lunes, 7 de mayo de 2007

Tango más acá del 40


Tango más acá del 40
Jaime Jaramillo Panesso

La mayoría de los tangueros de estas tierras colombianas» Y con mayor razón mis pai­sanos, se quedaron anclados con el tango de la década del 40 y las anteriores. Hay que ver la fruición con que escuchan cualquier clase de pasta fo­nográfica, escasa en calidad de música o de letra, con tal que sea "bien antigua" y la lluvia de cascajo no deje ni escuchar, muchas veces, lo que el intérprete hizo. Mirar para atrás con tanta reverencia, impide ver para adelante, con graves consecuencias, si se piensa que un género musical se va muriendo porque sus presuntos difusores y defensores no presentan alternativas a las nuevas generaciones.
La gran madurez del tango y sus composito­res e intérpretes está situada, a grandes rasgos, en los alrededores de 1950 y subsi­guientes, aunque la edad de oro esté mas atrás, si se trata de la multiplicidad de orquestas y cantores. El bandoneonísta de mayor calidad y de mejor estilo que haya existido, según la opinión del músico y compositor Astor Piaz­zolla, es Leopoldo Federico quien visitó a Medellín en 1984. Es uno de esos protagonistas del tango actual que no logró penetrar la muralla de silencio y aislamiento impuesta por las grabadoras locales y por los programadores después de la Segunda Guerra Mundial. De abuelos italianos, padres argentinos y alumno de importantes maestros del bandoneón, Leo­poldo Federico nació en 1927 en Buenos Aires. Advertimos desde ya que nada tiene que ver con Domingo Federico, puesto que no son siquiera parientes. Félix Lipesker de la Aca­demia Marcuccí-Llpesker y Marcos Requena están en la lista de sus profesores del instru­mento que comenzó a estudiarlo desde los doce años.
Si bien de chico Leopoldo admiraba a Miguel Caló, fue en la orquesta de Juan Carlos Cobián en donde comenzó a codearse con los inmorta­les. Era la segunda orquesta donde se instalaba como profesional puesto que antes debió na­cerlo en otra. Luego, cuando actuaba dentro de la orquesta de Víctor D"Amario, Alfredo Gobbi lo llamó a integrar su orquesta: "Con Gobbi aprendí muchas de las cosas que el tango tiene, por no decir que todas", Leopoldo Federico ha estado al lado, aprendiendo y aportando de Di Sarli, Osmar Maderna, Emilio Balcarce (como director de la orquesta de Alberto Marino), Héctor Stamponi, Piazzolla, Atilio Stampone, Florindo Sassone, Artola, Mariano Mores. Con la propia orquesta de Julio Sosa, hizo la yunta que elevó a la mayor fama la voz del cantante uruguayo. Leopoldo Federico y Julio Sosa sembraron una época brillante en el tango en los años sesentas: "Yo me siento orgulloso de haber sido su colaborador porque Sosa ha sido el último mito, el último personaje que arrastró multitudes, que fue querido en todo sentido, al margen de lo que él pudo haber sido con su carácter y sus cosas porque era bastante reacio. Pero con el público tenía una atracción espectacular... Me di cuenta de la magnitud de la personalidad de Sosa cuando tuvo el accidente. Cuando yo iba por la calle, por la misma calle que he pasado toda la vida, donde nadie me saludaba, hubo un cambio cuando Sosa tuvo el accidente: me preguntaban qué pasaba con él, que si se salvaría. Todo el mundo lo hacía: la viejita, el verdulero, el diariero, el vendedor de gasolina. En la puerta del hospital la gente permanecía abarrotada en la calle. Se les estaba muriendo alguien que los quería...".
Leopoldo Federico llegó a la admirada orquesta por él de Miguel Caló donde poco caló, ya que apenas lo acompañó en su debut en el teatro para no separarse del lado de Piazzolla: "De esta orquesta lo único que me acuerdo, dice Leopoldo, es que Caló se enojó por el traje, porque lo pagaba él y me pidió que lo de­volviera. Yo me había hecho un traje que no sé a quién le pudo haber sentado bien puesto que mis medidas no son comunes...". En efecto, quien haya visto la descomunal figura de Leopoldo sabe que sus vestidos no pueden "calar" en cualquier persona.
Porque Ernesto Sábato es una figura argen­tina e hispanoamericana de las letras y de la dignidad humana, Leopoldo Federico y Raúl Garello dedicaron un tango al hombre que, a su vez, tiene un libro sobre la historia y la clave de este género musical. En su último libro-entrevista, "Entre la letra y la sangre", Sábato señala algunos elementos relacionados con el tango como son el lenguaje y el sentimiento nostálgico. En un aparte dice: "Ciertos críticos de izquierda reaccionan por motivos que su­pongo políticos, temiendo o denunciando la tristeza como una actitud contrarrevoluciona­ria (extraña filosofía la de suponer revo­luciones por alegría!)". Y precisamente, ha­blando de la izquierda, Leopoldo Federico puso nombre a uno de sus tangos "Bandola Zurda" (bandola es una manera de decir bandoneón) porque está compuesto para la mano izquier­da: "el sonido de ese lado del bandoneón, donde se coloca la mano izquierda, es agradable, tiene profundidad, bordura, pastosidad".
Leopoldo Federico está en el justo medio del tango moderno sin hacerle concesiones a lo que él denomina "una confusión de notas y de cosas que lo único para lo que ha servido es para confundir a la gente". Es su crítica a los que se denominan "vanguardia" y que no llegan a tener la altura de Piazzolla en temas como "Adiós Nonino", "Triunfal", "Contratiempo", "Para lucirse", "El Desbande". En su pere­grinaje con otros grandes de la actualidad está su trabajo con Osvaldo Requena con quien ha laborado en Canal 11 de la televisión argentina y de cuya conjunción han salido efectuados temas como "Preludio nochero", "Milonguero de hoy" y, "Capricho otoñal". Un LP de solos para bandoneón, con arreglos del propio Fede­rico constituye una rareza y una exquisita joya del tango instrumental, el mismo que luego sería editado en el Japón.
Otros compañeros de generación musical de Leopoldo Federico y que proyectan, como él, el tango son los músicos y compositores Julián Plaza, Horacio Salgan y Osvaldo Berlingheri, Acompañan también a esta generación los guitarristas Roberto Grela y Ubaldo de Lío, el pianista Fulvio Salamanca, músicos directores como Osvaldo Piro, José Basso, José Collángelo, Ernesto Baffa. Quedan en el tintero otros de esta nueva generación cuyos valores musi­cales apenas sí asoman entre nosotros.
Con el Trío Berlingheri, Leopoldo compuso algunas milongas: "Calientísima", "Piciano", "Diagonal Gris".
Sin embargo "el mayor peligro para la vida del tango es la falta de intérpretes... puede terminarse el género con la extinción de la "raza" de los ejecutantes, de los intérpretes. Ahí está el grave peligro, porque inventar un músico es muy difícil. Cantores hay diez en cada barrio. Hay tipos que se creen que son Gardel. Yo conozco infinidad de gente inteli­gente, médicos, abogados, que tienen el "berretín" del canto. Cantan como la "mona", pero quieren cantar... pero el músico no lo puede inventar uno... Por ejemplo en mi instrumento, el bandoneón, cuando yo comencé había conmigo una generación de bandoneonístas que estábamos atrás adorando a los grandes del instrumento, que estaban en vi­gencia, tratábamos de imitarlos, los estudiá­bamos y esperábamos que se nos diera la oportunidad. En cambio ahora no hay nadie detrás nuestro. Cuando nosotros desaparez­camos ¿quién nos reemplazará?
Es todo un documento histórico y musical de la vida del tango la entrevista, larga y cordial, que con el músico, arreglista y compositor, Leopoldo Federico, publica la Revista de la U. de A. en su número 117 y que actualiza a los tangueros y amantes de la música popular, como se puede observar en las opiniones e informaciones que para este escrito hemos entresacado para los lectores.

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