, sino que cada imagen tiene un peso y un magnetismo tal que, cada uno de ellos, apresados ahora en su ausencia, nos dan esa misma lejanía y exterioridad de saber que serán únicos, que estamos frente a un testamento lleno de asperezas, aspereza de parte de los tangueros que aun los sorprende cierta melancolía ya que ellos aquí, en esta película, en el centro de ellos mismos, no volverán a posar para esa posteridad que ya habían adquirido, ni a acudir a otra reunión. Por esa razón al terminarse la película entramos a reorganizar este viaje en el tiempo, como un mismo ensueño, pero no por la aparente ausencia sino por algo que es la certeza de su presencia, en su movilidad, en su fuga.

La épica, las épocas, la amistad, la presencia de ellos, sí, de los músicos, lo que representa cada uno, perduran en el Café de los maestros, en la apoteosis del Teatro Colón, como pulso y estandarte a los aplausos que restauran y afirman la dignidad del tango, su riqueza, que escapa a su relegamiento, pero que tiene presente su capacidad y potencia evocadora, ya que cada tango es la miniatura de una experiencia que ha sido vivida y quema la piel. De ahí que el Café de los maestros, en su generosidad, enseña esa génesis. Nada menos que el estallido, aun más intenso, de esa galaxia que es el tango en sí, que aun ilumina, y ha sido recobrado, sin naufragios, ¿qué no?, y plasmado con inusitado detalle por Miguel Kohan. Eso sí como una memoria que nos calcina. Ah, dije, calcina.


Coguionista, coproductor: Gustavo Santaolalla




miércoles, 9 de septiembre de 2020

Bares de ciudad / Gloria Lucía Vásquez

 

Gloria Lucía Vásquez


Bares de ciudad


Gloria Lucía Vásquez


Tiempos raros llegaron a cambiar la vida, el nuevo acomodo o reinventarse que es la palabra de moda y en mi pensamiento, la añoranza de mis bares abre chispazos de duda sobre qué pasará con ellos ahora.

Imposible no hacer un viaje al pasado; los sábados de encuentro en “Homero Manzi”, bar sede de la “Asociación Gardeliana de Colombia”, cuando las charlas académicas estaban a cargo de los tangueros de verdad, los untados de mugre de tango y arrabal, mejor dicho, del Guayaquil y sus anécdotas en mí oídas por boca de mis hermanos mayores, porque mujer que frecuentara bares de Guayaquil en aquellos tiempos era mirada como dama alegre; bueno afortunadamente eso cambió hasta llegar el tiempo en que el bar de tangos fuera para ambos géneros y ahí definitivamente me sentí cómoda, cómoda con el tango, la literatura, la filosofía y el vino.

Y como no traer el maestro Enrique Santos Discépolo en su tango “Cafetín de Buenos Aires”:

¿Cómo olvidarte en esta queja,

Cafetín de Buenos Aires,

si sos lo único en la vida

que se pareció a mi vieja?

en tu mezcla milagrosa

de sabihondos y suicidas,

yo aprendí filosofía, dados, timba...

y la poesía cruel

¡de no penar más en mí!

Si, llegar al bar después de la tertulia en Laureles cuando el ambiente estaba en la mitad de la curda, era fantástico; se encontraba a casi todos los amigos que compartíamos los mismos gustos, el abrazo, la sonrisa ancha de pasar la media noche en compañía de ellos.

Extraño los bares por todo eso, extraño “Adiós muchachos”, “El Alaska”, “La Calesita”, “Tres ranchos”, “Isla de Capri” y la esquina “Homero Manzi”, además sus increíbles anfitriones todos duchos en la materia.

 No sé qué vendrá mañana, pero me niego a creer que estos sitios de encuentro con el tango donde en una mesa se dijeron tantas cosas, se lloró y amó, la política y la religión a veces fueron vetadas para suavizar el ambiente, cantábamos y reíamos, se formó una cultura tanguera y sigue Discépolo:

Me diste en oro un puñado de amigos,

que son los mismos que alientan mis horas,

José el de la quimera...

Marcial, que aún cree y espera

Y el flaco Abel, que se nos fue,

pero aún nos guía...

A ese verso le tengo cada amigo, puesto con esmero y que mi corazón recuerda con nostalgia. ¿se irán mis bares de tango definitivamente?, ¿Quedará el tango en la sala de un amigo coleccionista que nos congregue en su casa?