miércoles, 23 de noviembre de 2011

Música de Víctor Bustamante

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Música

Víctor Bustamante
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Por una sonata de Mozart
Por un lied de Schubert
Por una balada de Lennon o de Harrison
Qué daría por esa música.
Música que llega de las calles del puerto de Liverpool.
Música espigada desde las campiñas de Flandes
Música que llega de la capilla de Dresde, del capellmaister de Dresde
Música que acaricia los vientos de los Andes
Música que retorna del amor y el mar.
Música que revela la dulzura del corazón, mi dulce Señor,
Música que expresa también el Dies Irae, furioso Señor.
Violines de Brahms en las noches de Brahms.
Guitarra de Rodrigo que entrega el corazón y las cenizas de España.
Cítaras de Shankar que expresan el misterio del Ganges.
Oboes de Frescobaldi con el sueño medieval.
Música de los paseantes que encierran la ciudad en su puño
Para ti los bandoneones luteranos que recalaron en Buenos Aires,
y The thrill is gone de B.B. King con la memoria del blues en el Delta del Missisipi.
Para ti los tibios cobres de las papayeras al alba de un verano en las arenas de Arboletes
Para ti la música vegetal de los aguaceros de octubre
y el sonido del arpa de hierro que sale del corazón.
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Tango en la Pensión Primavera


El ruido monótono del ventilador
su hélice que no lleva a ningún lugar.
El tufo de tu boca
El programa de música en la emisora que no sabe a quien va.
Tu corsé de mujer cansada tirado en la inusual coqueta
El espejo que te repite sentada y desnuda mirando desde la ventana como en una tela de Edward Hopper.
Las sábanas sospechosamente limpias.
La pastilla de jabón y la toalla doblada, junto al rollo de papel higiénico.
Habría que saber donde quedaron las flores de plástico
así como los cuadros sórdidos cabalgando en las paredes.
Una llave gotea.
La mucama trae dos cervezas heladas
con la seriedad de saber que asiste a una ceremonia.
Detrás de las puertas cerradas los amantes despiden su soledad.
El sueño que aparece cuando me has vencido.
El afán de vestirte y la figura que te recobra.
En la calle los vagos miran curiosos a los amantes recién bañados con la conjetura de no participar en esa costumbre.
El ruido que vomita la tarde,
la tarde que vomita la noche y a los pasajeros del cuarto 405 compartido y tibio.
Y la noche serena
y el afán de regresar a no tener sueños,
a no tener sueños.

jueves, 17 de noviembre de 2011

UN BORRACHO MAMARRACHO AL LADO DE UN TRAGANÍQUEL DONDE SONABAN LAS QUEJAS DEL BANDONEÓN




...........................Amelie sin corazón y Yudi Rocha dos amantes del Tango en Medellín




UN BORRACHO MAMARRACHO AL LADO DE UN TRAGANÍQUEL
DONDE SONABAN LAS QUEJAS DEL BANDONEÓN




Rubén López Rodrigué




¡Nunca más vuelvo a beber! anunció Nelson Morales levantando el dedo. Lo dijo en voz alta y con su mirada rojiza desde la puerta del café de piso ajedrezado, mesas ovaladas y taburetes de metal. El traganíquel con su ranura insaciable esperaba órdenes metálicas para emitir las quejas del bandoneón y en especial la canción que a él tanto le gustaba. Al fondo estaban los billares, testigos mudos de sus bebetas interminables, y ante una mesa unos clientes que murmuraron: ¿Oyeron eso? No volverá a beber.
Al amanecer de aquel sábado Nelson había llegado a su hogar tambaleándose contra las paredes después de haber libado durante muchos días y bebiendo a sorbos lentos el hastío y la soledad. Luego de un pesado sueño se levantó al mediodía y con voz entrecortada y cara de burro arrepentido dio la señal de cambio: Mija, prepáreme un caldo de pollo porque nunca más volveré a beber.
Años antes lo había anunciado en casa de su hermano el alcalde Andrés Morales: El día que después de una borrachera pida un caldo de pollo, nunca más vuelvo a tomar trago. Lo sabían sus amigos, lo sabía su familia: que a pesar de ser un bebedor compulsivo al cabo cumplía lo que prometía. Mi marido dejará de beber, estoy segura de eso, caviló Rita ante la estufa mientras preparaba el caldo.
El día anterior Nelson Morales inició su última bebeta en la carnicería de Kiko Arcila. Unas dos horas más tarde salió hacia el café Isla de Capri y animado por la intención de reconciliarse con su mujer compró un pollo asado para meterlo amarrado a un palo por un postigo de la ventana que daba al cuarto matrimonial para que Rita le abriera la puerta cuando el sol todavía no madrugaba. Así lo había hecho en otras ocasiones. Fueron veinte días de farra sobre todo en el café Isla de Capri donde horas después de su última borrachera anunció su decisión de no beber más para enterrar las penas. Si antes buscaba echarle tierra a sus pesares, ahora sólo encontraba en la bebida una amarga fuente de indignidad. Siempre hacía recesos de tres semanas y a veces cuatro para volver a comenzar su ritual etílico alzando la copa.
Lo que esta vez hizo la diferencia fue el pedido a su esposa Rita para que le preparase un caldo de pollo, más unas palabras con que dominado por la pena expresó por vez primera su vergüenza de ser un canalla bebedor. Además cuando hizo la advertencia en el café que nunca más volvería a beber sus palabras nunca habían sido tan sinceras y convincentes, incluso estaban acompañadas de cierta actitud filosófica al levantar el índice como queriendo decir: Lo digo yo, un experto en pesares pero también en cumplir con su palabra. Esto lo distinguía de otros borrachines y gotereros que fingían ser sus amigos.
La noche del viernes en el café Isla de Capri, entre el aroma de aguardiente anisado y trocitos de queso y salchichón, fijó su mirada en una pintura de la pared que plasmaba un hombre con cara de angustia colgando de una rama que comenzaba a resquebrajarse, en el árbol una serpiente y un panal de abejas alborotado amenazaban atacarlo, en el suelo un tigre apoyaba las garras delanteras en el tronco y enfilaba una mirada feroz hacia el hombre, y al otro costado del árbol, en un lago, unos cocodrilos lo esperaban con las fauces abiertas. La pintura titulaba Un hombre en apuros.
En el traganíquel Nelson le echaba monedas a su canción preferida.
Hacia las diez de la noche sintió hervir las venas de la frente porque se sintió mal atendido. Cogió un taxi, pasó por la casa donde Rita lo esperaba en el balcón, le voleó la mano por la ventanilla y siguió su rumbo hacia una cantina donde no lo atendieron porque se había vuelto problemático para pagar y salió de allí con rabia diciendo: ¡Qué marranada! ¡Ojalá que después no les vendan aspirinas! Se le ocurrió visitar la casa de su hermano Andrés donde todos los fines de semana el alcalde se embriagaba con sus amigos.
Las bebas, el juego de póquer y las apuestas en las peleas de gallos lo dejaron en la ruina si bien ante los continuos reproches y cantaletas de su mujer manifestaba que las cartas, el licor y el jugarse en las galleras eran solo pasatiempos. Al final bebía solo y el dinero se fue esfumando en la Isla de Capri a la entrada del pabellón de carnes.
El sábado al pronunciar en el café «Nunca más vuelvo a beber» sus palabras sonaron justas y precisas, con un matiz de fuerza para el cantinero que tantos vales le hizo firmar y le mezclaba aguardiente con tapetusa, lo mismo que para las dos coperas que tantas veces lo habían atendido, no sin compadecerlo y cobrándole más de lo que debía, y para el garitero que por más de veinte años lo había ayudado a despertarse en la mesa, no sin antes meterle la mano al bolsillo, pero que la noche anterior se abstuvo de robarle porque Nelson Morales andaba muy prevenido, y después de acompañarlo a coger el taxi el garitero le dijo: Algún día se beberá su sangre ¡borracho mamarracho!
Nelson llegó al amanecer del sábado a su casa sin un peso en el bolsillo, sin el pollo asado porque en la cantina se lo había regalado a un menesteroso y sin el reloj de pulsera que le entregó al atracador de siempre que esa noche no tenía intenciones de asaltarlo. Rita sintió como una lengua de fuego que caía del cielo cuando el marido luego de dormir la borrachera le pidió al inicio de la tarde sabatina un caldo de pollo porque nunca más volvería a beber. Ella tenía razones de peso para estar feliz. Además de la ruina en que los había dejado el alcohol no eran de extrañar las murmuraciones: Esa es la mujer de un borracho. Ahí va el hijo de Nelson el alcohólico. Luego de pronunciar sus alentadoras palabras Nelson se dio un baño con estropajo, jabón de tierra y agua caliente como queriendo quitarse las manchas rojizas que su alma llena de culpas por lo no hecho en la vida le había dejado en la piel.
Mientras preparaba el caldo de pollo Rita pensaba en los estragos de la enfermedad alcohólica que su marido ¡por fin! aceptó como suya. Recordó que en un comienzo Nelson sólo bebía cerveza ~en sus iras ella la llamaba meados de caballo~ para luego pasar a algo más estimulante como el aguardiente, emborracharse hasta perder la conciencia, despertar aplastado sobre la mesa donde brillaba una copa vacía y afirmar que quería mucho a sus hijos y odiaba a su mujer. Pensó en la sabiduría del dicho que Nelson le restregaba en la cara cada vez que ella le echaba cantaleta: Escucha mujer. Quien tiene dolor, tiene su licor. Pero Rita, a quien le martillaba la preocupación porque su marido se relacionara más con el aguardiente que con ella misma, como si estuviera casado con la copa, evocó las palabras sinceras de su marido aquel sábado de fines de agosto y se sintió feliz de nuevo.
Al salir Nelson Morales de la alcoba oliendo a colonia lo esperaba su esposa en la mesa del comedor. Mientras sorbía con voracidad el caldo de pollo Rita lo observaba con unos ojos que irradiaban un mensaje solidario y esperanzador. Comprendía poco a poco la mirada de su mujer y eso le dio más fuerza a su decisión inquebrantable de eliminar de una vez y para siempre el hábito del licor. De repente el día se tornó frío y gris. Nelson se sintió sin aliento pero a pesar de ello terminó de tomar la sopa. En medio de un silencio polar se paró de la mesa cubierta con un mantel de flores y volvió a la cama a recostarse para seguir calmando la resaca.
Más tarde, un poco antes de las seis, al abrir la puerta de la calle, Rita le preguntó: ¿Va a salir? Sí, voy a salir, respondió con la voz apagada y una palidez nunca antes advertida en él. No olvide su promesa, dijo ella con una expresión de súplica. No la olvidaré. No dijo nada más. Calló para darle paso al silencio, su actitud más habitual. Salió esta vez sin ganas de dar un portazo; mas aquello que los labios silenciaba bailaba en las plantas de sus pies. A cinco cuadras estaba el café Isla de Capri. Fue entonces cuando llegó al lugar y al son de un tango al caer la tarde sabatina manifestó: ¡Nunca más vuelvo a beber!
Al instante tuvo un vómito de sangre y cayó sin vida al piso.



lunes, 14 de noviembre de 2011

La memoria del Tigre de Irene Nieto

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Certeza
Irene Nieto

No sé si es fin o si es comienzo.

Me invade la certeza de encontrarme

Con algo que he olvidado y me recuerda.



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La memoria del Tigre


de


Irene Nieto

Acaba de publicarse en Buenos Aires el primer libro de Irene Nieto, “La Memoria del Tigre”. Y no podemos dejar pasado este hecho ya que un libro es una botella que se arroja con sus poemas al mar el tiempo, donde será recogido por ese azar que es la lectura. De Irene sabemos que es una gran dama que ha tenido nexos fuertes con Medellín, que ha estado muy atenta a esa relación entre el tango de Buenos Aires y el de nuestra ciudad.
Aunque no hemos leído aun el libro, esta conversación es un anticipo, de la cercanía de ella con la literatura y de esa búsqueda personal que es la escritura hacia el interior de uno mismo y de la presencia con una ciudad amada, Buenos Aires.
Desde acá, desde Medellín, la acompañamos en esa pasión de la escritura, y de la poesía, que nos expresa.
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Víctor Bustamante: ¿Desde cuándo escribes?
Irene Nieto: Comencé a los 12 años

VB: ¿Es algo pasajero, algo secreto o una necesidad como nos pasa a todos?
IN: No es pasajero, tampoco secreto, es una forma de mirar la vida y de abordar mis sentimientos y mi visión del mundo. Desde muy chica leí y en realidad pienso que por ahí se comienza.
Mi madre era una gran lectora y yo leía siendo muy chica lo que ella iba dejando. Comencé en la primaria con Corazón a los 6 años. Los libros iban y venían. Mamá tenía una amiga francesa que compraba muchísimos y los iban compartiendo, además de los nuestros. Imagínate que siendo una niña leí la Iliada y la Odisea, a Erich María Remarque. Tuvimos muchísimos cuentos, los hermanos Grimm, la Bibliotheque Rose de París

VB: ¿Sobre qué empezaste escribiendo?
IN: Como todos los adolescentes: lo primero fue uno a grand mere, mi abuela, otro a los pobres niños ricos, y luego al amor. ¿Quien no?
Seguro que vos también.

VB: ¿En qué lugar de Buenos Aires vivían?
IN: Vivía en la provincia de Buenos Aires, en Vedia, una zona rural. Allí hice la primaria. En Junín hice el secundario en el Colegio Santa Unión de los Sagrados Corazones....largo no?
Era muy lindo pasar la infancia por ahí, apenas terminé el secundario me vine a la UBA. En ese tiempo escribí un poema que fue muy elogiado por un crítico literario de México que estuvo de paso. Yo era muy admiradora de Alfonsina Storni, y una amiga de ella que daba conferencias me pidió que le recitara los poemas, También hacía teatro

VB: ¿La conociste?
IN: A la amiga. A ella no murió antes. Conocí al hijo en la casa de Quinquela Martín.

VB: ¿Qué te gustaba de Alfonsina Storni?
IN: De ella recitaba todo. “ Tu me quieres pura...tu me quieres blanca”. Fue una mujer admirable. Me acuerdo de un poema que decía " quisiera esta tarde divina de octubre pasear por la orilla lejana del mar.. etc.” Era uno de mis preferidos

VB: Y de las hermanas Ocampo, de Victoria y de silvina, ¿las leíste?
IN: si, pero no mucho, y en el último tiempo menos, en realidad me acuerdo haber leído a Silvina más, pero era el tiempo en que entre al teatro y comencé a leer a Teennesse Williams sobre todo,

VB: ¿Y a María Elena Walsh la leíste?
IN: Sí, claro, era docente y les hacia cantar sus canciones a los chicos, además de leerla.

VB: Por aquí hay mucha admiración por Alejandra Pizarnik. ¿También te aproximaste a ella?
IN: Sí, Alejandra tenía una forma de escribir muy distinta a lo que fueron mis primeras lecturas. Ella coincidió luego con la época del surrealismo. Entrar a otro lenguaje a veces no es fácil. Leíamos bastante a los franceses: André Breton, Apollinaire. En fin, comenzamos a experimentar la escritura automática, y a la vez que conocíamos a Picasso y a Dalí, intentábamos unir los fragmentos del mundo de pos guerra. En ese tiempo escuché a Piazzolla por primera vez. Eran los años 60.

VB: No me has hablado de Borges ni de Cortázar.
IN: Pero están ahí por supuesto. Borges y “Rayuela” fueron una especie de eclosión. Sus cuentos me parecían de un ritmo increíble. Y Borges fue el que entró a mi vida en una época bastante difícil. Perdón te puse Borges en lugar de Cortazar, cuando hablo de ritmo en los cuentos me refiero a Cortázar.
El tema del ritmo en la prosa es algo que no se encuentra siempre, por lo menos en esa forma. Hace mucho que no lo releo

VB: ¿Por qué te decidiste por la poesía?
IN: Me acuerdo de haber ido a ver en los 70 un documental maravilloso que pasaron en la calle Corrientes. Era de el en Paris. Creo que la poesía tiene una capacidad de síntesis tal que te obliga a encontrarte con la esencia. Necesariamente tenés que ir sacando lo superfluo, unir lo conceptual y lo estético, lo bello y lo terrible.

VB: ¿Dónde has publicado poemas?
IN: Bueno, en realidad he vivido desparramando poemas en escuelas y en barrios, (te cuento que también me gusta mucho la poesía popular). Pero en cuanto a publicar viví dilatando el hecho, solo dos veces publiqué unas plaquetas, una hace unos diez años, la otra a los veinte años de la muerte de Borges. Siempre me preguntaban por qué no lo hacía y no encontraba la respuesta. Era como si no me importara, escribir es para mí una función vital y por lo tanto no le conferí tanta importancia al hecho de publicar.
Al ser docente corrían por mi cuenta discursos y poemas que por ahí se encuentran todavía en viejos cuadernos. Tengo muchos cuentos comenzados.

VB: ¿Cómo hiciste para tomar la decisión de publicar?
IN: Antes te cuento que hace unos años me robaron una maleta en la que traía el manuscrito de una novela ya terminada y un libro de poemas. No pude recuperarlos jamás.
Tuvo que ver con una decisión de orden, Fue como si me dijera, a ver....estos papeles siempre dando vueltas...ya no...El editor que me conoce hace mucho me ayudó a decidirme. Luego conocí al escritor que me hizo el prólogo, de la revista Proa y se interesó mucho en que publicara. Me dijo que lo que hacía era bueno y que debía sacarlo. .Creo que se conjugaron varias cosas como siempre que se toma una decisión. También el cierre de un largo ciclo. La perdida de la novela me afectó mucho. Fueron dos años de trabajo y no tenia copias.
En el mismo tiempo cambió mucho mi vida, me enfrenté a una soledad bastante dura con la marcha de mi hija. Como ser humano hubo muchas cosas que debí acomodar y resulté enriquecida. Sin sufrimiento no hay crecimiento, parece que es así.

VB: Dos pérdidas, la novela y la marcha de tu hija, ¿te llevan a afianzarte en la poesía?
IN: Más la muerte de mi tía más querida, es posible en ese mismo tiempo. Igual la poesía está en mi vida desde siempre; no creo que pueda dejarla, aunque la pintura es algo que amo también y pienso de a poco volver a intentar. Amo el color.
He terminado un libro de Elissagaray que se llama “Intersticios”. Son conversaciones con Aulicino el editor de la revista Ñ de Clarín. Es muy buen poeta!

VB: ¿Por qué titulaste tú libro “La memoria del tigre”?
IN: Porque la imagen de Borges diciendo en una entrevista, antes de su muerte, que el amarillo del tigre fue el último color que vio, me impresionó mucho en forma emotiva. Con el tiempo estando en Colombia enferma me hicieron un tratamiento de yodo radioactivo que me hizo mucho daño y casi quedo ciega entre otras cosas. En ese tiempo sentía una conexión muy grande con Borges, posiblemente por la experiencia de vida. Luego vine a Buenos Aires, y vivo a partir de eso frente a la Biblioteca Argentina para ciegos.

VB: ¿Qué temas tratas en el libro?
IN: A ver, no me es fácil decirte esto. Trataré de ser clara. Para mí el universo es vinculante. No existen partes separadas, solo fragmentamos cuando no entendemos, por lo que mi poesía abarca una forma de ver el mundo propio y el afuera haciendo de todo una cosmogonía. La unión de las cosas, de los sentimientos, de las ideas. En fin una mirada que guarda la memoria como la concibe o la concibió Campbell, entendiendo que los arquetipos funcionan como moldes de la conducta humana. Los mitos son parte de la existencia, vivimos ritualizando, dando vida a lo que imaginamos ,a lo que se mantiene atemporal.
Hay un punto quieto en el ser humano, la mutación la veo como aparente. Las circunstancias que nos movilizan van y vienen ,nos atraviesan y luego nos deja para que retornemos una vez mas a nuestro centro, o por lo menos lo intentemos.
Mi poesía tiene que ver con ese mundo
Soy un ser unido a otros seres, y cuando otra de las partes sufre sufro, decía Jung que a algo que se mueve en un extremo del mundo le responde un movimiento en el otro extremo. Carl Gustav Jung ha sido uno de mis favoritos en la lectura por entender la naturaleza humana.

VB: ¿Qué hay de Buenos Aires en tus poemas, recorda a Borges y sus caminatas por las calles?
IN: Pero no en este libro. Sí en los poemas de Homenaje a Borges "Buenos Aires te extraña" o el de homenaje en él que lo imagina transitando sus calles, en las biblioteca. Amo esta ciudad y su gente como decía Eladia. Siempre la veo renovarse, llena de misterios y de susurros. El poema que le hice a Almagro tiene mucho de histórico, pero también mucho de amor.

VB: ¿Qué es Almagro para ti?
IN: Fue el lugar donde anclé después de mucho sufrimiento. Encontré amigos que nunca me preguntaron nada que no quisiera decir. Me dejaron armar fiesta y me pidieron poemas. Qué más se puede pedir de un barrio? Hoy me piden que integre la Junta de Estudios Históricos, y yo me sorprendo porque hay gente mas dotada que yo para eso, pero me contestan que siempre estoy ahí para ellos
Se fue don Ariel Ramírez y otro vecino querido y plantamos jazmines y los recordamos para que nadie muera del todo ,no mientras estemos algunos transitando por estas veredas llenas de baldosas flojas y nos juntamos en el día del cumpleaños del barrio a recitarle y a hablar de su historia que es la de muchos, acá vivió Betinotti el payador, Berni el pintor ,Oscar Alemán el músico, Darienzo, Alfonsina. Venía Gardel a Las Violetas con Leguizamo. Y así hay una lista muy larga de gente que enalteció este barrio

VB: Esa parte es hermosa. Es la memoria, los lugares y las personas que la magnifican.
IN: Sí, así es. De todas formas cada lugar tiene su historia.

VB: ¿A quién le dedicaste tu libro?
IN: En la primera página escribí una dedicatoria general a mi familia y a los amigos de todos los tiempos. A todos los que transitaron y transitan por mi vida. Hay un solo poema dedicado a mi hija.
Por lo demás la lista sería larga y dejar de nombrar sonaría injusto. Los poemas de mi familia no están en este libro, quedan para el próximo, pero yo creo que yo tengo en mi misma una fuerte herencia materna a la que siempre rindo homenaje en lo que hago y digo. A mi madre, la admiré profundamente, ella me trasmitió demasiado diría. Qué hacer con todo eso fue lo que me tocó a mí.

VB: ¿Tu hija te ha leído?
IN: Sí, a veces le ha costado un poco entenderme, no he sido tan fácil sino más vale compleja. Pero ella y mis nietas están felices de que haya publicado. Y por supuesto les gusta oír que me elogien.
En realidad sí tengo que serte sincera, yo hablo bastante parecido a como escribo, solo que en los poemas por supuesto uso el lenguaje poético. Lo que no cambia es el enfoque, la forma de mirar la vida, y eso ellas lo saben

VB: ¿En la presentación de tu libro cómo te fue?
IN: Lo que más valoro es que la acción y las palabras coincidan con el pensamiento. Ser coherente y defender mis principios, muy bien, estuve rodeada de afecto y de palabras buenas

VB: ¿Y mucho vino y alegría?
IN: Algunos me emocionaron mucho. No mucho vino no, porque el local debía de ser entregado y habíamos estado de reunión literaria mas de lo pensado. Así que algunos nos fuimos a una pizzería y otros se fueron a sus cosas. Gabriel estuvo filmando y estaba recién llegado de Montevideo!
Eso no se lo hubiera pedido nunca pero es muy cariñoso y atento. Estuvieron varios amigos entre ellos Liliana(Tormenta). Algunos de muchos años de amistad. También unos cuantos españoles que estaban paseando en Buenos Aires y venían recomendados a verme

VB: Ah, eso es grato
IN: Mucho

VB: ¿Y cuándo lo leeremos aquí en Medellín?
IN: Pienso que mandaré libros con un muchachito colombiano que se va pronto o con sus padres que están viniendo en este mes, no sé. También podría mandar por correo

IN: ¿Qué tipo de poesía te gusta a vos?
VB: Amo a Borges, a Pavese, a Bukowski, los beat, los nadaístas, De Greiff entre otros.
IN: ¿En serio? tengo un libro de poesía italiana, traducido por Antonio Aliberti del que fui amiga Es bello, me encanta Dino Campana. Antonio era un personaje muy especial. En realidad era triste casi siempre, mejor dicho nostálgico. Me quedó material de él, bastante, lástima que he regalado mucho si no te lo pasaba. Era muy bueno sobre todo en los últimos años. Él dio taller en mi casa. Era muy buen traductor. El otro día estaba viendo una plaqueta que se hizo al año de su muerte la voy a buscar para poder pasarte algunos de sus poemas. Ganó el premio Pigmalion de Francia.
Te cuento que soy un poco polifacética. Un amigo pintor dice que soy una mezcla de percanta de arrabal y de dama de sociedad.
VB: Ah, el doble rostro de Jano.
IN: Sí !!!! Me río cuando me acuerdo

VB: Sobre el tango recuerda que hay una conversación aplazada hace años.
IN: No puedo decir, por ejemplo, me gusta D’arienzo, porque también me gusta Di Sarli y Pugliese y Troilo, me entendés. Tengo días de escuchar música folklórica y otros de tangos malevos y otros de tango canción.....y otros música brasilera o francesa o fados.
Olvidaba decirte que en a primera página de mi libro, puse una cita de De Greiff. Toda la música de la noche se refugia, y te arrulla con su vago susurro. Hace mucho Luciano Londoño me regaló un libro y conocí sus poemas. Me encantó, arriba puse uno de Coleridge. Ese que dice Y, ¿qué si soñaste? El de Coleridge, ¿lo recordas? Dice y que si en tu sueño soñaste? Y que si en tu sueño fuiste al cielo y allí cogiste una extraña y hermosa flor? Y que si al despertar la flor estaba en tu mano? Puse ese y la estrofa de León De Greiff. ¿No es hermoso?


domingo, 6 de noviembre de 2011

Escuela Mayor del Tango












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La Escuela Mayor del Tango
Víctor Bustamante


La Escuela Mayor del Tango, es uno de los lugares más hermosos para escuchar y bailar este género de música en Medellín, ya que posee su ambiente personal ideado por sus dueños José Gabriel Álvarez Natalia Arboleda.
Cuando digo lo anterior no es cumplido ya que cuando entramos a la salón obtenemos toda la magnificencia de un gran salón iluminado con lámparas desde lo alto del techo que dan cierta intimidad al salón.
Sí, la iluminación entrega ese estatus que siempre pedimos los que amamos el tango: algo de solemnidad, algo de intimidad que nos haga sentir lejos del mundanal ruido, y nos acerque a lo que debe ser otro concepto de aproximarnos al tango y vivirlo de nuevo.

Además, José Gabriel ha ido decorando el lugar son sus propias pinturas, lo que le da al salón un toque, tan personal, que es como si compartiéramos con él esa creación de lo que es su vida.
Aquí no esta la nostalgia de los cantantes de tangos inscritas en las paredes sino la presencia vital del tango, su esplendor total, su vivencia así como el baile de las milongas programadas.
Cinco de noviembre, hoy Hemos conversando con José Gabriel y Natalia, junto a Cecilia, en medio de la intimidad del salón de la Escuela Mayor del Tango, mientras unos bailarines repasan los pasos que Natalia les ha enseñado.
José Gabriel nos da la imagen de ser un espiritual del tango, una persona que lo vive y le entrega otro carácter. Ahora continúa Natalia sus pasos pausados en la pista, mientras un aprendiz la sigue.
Este sábado, hemos vivido el tango mientras suena algo duro: “Borracho con la melena revuela, la corbata floja y suelta… “. Así Medellín nos trae una bella sorpresa: el tango y su savoir vivre.

sábado, 29 de octubre de 2011

Carmen Usuga en octubre

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Carmen Usuga en octubre
Víctor Bustamante

De nuevo Carmen Usuga, esta vez en El Málaga, una cálida tarde de octubre. Ahora no está cantando sino que nos permite un encuentro para algunas preguntas.
El Málaga entrega ese magnetismo de ser un lugar donde podemos escuchar la música que uno siempre sabe que está ahí, y por eso posee ese poder de convocatoria, pero este jueves, estamos aquí porque Carmen ha permitido un diálogo.
Ya no es la entrevista con las preguntas enviadas por el impersonal correo electrónico, sino que ahora, ella, está presente en cuerpo y alma.
Una conversación es un camino, una apertura a lo que es el interior de un artista: sus caminos, sus hallazgos, las rectificaciones, y, sobre todo, la presencia que es Carmen en el mundo tanguero del país.
Cada palabra que pronuncia nos lleva a desentrañar una de sus experiencias en su camino a cristalizar su sueño; ser una gran cantante.
En esta conversación ella nos demuestra algo que ya presentíamos, su amor por la música, y sobre todo su inteligencia.
Cuando insisto en su presencia, es por algo sencillo, pero notorio, ella ha decido ser una cantante de tangos, y al inmiscuirse de lleno en este arte, nos reta a saber que la persistencia es lo que hace a una artista. De ahí que ella sea una de las presencias femeninas del tango en el país.
A ella, Carmen, desde este final de octubre le deseamos mucha música y sobre todo, que en sus labios, en su voz, el tango sea esa presencia que Medellín reclama.
Solo nos resta invitarlos a escucharla, a compartir de una manera entrañable, así como entrañable es ella, este intento de capturar de viva voz, una persona en su extensión y en sus intenciones.

martes, 16 de agosto de 2011

Leonel Ospina




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Leonel Ospina
Víctor Bustamante

La palabra merendero, se refiere en forma despectiva a esos músicos callejeros que vegetan en las noches de Medellín. Pero hasta ahí esa denominación, porque cuando uno los encuentra, ellos vienen cargados de muchas noticias de su cansada ambición de no haber sido artistas de fuste. Muchos de ellos claudicaron, pero sus caminadas por la noche de la ciudad, sus llevadas de serenatas, así como la música que interpretan, es algo digno de sobrevivir en la memoria. Así alguna vez conocí en el Bar Jurídico, donde nunca vi jueces, uno de ellos: tenía a lo sumo unos 80 años y aun recorría los bares de Medellín desde la Playa hasta la plazuela Nutibara hasta Guayaquil buscando dar serenatas o interpretar canciones ante borrachitos terrenales deseosos de una sentimentalidad en vivo y en directo en las mesas atiborradas de licor, y, por ello recibir unas magras monedas. Este señor con su guitarra se quedaba con nosotros, poetas a la intemperie, y terminaba más borracho con su guitarra destemplada. Pero este señor anónimo como muchas de sus canciones alguna vez me entregó una canción que no había escuchado. “Rondeles”, como si su memoria aun cantara al país de 1950
De esta manera en la Villa se le dice merendero a una persona, un músico que no ha triunfado y se ha quedado cantando canciones ajenas y dando serenatas a desprogramados bebedores nocturnos o a novias desconsoladas.
Por supuesto que no voy a referirme a Leonel Ospina de esta manera. Leonel Ospina fue un grande de la música parrandera antes que muchos cantantes de ahora existieran. Basta escuchar “María Teresa”, “Ya nació el niño” o “El Jardinero”, canciones que siempre regresan en diciembre para saber de quién se trata.
Ahora Leonel Ospina en los billares de La Playa una mañana de domingo nos acompaña con un bolero y un tango: “La Abandoné y no sabía”

viernes, 29 de julio de 2011

LUCIANO LONDOÑO Y RICARDO OSTUNI, TANGÓFILOS RECONOCIDOS



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LUCIANO LONDOÑO


Y


RICARDO OSTUNI,


TANGÓFILOS RECONOCIDOS

Orlando Ramírez Casas
Medellín, 27 de junio de 2011


Yo supongo, y no paso de suponer, no más; que cuando vino a Medellín Su Santidad, el Papa Juan Pablo II; el escritor Fernando Vallejo y otros por el estilo exclamaron “¡Valiente gracia la bulla que le hacen a ese sujeto que no pasa de ser un travesti con sotana!”. Ustedes ya saben la agriera que los asuntos de “La Puta de Babilonia” le producen a Fernando Vallejo. En gracia del pluralismo yo, que soy católico, diré que tal atrabilismo es “respetable”.
Igual sucedió cuando la visita del argentino don Ricardo Ostuni para los actos académicos del Festival Internacional de Tango de Medellín 2011, a los que vino invitado por la Asociación Gardeliana de Colombia y la Academia Colombiana del Tango. Me preocupé por hacerle bulla entre mis contactos, y por hablar de él con mucho respeto y admiración. Quería que los que no lo conocen recibieran de parte mía una impresión muy favorable sobre él, y de ella se contagiaran. No en vano son él y don José Gobello gurúes de esa especie de vaticano tanguero que es la Academia Porteña del Lunfardo en Buenos Aires, Argentina; a la que pertenece como miembro correspondiente el abogado Luciano Londoño López de Medellín, “el único colombiano que conozco como miembro correspondiente de la Academia Porteña del Lunfardo pero que, además, ha contribuido con muchísimos artículos profundos, eruditos, informativos; a enriquecer todo el acervo que nosotros tenemos en la Academia”, me dijo don Ricardo en la entrevista que me concedió en el Hotel Plaza Rosa de El Poblado en la mañana del lunes 27 de junio de 2011, cuando se disponía a dar una charla sobre “Ernesto Sábato y el tango”, en el auditorio del Parque Biblioteca de Belén. Don Ricardo Ostuni (1937) es un escritor, poeta, investigador, historiador y ensayista argentino, autor de muchos trabajos, que entre otros ha publicado los libros “Viaje al corazón del tango”, Repatriación de Gardel”, y “Borges y el tango”. Suyo es el poema “Treinta versos para sentir el tango”, aquel que dice que “El tango es tan antiguo como el hombre y nació con el primer dolor del alma… viene desde un tiempo inmemorial de música y palabras”. Tiene don Ricardo un blog en la red donde publica sus comentarios sobre el tema que lo apasiona: .

Sé, don Ricardo que usted admira grandemente al Dr. Luciano Londoño López, y que su admiración solamente es superada por la que él siente por usted. Así me lo ha dicho él, y así acaba de reconocérmelo usted, le dije.
“Luciano es un hombre tan singular que yo podría decir que me sobran dedos de la mano para contar las personas que son de su estirpe cultural. Voy a nombrar a Hipólito “El tuco” Paz de Buenos Aires, por ejemplo; es decir, la gente que realmente tiene cultura, pero cultura con C mayúscula. Uno con Luciano puede hablar de tango, puede hablar de jazz, puede hablar de bolero, puede hablar de Historia, puede hablar de Filosofía, puede hablar de cine. Con Luciano tenemos por email conversaciones en que hablamos de cine, pero no solamente hablamos comentando la película sino que nos metemos en las profundidades del estilo del director, etc. Es un ser único. Yo creo, dificulto, que no sólo aquí en Medellín sea poco habitual encontrar una personalidad tan rica, tan completa, y tan versada, y además con la facilidad que tiene él para escribir y para hablar”.
Me hubiera gustado, don Ricardo, oírlos a usted y a Luciano en un conversatorio sobre tango…
”Para mí hubiera sido un honor tener a Luciano al lado y enriquecernos mutuamente con sus opiniones, a lo mejor no coincidentes con las mías o las mías no coincidentes con las de él, pero entre dos personas que más o menos manejamos el tema y tenemos un vasto bagaje cultural podemos llegar a hacerlo interesante para el oyente y permitir al espectador que pueda sacar conclusiones por sí solo”.
Me han dicho que en algún momento pensaron en él para que le hiciera compañía a usted en una de las mesas, pero que tal vez él tenía inconvenientes para hacerlo, don Ricardo.
“Luciano no es fácil, usted lo sabe mejor que yo, es un hombre difícil, con muchos principios que hace muy bien en cumplirlos, pero que a veces le impiden por su propia decisión no participar de algunos eventos que yo creo jerarquizarían enormemente cualquier acontecimiento donde él se presentase”.
Estamos de acuerdo, don Ricardo. Yo me imagino lo que deben ser esas conversaciones entre ustedes, conversaciones que no deben tener nada de banales y seguramente se enriquecen con los aportes de cada quien. ¿Cuánto hace que ustedes son amigos?
“Yo a Luciano lo conocía de nombre porque en Argentina toda la gente que está vinculada a la cultura, al tango, a la investigación, y cuestiones de ese tipo, saben quién es Luciano Londoño López. Por el año de 1994 yo publiqué el libro “Repatriación de Gardel” y ambos colaborábamos en una revista denominada “Club de tango” que editaba nuestro común amigo, ya fallecido, a quien llevo en mi memoria y en el corazón, Oscar B. Himschoot. Allí me enteré de que Luciano había recibido mi libro y había hecho una crítica muy elogiosa que fue publicada primero en una revista de Los Ángeles (USA) y luego mandó una copia a Buenos Aires, y yo le escribí para agradecerle. Allí fue nuestro primer contacto y él me proporcionó unos datos sobre Gardel para insertar en la segunda edición del libro, porque la primera se había agotado rápidamente”.
Si en asuntos de amistad pudiera hablarse, tal como se habla en asuntos de amor; yo diría, don Ricardo, que lo de ustedes fue una “amistad a primera vista”.
“Desde hace unos 20 años tenemos una amistad en que a veces hablamos de tango, otras veces hablamos de política. En días pasados tuvimos una larga intercomunicación estudiando el problema que pasan muchos países europeos con el asunto de la crisis en países como Grecia o como España, y su imposibilidad de devaluar porque el euro es moneda internacional. Luciano es un analista económico político de primera categoría. En otros momentos hablamos del cineasta Ingmar Bergman. En otros recordamos la muerte de Peter Falk, el actor inglés que hizo el papel de Columbo. Y así con Luciano, bueno, nosotros dos podemos hablar de tango, pero no para comentar qué bien canta fulano sino para meternos en la profundidad de la letra, o de la interpretación, o del arreglo… Es él de las pocas personas con las que puedo tocar un repertorio o abanico amplio de temas que es lo que justamente para mí es la esencia de la cultura, que no es acumular conocimiento sino saberlo comunicar, y eso es en lo que Luciano es un ser sin par”.
Podríamos entonces, don Ricardo, hablar de un tema que los ha unido a ustedes, y es el que tiene qué ver con el lugar de nacimiento de Carlos Gardel…
“Ese, bueno, ya es otro tema; y hablar de él puede dar hasta para escribir un libro, amigo Orlando”.
La vida ha puesto a estos dos hombres hambrientos de buena conversación en el camino, y la circunstancia de que el uno viva en Argentina y el otro en Colombia, gracias a la tecnología, no ha sido óbice para que puedan enriquecerse con los aportes de su mutua amistad y enriquecernos, de paso, a los que somos sus amigos y nos enteramos de los estudios que ellos realizan. No tendría sentido que esos conocimientos quedaran encerrados dentro de las limitadas paredes de un claustro conventual, como sucedía en épocas medievales.

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Ii Parte


El abogado y tangófilo colombiano Luciano Londoño López (Medellín, 1951) escribió el prólogo de mi libro “Buenos Aires, portón de Medellín”, y en él recoge la frase de André Gide: “Todas las cosas ya fueron dichas pero, como nadie escucha, es preciso comenzar de nuevo…”. Nada nuevo en esta entrevista que le hice al tangófilo argentino don Ricardo Ostuni (Buenos Aires, 1.937) encontrarán los lectores, que no haya sido dicho ya innumerables veces por parte de Luciano en cuanto medio de comunicación haya tenido la oportunidad de decirlo. Otra frase es recogida en el prólogo de mi libro: “Por ello su autor, con la mayor honestidad, ha hecho suyo el pensamiento de Arturo Jaureche: `Diré ahora que incurro en transcripciones a menudo extensas. Lo hago por humildad, porque me parece que si otro lo ha dicho mejor que yo, mejor es reproducirlo que parasitarlo´…”. Siguiendo esa pauta, copiaré la introducción de la entrevista que Víctor Bustamante Cañas le hizo a Luciano Londoño en Envigado el 10 de febrero de 2009:
Luciano Londoño López es académico correspondiente de la Academia Porteña del Lunfardo y de la Academia Nacional del Tango (ambas de Buenos Aires, Argentina), y asociado correspondiente de la Academia de Tango de la República Oriental del Uruguay. En su labor como difusor del tango ha dictado numerosas charlas en universidades y centros culturales. Sus investigaciones y entrevistas han sido publicadas en periódicos y revistas de Colombia, Venezuela, Puerto Rico, España, Estados Unidos, México, Argentina, Uruguay y Australia. Hasta la fecha, sus trabajos han sido incluidos o citados en veintisiete libros de autores de diversos países americanos. En palabras de José Gobello, presidente de la Academia Porteña del Lunfardo en Buenos Aires (Argentina), “Luciano Londoño es el principal referente del tango en Colombia”. El investigador uruguayo Nelson Bayardo, por su parte, le dedicó el libro “Carlos Gardel a la luz de la Historia” con estas palabras: “En expreso reconocimiento a una trayectoria que lo ubica en el máximo nivel de expertos en música popular de las Américas”. Su vida y obra fueron exaltadas por el Municipio de Medellín, mediante Decreto 0898 de junio 20 de 2008, en el cual se destacó que él es un reconocido experto en la canción ciudadana y que un hijo de sus calidades humanas y profesionales constituye un orgullo para la ciudad. El periodista Reinaldo Spitaletta dijo que Luciano Londoño es un amante de la “Teoría de los indicios”, propuesta por el historiador italiano Carlo Ginzburg. Y agregó que es dueño de prodigiosa memoria y además “lector de literatura e historia, que sabe de las viejas guardias, de la guardia nueva, de Astor Piazzolla, de Aníbal Troilo, de historia argentina (...) Conoce de grabaciones y versiones, discografías, fechas clave. Y, siguiendo los lineamientos de José Gobello, presidente de la Academia Porteña del Lunfardo, ha retirado a Gardel del anecdotario y lo ha puesto en la historia”. Agrega Spitaletta que Luciano “ha leído con fruición y apasionamiento a Roberto Arlt, Osvaldo Soriano, Mempo Giardinelli, Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, Silvina Bullrich, Olga Orozco y un sin fin de escritores y poetas argentinos”.
Nada tengo que agregar a esta presentación que del tanguero Luciano Londoño López hace Víctor Bustamante, aparte de que a él puede aplicarse la definición de don Rodrigo Pareja sobre lo que es un tanguero de ley: “alguien que escucha un disco y sabe cuál es su título, quién lo canta, cuáles son su autor y compositor, qué orquesta lo acompaña, lo sabe todo”. De Luciano venía hablando yo con el tanguero argentino, también de ley, don Ricardo Ostuni; y hacíamos referencia en nuestra conversación al hecho de que su amistad con Luciano comenzó cuando don Ricardo expuso en su libro “Repatriación de Gardel” la tesis uruguayista sobre el origen del cantante, y Londoño escribió una nota identificándose con sus planteamientos, que fue publicada por don Oscar B. Himschoot en su revista “Club de tango”. Para los nuevos lectores debo aclarar que hay dos hipótesis sobre el nacimiento de Gardel. La una afirma que él nació en Toulouse, Francia; la otra afirma que nació en Tacuarembó, Uruguay. Los partidarios de una y otra, con sus respectivos argumentos, se encuentran en posiciones irreconciliables. El asunto se dilucidaría con una prueba que en la década prima del siglo XXI es bastante sencilla de hacer, pero costosa. Esto ha dicho don Ricardo en la entrevista que me concedió:
Es posible, don Ricardo, le dije; que uno de los dos hubiera llegado primero a la tesis uruguayista sobre el nacimiento de Carlos Gardel, y hubiera influido en el otro acerca de esa tesis, ¿Cómo se dieron las cosas entre usted y el Dr. Luciano Londoño?
Yo no conocía los planteamientos de Luciano cuando publiqué la primera edición de mi libro “Repatriación de Gardel” y él escribió el comentario que le mandó a Oscar Himschoot sobre el accidente de Gardel, sobre las canciones colombianas que Gardel cantó, en fin. Yo le quiero decir, Orlando, que no soy caprichosamente un defensor de la teoría uruguaya, ni soy cerril para abrir la mente. Si alguien viene con argumentos, me puede convencer de que estoy equivocado porque toda investigación tiene que partir de un forzoso principio inamovible: El investigador tiene el derecho de interpretar los hechos como quiera, como él crea que los debe interpretar; lo único que le está vedado es tergiversar esos hechos; y esto es lo que me ocurre a veces con una gente que desarrolla la teoría francesa y parten del desarrollo de un sofisma porque si es falsa la premisa, es falsa la conclusión. Esto lo hemos hablado con Luciano. Es cierto que Gardel dejó un testamento donde dijo que era francés, supuestamente, y hubo un reconocimiento de la justicia argentina diciendo que ese testamento era válido; pero, veinte años antes, Gardel había sacado la ciudadanía argentina diciendo con otro documento que era uruguayo, y la justicia argentina también dijo que era válido; entonces aquí lo que hubo fue un error garrafal de contradicción de la justicia argentina. La justicia argentina, cuando se presenta la testamentaria de Gardel, debió tener en cuenta que en 1923 había dicho que Gardel era uruguayo al aceptarlo para lo de la ciudadanía. Entonces se quieren desconocer la validez del documento de la ciudadanía; los contratos que Gardel firmó diciendo que era uruguayo; las declaraciones que hizo a la prensa diciendo que era criollo, uruguayo, rioplatense; hay una cantidad de elementos que deben ser conectados unos con otros, no ser cerrados y abrirse a otras posibilidades; y esto es lo que yo no he conseguido de mis amigos contradictores, a quienes considero mis amigos y no los trato con el encono con que a veces ellos suelen tratarnos. Yo les pido que nos colaboremos mutuamente. A lo mejor alguno me suministra un antecedente que yo no hubiera tenido en cuenta, o viceversa. Pero no, no se puede con ellos trabajar conjuntamente porque se han aferrado a una verdad que es para ellos como verdad de la Biblia; y ya sabemos que la Biblia, lo dijo el Papa, está escrita con metáforas y no se puede tomar al pie de la letra. Uno, cuando investiga, tiene que tener la mente abierta y dejar el corazón de lado. En un párrafo de mi libro digo que yo muchas veces he llegado a conclusiones a las que hubiera deseado no llegar y hubiera querido que las circunstancias me dijeran otra cosa, pero si yo quiero ser historiador tengo que ser respetuoso de la verdad que encuentro o elaboro con los elementos que tengo, y no puedo forzar a la verdad a que coincida con lo que yo quisiera.
Los hombres públicos giran alrededor de un mito, y muchos se dedican a desmitificarlos, don Ricardo.
La discusión sobre el origen de Gardel se da como con lo que en mi país, por lo menos, llamamos el “revisionismo histórico”. Empiezan a querer hurgar en la Historia y a querer bajar del pedestal a los grandes próceres. No se puede juzgar la actitud de un prócer como Bolívar, Santander, o San Martín, hace doscientos años; con la mentalidad y la ética de nuestros días. Si les aplicamos a ellos las valoraciones éticas de hoy, seguramente les vamos a encontrar muchos defectos. No nos olvidemos que cuando ellos salían a campaña la vida no tenía el valor que tiene en nuestro tiempo; entonces, si uno se sale del contexto, las conclusiones a las que llega son conclusiones absolutamente falsas.
Bueno, don Ricardo, pero retomando a Gardel yo tengo claridad en que los derechos de autor y las regalías de las canciones que compuso y de las que interpretó para este momento ya han caducado y no hay, además, grandes bienes de fortuna que estén en discusión, bienes que motiven a los herederos a disputar su posesión; entonces, ¿Por qué no ha sido posible que autoricen la prueba de ADN a los restos de Carlos Gardel, a los de doña Berta Gardés, y a los del coronel Carlos Escayola; para afirmar o desvirtuar la posibilidad de que alguno de estos no hubiera tenido paternidad biológica sobre el cantor?
Los derechos de las canciones ya han caducado y no sé si los de las películas que filmó ya lo hayan hecho o estén a punto de hacerlo. El caso es que en este momento, para empezar, no hay herederos que tengan derecho de posesión sobre los restos físicos de Carlos Gardel, y así lo han aceptado contradictores como mi amigo el Sr. Juan Carlos Esteban; entonces se requiere que el Estado, a través de una entidad como la Secretaría de Cultura, o el Museo de Historia Nacional, intervenga. Porque alguien tiene que disponer la autorización para que abran la tumba de Gardel y exhumen el cadáver, tiene que haber alguien que autorice a hacer ese estudio tanto en Argentina como en Uruguay. Incluso en Francia, que nunca mostró ningún interés oficial por Gardel. Lo que se ha hecho allá ha sido hecho por argentinos. A usted no se le escapa lo que cuesta ese estudio. Miles de dólares. ¿Quién los va a pagar? Entonces, si el Estado no asume ese estudio, el problema es de financiación.
Hay quién dice que la familia de Escayola se opone a que se practiquen esas pruebas.
Yo no he escuchado nunca tal cosa, ni sabía eso. He conversado mucho con uruguayos sobre ese tema; incluido el Dr. Nelson Sica, que es el presidente de la Academia de Tango en Uruguay, otro hombre exquisito, de una gran cultura y sabiduría; y ellos me dicen que están dispuestos a hacerlo pero la dificultad sigue siendo la misma: falta de dinero para financiar las costosas pruebas. Puede ser que los descendientes de Escayola den su autorización y que las autoridades argentinas den los permisos de exhumación pero ¿Quién paga eso, cuántos miles de dólares vale? ¿Quién pagará los honorarios de los forenses, patólogos, investigadores de todo tipo que se requieren? Ahí está el embrollo. Coincido con el alcance de su pregunta. Es la única forma de terminar con esta discusión. Tendría que haber la voluntad política de hacerlo, tal como se ha hecho recientemente con unas momias, o se ha hecho con los restos de Colón. Eso lo pagó el Estado. Si los estados argentino y uruguayo quisieran intervenir en este asunto, la discusión se termina en un año.
Gracias por esos conceptos, don Ricardo, que me reafirman en la teoría uruguayista a la que yo me había cambiado, puesto que empecé siendo francesista pero cambié de opinión por los sólidos argumentos que me expuso el Dr. Luciano Londoño.
Yo también era francesista hasta que me adentré en las investigaciones para mi libro. Entonces me encontré con la circunstancia de que Gardel, que no era cantor de tangos sino cantor criollo, de canciones criollas, dio el paso de cantor nativo a cantar tangos. Cuando empecé a buscar documentación encontré que había cosas incompatibles; incongruencias en que sobre algunas cosas Gardel, en algún momento, decía blanco; y luego, sobre las mismas cosas, decía negro. Por ejemplo, en algún momento Gardel aparece integrando la claque (personas aleccionadas y pagadas para vivar y aplaudir a un artista) de Luis “Patasanta” Ghiglione, el que inventó tal cosa en Buenos Aires. Yo me encuentro con que Ghiglione dejó de tener claque en 1895; entonces, ¿a qué edad integraba Gardel la claque de ese artista? Para esa fecha Gardel era un niño. ¿Qué sentido tiene que los armadores del mito francesista lo anoten como estudiante de un colegio donde en la matrícula dice “nacionalidad no se sabe”. O un acta escolar donde Gardel tiene 10 absoluto en todas las materias y simultáneamente aparece en otra acta como detenido en la Comisaría Prudencio Varela? No tiene sentido: o usted es un gran alumno, o anda por ahí de vago atorranteando. De esas cosas encontré cantidades. A raíz de esas inconsistencias dejé de lado el trabajo que había iniciado y me entregué durante cinco años y pico a profundizar en estas dudas. Ana, mi mujer, aquí a mi lado, es testigo de cuántos interrogantes me asaltaban y cuántas dudas tenía que resolver en mi investigación porque ¿Con quién más iba yo a comentar esas cosas sino con ella, la que me ha acompañado? Traté de unir datos del modo más lógico y coherente posible, para poder armar una historia cronológica que fuera más o menos digerible; y cuando uno arma esa historia, la única manera que tiene de que tenga sentido es con la premisa de que Gardel hubiera nacido en Uruguay o en el Río de la Plata… y además está lo de sus declaraciones. En algún momento confiesa a un periodista, refiriéndose a que todo lo que había ganado hasta ese momento lo había gastado porque “a uno que lleva sangre criolla en las venas no lo asusta el porvenir”. Eso lo dice alguien que se considera criollo hasta la médula. El tenía genes criollos por algún lado. No sé si por la madre, no sé si por el padre, por algún lado; y en algún momento, en que se especulaba sobre su lugar de nacimiento, él concluye tajantemente “Terminemos. Nací en Tacuarembó”. En mi investigación, y en mi intento por despejar las dudas, yo he llegado a la conclusión de que toda investigación histórica es provisoria, es provisional. ¿Cómo alguien puede decir rotundamente que esta es la verdad inamovible? Lo es, mientras no aparezcan nuevos datos, nuevos indicios, que conduzcan hacia otros caminos.
Yo aspiro, don Ricardo, a que la verdad sobre Gardel no se conozca porque entonces ¿De qué vamos a conversar?
Estoy de acuerdo con usted. El día en que se sepa la verdad sobre Gardel, se acabó el tema.

..


SILENCIOS
Ricardo Ostuni

A Luciano Londoño López

… y yo me até –silencio con silencio-
en nudo de papel y de palabras,
libro y labios cerrados, en clausura
-la escritura y la voz abandonadas-

Sé que soy nada más que la certeza
de aquello que ya fui, sin la esperanza
de serlo alguna vez
la certidumbre
de ser tiempo que huye
memoria que cabalga.

¿Qué más he de decir?
Ya dije todo,
Insisto en el silencio de las lágrimas
hay voces que se ocultan en el ruido
hay otras que se van por la distancia
hay tardes pasajeras del otoño
que nos traen la voz de la hojarasca
y noches desganadas del estío
que son de pesadilla para el alma.

¿Qué más he de decir?
Cerré los versos,
Clausuré de las rimas, las ventanas,
sólo filtra la luz de la penumbra
de una vaga vigilia por el alba.

Rueda el último minuto de la calle
con un dolor antiguo a las espaldas
y es hora de callar.
Pero hay silencios
que tan sólo se dicen con palabras.