miércoles, 14 de diciembre de 2022

EL DIA QUE CONOCÍ A ASTOR PIAZZOLLA: Antonio Joaquín García Sierra


 EL DIA QUE CONOCÍ A ASTOR PIAZZOLLA:

Antonio Joaquín García Sierra

 

En 1983 un amigo argentino, me llamó, me contó que se presentaba por fin, Astor Piazzolla, en Buenos Aires en el mítico y hermoso Teatro Colón, no podía perder esa oportunidad de verlo en persona y así ocurrió. Noche inolvidable, donde interpretó, lo mejor de su repertorio, el más grande bandoneonista del mundo,  junto al gran Aníbal Troilo, "Pichuco", que no tuve la suerte de escucharlo en persona , pero que he gozado verlo en videos, oír casi toda su música, igual que a Piazzolla, los más grandes intérpretes de este bello instrumento; en varios oportunidades, Piazzolla se refirió sobre las características esenciales de este instrumento, generalmente para la audiencia extranjera que solía compararlo con el acordeón. "El acordeón tiene un sonido ácido, cortante", manifestó en Nueva York en 1998, es un instrumento muy dicharachero, el bandoneón tiene un sonido aterciopelado, religioso, fue hecho para tocar música triste, esto lo volvió ideal para el tango con sus fuertes elementos de nostalgias y melancolías; en otras palabras, el acordeón es extrovertido, el bandoneón introvertido. Piazzolla tenía pasión por éste instrumento. "Me gustaría morir tocándolo, sin lugar a dudas"; el hecho de tocar el bandoneón constantemente afectó sus manos, los dedos estaban deformados, especialmente los pulgares, era tanta su flexibilidad que parecía que en vez de hueso tenía cartílagos, se movían por el instrumento como si fueran serpientes; el Dr. Ignacio Uribe, médico que trató sus manos a mediados de los ochenta pensaba que la laxitud de sus ligamentos no era adquirida sino congénita. Ese amor y pasión por el bandoneón lo llevaron a ser un mago fantástico de su ejecución y con él transformó el tango. Astor Piazzolla, era por nacionalidad argentino, nacido en Mar Del Plata, pero sus cuatro abuelos eran inmigrantes italianos. Piazzolla fue siempre un inmigrante desarraigado y nostálgico, en diversos tiempos de su vida residió en Mar Del Plata, New York, Roma, París y Punta del Este. Pero su obra se inspiró en muy diversas tradiciones, su música es esencialmente argentina. Como compositor, arreglista, director, instrumentista, su especialidad fue la música de Buenos Aires, aunque era cabalmente un tanguero y estaba imbuido completamente en la cultura del tango, tocó siempre la música de Buenos Aires, a su manera. En su obra se produce algo así como una convergencia del tango, la música clásica y el jazz. Comentó el tango (como el jazz, tuvo orígenes turbios), es una música de cámara contemporánea, rompió con el tango tradicional, osificado en la década del cincuenta, luego de una hegemonía durante treinta años, como música popular de Buenos Aires, por esta razón los tradicionalistas nunca lo perdonaron y lo trataron como el asesino del tango, y esa discusión y disputa duró décadas. Promovió una profunda renovación de la música del tango, Piazzolla la evolucionó y su obra fue reflejo de Buenos Aires, del tráfago y estrépito de sociedad contemporánea y de toda la gama de emociones humanas, adorado y vilipendiado, murió en 1992, después de una agonía de 22 meses por culpa de un accidente cerebro vascular, con parálisis y afásico.

Su intención altruista fundamental fue combinar su empuje renovador del tango con el placer que él gustaba experimentar nuevas fronteras, explorando nuevas culturas y géneros musicales. Nunca negó sus raíces argentinas, pero fue un trasgresor en todo el sentido de la palabra, siempre abierto a nuevas influencias, sin dejar de ser tanguero, creó algo más universal. Es recordado como argentino,  tanguero y, sobre todo músico, después de ver en persona a Piazzolla , gracias a Dios que me permitió deleitarme esa noche mágica, ha sido gratificante , hermoso , delicioso, me volví un apasionado por su música y su Obra, más allá del fanatismo, de la música de Astor Piazzolla, para mí estuvo siempre a kilómetros de los ejecutores de la música del tango, sin desconocer los grandes intérpretes y compositores y poetas del tango, que hacen mi vida más placentera cuando los escucho.

Los invito a ver los videos, discos, conciertos, de este titán de la música argentina, con todo el repertorio que los amantes del tango conocen: Libertango, Adiós nonino (dedicada a su padre Vicente), Milonga del ángel, Balada para un loco, Muerte del ángel, Concierto de bandoneón y orquesta," y muchas más; Piazzolla nos recuerda el afán creador, el tesón y la diablura que son necesarios en la creación de la verdadera belleza. Piazzolla expresó " la música es el arte más directo entra por el oído y va al corazón es la lengua universal de la humanidad " .

Cali 3 diciembre 2022

miércoles, 30 de noviembre de 2022

Jaime Rico Salazar en Medellín



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PEQUEÑA NOTA SOBRE UN GRAN INVESTIGADOR MUSICAL

Carlos Alfonso Rodríguez

JAIME RICO SALAZAR, nació en Anserma, Caldas, el 15 de junio de 1937, es un investigador musical de larga trayectoria, autor de La vida y las canciones de Carlos Gardel, publicado en 1985 con ocasión de los cincuenta años del fallecimiento del morocho del abasto (1935-1985), en donde esclarece que Gardel nació en Toulouse, Francia. Pocas veces ocurre que un investigador musical, autor y escritor especializado sea a la vez un industrial, promotor, editor y publicista de grandes capacidades, ésta polifacética vocación lo ha llevado a recorrer varios países para conseguir la fecha precisa, el dato exacto, el detalle oculto y el registro de bautizo del personaje que por años investigó. De esta manera ha llegado varias veces a Nueva York, a Ciudad de México, a Puerto Rico, a Ecuador y a otros países más. Actualmente se encuentra residiendo en Costa Rica, en donde es ampliamente conocido.

             La obra creativa de Jaime Rico Salazar, suma más de treinta y seis libros que tienen varias reediciones, entre ellas: Dr. Alfonso Ortiz Tirado, el cantor de América; Francisco Paredes Herrera, el rey de los pasillos; La vida de Rafael Hernández; Pedro Morales Pino y la lira colombiana; La vida artística de Alejandro Wills; José A. Morales, su vida y sus canciones; La vida artística de José Añez; Carlos Vieco O.; Cien años de boleros, que es considerada como una biblia de la canción popular en Latinoamérica, porque trae cientos de micro biografías y cerca de mil letras de boleros. Menciono solo algunos de estos títulos para sintetizar de manera fugaz su vasta y valiosa producción creativa.             

            Sucede que en el mes de octubre del presente año se conoció la presencia de tan sobresaliente leyenda en la ciudad de Medellín, pues estuvo participando en un encuentro de coleccionistas en Envigado, también estuvo con los amigos de la Tertulia musical de Medellín encabezado por José Aicardo González, después en el salón Málaga, luego en el Homero Manzi, La casa gardeliana, El patio del tango, El café Alaska, El café Manrique, El refugio de Leo; es decir en varios lugares de la ciudad de la eterna primavera hasta el instante en que solicitó dialogar con una nueva generación de investigadores musicales para entregarle la antorcha que él abanderó por muchas décadas, acto al cual nos programamos de inmediato para conocer al legítimo heredero de Hernán Restrepo Duque, del que se confesó admirador, amigo y seguidor. Al encuentro se sumó de manera presta y solícita el notable narrador Víctor Bustamante, quien con cámara en ristre dejó evidencia del inusitado encuentro en el Astor primero, y luego en El Versalles, en donde Jaime Rico Salazar se regodeó como un pez en el agua contando que fue precisamente en El Versalles de la calle Junín, en donde nació la idea de la carátula con fondo amarillo del voluminoso libro Cien años de boleros, obra que tiene más de siete ediciones.

            Este genio y talento creativo cuenta además que fue en la adolescencia cuando vivía en Anserma, Caldas, que empezó a transcribir algunos boleros en un cuaderno colegial, entonces fue descubierto por su padre en esa solitaria labor que al encontrarlo tan concentrado le dijo ipso facto: “Oiga, jovencito usted cree que se va a ganar la vida transcribiendo boleros”. Talvez el padre de Jaime Rico Salazar, jamás pudo ver que su primogénito se ganó la vida transcribiendo boleros, pero fue el testigo inicial del amoroso encuentro de su hijo con la canción popular, actividad que lo ha llevado a ser conocido en toda Latinoamérica y el mundo. Eran tiempos en que la radio se había convertido en la fuente principal de información, y de alguna manera el universo giraba en torno a este fabuloso medio de fantasía e imaginación que revolucionó las regiones, naciones y países. Jaime Rico Salazar recuerda que su familia escuchaba la misma música en ese tiempo, que sus padres y él tenían casi los mismos gustos musicales, que juntos escuchaban varios programas radiales. Eran por supuesto otros tiempos cuando había más diálogo y comunicación familiar. Además, por esa época aparecieron los radioaficionados en América latina que permitía que la música de otros países llegara a través del fascinante mundo de la radio y con ello el registro musical se ampliara bastante entre los oyentes. Pero fue escuchando el bolero “Hablemos de los dos” del cubano José Carbó Menéndez, cantado e interpretado por el mexicano Alfonso Ortiz Tirado que sintió uno de los más altos estremecimientos por ese género musical que alborotó las más profundas pasiones de los seres humanos y de la época, un género musical que transformó la vida íntima y cotidiana, porque las parejas podían juntarse más, apretarse más y amarse más en medio de cantos y susurros hasta el amanecer. 

       Este año también estuvo en Anserma, y en varias ciudades de Colombia, como en otros tiempos pasados, ejerciendo esa noble misión de mensajero del arte y de la canción popular. La noche del 27 de octubre nos despedimos en la calle Junín con Maracaibo, el 29 de octubre partió hacia Costa Rica, en donde se encuentra preparando e investigando alguna otra leyenda musical que se encuentra viva en su memoria. Durante el extenso diálogo que sostuvimos y que empezó desde las tres de la tarde, el maestro rindió testimonio de todo su gran saber acumulado en el paso del tiempo, entonces habló de Alfonso Ortiz Tirado, de Víctor Hugo Ayala, de Carlos Julio Ramírez, de José Mojica, de Juan Arvizu, de Jesús Vásquez, de Álvaro Dalmar, de Rubén Márquez, de Lucho Barrios, de Lucho Gatica, de Olimpo Cárdenas, de Julio Jaramillo, de Carlos Gardel y otras inolvidables figuras de la canción popular latinoamericana.

 


lunes, 31 de octubre de 2022

martes, 16 de agosto de 2022

domingo, 31 de julio de 2022

El tango de Dien Bien Phu / David Castillo




El tango de Dien Bien Phu / 

David Castillo

 «Brillaba mi mirada desafiante contra sus ojos amarillentos, prolongación de Pacer de su bayoneta calada, a medio metro. Y por primera vez en la vida, después de las persecuciones, de la deportación, del castillo de Montjuic y de la Model, tuve miedo. No miedo a morir, no; no miedo al dolor, no; no miedo a ser herido, no. Era el miedo a sentirse desarmado, de tener que acatar órdenes después de haber sido libre, aunque fuera en las peores condiciones posibles. La guerra había sido, al fin y al cabo, ir a por todas.

Habíamos tirado todos los patatas sobre la mesa, y por primera vez tuve la sensación de haber perdido. En medio de los restos de la columna, acompañados de gente enferma y mutilados, pocos podrían identificarnos con los hombres de Durruti: los que habíamos derrotado a los facciosos en Barcelona habíamos llevado la revolución allá donde llegábamos.

Finalmente, nos replegábamos desarmados, empapados de aguanieve y sin otra cosa por meternos en el estómago que nuestra saliva espesa. Se iniciaba el camino del silencio, incierto, de no saber hacia dónde iríamos, con la muerte como único horizonte.

»Había luchado desde chaval contra el hambre y contra las semanadas miserables que mataron a mi madre de tuberculosis y dos de mis hermanos por desnutrición. Todo quedaba atrás. Había un antes y un después. La frontera era el miedo: por primera vez en la vida tenía miedo. Los ojos enormes de los senegaleses nos apuntaban con la mismo brillo enfermizo que las bayonetas de sus mosquetones, que el aliento gélido que salía de sus bocas. Sus dientes blancos eran la muerte deseada por muchos de nuestros compañeros como una liberación. Tenían el mismo miedo que

nosotros, pero nosotros nos sentíamos desnudos sin nuestras armas, requisadas pocos metros antes. Nos rodeaban amenazando con los fusiles, cientos de vigilantes haciendo cerco al ejército inexpugnable de los hijos de la tierra. No era la guerra de los jóvenes africanos, pero alguien los había contaminado con historias sobre diablos que ardían santos e iglesias y violaban monjas. No se daban cuenta de que una parte de los que viajaban con nosotros eran criaturas indefensas y mujeres destruidas para siempre