jueves, 1 de enero de 2009

Rubí, acuérdate de mi

Juan Carlos Cobián

Enrique Cadícamo


Rubí, acuérdate de mi

Jaime Jaramillo Panesso

Rubí es un tango de Enrique Cadícamo y Juan Carlos Cobián, cuya letra hace honor a la música por donde desfilan los siguientes versos:

“Ven. No te vayas. Qué apuro de ir saliendo.
Aquí el ambiente es tibio
Y afuera está lloviendo.
Ya te he devuelto tus cartas, tus retratos.
Charlemos otro rato
Que pronto ya te irás.
Ya nada tuyo me queda al separarnos.
Es cruel la despedida
Y triste el distanciarnos hoy.
Ven. No lloremos
Que las lágrimas conmueven
Y nada debe detener tu decisión.
Rubí, acuérdate de mi.
No imploro tu perdón,
Mas de tu corazón no me arrojes.
Rubí, ¿a dónde irás sin mi?
Cuando no estés conmigo
¿Quién podrá quererte así?”

Un nombre de mujer, coqueto como una chispa de diamante. Otras tienen una joyería en su nombre como Esmeralda o Perla. Mas en el caso de Rubí se encienden las velas en un escenario donde el hombre prepara el efecto del adiós, de esos adioses tangueros que van teñidos de un dolor ungido de esperanza. Pero la ofrenda no es de aquellas en que se rinde y extiende el corazón tembloroso, sino el acto de coraje donde el canje recae sobre las cartas y los retratos que aún hoy intercambian las parejas amantes como símbolos de entrega o de conexión en los momentos de la ausencia.
En Rubí el monólogo del hombre que ama tira el lance de la lluvia como un pretexto para alargar los minutos que anteceden a la separación, minutos que luego, casi de inmediato, permiten, en un acto de afirmación y a la vez de ruego, decir:” Rubí, acuérdate de mi”, que es una súplica contra el olvido, reforzada con el argumento de que no habrá quien la quiera como él la quiere así. Y en ese instante gris un último dolor le causará la separación, el adiós que pone un broche en su corazón. La lluvia seguirá siendo la razón para pedirle a Rubí que no salga de su lado en aquella noche cruel y fría.
El corte musical que pone la mano de Cobián, permite el lucimiento de un buen cantor de tangos, pues la estrofa central del bis, de la repetición, hace sentir al escucha, que el ruego va a tener una resolución: “Rubí, ¿a dónde irás sin mi? Rubí, acuérdate de mi”. En efecto, Cadícamo rompe la natural conclusión derivada de trasunto poético de este tango que por anticipado se presume que finalizará en la fractura definitiva de la pareja. Es ahí donde el poeta reclama y se acoge a la reconciliación, dándole un vuelco al terminar, en los dos últimos versos que rezan así:
“Borremos todo, amada mía, que esta escena
Ha sido sólo un episodio sin valor”.

Cadícamo y Cobián tienen el registro de otros tangos de antología como Nostalgias, Niebla del Riachuelo, La Casita de Mis Viejos y Los Mareados.
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Versiones de Rubí
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4 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Muy buena la idea de averiguar entre los tangófilos LOS CINCO TANGOS DE SU PREFERENCIA. Buena la selección de Luciano Londoño y buenas las notas del doctor Jesús Vallejo "SUENA TANGO COMPAÑERO", de Luciano Londoño sobre el vals AURORA y de Jaime Jaramillo Panesso sobre el tango RUBÍ, sólo que éste último muestra pocas lecturas sobre tango y desinformación porque el TANGO RUBÍ, como bien es conocido, es plagiado de un poema de Paul Géraldy.

Anónimo dijo...

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netting

Anónimo dijo...

Carta abierta para Aresi y demás insultadoes, quienes tanto daño le hacen al tango
No puedo llamarlo por su nombre porque usted casi siempre usa seudónimo y en eso ya nos lleva una ventaja: Nosotros colocamos nuestros nombres.
Periodistas colombianos como Daniel Samper y Óscar Collazos (en el periódico EL TIEMPO) se cansaron de gente como usted, no por usted mismo, a quien consideran necesario y útil en un debate, sino por sus insultos y sus groserías, que son la degeneración de los foros instalados por los medios en sus ediciones electrónicas.
El pensamiento libre pasa por mal momento. La libertad de expresión está atemorizada. Hay un ambiente enrarecido que dificulta disentir de la tesis francesista del origen de Gardel. Hay temor de opinar diferente.
El miedo ronda. En su derecho de opinar sobre este tema, muchos callan por temor a que los acusen de cualquier mal así sea calumnioso. El intercambio libre de ideas está perturbado. En fin, un tufillo de censura nos invade.
Lo peor que le puede pasar a una sociedad es sentir miedo de pensar y expresarse. Que el miedo se apodere del espíritu de la gente es censura. La censura es un secuestro al pensamiento.
Disentir, opinar diferente, tener diversidad ideológica son derechos inviolables.
La controversia civilizada, la diferencia de criterios, las posiciones antagónicas o cercanas son inseparables. Cuando brillan las diferencias ideológicas se ven vitales los ideales y se honra la civilidad.

Disentir es un derecho irrenunciable del ser humano. Disentir significa no ajustarse al sentir o al parecer de otro, opinar de modo diferente. Disentir es el alma de la democracia. Disentir es un derecho natural del ciudadano y es la consecuencia de otro derecho mayor: el derecho al pensamiento libre.
El derecho a opinar diferente lo consagra la Constitución Colombiana. Quien no reconozca a los ciudadanos el derecho a la diferencia es un violador constitucional.
Silenciar a los opositores inventando calumnias, descalificando o insultando, es entronizar trampas y despotismo.
La humanidad toda está y estará siempre unida contra el silencio forzado, contra la censura, contra el recorte al derecho de pensar diferente. Al pensamiento libre no se le aceptan enemigos ni murallas. No se pueden permitir artimañas para recortar la libertad o para esconder la verdad.

Es una vergüenza que los ideólogos de quienes defienden la tesis francesista sobre el origen de Gardel sean Maquiavelo o Goebbels. Éstos son predicadores de éticas degradantes, consejeros de la mentira, diseñadores de artimañas, irrespetuosos de la verdad, manipuladores de la opinión y destructores perversos del otro. Y de esa ideología embaucadora salen los venenos contra el pensamiento libre y contra el disenso.
No queremos las estrategias de Aresi y sus ventrílocuos de Medellín, al estilo Goebbels, para Medellín: “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que les distraigan”.
Esta oportunidad de poder opinar en la página Tango en Medellín me permitió aprender muchas cosas, entre otras, a “conocer” a Aresi y sus amigos de Medellín. Los imagino sentados frente a sus pantallas, envenenados con sólo ver el nombre de cualquiera que opine que Gardel es uruguayo. Leyendo con rabia y presurosos de volcar su rencor en el espacio asignado para comentarios.
Es otra ventaja que tiene Aresi y sus amigos. No necesitan investigar, ni redactar, ni cuidar la ortografía. Bastan unos adjetivos y unos improperios y ya se ganaron una permanencia en la red. Deben pasar muchas horas visitando páginas, leyendo y odiando, porque he visto que devoran víctimas en otros medios. Algunos cobardes de la Academia Colombiana del Tango se sienten cómodos con usted. Incluso lo animan a que continúe insultando a todo aquel que investigue o le dé visos de seriedad al tango.
En estos tiempos de retroalimentación inmediata, parece que los investigadores escriben para que sus enemigos los odien más. Porque si alguien quiere saber si hay gente que lo desprecia, si cree que no tiene enemigos, si piensa que puede decir lo que piensa sin ganarse toda clase de ataques, escriba sus opiniones sobre el tango.
No niego que ha sido impactante encontrarme a personajes como usted y sus amigos de Medellín, seudo defensor del origen francesista de Gardel. No por la crítica misma, necesaria y bienvenida, sino por la mala calidad de la misma. Por lo violenta y mezquina.
El caso es que no nos vamos a seguir “viendo”. Al menos aquí. Y no por usted. Es porque tengo demasiado trabajo en mi medio base, y para leer sus tonterías, insultos y descalificaciones requeriría un tiempo que no poseo. Pero quería estar en el momento crucial de este mar de opiniones, tantas y tan favorables a las entrevistas de Luciano Londoño.
Fue una experiencia “conocerlos” a usted y sus amigos y no quería irme sin dejar testimonio de este encuentro. No se puede quejar. Usted y sus amigos podrán seguir insultando y malqueriendo todo el tiempo que desee. Por fortuna hay muchos otros lectores que han sabido aprovechar esta dimensión de diálogo y para ellos vale la pena seguir opinando con altura, que es precisamente lo que usted y sus amigos no hacen. Hasta pronto. JAIRO CADENA LEÓN, historiador